La
ocurrencia de bautizar a dos toros con los nombres de 'Feminista' y
'Nigeriano' ha vuelto a traer a la actualidad la polémica en torno a las
corridas de toros en España. Nunca el toreo fue objeto de mayor
politización, mientras la ultraderecha lo abandera y subvenciona, para
la juventud y los sectores urbanos el toreo solo es historia.
En España la política toma las plazas de toros
Pacual Serrano
El
debate sobre la tauromaquia vuelve a ocupar la actualidad en España.
Hace tiempo que la cuestión política saltó a la arena de las plazas de
toros y nunca la ha abandonado. El último capítulo lo ha protagonizado
la plaza de toros de Gijón, donde han tenido la descabellada ocurrencia
de llamar 'Feminista' y 'Nigeriano' a dos toros que se iban a matar en una corrida.
Pocos
días después, la alcaldesa, del Partido Socialista, anunciaba que el
chiste no tenía gracia y que había decidido no prorrogar la concesión a
la empresa que gestiona el coso municipal. Los toros no volverían a
Gijón, la ciudad más poblada de la comunidad autónoma de Asturias.
Días antes el Ministerio de Derechos Sociales, gestionado por Unidas Podemos, pedía la cancelación de un espectáculo del 'bombero torero'
programado en Badajoz, "por denigrar a las personas con discapacidad".
Históricamente han sido habituales en los pueblos españoles espectáculos
protagonizados por personas con acondroplasia (enanismo) que torean una
vaquilla para hacer reír al público.
El Real Patronato sobre Discapacidad, un organismo dependiente del
Ministerio de Derechos Sociales, y que tiene como fin la promoción y
mejora de los derechos de las personas con discapacidad, argumenta su
petición de cancelación en un comunicado en el que señala que "este tipo
de shows son contratados en numerosas ocasiones por las
administraciones públicas, especialmente Ayuntamientos, con motivo de
las ferias y fiestas mayores, como algo cultural, ofreciendo a la
ciudadanía asistente una programación basada en la mofa, degradación y
humillación de una condición física".
Por
su parte, los colectivos animalistas recogían firmas para su
prohibición definitiva y acusaban al lobby taurino de humillar y
denigrar a esas personas.
Todos los debates entrando al trapo taurino
Atrás
quedaron los tiempos en los que la oposición a la tauromaquia se
circunscribía a minoritarios colectivos animalistas o extranjeros que se
indignaban por el trato que se infringía a los toros en las plazas.
Hoy en la tauromaquía se proyectan todo tipo de debates políticos españoles:
- derecha frente a izquierda,
- nacionalismo español frente a independentismo catalán,
- tradición frente a modernidad,
- urbano frente a rural,
- quienes la consideran arte y fiesta frente a quienes solo ven tortura y muerte.
Si
a ello se le añade el importante papel de las ayudas públicas y todo el
mosaico de administraciones que se implican (ayuntamientos,
diputaciones, autonomías, ministerios, fundaciones), podemos imaginar la
controversia que acompaña a los toros.
Hemos de tener en cuenta que según un informe de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal (AVATMA),
600 ganaderías de lidia recibieron al menos 442,5 millones de euros de
ayudas públicas procedentes de la UE desde 2002 a 2019. El estudio
alerta que la cifra podría ser superior ya que faltan los datos de las
ayudas que el sector recibió entre 2014-2017.
Lógicamente
el debate se acentúa en la Comunidad de Madrid, símbolo internacional
de la tradición española y autonomía gobernada por la derecha.
Ese
gobierno autonómico anunció en septiembre de 2020 4,5 millones de euros
de ayuda para apoyar a los criadores madrileños de toro de lidia, a esa
cantidad se añadían en enero de 2021 otros 720.000 euros a doce
empresas ganaderas taurinas en el plan de ayudas por COVID.
Desde
el otro lado, Unidas Podemos proponía en la última campaña electoral
retirar todas las ayudas a la tauromaquia y cerrar el Centro de Asuntos
Taurinos de Madrid.
Dinero público para pagar la faena
Muchos
ya proponen para los toros lo mismo que para la monarquía o la Iglesia,
que se les cierre el grifo del dinero público y, si tanto apoyo popular
tienen, que los mantengan sus aficionados.
La
guerra política en torno a los toros es evidente. Otros gobiernos
autonómicos del PP también se unían a las subvenciones. El de Andalucía con cuatro millones y el de Castilla y León con 8,5 millones a repartir con la ganadería porcina.
Y
mientras Unidas Podemos registraba en el Congreso de los Diputados una
enmienda para prohibir la participación y entrada como público de
menores de 18 años a los espectáculos taurinos (algo que no logró aprobar porque no contó con el apoyo del PSOE), el Gobierno del PP de la Comunidad de Madrid pide al gobierno de Pedro Sánchez que baje el IVA de los festejos taurinos.
El independentismo catalán cambia de tercio
En
la tauromaquía también se refleja la colisión entre el Gobierno central
y las pretensiones independentistas catalanas. Las corridas de toros se
asocian al centralismo español y sus regiones más históricas (ambas
Castillas, Extremadura y Andalucía).
En
2010 el Parlamento de Cataluña aprobó la abolición de las corridas de
toros en esa comunidad, ya mucho antes se había abolido en Canarias,
donde nunca su población mostró interés por los toros.
La
prohibición de corridas de toros en Cataluña no obedecía a ningún
espíritu de defensa animal, puesto que en esa comunidad se seguirán
celebrando, con la oposición de los animalistas,
los 'correbous' o el 'bou embolat', en los que se colocan a un toro dos
bolas de fuego en sus astas a la luz de la noche. Un festejo al que las
administraciones públicas catalanas destinan 800.000 euros anuales para
su financiación.
La puntilla del COVID
Y
en eso llegó la epidemia de COVID y agudizó el declive de la
tauromaquia. En 2020 los festejos taurinos (corridas, rejoneos,
novilladas, toreo cómico…) cayeron un 90% respecto al año anterior, tan
solo se celebraron 129 festejos de los 1.425 de 2019, según los datos oficiales del Ministerio de Cultura.
Sólo
se registraron espectáculos en siete de las 17 comunidades autónomas:
Andalucía, Cantabria, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura,
Madrid y La Rioja.
Pero la realidad es que la caída de la tauromaquia no es cuestión del COVID, según los estudios el número de espectáculos se había reducido un 61% en los últimos doce años antes de la pandemia.
Fuera
de España no parece que la tauromaquia tenga muchos defensores. El
Parlamento Europeo aprobó en octubre de 2020 dejar de subvencionar la
tauromaquia a través de la Política Agraria Común. Concretamente rechazó
que se siga subvencionando la cría de "las cabezas de ganado cuyo
destino final sea la venta para actividades relacionadas con la
tauromaquia, ya sean vendidas directamente o a través de
intermediarios".
Se
trata de un paso importante, pero no definitivo, en la UE el Parlamento
no manda mucho porque ahora debe negociar con los que mandan, el
Consejo Europeo y la Comisión Europea, el texto definitivo. De hecho, ya
hace cinco años que la Eurocámara votó en contra de las subvenciones a
la ganadería de lidia, pero el asunto nunca salió del cajón.
De capa caída en la ONU y en Twitter
Tampoco
en la ONU entusiasman los toros, el Bureau del Comité
Intergubernamental del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de
la Unesco descartó hace unos meses considerar la petición de la Asociación Internacional de la Tauromaquia para incluir su candidatura.
Hasta Twitter bloqueó la cuenta del torero José Antonio "Morante de la Puebla" por colgar varios vídeos de una corrida al considerar que con ello estaba fomentando "placer sádico".
Es
evidente que el declive del toreo, otrora fiesta nacional y orgullo
español, está de capa caída. Ni los jueces, uno de los estamentos
españoles más tradicionalistas le reconocen el mérito. El Tribunal
Supremo establecía en el mes de febrero que la faena del torero ni es
arte ni creación artística. O sea, que del arte del toreo nada, y por
sentencia judicial
Una faena sin arte según el juez
La Sala de lo Civil dictó una sentencia
en la que desestimaba el recurso del torero Miguel Ángel Perera en el
que solicitaba la inscripción en el registro de la propiedad intelectual
de una obra titulada "Faena de dos orejas con petición de rabo al toro
"Curioso" nº 94, de peso 539 kgs, nacido en febrero de 2010 ganadería
Garcigrande Feria de San Juan de Badajoz, día 22 de junio de 2014".
El
Registro de la Propiedad Intelectual de Extremadura rechazó la petición
del torero, que presentó una demanda contra esta decisión al argumentar
que el toreo es un arte y la faena de un torero una manifestación
artística, una obra de arte, así que creía procedente su inscripción al
tratarse de una creación artística original.
Hoy
solo la derecha tradicionalista parece agarrarse a la nostalgia del
toreo, lo que está provocando un mayor alejamiento de las generaciones
jóvenes y urbanas. Si en otros tiempos los aficionados a los toros eran
Hemingway, Goya, Miguel Hernández, Lorca, Alberti o Picasso, ahora la
realidad es el ideario derechista o ultraderechista de la mayoría de los
toreros actuales.
La ultraderecha entra al trapo
En
las pasadas elecciones generales dos toreros eran candidatos por el
Partido Popular (Miguel Abellán y Salvador Vega) y otros dos por Vox
(Serafín Marín y Pablo Ciprés), más un novillero encabezando la lista de
Vox al Senado por Álava (El Dani).
No
olvidemos también que el torero Juan José Padilla, Premio Nacional de
Tauromaquia 2018, se paseó con una bandera franquista durante unas de
sus corridas. Aquí algunas de sus palabras sobre el presidente y
entonces vicepresidente: "Entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias vivimos
en un círculo de engaños vergonzosos. Llevamos camino de convertirnos en
Venezuela".
Por
su parte, otro torero, frecuente en tertulias y revistas del corazón,
Fran Rivera, a finales de 2018 grabó un vídeo mientras visitaba un
restaurante en Ávila donde se homenajea al dictador Francisco Franco.
Rivera no dudó en grabarse dentro del lugar y compartir el vídeo en un
grupo de wasap con una bandera con el yugo y las flechas franquistas.
Sobre Pablo Iglesias dijo:
"No
tiene decencia ninguna. Y tener a ese personaje que quiere acabar con
la Constitución, que critica a la gente que tiene chalet, se compra
chalet, pone a su mujer en un ministerio, pero da igual lo que haga
porque no pasa nada. Es un peligro andante".
Querencia al racismo y al machismo
Este
deslizamiento del mundo del toreo hacia la derecha es el que ha llevado
a que se dé muerte a dos toros bautizados como "Nigeriano" y
"Feminista". Al menos, por eso de la equidistancia y la pluralidad,
podrían haber llamado a los otros dos "gringo" y "machirulo". Hasta
hubiera quedado bien llamar a otro "emérito".
Para
la historia quedaron los toreros de izquierda como Joselito, Antoñete,
Gallito o la dinastía Dominguín, la mayoría de los cuales llegaron a la
profesión por hambre. Se cuenta la anécdota en la que el dictador
Francisco Franco, a quien le había llegado a sus oídos que uno de los
hermanos Dominguín era comunista, le preguntó a Luis Miguel cuál de los
tres hermanos era el comunista. "Los tres, excelencia", le respondió el
menor de los hermanos.
La realidad es que resulta difícil imaginar una España sin toros. Ni siquiera el lenguaje español se entiende sin el toreo. Decimos:
"cambiar de tercio", "dar largas", "hasta la bandera", "a las primeras de cambio", "escurrir el bulto", "estar de capa caída", "entrar al trapo", "pinchar en hueso", "estar al quite", "menuda faena", "ponerse el mundo por montera", "echar un capote", "cortarse la coleta", "dar la puntilla", "rematar la faena", "entrar a matar", "salir por la puerta grande", "coger el toro por los cuernos", "a mí no me torea nadie", "me cogió el toro"
Muchos
recordamos con emoción aquella canción de Gabinete Caligari (La culpa
fue del cha cha cha) en la movida madrileña de los ochenta hilvanada con
expresiones toreras. (Tenías querencia a la barra/Y tuve que tomar tres
puyazos de ron/Para sacarte a los medios/Con el beneplácito de la
afición/Que con olés me animaba/Mientras me arrimaba a tan brava mujer).
España se corta la coleta
Yo
no sé si mi abuela María, gran aficionada a los toros, se hubiera
imaginado un mundo con internet, lo que estoy seguro es que nunca se
hubiera imaginado una España sin corridas de toros.
La
tauromaquia no desaparecerá del acerbo cultural español, pero quizá sí
las corridas de toros, porque no podemos seguir viviendo en el mundo que
imaginaba mi abuela.
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