Sin las feministas no se puede parar al fascismo

Sin las feministas no se puede parar al fascismo
Silvia Carrasco

Enviar sobres con balas, amenazar de muerte para infundir miedo y secuestrar la democracia. Algunas tácticas del fascismo son obvias, lo muestra la historia del mundo, sus uniformes y sus fanfarronadas, su violencia. Esta violencia sólo es admisible después de que la manipulación, el pensamiento único, el señalamiento y la persecución de la discrepancia, hayan convertido en algo menos que personas a quienes la reciben. Sin embargo, la misma deshumanización que antecede a la práctica de convertir cada rincón de la vida en mercancía al tiempo que borra a quienes pueden darla para su óptima explotación, no solo permanece invisible, sino que aparece en escena acompañada del sonsonete de los derechos humanos.

El disfraz con el que el neoliberalismo está perpetrando su golpe maestro desde hace tiempo emplea estas tácticas menos obvias, e intenta colonizar a la izquierda y destruirla desde dentro, inoculando ideas y valores que precisamente contradicen sus principios. Hostigar a quienes nos oponemos a la mercantilización de la vida y a la disolución de los derechos basados en la ciudadanía a cambio de la satisfacción del deseo con dinero, se ha convertido en un deporte habitual contra las feministas en algunas filas en las que inexplicablemente ha encontrado cobijo. Tal vez porque las mujeres somos siempre las primeras víctimas del fascismo, aunque no protagonicemos las películas que proyectan y recrean el pasado de gloriosas victorias de los hombres o de infames derrotas de los pueblos, las feministas lo vimos venir antes. Aunque se vista de seda y purpurina, como parte de los objetivos del plan, que son ajenos a quienes las lucen -nosotras no nos equivocamos de adversario.

El fascismo es una ideología autoritaria, un sistema basado en la violencia que impone, naturaliza y mantiene un orden injusto propagando el odio y favoreciendo la explotación, y de eso las mujeres sabemos más que nadie. ¿Y qué es, sino, el aumento sin precedentes de la producción y el consumo de porno, basado en la erotización del sometimiento y el sufrimiento de las mujeres, la proliferación de la violación en grupo como placer masculino y disciplinamiento femenino, o el debate sobre el consentimiento entre desiguales, en lugar del avance de las relaciones igualitarias, basadas en el respecto, la cooperación y el deseo?

Y estamos retrocediendo en aquellos frágiles avances que la lucha feminista había logrado establecer. Entre quienes niegan el terrorismo machista, el lenguaje del patriarcado para mantenerse sin oposición, y quienes niegan nuestra existencia específica y las condiciones subordinadas que, por ello, la constriñen. Entre quienes apelan a fronteras identitarias colectivas ridículas, rescatadas directamente del desván de la dictadura sin desempolvar, y quienes sucumben a la multiplicación de identidades individuales basadas en combinaciones de rasgos sexistas, ahora innatos, ahora fluidos. Entre quienes niegan las desigualdades y la subalternidad que afecta a las mujeres en todos los ámbitos -desde la brecha salarial, hasta el sesgo biomédico o el peso de los cuidados- y quienes sustraen a las mujeres de las funciones y capacidades únicas de sus cuerpos. Entre quienes arrojan dudas sobre los procesos democráticos y quienes las arrojan contra el compromiso inequívoco y radical del movimiento feminista con la inclusión social.

Como herramienta desesperada del capitalismo cuando sus condiciones sobre el trabajo y los recursos de los que se apropia corren el riesgo de tambalearse, el fascismo ha mostrado en la historia cómo se hace cargo de la situación. Agresiones, intimidaciones, discriminación, despersonalización, apelativos insultantes para denominar y reducir colectivamente a sus oponentes y víctimas… tergiversando todo lo que nombramos para denunciarlo. Parece que cuesta entender el paralelismo existente entre la ofensiva burda y evidente de la ultraderecha identificable y la ofensiva de infiltración y despistaje detrás de la que se esconde la nueva ultraderecha que persigue la distopía transhumanista, tan antifeminista y antidemocrática como la anterior. Con la misma distancia abismal entre lo que proclama y lo que pretende.

Porque lo que cualquier crisis pone en riesgo, además de los derechos de las mujeres, como dijo Simone de Beauvoir, son los derechos de toda la ciudadanía. Está pasando y lo estamos viendo, además, como proyecto de largo recorrido que impregna todas las instituciones y organismos nacionales e internacionales que deberían protegernos. La elaboración velada de una lista negra de organizaciones que se oponen al transgenerismo, encargada por el supuesto experto independiente “sobre la orientación sexual y la identidad de género”, nombrado hace poco por la ONU es una muestra flagrante de ello porque apunta directamente a las feministas. En España, los cambios normativos de los últimos tiempos también contienen retrocesos claros: aunque persigan loables objetivos (por ejemplo, mejorar la ley catalana contra la violencia machista o disponer de una ley que proteja a la infancia contra la violencia), en los textos se redefine y desdibuja a las víctimas en favor de la ideología de la identidad de género. Consecuentemente, se abandona la perspectiva feminista en el análisis de las desigualdades y en las propuestas de intervención para corregirlas. Los otros, simplemente quieren erradicar servicios, recursos y leyes porque niegan la existencia de los problemas para los que se promulgan.

Inspirándonos en Niemöller, que vio y vivió muy de cerca el fascismo, podríamos decir hoy, sobre muchas de las ideas y de las posiciones que pretenden echarnos ¡a nosotras! de la lucha por la justicia en el mundo que compartimos: primero vinieron a por las feministas, y como no lo éramos, no hicimos nada. Después vinieron a por todas las mujeres, pero no lo éramos y tampoco hicimos nada. Al final, vinieron a por toda la ciudadanía, su objetivo desde siempre. Y no quedaba nadie para defendernos. Recordadlo, sea cual sea el resultado de las elecciones del 4 de mayo en Madrid. Porque sin las feministas no se puede parar al fascismo.


Fuente →  elcomun.es

banner distribuidora