El Tribunal Superior de Justicia de Madrid  desestimó el 
recurso de apelación planteado por el anterior ayuntamiento  progresista
 de Madrid contra la sentencia dictada el 21 de mayo de 2018, según  la 
cual la avenida Institución Libre de Enseñanza volverá a llevar el 
nombre de  Hermanos García Noblejas. En esa fecha, la jueza Ana Monreal 
estimó el recurso  planteado por los descendientes de García Noblejas 
contra el acuerdo tomado por  el ayuntamiento presidido por Manuela 
Carmena de llamar a esa calle con el nombre  de la Institución Libre de 
Enseñanza, a instancias del Comisionado de la  Memoria Histórica.
Monreal argumentó entonces que los señores García Noblejas eran “tres hermanos falangistas y uno carlista que se sumaron activamente a la sublevación militar de 1936”. Para la magistrada, la explicación del comisionado era una “escueta realidad de la historia”, y señaló que “no encontramos de qué forma los hermanos García Noblejas colaboraron en la sublevación militar o en la guerra civil o fueron instrumentos relevantes en el sostenimiento del sistema dictatorial implantado por Franco después de la guerra”. La magistrada tampoco vio “qué acciones o conductas realizaron para que puedan ser subsumibles en el concepto de exaltación, bien de la propia rebelión militar, de la guerra civil o de la represión en la dictadura franquista”.
La
 Institución Libre de Enseñanza (ILE)  fue creada en 1876 por Francisco 
Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y  Nicolás Salmeron, entre 
otros profesores de prestigio. Los citados fueron  apartados de la 
docencia en la Universidad Central de Madrid por defender la  libertad 
de cátedra y oponerse a todo tipo de dogmatismos en cuestiones de  
moral, política y religión. A su nueva tarea didáctica se les unieron 
otros  colegas de la mayor reputación intelectual como Joaquín Costa, 
Manuel Bartolomé  Cossío, Ricardo Rubio o Pedro Jiménez-Landi.
Durante
 más de cincuenta años, hasta que  estalló la que Miguel de Unamuno 
denominó con razón “salvaje pesadilla” de la  Guerra de España, la ILE 
se convirtió en el  centro de gravedad de la cultura, así como la más 
reputada institución por la  que se introdujeron en nuestro país las 
teorías pedagógicas y científicas más  avanzadas del momento que se 
desarrollaban fuera las fronteras nacionales.  Dentro de las fronteras 
primaba la potestad de la iglesia católica, que como es de  suponer se 
oponía a esas “veleidades modernizadoras”.
Nos 
consta que a las más  jóvenes generaciones de hoy en día poco o nada les
 ha de decir el nombre de la  Institución Libre de Enseñanza y los de 
quienes la forjaron y sustentaron a lo  largo de su existencia, habida 
cuenta el desconocimiento que sobre nuestra memoria  democrática se 
tiene en la enseñanza pública. Desconocerán, por lo tanto, el  odio 
visceral que a esa institución le profesaron los sectores más  
reaccionarios de la sociedad y el régimen franquista desde sus primeros 
 días. Enrique Suñer, autor del libelo Los intelectuales y la  Tragedia 
española, publicado en 1937, culpó a la Institución Libre de  Enseñanza 
de todos los males del país.
Testimonio de ello 
hay en  el libro “La Institución Libre de Enseñanza”, auspiciado por la 
 Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y publicado en 
1940. Ángel  González Palencia, catedrático de literatura 
arábigo-española de la Universidad  Central de Madrid y secretario de la
 Comisión de Depuración Universitaria  después de la guerra, llega a 
proponer  en el último capítulo de ese  que se arrase la escuela de 
niños que la ILE tenía en la calle Martínez Campos  de Madrid, se 
siembre sal en el solar y se ponga un cartel a modo de  recordación  
para las generaciones venideras de la traición que los  dueños de 
aquella casa le hicieron a la “Patria Inmortal”.
Se
 da la circunstancia de  que fue precisamente la organización a la que 
pertenecían los hermanos  Noblejas, Falange Española -en cuya Falange de
 Sangre o Primera Línea parece  que militaron-, la que entró en el 
edificio de la ILE en Madrid, nada más  acabar la guerra, y  ejecutó lo 
propuesto por González Palencia,  según la crónica escrita por Antonio 
Jiménez-Landi (1909-1997), alumno de la  Institución, hijo del astrónomo
 y profesor del mismo nombre, y nieto de uno de  los fundadores, Eulogio
 Jiménez: “Recién  ocupado Madrid por las tropas nacionales -escribe 
Jiménez-Landi- , un grupo de  jóvenes, al parecer de Falange, se 
presentaron en la Institución con ánimo de  asaltarla. María Sánchez 
Arbós les salió  al paso y les hizo saber  que aquel centro no estaba 
abandonado, pues en él funcionaba un grupo escolar  del Estado y era, 
por consiguiente, un centro oficial. Estas razones no fueron oídas.  Los
 falangistas obligaron a María a salir del edificio, casi empujándola, y
  penetrando en él comenzaron su faena destructora. Lo más triste del 
caso era  que el cabecilla del grupo asaltante había sido alumno de la 
ILE a quien  Jerónimo López, administrativo del centro,  reconoció 
enseguida. Se  trataba de dos hermanos de origen judeo-alemán, una 
muchacha y un muchacho.  Este último fue el que dirigió el inicuo 
atentado contra su propia escuela:  omito su nombre”.
Jiménez-Landi,
 que  recibió a título póstumo el Premio Nacional de Historia por su 
obra, cuenta que  lo primero que arrasaron los falangistas del edificio 
fue el despacho de  Francisco Giner, en la planta baja, para seguir 
después con el vaciamiento de  los archivos en donde se encontraba la 
gran colección de boletines de la ILE y  continuar luego por la valiosa 
biblioteca. El testimonio de Jerónimo López,  administrativo de centro, 
 detalla que los asaltantes, dirigidos por  el aludido exalumno de la 
Institución, “metieron  los libros y documentos en grandes redes  y se 
los llevaron según  Jerónimo López para venderlos a la Papelera 
Española”.
Al borrado en el  callejero madrileño 
del nombre de la Institución Libre de Enseñanza se le une  la gran 
oportunidad que fue para preservar su memoria la rehabilitación de  
edificio histórico en 2008. En lugar de eso, sin embargo, la 
rehabilitación de  la obra de Bernardo Giner de los Ríos fue un 
auténtico derribo que echó por  tierra lo que el edificio levantado en 
1917 representaba como modelo de los  grupos escolares construidos 
durante la segunda República para llevar adelante  su incuestionable y 
loable tarea educativa. Tal desaguisado, en opinión de mi  estimada 
Cristina Calandre  Hoenigsfeld, contó con el apoyo de las  instituciones
 y la financiación de Caja Madrid.
Si nada lo 
remedia, el  nombre de la Institución Libre de Enseñanza será sustituido
 por el de quienes  formaron parte del partido que arrasó el edificio 
histórico que fue vivero de  hasta tres promociones de las más cultas de
 nuestra historia, forjadores de la segunda  República y de la mala 
llamada Generación del 27, que mi querido amigo Valentín  Martín llama 
con más propiedad de la segunda República. Recordar el nombre de  los 
colaboradores de la ILE y empresas culturales tan singulares como la  
Misiones Pedagógicas en los años treinta del pasado siglo, en las que 
participó  esa generación,  bien puede servir de ejemplo para significar
 la  tropelía y la vergüenza de anular del callejero de Madrid la más 
prestigiosa de  las instituciones educativas: Bertrand  Russell, Henri 
Bergson, Charles Darwin, John Dewey, Albert Einstein, Santiago  Ramón y 
Cajal, Miguel de Unamuno, María Montessori, León Tolstoi, H. G. Wells,  
Rabindranath Tagore, Juan Ramón Jiménez, Gabriela Mistral, Benito Pérez 
Galdós,  Emilia Pardo Bazán, Azorín, Eugenio D'Ors, Ramón Pérez de 
Ayala, Julián Sanz  del Río, Antonio Machado Álvarez, Antonio y Manuel 
Machado Ruiz, Julio Rey  Pastor, Luis Simarro, Nicolás Achúcarro, 
Francisco Barnés o Alice Pestana.
A esos nombres 
hay que sumar los de  aquellas mujeres que estuvieron muy implicadas 
también en las proyectos y  actividades de la Institución, entre los que
 podemos citar los de Gloria Giner  de los Ríos, Carmen García del 
Diestro, Laura García Hoppe, Amparo Cebrián,  María Goyri, Matilde 
Huici, María de Maeztu, Jimena Mendéndez-Pidal, María  Moliner, Luisa 
Navarro Margati, Concepción Saiz Otero, Carmen de Zulueta y  María 
Zambrano.
Algo también de esos nombres y de lo que representan en la historia de nuestra cultura se borra con la caída del rótulo indicativo de la avenida madrileña, al tratarse de una referencia de mucho peso, fundamental en nuestra memoria democrática. El ayuntamiento actual de Madrid muestra con ello un repudiable afán de desmemoria, en sintonía con el de aquellos falangistas compañeros de los hermanos García Noblejas que arrasaron el edificio de la ILE, pretendiendo erradicar el lugar de honor que ocupa en la historia de este país. Lo hicieron con tanto celo que talaron hasta la frondosa arboleda que había en el jardín para convertirlo en un árido solar, tal como deseaban los enemigos declarados y ocultos de la ILE, según quedó constancia en el libro citado, al que también se refiere en el suyo Jiménez-Landi.
Entre
 esos árboles estaba el tejo que se  elevaba frente a los balcones de 
Giner y Cossío, y bajo el cual hubiera querido  ser enterrado don 
Francisco, al que el poeta Antonio Machado –alumno de la ILE-  despidió 
el día de su muerte con unos versos en los que imagina al maestro  
soñando un nuevo florecer de España:
Como se fue el maestro,/la luz de esta mañana/me dijo: Van tres días/que mi hermano Francisco no trabaja./¿Murió? . . . Sólo sabemos/que se nos fue por una senda clara,/diciendonos: Hacedme/un duelo de labores y esperanzas./Sed buenos y no más, sed lo que he sido/entre vosotros: alma./Vivid, la vida sigue,/los muertos mueren y las sombras pasan;/lleva quien deja y vive el que ha vivido./¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!/Y hacia otra luz más pura/partió el hermano de la luz del alba,/del sol de los talleres,/el viejo alegre de la vida santa./ Oh, sí, llevad, amigos,/su cuerpo a la montaña,/a los azules montes/del ancho Guadarrama./Allí hay barrancos hondos/de pinos verdes donde el viento canta./Su corazón repose/bajo una encina casta,/en tierra de tomillos, donde juegan/mariposas doradas . . ./Allí el maestro un día/soñaba un nuevo florecer de España.
Fuente → elsaltodiario.com


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