La dictadura frente a la ONU
 
La dictadura frente a la ONU
Arturo del Villar

HACE ahora 75 años la Subcomisión del Consejo de Seguridad de la recién nacida Organización de Naciones Unidas, rechazó la pretensión de ingresar manifestada por el régimen fascista español. Había sido un gesto escandaloso, puesto que su existencia derivaba de la guerra ganada por los militares monárquicos sublevados contra el Gobierno legal y legítimo de la República Española, gracias a la colaboración de los regímenes nazifascistas que acababan de ser derrotados por los aliados demócratas internacionales, los mismos que pusieron en marcha la ONU. Aunque la dictadura se abstuvo de participar abiertamente en el conflicto, apoyó a sus patrocinadores, cada vez más disimuladamente según iban perdiendo la guerra.

Constitución de la ONU en 1945.

La dictadura pretendió ser admitida en la ONU, con argumentos ridículos que incluso insultaban a los delegados. El Ministerio de Asuntos Exteriores entregó una larga nota, firmada el 5 de junio de 1946, a los embajadores de las naciones representadas en el Consejo de Seguridad con delegaciones en Madrid. Era su réplica a un informe emitido por la Subcomisión del Consejo de Seguridad, al que negaba validez la dictadura, hasta el punto de titularlo “dictamen” entre comillas, para demostrar que no lo consideraba válido y lo demostraba al contestarlo. En sus párrafos principales decía:

“A la vista, hoy, del `dictamen’ emitido por la Subcomisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que la prensa de todo el mundo ha divulgado, tiene el Gobierno español que reiterar, ante estas mismas naciones, su protesta más viva, no sólo contra aquel procedimiento, del todo antijurídico, sino contra el ofensivo informe que es consecuencia del mismo, el cual, lejos de constituir un dictamen imparcial, sereno y objetivo, es una pieza dialéctica cargada de pasión política y de intención acusatoria.”

De modo que la dictadura implantada tras un golpe de Estado militar indudablemente antijurídico, se atrevía a calificar de antijurídico el procedimiento seguido por la Subcomisión para elaborar su preceptivo dictamen, que no debiera estar entrecomillado porque era completamente justo, emitido por una sección legítimamente incorporada a la ONU. Y no sólo eso, sino que se atrevió a tildarlo de ofensivo, por ser contrario a los intereses del régimen, como si la Organización debiera someterse a sus opiniones, en lugar de considerarlas para su resolución. El colmo del cinismo es que lo definiera como “una pieza dialéctica cargada de pasión política”, cuando esa circunstancia era obligatoria para la redacción del dictamen eminentemente político, dado el carácter del organismo emisor.

Mención del pueblo silenciado

Los delegados conocían perfectamente la condición de aquella España salida de la guerra, con el pueblo derrotado encarcelado y silenciado, sometido a continuos consejos de guerra sumarísimos, y con los españoles que pudieron huir del horror peregrinando por el mundo en busca de la libertad ausente de su patria aherrojada. Por eso resulta cómico leer la mención hecha en la nota oficial de su situación presente:

“Aunque el pueblo español recibe con soberana indiferencia el parecer de quien no tiene títulos para juzgar su conducta, no puede dignamente pasar en silencio este nuevo agravio, deplorando, además, que un órgano, siquiera sea secundario de la nueva Sociedad de Naciones de tal modo se extralimite en su función que, en lugar de servir a la causa de la concordia entre los pueblos, dé ocasión para que se encienda de nuevo la querella contra una de las pocas naciones que han permanecido neutrales en la última tremenda guerra.”

Aquel pueblo hambriento y comido por los piojos se ocupaba de la situación política internacional por confiar en que las naciones democráticas vencedoras de la guerra pondrían fin a la dictadura fascista. Otra prueba de la desfachatez con la que actuaba el régimen se encuentra en la descalificación de la Subcomisión del Consejo de Seguridad de la ONU, a la que negaba poseer títulos para juzgar la conducta del régimen. De manera que pretendía ser admitido en una institución a la que despreciaba y negaba autoridad, por lo que es incomprensible que deseara forma parte de ella.

En su atrevimiento descarado adoptaba un papel acusatorio, tanto como para incriminar a la Subcomisión de extralimitarse en sus funciones, cuando lo que había hecho precisamente era aplicarlas en aquel caso de acuerdo con su cometido. No sorprende que le disgustara el dictamen contrario a sus intereses, y que por ello lo considerase también a los propósitos fundacionales de la Organización. Para ello presumía de la neutralidad mantenida por la España dictatorial en el conflicto, aunque todo el mundo sabía que había apoyado a los barcos y submarinos de Italia y Alemania, y les había suministrado cuanto necesitaban, además de tolerar un sistema de espionaje favorable a las naciones totalitarias.

Llamada al honor nazional

Añadía la nota del Ministerio de Asuntos Exteriores una chulería característica, que si forzosamente se toleraba en la España vencida, resultaba ridícula en el exterior, porque el régimen no estaba en condiciones de mostrar ningún síntoma de fuerza. Había ganado la guerra con el armamento comprado a los países nazifascistas, y gracias a los consejeros enviados precisamente para organizar las operaciones bélicas. No obstante, el régimen se permitía amenazar a las Naciones Unidas:

“El Gobierno español, una vez más, hace constar que jamás la dignidad nacional tolerará que las naciones extranjeras traten de injerirse en los asuntos propios de España, estando bien seguro de verse secundado en tal empeño de libertad e independencia por toda la nación, antes dispuesta a vivir en un sacrificado aislamiento que no en una mediatizada soberanía, y convencido de que presta con ello un servicio de primer orden a la causa de las naciones libres y a la propia comunidad internacional.

Madrid, 5 de junio de 1946.”

La dignidad nacional en 1946 se hallaba aplastada por la dictadura nazional, ya que el pueblo vencido que no pudo escapar al exilio se veía forzado a soportar la terrible opresión del régimen fascista negador de todas las libertades. El pueblo pedió su independencia con la guerra, y tuvo que someterse para conservar la vida. Era cierto que asumía por la fuerza la necesidad de “vivir en un sacrificado aislamiento”, porque se practicó la autarquía por necesidad, ante el aislamiento que las naciones democráticas impusieron al país continuador, junto con Portugal, del horror nazifascista.

Pero nos hallábamos en ese estado sin libertad e independencia, sometidos a la peor dictadura militar sufrida en la historia. Si alguien se atrevía a hacer algún comentario negativo sobre el régimen, la omnipresente Policía Secreta se lo llevaba a la siniestra Dirección General de Seguridad, en donde todos los tormentos se hallaban reunidos. Los que padecimos aquel estado nos estremecemos al leer la impudicia con la que lo presentaba el régimen. Y lo peor es que aquella antiEspaña acabó entrando en la ONU.


Fuente → fresdeval.blogspot.com 

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