15M, un volcán de dignidad
Rosa María Artal
No fue un sueño, ni una anécdota, ni mucho menos un imposible. El #15M quedó para la historia como uno de los ejemplos más relevantes de una singular revolución colectiva extendida por numerosos lugares del mundo. La erupción de la dignidad ante unos hechos que habían producido el hartazgo máximo de la ciudadanía. En la desolación que todo demócrata siente ante el auge de la irracionalidad trufada de fascismos, que se asienta también en España de forma destacada, merece la pena recobrar los antecedentes, el contexto de un mundo que despertó para decir “Basta” con firmeza y todos los instrumentos de la concordia.
El 6 de mayo de 2011, con el Teatro del Círculo de Bellas Artes de Madrid absolutamente abarrotado, presentamos Reacciona (Aguilar), un libro coral que sería el ensayo español más vendido del año con más de 100.000 ejemplares. Al terminar el acto, dos miembros de Democracia Real Ya, subieron al escenario y pidieron anunciar la concentración que habían organizado en la Puerta del Sol para el día 15 y así lo hicieron. Días de máxima efervescencia, la historia venía desde mucho más atrás.
La forma en la que el capitalismo más brutal había saldado su crisis de 2008 haciéndola pagar a los ciudadanos había generado un insufrible malestar social. España ardía por las medidas de “austeridad” a la que le obligaba la Troika. No faltó más que, andando los meses y con el 15M vivo, la reforma de esa supuestamente intocable Constitución, en tres días de agosto de 2011, sin mediar referéndum o debate alguno. Por acuerdo de Zapatero y Rajoy, y bajo mandato de Merkel y la UE, el Congreso fijó como norma suprema -en el contexto del principio de “estabilidad presupuestaria”- pagar a los acreedores antes que atender las necesidades de los ciudadanos. “Su pago gozará de prioridad absoluta“, dice textualmente. Fueran cuales fueran y como fueran los acuerdos suscritos por los gobiernos.
La información fue clave en el estallido social múltiple. 2010 había sido el año de Wikileaks. Con Julian Assange al frente, la publicación de documentos secretos hizo temblar al Pentágono, salir a la palestra a Obama y afilar las críticas de los privilegiados del sistema. Sus revelaciones se publicaron en diarios de gran tirada y tuvieron enorme difusión. Assange se propuso aflorar las enormes corrupciones ocultas y hasta evidenciar que el empobrecimiento y la muerte tramposa de inocentes no puede llevar un código de seguridad que haya que preservar. Assange pagó y sigue pagando carísima su valentía.
Y, como en una ciclogénesis, se fueron sumando factores que reventaron la capacidad de soportar lo inaguantable, lo intolerable.
Las trampas reveladas influyeron en la revuelta en Túnez, el primer país en estallar de la Primavera árabe. Confirmaron que la familia del dictador, Ben Ali, atesoraba un 60% del PIB de todo el país. Y a ellos les habían subido un 50% el precio del pan. Porque también se arrastraba la crisis alimentaria, especulativa, de productos básicos como el trigo y el maíz en los mercados internacionales, paralela a la crisis financiera. Y allí estaba un joven tunecino, Mohamed Bouazizi, de 26 años, vendedor ambulante de fruta. La policía le confiscó su carrito violentamente. Y él se inmoló prendiéndose fuego. Sus llamas terminaron de prender la mecha. Fue la chispa que incendió una reseca pradera de despotismo, corrupción y desigualdad social que iba -y sigue yendo- desde Marruecos al golfo Pérsico.
La ola de cambios en el mundo árabe se propagó a muchos otros países. Surgieron reacciones en cadena, cada país por sus problemas concretos, con el común denominador del hartazgo por el abuso del sistema sobre la sociedad, que en algunos lugares se ejercía con tintes hasta neocoloniales. El FMI tenía papel estelar repartiendo créditos y tijera a los paganos de la crisis de los poderes financieros. El globo ultracapitalista ya se había desinflado estrepitosamente en Islandia. Y, tierra de volcanes, su lava inundó Europa, también desde el norte.
En España, los actos como ContrATTACando, registraban una afluencia masiva. Se palpaba desesperación pero, también, en muchos casos un afán constructivo. No sabemos qué hacer… salvo afirmar con pasión que no podemos seguir así. Renacía la conciencia ciudadana. La avidez por informarse de la realidad era necesidad vital.
Federico Mayor Zaragoza me habló en ese periodo de finales de 2010 del libro que hacia furor en Francia, “Indignaos”, de uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y ya nonagenario, Stephan Hessel. 26 páginas llamando a la acción contra la tiranía de los mercados. España acumulaba muchos más motivos, precisaba más voces y más segmentos ante los que reaccionar. En todos los campos: el empleo, los impuestos, las privatizaciones, las desigualdades, la ciencia, la cultura, la información. Hessel nos hizo el prólogo de nuestro libro. Y otro nonagenario único, José Luis Sampedro, firmó el primer capítulo: “Debajo de la alfombra”. Y también envió un manifiesto de apoyo al #15M, que resulta hoy doblemente significativo
Democracia Real Ya había sabido aglutinar a más de 200 microorganizaciones, incluso dispares, desde jóvenes a jubilados, parados o afectados por las hipotecas, o contrarios a la Ley Sinde, lo que era realmente infrecuente. Para marchar sin pancartas de partidos u organizaciones, dando lugar a una explosión de creatividad que asombró al mundo, al nuestro en primer lugar. “No queremos ser mercancía en manos de políticos y banqueros” era el lema principal, y tras él una eclosión de ingenio en lemas y grafismo. Ése es el genio de este país a preservar. Sobraban los motivos. Forges los resumió en una viñeta histórica.
El 15M se había convocado en medio centenar de ciudades y pueblos de España. En Madrid, algunos decidieron acampar y de allí salieron las charlas en las plazas, la información que los ciudadanos necesitaban saber. Y una forma de organizarse que sorprendió por su civismo. Keynes, Naomi Klein, y los premios Nobel Stiglitz y Krugman empezaron a ser familiares en los círculos y más allá. Y Sampedro, Juan Torres, Arcadi Oliveres o Vicenç Navarro. Una inmensa apuesta por saber. Los de siempre hacían su siembra que quedaba engullida por la dignidad. ABC ya malmetía entonces, hablando de “Chinches, drogas… y sexo en vivo y piojos”, no merece la pena darle cancha. De no ser por cómo todo lo malo ha ido a peor.
Hablaremos mucho estos días de aniversario del #15M. La prensa internacional lo citó como el movimiento más serio y mejor organizado de cuantos se daban. De hecho el Washington Post fue el primer medio en informar de que algo extraordinario ocurría en España en la misma noche del 15 de mayo. Corresponsales y enviados especiales no daban abasto para contar lo que ocurría. Ana Botella llegó a utilizar el 15M como un valor en el escrito para optar a los Juegos Olímpicos.
Gente que no había pisado una manifestación en su vida se acercaba a Sol, y a otras plazas, como si fueran a un parque de atracciones de la democracia, pero en las elecciones de ese 201 los españoles terminaron dando mayoría al PP en ayuntamientos, CCAA, Europa y el gobierno de España. Un completo. La principal ocupación de los populares fue tronzar cuanto pudieron el estado del bienestar. Si ayudó al 15M que estuviera el PSOE en el poder, el Govern de CiU en Catalunya o Cristina Cifuentes en Madrid sacudieron lo suyo. Y llegado Rajoy a la Moncloa molieron la protesta a palos y a leyes represivas. Aún vigente, la ley mordaza, por cierto.
Hay un nutrido grupo de españoles que vienen a estar en una franja que gusta de ideas innovadoras como tendencia de moda pero a la mínima entrega las llaves al más tramposo. Acaban de hacerlo en Madrid. Lo definió a la perfección Jaime Gil de Biedma.
“De todas las historias de la Historiala más triste sin duda es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza”.
Pero si algo nos enseñó el 15M es que, como en el propio planeta cuando erupciona, la furia infinita, la saturación de la paciencia, la fricción, terminan por estallar. Y que siempre hay alguien que lo intenta, y siempre quienes se afanan en triturarle, y quienes les ayudan desde la grada incógnita de la masa como ocurría en el circo romano. Y quien lo vuelve a intentar. El éxito del 15M fue que en principio no tenía una cabeza sobresaliente que abatir. Era otro Fuenteovejuna.
Podemos se formó tres años después reivindicando el 15M. Un espíritu que no nacía en las plazas donde sí estaba sino de la realidad, de la justicia, de reponer la cordura. Y siempre es así. Porque este mundo cuenta con los que siempre empiezan otra vez. Y con ese empeño que se hereda y se transmite y vive en la dignidad de los pueblos.
Fuente → rosamariaartal.com
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