Nuestros vecinos deportados a los campos de exterminio: “Una piedra, un nombre. Una persona”
 
El proyecto Stolperstein, que quiere colocar adoquines metálicos frente a los portales donde vivieron los deportados a los campos de concentración de todas partes del mundo llega al distrito madrileño de Tetuán.

Nuestros vecinos deportados a los campos de exterminio: “Una piedra, un nombre. Una persona” / Álvaro Minguito:

Luisín tenía tenía 27 años cuando fue deportado a los campos de exterminio nazis en el año 1940. Atrás dejaba años de lucha por la República y el paso por los campos de concentración franceses. Fue finalmente enviado a Mauthausen, denominado “el campo de los españoles”, el 19 de diciembre de 1942, donde participó en los grupos de resistencia clandestina hasta la liberación del mismo el 5 de mayo de 1945.

Él ha sido uno de los homenajeados  durante el acto que ha tenido lugar en el madrileño barrio de Tetuán, donde se han colocado ocho stolpersteine, adoquines metálicos que se incrustan en las aceras frente a los portales donde vivieron deportados de todas partes del mundo. El suyo, en el número 29 de la calle Topete.

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Al otro lado de Bravo Murillo, bautizada por Moncho Alpuente como “la Gran Vía de los pobres”, se encontraba la vivienda de otro de los deportados, Saturnino Navazo Tapia, en la calle Don Quijote 29.

Al producirse la sublevación fascista, se afilió al Partido Socialista y fue destinado a los frentes de Levante y Cataluña, desde donde se exilió, como tantos otros, para seguir luchando contra el fascismo internacional en el ejército francés. Fue hecho prisionero en 1940,  y en enero de 1941 fue deportado a Mauthausen. Como había sido futbolista antes de la guerra, tuvo el atrevimiento de organizar un partido de futbol entre los presos, lo que, contra todo pronóstico, resultó del agrado del capitán de las SS encargado del campo. 

Allí además conoció a Siegfried Meir. De origen judío, su familia había sido exterminada en Auschwitz cuando solo tenía 7 años. Su aspecto de niño ario posiblemente le salvó de la muerte. Deambulaba solo en Mauthausen cuando conoció a Navazo en el barracón de los españoles, quien le adoptó y protegió hasta el día de la liberación. Cuando llegó el momento de la repatriación de Saturnino Navazo, Siegfried, aleccionado por este, declaró:  “Me llamo Luis Navazo, soy español y nací en la calle Don Quijote, en Cuatro Caminos”. Juntos se instalaron, como padre e hijo, a vivir en Revel, Francia.

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Al acto, que ha recorrido diversas calles del barrio de Tetuán, han asistido un buen número de vecinos y vecinas, así como familiares de los deportados. Una de ellas, Maggie Perlado, residente en París, ha podido colocar en persona la stolperstein en homenaje a su padre, José Perlado Caamaño, en el número 7 de la calle José Calvo.

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Maggie Perlado ha acudido desde París junto a otros familiares y amigos al homenaje a su padre en el barrio madrileño de Tetuán. Álvaro Minguito

José Perlado nació en una familia obrera del barrio  y trabajó como alicatador hasta el estallido de la guerra. Como el resto de sus compañeros, acabó en Mauthausen, donde también formó parte de la organización clandestina que consiguió salvar las fotografías de Francesc Boix, el único español que testificó en los juicios de Nuremberg y gracias a las cuales se pudo condenar a diversos miembros del partido nazi.

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El resto de stolpersteine colocadas hoy lo han sido en homenaje a otros deportados y vecinos del barrio de Tetuán: Andrés Astorga, Ángel Melchor y tres miembros de la misma familia: María Gisbert, Cesar Santos y Gaspar Santos, vecinos de Bravo Murillo.

Como ha dicho una de las familiares de Andrés Astorga durante la colocación de uno de los adoquines, el miedo y la represión han silenciado durante muchos años las historias de estos vecinos, que merecían no acabar en el olvido. El proyecto Stolpersteine, del artista alemán Gunter Demnig, pretende llevar a cabo esa misión en todo el mundo, con la ayuda desinteresada de amigos como Isabel y Jesús, organizadores del acto y miembros del proyecto en España. En Alemania, Deming colocó los primeros adoquines en 1995 en la ciudad de Colonia, sin permiso del Ayuntamiento. Ahora ya hay más de 85.000 en 26 países europeos.


Fuente → elsaltodiario.com

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