Teófilo del Valle, el primer asesinado en la Transición Española
 
Teófilo del Valle, el primer asesinado en la Transición Española
Tomás Alfonso

En muchas ocasiones, se tiende a mitificar la historia, realzando o haciendo hincapié en aquellos aspectos que se consideran positivos para el presente y pasando de puntillas o eludiendo otras cuestiones que resultan más conflictivas y que desdibujan y ponen en entredicho el relato oficial de una época.

No en vano, esa tendencia es incluso psicológica: con el tiempo, se suelen ensanchar los mejores recuerdos y reducir la presencia de los más negativos. Ya se sabe, cualquier tiempo pasado fue mejor. Probablemente, una mezcla de todo lo anterior sea lo que ocurrió con la Transición Española.

Durante muchas años (e incluso en la actualidad) muchas personas han tratado de ofrecer una visión idílica de esta época histórica, afirmando que se trató de un proceso ejemplar que permitió de manera pacífica y consensuada la reconciliación entre la sociedad española, además de avanzar hacia un sistema político representativo equiparable al del resto de países de Europa.

Es decir, que la transición de la dictadura de Francisco Franco a la monarquía constitucional, que comenzó en 1975 con la muerte del dictador y que la mayoría de historiadores alargan hasta 1986, cuando finaliza la primera legislatura de Felipe González, del PSOE.

Evidentemente, al igual que ocurre con otras cuestiones, este relato dista mucho de la realidad contrastable. Lo cierto es que, en esos años, España atravesó tiempos muy convulsos, con persecuciones y asesinatos políticos, violencia en las calles, una alta criminalidad, crisis económica y política o varios intentos de golpe de estado, entre otros.

Por ejemplo, según los datos, durante la Transición Española murieron 188 personas a manos de miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, los cuales muchos de ellos siguieron ejerciendo su trabajo tras la consolidación del sistema representativo, sin haberse visto obligados a depurar sus responsabilidades.

Caso de Teófilo del Valle

Cuando se suponía que se llegaba a un sistema de gobierno donde se iban a respetar los derechos y las libertades de la ciudadanía, sin embargo el uso de las fuerzas represivas continuó siendo una realidad, ya fuera directa o indirectamente a través de grupos terroristas, como es el caso de los GAL y de la “guerra sucia” contra ETA, que llevó por ejemplo al asesinato de Yolanda González, Carlos Palomino u otros, en connivencia con la extrema derecha.

Entrada triunfal de los franquistas a San Sebastián en 1939

No obstante, el caso de Teófilo del Valle, nacido en Silleda (Pontevedra), quien se mudaría a Elda en el 1964, ciudad en la que lo asesinarían a la corta edad de 20 años, fue la primera muerte documentada tras el deceso del dictador, ya siendo rey Juan Carlos I.

Teófilo fue un joven antifascista, sin una afiliación política determinada y, como muchos de los de su generación, deseoso de cambios sociales y políticos que se plasmaran en una mejora de las condiciones de vida de las clases más humildes.

En consecuencia, sí solía participar en concentraciones y manifestaciones, así como en las huelgas sindicales que, tras el férreo control franquista, sí se iban haciendo cada vez más comunes, especialmente a finales de los años 70.

Así, los acontecimientos que terminaron con su vida estuvieron vinculados con el derecho a huelga. Los días previos al 24 de febrero de 1976, en las ciudades de Elda-Petrer se estaban produciendo huelgas secundadas por una buena parte de los miembros del sector del calzado, las cuales eran socavadas violentamente por parte de la policía.

En estas reivindicaciones, trabajadores y trabajadoras pedían un aumento de salario que les permitiera vivir dignamente, una reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales, cuatro semanas de vacaciones al año y que el empresario cumpliera con sus obligaciones fiscales, las cuales terminaban en muchos casos siendo trasladadas al propio personal.

Asesinato de Teófilo del Valle

El día de su asesinato, miles de personas se habían reunido en la Plaza Castelar de Elda para protestar por su mala situación laboral y reivindicar sus derechos. Como las fechas anteriores, la Policía no tardó en llegar, intentando de nuevo dispersar a los manifestantes mediante el uso de la violencia.

Ya por la tarde, una vez la concentración prevista había finalizado, la Policía Nacional, conocida en aquella época como los grises por su característica indumentaria, se dirigía a Alicante en autobús, pasando en su trayecto por la Calle Nueva de Elda, cerca del Ayuntamiento, en la que había un grupo de muchachos, los cuales, según parece, increparon a los agentes. Entre ellos, una persona que no formaba parte del grupo inicial tiró presuntamente una piedra al autobús en el que se encontraba la policía.

Al ocurrir esto, el autobús se detuvo en seco y los policías bajaron ya con las armas en la mano. Mientras esto ocurría, los jóvenes salieron huyendo para no ser detenidos y reprimidos por aquellos agentes.

Durante su huida, el grupo se dividió en dos: unos se dirigieron hacia el Ayuntamiento, ya que era un trayecto más corto y menos concurrido, por lo que minimizaban los riesgos, mientras que otros, entre los que se encontraba Teófilo del Valle, optaron por huir dirección Calle San Roque, la cual era más larga.

La Policía Nacional, al llegar a esta calle, disparó una enorme cantidad de tiros, tantos que testigos presenciales afirman que pensaron que eran balas de fogueo y que el gran número de disparos tenían un efecto disuasorio. Evidentemente, esto no fue así.

Una de esas balas alcanzó a Teófilo del Valle en la pierna, cayendo abatido en el suelo al instante. Lejos de parar ahí, cuando los agentes llegaron a la posición del joven, le empezaron a propinar puñetazos y patadas mientras éste, indefenso, gritaba que no le matasen. Sin embargo, la Policía Nacional hizo caso omiso y continuó golpeándole hasta que murió.

Todo esto se sabe, en gran parte, gracias a los vecinos, los cuales presenciaron la escena. Desgraciadamente, debido al terror vivido en la época, todos los testigos se negaron a declarar por miedo a las posibles consecuencias o represalias.

Consecuencias de su asesinato

Entrada de Policía Armada y Guardia Civil en San Sebastián. Autor: Vicente Martín, 1942. Fuente:  guregipuzkoa.eus (CC BY-SA 3.0)

Tras este fatídico suceso, se produjo tanto en la comarca del Vinalopó Mitjà como en otros lugares de la provincia de Alicante una huelga general en protesta por el asesinato del joven eldense, siendo una de las huelgas más multitudinarias que se han dado hasta ahora en Elda.

Así, según los datos de la época, se dice que entre 25.000 y 30.000 personas fueron a darle el último adiós a Teófilo del Valle, acompañando sus restos mortales hasta el cementerio, donde el aparato franquista todavía vigente se apresuró en enterrarlo, tratando así de evitar que indignación de la ciudadanía fuera a más.

Si bien no lo lograron, sí que pudieron conseguir que la acción ciudadana no tuviera consecuencias, ya que aunque se sucedieron las movilizaciones e incluso se llegó a constituir una comisión para esclarecer los hechos, ésta no sirvió para depurar responsabilidades entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, quedando impunes todos los culpables del asesinato, salvo uno, que únicamente fue trasladado al norte del Estado.

En consecuencia, no hubo ningún condenado entre la policía ni ninguna dimisión entre los políticos del aparato franquista, entre los cuales se encontraba Fraga Iribarne, quien en ese momento era Ministro de Gobernación y posteriormente líder de Alianza Popular, formación política predecesora del Partido Popular.

Es más, en la nota de prensa oficial que emitió la jefatura de policía, se alegó falsamente que el joven tenía antecedentes delictivos, afirmándose que era componente de una banda armada a la que el año anterior se le había incautado siete kilos de hachís en la ciudad de Madrid. Se trataba de una estrategia de desprestigio que solían aplicar con los antifascistas.

Además, probablemente se justificó su abatimiento en base a la ley de fugas franquista, alegándose que no accedió a obedecer a la autoridad policial cuando ésta le dio el alto. Esta práctica no fue exclusiva de este suceso, sino que fue recurrente en muchos de los asesinatos que se produjeron durante estos años a manos de la policía.

En este en concreto, tal y como ya se ha señalado, se dio por cerrado el caso sin depurar responsabilidades, ya que los autores se encubrieron entre ellos, lo que junto a una falta de declaraciones por parte de los testigos y un aparato judicial franquista provocó que no se pudieran hacer justicia.

De este modo, cabe destacar que la impunidad fue habitual en la Transición española para con autoridades policiales que actuaban de forma autoritaria. Así pues, muchos de ellos, al no ser delatados como autores de los asesinatos, siguieron realizando su trabajo en el mismo lugar en el que cometieron el crimen, conviviendo con los allegados de sus víctimas.

 
Manuel Fraga, ministro franquista y fundador de Alianza Popular. Autor: Partido Popular Europeo, 07/02/2018. Fuente: Flickr (CC BY 2.0)

En los casos en los que no era posible esto debido a la evidencia de la autoría, los culpables eran, a la sumo, suspendidos provisionalmente (en muy pocos casos) y desplazados a otra región de España, en la que trabajaban con un rango menor en el caso de que no tuvieran el más bajo, teniendo además la tranquilidad de que en ese nuevo sitio la ciudadanía desconocía el motivo de su traslado. Esto fue lo que ocurrió con uno de los asesinos de Teófilo del Valle.

Por desgracia, la memoria de Teófilo del Valle tardó mucho en restaurarse. En 2013, el grupo de IU en el Ayuntamiento de Elda trató de dedicar una calle en su recuerdo, pero el PP se opuso. No sería hasta 2019 cuando finalmente cuando se aprobó ponerle su nombre a una plaza en la ciudad.

Conclusión

A pesar de que es una conclusión un tanto evidente, parece que se puede afirmar que falta mucho por hacer en materia de memoria democrática, así como de calidad democrática en general.

Una democracia sana no puede jamás construirse sobre la impunidad de los crímenes del régimen anterior, y no puede considerarse ni siquiera democracia si no está interesada si en depurar responsabilidades entre los aparatos del Estado, evidenciándose esto en el caso español al observar la benevolencia con la que la actual jefatura del Estado habla de Francisco Franco, el dictador que ocupó durante casi 40 años esta posición.

Durante la Transición Española, existió un debate en el que, más allá de los inmovilistas franquistas, se hablaba de ruptura o reforma. La ruptura hacía referencia a la ruptura democrática con el régimen anterior, lo que implicaba la búsqueda del esclarecimiento de los hechos ocurridos, la condena a los responsables de evidentes acciones autoritarias y la sustitución de todo el personal franquista de los aparatos y órganos del Estado.

La reforma, vía por la cual se apostó, no era más que una adaptación del régimen franquista, el cual, con todas sus altas esferas implicadas en el proceso, lideró el cambio a un sistema político representativo, manteniéndose muchos en los mismos puestos de poder que durante el régimen anterior.

Desgraciadamente, más de cuarenta años después, parece que la reforma (y en consecuencia la Transición) no hubiera acabado, dadas las equivalencias en los distintos ámbitos entre la élite franquista y la élite económica (y parte de la política) existente en la actualidad.

Sin lugar a dudas, se trata de una tarea pendiente, por respeto a las generaciones pasadas pero también a las futuras.

– Foto destacada: Teófilo del Valle. Autor: Desconocido. Fuente: Lasalu.es


Fuente → aldescubierto.org

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