Se nos ha presentado en la
Redacción un ex cabo del Tercio, de la Quinta Bandera, que formaba en la
columna del comandante Castejón, pasado a nuestras filas. Uno más. El hecho en
sí, al tener noticias de él, no nos sorprende, porque estas deserciones de las
filas facciosas van siendo muy frecuentes.
—Yo —nos dice nuestro visitante— hace ya tiempo que venía dándome
cuenta de que peleábamos contra la causa de los trabajadores. Esto me hizo
reaccionar y también a no pocos de mis compañeros del Tercio; pero el escapar
de las garras fascistas es harto difícil. Estamos constantemente vigilados, no
se nos consiente leer nada absolutamente y hasta se nos prohíbe formar grupos
de tres o más individuos. Ni aun siquiera podemos reunimos tres compañeros a
charlar en los campamentos, porque nos amenaza el fusilamiento a la menor
contravención de estas obligaciones.
Nos cuenta cómo logró escaparse de las filas facciosas.
—Yo era el ordenanza de un capitán de mi compañía, el cual me dió
unas botas para remendar. "Busca un zapatero y que te arregle estas
botas", me dijo. "Está bien, mi capitán", le dije. Me quedé
dando vueltas por la casa donde estábamos alojados y haciéndome el entretenido
para esperar a que se pusiese a comer. Cuando lo hizo, yo aproveché un descuido
del capitán y le quité la pistola, que había dejada sobre una silla. Con su
arma y sus botas me largué, echando por las afueras, atravesando campo y
escondiéndome a ratos en zanjas y detrás de árboles. Esto era en pleno día y
tuve suerte, pues conseguí alejarme del campamento sin el contratiempo de un
encuentro con los míos; es decir, con los que me tenían por suyo, pues yo,
aunque indiferente a todas las políticas, bien escaso de lecturas, con el solo
gusto por los deportes, a los que me he dedicado preferentemente, no soy de la
causa que mata a los obreros en masa. Porque este espectáculo que veíamos a
diario en todos los pueblos por que cruzábamos era lo que nos llenaba el
espíritu de desgana de pelear: los fusilamientos despiadados de cuerdas de
treinta o cuarenta trabajadores, que no habían cometido otro delito que
"ser rojos", como ellos, los facciosos, decían.
"Una noche en Badajoz..." El ex cabo del Tercio (hoy
convertido en alférez por méritos de guerra en la "Columna Fantasma",
en Valdemoral) nos relata fechorías de los fascistas y sus huestes
mercenarias.
"Una noche en Badajoz el Tercio asaltó dos
Joyerías."
Por este estilo nos cuenta detalles que dan idea de la rapiña y la
ferocidad que preside el avance, o el retroceso, de las mesnadas al servicio de
la "gente de orden", de "los patriotas" y de los que
quieren una España "cristiana" y sin rojos...
Después nos enseña, alegre como un chiquillo, un sobre donde
guarda doscientas pesetas. Se le han regalado por su buen comportamiento en
nuestras filas leales, con ocho días de permiso para que vea a su familia, que
tiene aquí en España.
—Además me han ascendido a alférez —nos repite una vez
más.
Como le parece que no nos hemos enterado suficientemente de estos
extremos que le benefician, nos advierte:
—Ponga, ponga usted todo esto en Ahora, que a
escondidas suelen leerlo en todas partes, y que los del Tercio se enteren, para
que se animen a exponer la vida desertando, pues por lo demás, en una inmensa
mayoría, las tropas que utilizan los fascistas lo están deseando; anhelan
escapar del infierno rebelde conforme van cayendo en la cuenta de que se les
empuja a una batalla egoísta y cruel, de cuyo triunfo no se salvaría nada
noble.
Ahora, 9 de septiembre de 1936
Fuente → buscameenelciclodelavida.com
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