Yo te nombro, Libertad

Yo te nombro, Libertad

Me espanta la banalidad con la que, actualmente, se usa la palabra libertad, la perversión a la que está llegando este sagrado concepto. 

No hace demasiado que la libertad era un anatema para el régimen franquista y la razón de ser para muchos militantes de izquierda que dieron su vida y su libertad, valga la redundancia, por ella. Hoy, a los herederos del franquismo se les llena la boca nombrándola y a los que pelearon por ella se les estigmatiza por comunistas y se les señala como enemigos de la libertad. Es el signo de los tiempos, la consecuencia de esta tendencia individualista que domina la sociedad, una sociedad en la que el sálvese quien pueda —o también: a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga— es casi un mandamiento. Para quienes así lo creen, tiene la misma importancia la libertad para ir a tomarse unas cañas, asistir a  misa o contravenir las normas de salud pública ‘porque me da la gana’ que las reconocidas en la Constitución. ¡Hay que joderse! 

Nunca se me olvidarán esos años en los que, grabadora en mano, me recorrí los pueblos de la provincia de Cádiz para entrevistar a algunos de los represaliados por el régimen franquista: anarquistas, comunistas, socialistas… Hombres y mujeres que habían consumido los mejores años de su juventud en las cárceles franquistas. ¿Su delito? Defender la libertad que había sido sojuzgada a sangre y fuego tras el golpe de estado de Franco que acabó con el gobierno democrático salido de las urnas en abril del 36. Algunos fueron condenados a muerte, otros, a largos años de reclusión en prisiones de las que salieron enfermos, viejos, rotos…

Sebastián Pino Panal fue uno de esos. Anarquista hasta la médula y oficial del ejército republicano, cayó en el frente de Teruel. Lo condenaron a muerte en el año 37 por adhesión a la rebelión. Meses después se la conmutarían por 30 años de prisión. Cuando se acogió a los beneficios de la libertad condicional en 1943, le faltó tiempo para tratar de recomponer la CNT en el Campo de Gibraltar. De nuevo, fue detenido y condenado a otros 30 años de prisión de los que cumplió 15. Su novia lo esperó los 23 años que Sebastián pasó en la cárcel.

La historia de Sebastián es una de las decenas de miles protagonizadas por aquellos que hicieron de la lucha por la libertad su leitmotiv. Por eso, te revienta los tímpanos escuchar cosas como que la defensa de la tauromaquia es hoy, más que nunca, la defensa de la libertad o que comprar donde quiero o consumir donde me da la gana es síntoma de libertad o que ir a misa, a los toros, a la discoteca con quien quiero y a la hora que quiero es porque soy libre.

¡Qué lejos quedó esa canción de Gianfranco Pagliaro!:  Por las tierras invadidas/ Por los pueblos conquistados/ Por la gente sometida/ Por los hombres explotados/ Por los muertos en la hoguera/ Por el justo ajusticiado/ Por el héroe asesinado/ Por los fuegos apagados/ Yo te nombro, Libertad.

Solo espero que esos luchadores por la libertad a los que tanto debemos no nos estén viendo por ningún agujerito de la eternidad, porque como no sea así, deben de estar llorando de pena y de decepción. Y no te digo nada cuando se enteren de lo del monumento al legionario, abuela…


Fuente → lavozdelsur.es

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