¿Cómo podría definirse la naturaleza y forma de la represión franquista aplicada durante la guerra y la posguerra?
Las
investigaciones llevadas a cabo desde los años 80 permiten hablar de un
plan de exterminio planificado para acabar de raíz con la experiencia
republicana. Las tramas contra la II República existieron desde su
proclamación en 1931, se perfilaron durante el ‘bienio negro’ y se
desataron a partir del triunfo de Frente Popular en febrero de 1936. Los
planes de Mola y de los demás militares implicados en la trama
golpista, conscientes de la fuerza de la izquierda en numerosas
provincias, contemplaban un sistema de violencia y terror a través del
cual imponerse. Por estos motivos, no hay duda en afirmar que Franco
destrozó para siempre las izquierdas españolas.
¿Crees que, en la actualidad, todavía existen obstáculos a
la hora de exponer los nombres y apellidos de personas que tomaron
parte activa en la represión durante la dictadura?
Esos
obstáculos no han dejado de existir desde la Transición. Hay todo un
artículo en la Constitución que ampara el llamado derecho al honor,
concepto inexistente en otros países democráticos, que ha servido para
proteger a los derechistas implicados en crímenes. A ese derecho,
opuesto al de la libertad de información y expresión, dediqué el libro Callar al mensajero (Ediciones
Península, 2009), en el que reuní una serie de casos en que las
demandas por derecho al honor primaron sobre la libertad de expresión
entre 1980 y 2009. El problema sigue vigente con varias demandas
recientes en el mismo sentido, pero con una novedad preocupante: al
derecho al honor se ha añadido ahora el derecho al olvido.
En tus obras se emplea frecuentemente la categoría de
fascismo para definir al régimen político franquista. ¿Qué elementos
justificarían esta conceptualización de la dictadura? ¿Es posible que,
al menos para ciertos autores, la consideración del franquismo como un
modelo meramente “autoritario” constituya un intento de “dulcificación”
del régimen en relación a la Alemania nazi o la Italia mussoliniana?
Siempre
ha habido reticencias para catalogar de fascista el régimen
franquista, pero hay que matizar: el fascismo genuino es el italiano,
pero creo que cabe hablar de los fascismos en sentido amplio y en el
marco europeo del período de entreguerras, que fue donde se gestaron.
Cada uno tiene sus diferencias. Por ejemplo, en lo que a violencia se
refiere, el alemán supera al italiano y el español supera al alemán, ya
que el número de alemanes no judíos ni gitanos asesinados por el
nazismo es inferior a las víctimas causadas por el régimen franquista
en España. En todo caso, la dictadura de Franco se extendió a lo largo
de cuatro décadas, dándole tiempo de adaptarse a cada momento. El
franquismo, sin perder su esencia, fue un régimen camaleónico. Pero en
la primera etapa, de 1936 a 1944, cabe hablar de fascismo tanto por el
derroche de terror como por el modelo de régimen impuesto.
No obstante, desde hace décadas hay autores que consideran que, como máximo, habría que hablar de un régimen fascistizante y
otros que prefieren simplemente catalogarlo de autoritario. Esta fue
la operación que realizó el sociólogo Juan José Linz al establecer el
esquema de regímenes totalitarios y autoritarios e incluir a España
dentro de estos últimos, lo cual fue bien recibido por los sectores de
derechas que deseaban sacar al franquismo de su estrecha relación la
Alemania nazi y la Italia de Mussolini.
¿Cómo
incidió la especial intensidad de la lucha por la Reforma Agraria en
Extremadura con las características que adoptó la represión en nuestra
región?¿Podemos considerar a esta como una suerte de “venganza de clase” de la oligarquía?
La
reforma agraria es clave para explicar la represión llevada a cabo en
Badajoz. Extremadura forma parte de las regiones que, desde las
desamortizaciones del siglo XIX, pasó a manos de grandes propietarios
que normalmente vivían en las ciudades. Se creó una situación de
desigualdad absoluta en que una minoría controlaba la riqueza de una
región en un momento en que la tierra lo era todo.
La República, mediante una reforma legal, trató de llevar un poco de justicia al mundo agrario dando un medio de vida a esa mayoría social formada por jornaleros y yunteros: se trataba de aprovechar la riqueza de una región como Extremadura en beneficio de todos. Estas reformas, iniciadas en 1932, cuajaron en marzo de 1936 con la invasión de las fincas marcadas por el Instituto de Reforma Agraria, pero el golpe militar arrasó con todo esto dando lugar a una contrarrevolución agraria de proporciones desconocidas. Los casos en los que podemos relacionar a las personas asesinadas con lo ocurrido en cada pueblo en relación con la reforma agraria muestran que existió venganza de clase.
En tu obra se reflejan varios
ejemplos de represión hacia personalidades moderadas o incluso
conservadoras, así como de tensiones internas dentro del propio régimen
franquista, ¿podrías describir este tipo de represión?
Hubo
personas políticamente moderadas e incluso conservadoras que, pese a
no estar de acuerdo con las reformas republicanas, se vieron
desbordadas con lo que ocurrió cuando las columnas de los golpistas
ocuparon pueblos y ciudades. Nunca pudieron imaginar que ese golpe de
estado, al contrario de otros muchos anteriores, iría unido a un
ejercicio de violencia desconocido en España desde la intervención
extranjera que acabó con el Trienio Constitucional y repuso en el poder
a Fernando VII en 1823. Los que entre ellos criticaron la violencia o
no se alinearon con los golpistas se situaron en terreno peligroso.
También expones que, durante el primer franquismo, las
mujeres sufrieron la represión con unas características específicas,
¿cuáles fueron? ¿Y cuáles se aplicaron contra la disidencia sexual?
En
todas las guerras, y más en las civiles, las mujeres forman parte del
botín de guerra. Las características del golpe militar de 1936, con el
Ejército de África en cabeza y fuerzas militares y paramilitares de
todo tipo avanzando pueblo a pueblo, supusieron un ejercicio de
violencia sexual desconocido en el país hasta ese momento y que tuvo un
marcado carácter africanista. La mujer, anulado el estado de derecho,
quedó en total desamparo. Los que partieron de los pueblos huyendo de
la represión nunca imaginaron que las mujeres de su entorno serían
sometidas a todo tipo de vejaciones y violencias, desde el rapado del
cabello o la ingesta de ricino hasta la violación pasando por su
utilización para tareas de limpieza de cárceles, parroquias,
ayuntamientos, etc. Los homosexuales fueron igualmente incluidos en
algunos de estos castigos como el rapado y el ricino.
En
tu obra describes sendos episodios de represión con un carácter
claramente irracional, dirigidos contra personas no significadas
políticamente y que tenían por objeto el mero ejercicio de la violencia
y/o el pillaje. ¿Hasta qué punto las jerarquías del ejército sublevado
amparaban conscientemente este tipo de actos “incontrolados”? ¿Crees que
consideraban que, pese a su carácter indiscriminado, podían contribuir
al control y sometimiento de la región?
Los
militares golpistas permitían todo lo que no pusiera en duda su poder.
El margen era muy amplio en todo lo referente a la violencia y al
pillaje. De hecho, las rutinas africanistas normalizaron el saqueo
sistemático a lo largo de la ruta. Son los propios documentos generados
por la justicia militar los que, aunque no concluyan en nada, cuentan
lo que ocurría tras la ocupación de cada pueblo. Cabe afirmar que estas
prácticas fueron permitidas —cuando no alentadas— con el objetivo de
satisfacer a las fuerzas de choque formadas por legionarios y
regulares, tras los cuales pasaban falangistas y militares.
También
expones varios ejemplos de incautación de bienes ligada a la represión.
¿Existe una conexión entre la represión franquista y la aparición de
algunas grandes fortunas económicas?
Esa conexión
es evidente. Había una oligarquía que se mantuvo y consolidó su poder
gracias a golpe y hubo fortunas que surgieron de lo que antes he
llamado el reparto del botín. En un país donde se dividía a los
ciudadanos que habían superado los filtros represivos en afectos y
desafectos, todo dependía de tener buenos contactos y un historial
adecuado. Las tensiones dentro de los vencedores se entienden por los
diferentes intereses reunidos en torno a la destrucción de la
República, ya que era tal el botín a repartir, todo un Estado, que
todos quisieron asegurarse su parte.
A tenor de un artículo que publicaste
en febrero sobre el caso de la Agrupación Socialista de Villafranca de
los Barros durante la Transición, recibiste un comentario público de
Rodríguez Ibarra. Dijo que no encontraba razones para entender por qué
nunca quisiste hablar con él y que quería reunirse para contarte “la
otra verdad”. ¿Qué valoración haces del comentario?
Yo
comenté al inicio del artículo las fuentes que había utilizado, me basé
en ellas pero no hablé con ninguno de los autores de las obras y
trabajos que utilicé. En el caso de Rodríguez Ibarra me serví de sus
memorias. ¿Por qué razón debería haber hablado con él? Además, no solo
dijo eso, sino que afirmó que yo le tenía inquina, lo cual demuestra
que no lleva bien la crítica. Quizás esto pase por estar acostumbrado a
tener siempre la última palabra y a que a su alrededor todos la
acataran obedientemente. Bastará con recordar cómo tomó la decisión de
destruir la plaza de toros de Badajoz.
En Argentina se hace pedagogía democrática con la última dictadura del país a través de homenajes, parques memorísticos o monumentos a las víctimas, así como condenas a los responsables de las desapariciones. En Italia las exhumaciones se hicieron después de la Segunda Guerra Mundial. En Alemania el nazismo se considera apología del odio. Sin embargo, en España las víctimas del franquismo carecen de reconocimiento. ¿Por qué crees que sucede esto?
Cada país tiene sus características. De los casos que mencionas hay que separar los que surgen del auge de los fascismos y las dictaduras del cono sur controladas por el imperialismo de los Estados Unidos. Italia tiene su línea propia. En Alemania tuvieron que transcurrir cuatro décadas para que en los años 80 y 90 se decidiese mostrar qué fue el nazismo. Y España se caracteriza por ser la única dictadura sangrienta que se perpetuó en Europa occidental. Si a esto añadimos el modelo de transición impuesto por las circunstancias y la dejación posterior, podemos explicarnos la persistencia de la memoria histórica franquista, la ausencia de políticas de memoria y las constantes barreras a la investigación.
Parece que las exhumaciones en el
Valle de los Caídos van a ser realizadas por organizaciones y
asociaciones mediante subvenciones y no directamente por el Ejecutivo.
¿Crees que, como ha indicado Emilio Silva, lo ideal sería que el
Gobierno, con personal del Estado, se ocupara de ello?
Creo
que lo correcto hubiera sido que el Gobierno, con personal propio y
con la colaboración de las asociaciones y organizaciones, se hubiera
encargado de todas las exhumaciones pendientes. Es un tema que debe ser
zanjado de una vez y ya sabemos que la derecha nunca lo hará.
¿Cuál será el futuro del Valle sin Franco? ¿Qué harías en el lugar?
Es
tal el coste de mantenimiento de aquel despropósito que creo que lo
mejor sería sacar los restos allí depositados dándoles sepultura digna y
dejar que fuera destruyéndose a su propio ritmo. No entiendo cómo se
puede convertir aquello en un lugar de memoria.
Hace dos años dijiste, sobre la irrupción de
Vox, que “el reto que tiene la democracia española es crear una mayoría
social favorable al progreso de todos”. ¿Hemos avanzado en ese
sentido?
Parece que no, y hay una razón clave. En
otros países de nuestro entorno partidos de derecha e izquierda pueden
llegar a acuerdos que permiten llevar adelante temas y asuntos
delicados. Pienso en Francia o Alemania. En España esto no es posible
por el hecho de que la derecha no solo no ha roto con la dictadura sino
que procede de ella y no quiere ni oír hablar de fosas, exhumaciones o
memoria histórica. Por si fuera poco, esto lo compartió el PSOE
durante muchos años. A ambos les ha costado siempre mirar más allá de
1978. Por otra parte, viniendo de donde veníamos y tras los ajustes
exigidos por el modelo de transición, desde entonces la política
española ha girado entre el centro (PSOE) y la derecha (PP). Solo en
esta legislatura se penetró en la zona izquierda. En estas
circunstancias resulta muy complicado, por no decir otra cosa, pensar
en esa mayoría social de progreso.
Fuente → elsaltodiario.com
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