Los regímenes fascistas del siglo XX, tanto el fascismo italiano de Benito Mussolini, el nazismo alemán de Adolf Hitler o el nacionalcatolicismo español liderado por Francisco Franco, fueron gobiernos totalitaristas de inspiración fascista que se caracterizaron por hacer una reinterpretación de la historia con la intención de recrear un relato en el cual se asentaran las bases ideológicas de su pensamiento en su afán por controlar todos los aspectos de la sociedad y de los individuos que la conforman.
De este modo, la visión de la historia de los fascismos se centra desde una lógica filosófica-histórica en generar un relato basado en muchas ocasiones en mitos, exageraciones y reinterpretaciones de acontecimientos pasados. Acontecimientos que en muchos casos se remontan siglos e incluso milenios atrás.
En este ejercicio de retorno histórico que efectuaron los fascismos del siglo XX, se hizo un constante revisionismo de antiguos imperios o civilizaciones que habían gobernado en las zonas geográficas de España, Italia o Alemania, mezclado con una suerte de glorificación de los tiempos pasados.
Uno de los ejemplos más claros sobre este proceso que se describe se puede encontrar en Benito Mussolini. Mussolini y el Partido Nacional Fascista fue el pionero en articular este tipo de relatos en la época de la Italia de entre guerras. En concreto, el dictador italiano usó el Imperio Romano como referente histórico y ejemplo de gloria y de poder de los italianos frente al resto de estados o territorios.
No en vano, muchos de los símbolos del fascismo vienen de aquella época, como las fasces, el águila imperial o el saludo con el brazo en alto, cogido directamente del saludo militar de las legiones romanas.
048c8bNo obstante, aunque el fascismo italiano se puede considerar el pionero entre los fascismos modernos, ya existieron apropiaciones de la simbología y la historia de los césares romanos y sus imperios.
De esta manera, la supuesta pertenencia histórica al Imperio Romano y la apropiación de su relato fue un elemento que a partir del siglo XVI comenzó a ser utilizado por los mandatarios de los países eslavos, haciéndose llamar zares en referencia al vocablo proveniente del latín caesar.
El propio Napoleón Bonaparte, líder del Imperio Francés entre 1804 y 1814, se apropió del águila legionaria romana como estandarte de su ejército. Además, también adoptó el saludo romano que posteriormente utilizarían primero Mussolini y su partido y, posteriormente, serviría de ejemplo para el saludo nazi y el saludo fascista empleado a su vez por el partido de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS (y desde ahí, por extensión, a todos los neofascismos).
Así pues, la Alemania Nazi también optó por reapropiarse ese pasado de gloria proveniente del Imperio Romano, utilizaron la simbología del águila imperial y usaron otros símbolos pertenecientes a las culturas germanas y teutonas como la cruz celta y runas paganas, algo que tomaron de la ideología volkisch, una suerte de idealización y romantización de los elementos de la cultura, valores y tradiciones de Alemania en rechazo a la modernidad y al progreso.
Por otro lado, el fascismo español también tuvo su proceso de reescritura de la historia. Una historia que se sostenía en la gloria del Imperio Español de finales del siglo XV con los Reyes Católicos y las épocas posteriores, siglos XVI y XVII, utilizando simbologías relacionadas con los caballeros de la época como El Cid.
De hecho, el nacionalsindicalismo, la ideología inspirada en el fascismo italiano base de la Falange Española, partido que sirvió de pilar central para organizar la política de la España franquista, tomó buena parte de su simbología de los Reyes Católicos, como el Yugo y las Flechas. Es más, la bandera de España durante la dictadura incorporó el Águila de San Juan, asociada a la heráldica de los Reyes Católicos.
Esta simbología es una herencia que ha recogido la extrema derecha actual incluido el partido ultraderechista español Vox. En muchos de sus discursos o videos electorales se pueden observar claras referencias a esta construcción histórica del Imperio Español a través de palabras o conceptos como Reconquista. Sin ir más lejos, en la campaña de las elecciones andaluzas de 2018, utilizaron este concepto.
Un término que hace referencia al proceso de conquista de los reinos cristianos en expansión sobre el Al-Ándalus (el nombre que los pueblos musulmanes dieron a la península ibérica) desde el año 722 al 1492.
El partido liderado por Santiago Abascal ha utilizado esta reinterpretación de la historia para construir un relato claramente racista frente a la comunidad musulmana. A través de este discurso de la reconquista haciendo alusión a épocas pasadas, Vox ha podido estructurar una defensa de la nación basada en un pasado idealizado (la gloria del Imperio Español o “la nación española”) y que supuestamente ha sido usurpado por la inmigración, el multiculturalismo y el progresismo, estando en el origen de buena parte de los problemas del país, al menos desde un punto de vista de “lo moral”.
También se puede observar esto durante el aniversario de la Toma de Granada, un claro ejemplo de cómo la extrema derecha trata de reconstruir la historia. Desde 2018, Vox se proclama como el partido que más ha contribuido al reconocimiento de esta festividad, una celebración imbuida en una tradición carnavalesca, con una dosis de defensa de la cristiandad y del aniquilamiento de todo aquello que no responda a la cultura occidental.
Como añadido, historiadores como Pío Moa e incluso ciertos periodistas conocidos refuerzan ese revisionismo histórico a través de sus canales, medios y propaganda, a menudo incluso atacando convenciones establecidas sobre hechos históricos que rodean a la dictadura franquista o a la Guerra Civil.
Walter Benjamin: un filósofo de la historia
Al tenor de lo relatado, se puede deducir que una de las armas del fascismo y la ultraderecha en general es la de repensar y construir su propio relato histórico que sirva de sostén al discurso y a la acción política, un relato histórico que se caracteriza por contar la historia desde una dicotomía: vencedores y vencidos. Y siempre favoreciendo el punto de vista de los vencedores donde, por supuesto, se sitúan.
Walter Benjamin y su pensamiento articulan una salida frente a este punto de partida tan injusto y excluyente que la extrema derecha ofrece. Pero para entender a Benjamin antes hay que hacer un breve repaso por su vida para profundizar después en su obra.
Nació en Berlín el 15 de Julio de 1892 y murió el 26 de septiembre de 1940 en Portbou, España. Su historia de vida es paradójicamente, como sucede con muchos pensadores, parte de su obra.
Benjamin era judío y sufrió la persecución de la Gestapo, la policía secreta de la Alemania Nazi, una vez Hitler y los nazis subieron al poder en Alemania. Fue a causa de esto por lo que tuvo que huir de su país natal.
Es en esta huida que lo condujo hacia la frontera franco-española donde acabó su vida, pues se encontró con las fronteras cerradas y, por miedo a ser capturado, optó por el suicidio.
Un final triste que catapulta la historia de Benjamin hacia la excelencia y la tragedia al mismo tiempo, pues él fue un optimista en tiempos pésimos, algo que le condujo seguramente a tomar la decisión de suicidarse en lugar de esperar por si se las fronteras se abrían en algún momento, pero que también le ayudó a fundamentar uno de los pensamientos filosóficos y sociológicos más interesantes del siglo XX.
El pensamiento de Walter Benjamin
El pensamiento de Benjamin se sostiene sobre tres ámbitos muy distintos; el mesianismo judío, el romanticismo alemán y el marxismo. Ahora bien, Walter Benjamin no hace una combinación de estas fuentes de pensamiento, más bien genera una concepción propia adaptando los postulados que él considera de estas tres.
Walter Benjamin tuvo una obra polifacética, pero utilizó el análisis del arte para establecer los principales postulados de su pensamiento.
De esta forma, el sociólogo y filósofo alemán observaba en el arte la capacidad de generar un salto cualitativo de carácter ideológico que consiguiera dar un estímulo al proletariado iniciando así un proceso revolucionario.
Esta visión descrita está claramente impregnada por un punto de vista utópico que se basa en el ideal mesiánico de redención. Como se ha apuntado antes, en Benjamin la dimensión mesiánica de la teología judía es fundamental junto con el pensamiento marxista.
De esta manera, Walter Benjamin se presenta como alguien profundamente consciente de su alienación, una autoconciencia que logra a través de la visión marxista de la sociedad. Es así como su pensamiento logra articular dos dimensiones aparentemente contrapuestas como el mesianismo judío y el marxismo.
Se debe entender que el anhelo eterno de regresar a un estado idílico y originario es una pieza fundamental de casi todos los pensamientos religiosos y de la teología judeocristiana en especial. Es esta etapa en la Torre de Babel, donde los humanos aún se comunican con un único idioma; el idioma de dios, a donde Benjamin quiere llegar, y para llegar a este estado adopta el sueño utópico marxista del retorno al comunismo primitivo.
No obstante, este regreso a una situación ideal para la sociedad no se basa en intentar un “retorno” sino más bien en buscar un equilibrio espiritual, moral y vital. Para esto, Benjamin pone en marcha la crítica profunda a la manera de concebir la historia y el progreso de la sociedad occidental de su época.
Crítica a la idea de progreso y la necesidad de repensar la historia
“Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso”En la época actual se tiende a relacionar la idea de progreso con el avance técnico/científico, el avance en costes/beneficios, la mejora productiva, la eficiencia y el crecimiento inevitable de la civilización.
No obstante, esta concepción es, como poco, sesgada. Según Benjamin se puede y debe poner esta premisa del progreso lineal patas arriba. Pues si alguien se sitúa de espaldas a la historia, así como afirma Benjamin, “peina la historia a contrapelo”, podrá observar todos esos relatos de los vencidos, de los olvidados, de los que también formaron parte de la historia, pero fueron apartados, “civilizados” y “evangelizados” en nombre de la civilización.
La historia la escriben los vencedores, y por eso hay que intentar reflexionar y realizar un ejercicio histórico que luche contra esto.
Contar la historia de los vencidos para hacer frente al relato ultraderechista
La ultraderecha no solo cuenta únicamente la historia desde el punto de vista de los vencedores, sino que ataca a través de su relato a los vencidos, estigmatizando a movimientos o ideologías progresistas que tilda de amenazas. Así pues, denigra la historia de los pueblos originarios, de los represaliados, de los perdedores de las guerras, de las mujeres, del colectivo LGTB, etc.
Por ejemplo, las mujeres son una de las grandes damnificadas de la historia, “lo personal es político” dice el feminismo radical. Cierto es, las mujeres se han visto desplazadas al ámbito de lo privado y se les ha negado su espacio en lo público (o por lo menos se las han subordinado a la figura del hombre).
Esto propicia que, en el ámbito de lo personal, donde se supone que lo político no tiene influencia (o no tiene tanta) las mujeres vean representadas su derrota y su aislamiento de la historia. Por eso “lo personal es político”, pues el desplazamiento y aislamiento de la mujer hacia el ámbito privado provoca a su vez una derrota política.
Asimismo, como se ha apuntado en párrafos anteriores, existen más ejemplos sobre los derrotados de la historia que han sido denigrados por los relatos de la extrema derecha y el fascismo; los pueblos originarios que fueron “civilizados” en América Latina, los derrotados de la Guerra Civil española, los esclavos, los trabajadores… En definitiva, en términos de Benjamin, los que aportaron y aportan el sudor y la sangre para que el progreso de la civilización continúe en su huracán eterno.
Benjamin entiende que cada vez que ocurre el progreso también ocurre de manera simultánea algo que se arruina, una ruina que es tapada por la historia en su avance obsesivo hacia el futuro. Pero, si se echa la mirada atrás, se observará que el progreso es mucho más dudoso y se ha asentado frente a montañas de barbarie y muerte.
Entendiendo este punto de vista, se comprende el énfasis de la extrema derecha por tildar de adoctrinamiento y de “totalitarismo” de la izquierda las leyes o acciones que tratan de recuperar la memoria histórica, al tiempo que atacan a esas personas derrotadas. Un ejemplo puede verse cuando Javier Ortega Smith, Secretario General de Vox, cargó contra las 13 Rosas, víctimas represaliadas del franquismo, o cuando Santiago Abascal dijo que el Gobierno de “Pedro Sánchez es el peor en 80 años de historia”.
Es de esta manera como Walter Benjamin plantea la necesidad de un revisionismo de la historia para dar voz a los olvidados, para reconciliar la historia haciendo que el pasado y el presente tiendan un puente y se comprendan para poder avanzar de una manera moralmente justa hacia el futuro.
Algo que sin duda podría dejar el relato histórico de la extrema derecha Al descubierto.
Fuente → aldescubierto.org
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