Julio Anguita en los combates de nuestro tiempo
 
Julio Anguita en los combates de nuestro tiempo
Víctor Ríos

Julio Anguita: un hombre de bien, un luchador honesto y coherente a carta cabal, que ha muerto con las botas puestas. Así vivirá en nuestra memoria y en nuestras luchas quien se entregó sin descanso al combate por un mundo libre de la explotación económica, de la opresión social, racial y de género, de la dominación cultural, de las guerras y del expolio de la naturaleza.

La vocación de Julio Anguita ha sido la enseñanza; y su pasión, la historia. Una historia que en vez de estar al servicio de legitimar un presente con descripciones interesadas de pasados míticos contribuya a conocer y explicar, a pensar históricamente el hoy como resultado de procesos cuya comprensión permita proyectar el mañana desde bases sólidas. Una historia estudiada y vivida a la luz de maestros como Lucien Febvre, Pierre Vilar o Josep Fontana, que influyeron de forma notable en la conformación de su pensamiento vivo, en constante ebullición, basado en principios y vinculado a la práctica. Su vocación pedagógica y su pasión por la historia han quedado patentes en su singular ejercicio de la actividad política, en su modo de entender y vivir el compromiso comunista.

El comunismo de Julio Anguita, idea reguladora para un movimiento real

Julio Anguita ha tenido siempre muy presente la dimensión práctica de la identidad comunista, en sintonía con la formulación de Marx y Engels en La ideología alemana: “para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual.” Desde esta visión, su compromiso militante se traduce en una actitud de tensión permanente entre la búsqueda incesante de fuentes para la actualización del proyecto de sociedad a erigir como alternativa civilizatoria a la actual barbarie y la propuesta de articular esta con las mediaciones políticas y organizativas necesarias para ir acumulando, mediante el impulso de las luchas sociales, la fuerza social, cultural y política capaz de avanzar en dicha dirección.

Esta manera de entender y vivir la opción comunista se verá reflejada en su modo de concebir el trabajo emprendido en 2005 para la actualización del Manifiesto Programa del PCE de 1975, tal y como lo expuso durante la Fiesta del PCE en septiembre de 2005 invitando a toda la militancia a participar en su elaboración, como muestra de su concepción del partido como intelectual colectivo; en un artículo publicado en Mundo Obrero en junio de 2013, Decían Marx y Engels, en el que plantea las características que a su modo de ver dan sentido hoy a una organización comunista alejada del cultivo de una pureza de secta; en sus reflexiones sobre el tema expuestas en 2015 en el libro escrito con Juan Andrade Atraco a la memoria. Un recorrido histórico por la vida política de Julio Anguita, teniendo especial interés las referidas a la caída de la URSS y al debate sobre la disolución del PCE entre 1989 y 1991; o en su intervención en febrero de 2018 en la presentación en la Universidad Complutense del libro de Alberto Garzón Por qué soy comunista, por citar cuatro momentos y modos distintos de exponer tanto sus reflexiones sobre la vigencia de la identidad comunista como los rasgos de un compromiso cuya realización no puede ser individual, solo puede llevarse a cabo en común, como sujetos de una transformación colectiva que al mismo tiempo cambiará las propias vidas de quienes lo asuman.

Si Julio Anguita ha sido el mejor secretario general que nunca haya tenido ni podrá tener el Partido Comunista de España, como ha afirmado Enrique Santiago, actual secretario general del PCE, en Julio Anguita, un comunista,texto publicado en Mundo Obrero el mismo día de su fallecimiento-, lo ha sido, además de por su entrega y contribuciones a su partido, por otras que van más allá, como esta que Santiago destaca en su escrito: “su defensa del programa político y la elaboración colectiva como ejes de cualquier construcción de unidad popular es hoy un método unánimemente aceptado en la izquierda transformadora.” Las aportaciones de Julio Anguita a la actualización del combate por el comunismo merecerían tomar en cuenta otros aspectos aquí ni tan siquiera esbozados, pues rebasan lo que me parece posible reseñar en este texto.

La reivindicación de la política como ética de lo colectivo

El tema de la relación entre ética y política ha tenido especial relevancia en el decir y el hacer de Julio Anguita. Le dedicó muchas horas de estudio, sumergiéndose en un denso recorrido a través de los razonamientos de pensadores como Sócrates, Aristóteles, Kant, Kierkegaard, Heidegger, Max Weber o Jacques Monod, para engarzarlos con sus apreciadas reflexiones de Marx, Gramsci y Paco Fernández Buey. Así fue construyendo un discurso propio muy elaborado que expuso en numerosas conferencias a lo largo de la última década en distintas universidades, en sedes de Izquierda Unida o en el Foro Social del Frente Cívico Somos Mayoría celebrado en Rivas Vaciamadrid en julio de 2013.

A partir del repaso de las distintas aproximaciones al mundo de la ética en la historia del pensamiento, Julio Anguita pondrá el acento en la distinción entre dos caminos paralelos. Uno, el que sitúa la ética en el ámbito de lo estrictamente personal, que empieza y acaba en el individuo. El otro, el que estima que la plena realización ética de la persona está necesariamente vinculada al devenir de la historia colectiva. Este segundo camino es el que enlaza con la consideración de la política como una ética de lo colectivo. Esta será la concepción de la política que, en la senda de la visión aristotélica y de una buena lectura de Maquiavelo, asumirá Gramsci desde sus escritos tempranos en L’Ordine Nuovo hasta su exposición madura en los Cuadernos de la Cárcel, siendo defendida también por Paco Fernández Buey con la incorporación de ulteriores desarrollos.

Con este marco como punto de partida, Julio Anguita reflexionará sobre las razones que han llevado en nuestros días a la extendida consideración de la ética y la política como dos conceptos antagónicos, basada sobre todo en los modos dominantes de entender y ejercer la política. Y planteará cómo puede articularse hoy, en el contexto de la presente crisis de civilización, una relación nueva y positiva entre ética y política. Para ello rescatará y otorgará centralidad a un documento que mereció la aprobación y el respaldo -siquiera formal- de toda la comunidad internacional: la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Este texto, junto a la Carta de la Tierra aprobada el año 2000, constituirían los pilares fundamentales para la conexión de unos principios éticos y políticos universalmente aceptados con las propuestas concretas necesarias para llevar su cumplimiento a la práctica. Es este, a mi modo de ver, un planteamiento audaz capaz de romper viejos moldes y permitir la vertebración de movimientos con una amplia legitimación y apoyo social en torno a la exigencia de las medidas que deben tomarse para garantizar el pleno ejercicio y disfrute de todos los derechos reconocidos en ambos textos.

Claro está que ello debería ir unido a la recuperación de una concepción de la política opuesta a la hoy dominante; tanto la alimentada desde el poder –cabe recordar el Informe a la Comisión Trilateral sobre la crisis de las democracias que señalaba, en 1975, que los problemas de gobernabilidad de los países occidentales se debían a un “exceso de democracia”- como la instalada en amplios sectores de la población, cuya desconfianza incluye la autodefinición ‘apolítica’ de muchos. Una concepción basada en los cálculos de corto plazo y el imperio de la táctica, reforzada por el ejercicio de la política como espectáculo y reducida a los procesos electorales y a la actividad institucional de una demediada democracia representativa.

Frente a esta idea, y para llevar a la práctica la de la política como una ética de lo colectivo, me parece primordial restablecer la comprensión de esta como un proceso vinculado a la lucha social y a la lucha cultural, construyendo los puentes entre estas y la política. Ello supone definir puntos comunes de las distintas luchas en el marco de una perspectiva estratégica y conectarlos con el «momento institucional» de la política. E implica vincular además las prácticas de los diferentes movimientos sociales con una Alternativa Sistémica que dé respuesta a los grandes retos actuales, una alternativa hoy sin duda aún en incipiente construcción.

A lo largo de su dilatada trayectoria política Julio Anguita demostró tener consciencia plena de la importancia de luchar por la transformación de la relación de la sociedad con las instituciones. Y que esto suponía redefinir el campo conceptual de «lo político» y el de «la política» como praxis. Por eso insistió siempre tanto en el valor de decir la verdad, predicar con el ejemplo de la honestidad y la austeridad personal como condición de credibilidad y mantener una coherencia entre los fines y los medios en el ejercicio de la actividad política, asentando moralmente la alteridad radical del propio proyecto en la voluntad de vivirlo hasta donde sea posible en la propia existencia.

Sentido y valor del discurso profético

Uno de los aspectos quizás menos comprendidos del enfoque de Julio Anguita de la cuestión de la verdad en el discurso político – y sin duda más frivolizado y ridiculizado por los adversarios políticos y los medios de comunicación a su servicio- es el referido a lo que él ha llamado el discurso profético. Para Julio Anguita la función pedagógica de la actividad política debe contener como premisa la aportación de datos, informaciones y reflexiones sustentados en hechos. Pero hace falta enhebrar estos con una propuesta fruto del análisis de la realidad que pueda entenderse y ser asumida como razonable y deseable por mayorías. Lo que Gramsci llamaría la creación de una fantasía concreta que actúa sobre un pueblo disperso y pulverizado para suscitar y organizar su voluntad colectiva.

En una entrevista concedida en octubre de 2013 a la revista cristiana 21 afirmó: “el político tiene que tener una posición profética. Los profetas eran gente que pensaba, meditaba en el desierto y, claro, veían más allá, se lo decían a los demás y les apedreaban. Hoy la política tiene que ser, más que nunca, discurso profético”. En ocasiones ilustró dicha afirmación con la alusión a un punto de un escrito de Marx de 1845 que Engels encontró en un viejo cuaderno y publicó en 1888 como apéndice a su libro Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Se trata de la undécima Tesis sobre Feuerbach: “los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diversos modos, pero de lo que se trata es de transformarlo.”

En dos momentos distintos de su conversación con Juan Andrade en el libro antes citado Atraco a la memoria, apoya su explicación aludiendo a Baruch Spinoza, quien al referirse al conocimiento profético en los primeros capítulos de su Tratado teológico-político, venía a decir que este tipo de discurso creaba a su propio pueblo. En la presentación de dicho libro en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el 11 de noviembre de 2015, insertará su referencia a Spinoza y al discurso profético en el contexto de la coyuntura política española previa a las elecciones generales del 20 de diciembre, en las que se presentaron dos candidaturas distintas por parte de Podemos y de Izquierda Unida. Y vaticinó que tras los resultados electorales se vería con mayor claridad la necesidad del discurso profético.

En una intervención en la Fiesta del PCE de 2015 explicará su concepción del discurso profético en una apretada síntesis de minuto y medio: “yo soy partidario de que la Unidad Popular se constituya en el sujeto del discurso profético. Lo explico. ¿A qué llamo yo discurso profético? El discurso profético es un mensaje que en un momento de crisis grave, incertidumbre o catástrofe aglutina a una colectividad en torno a la justicia. El discurso profético consigue que la ciudadanía comprenda su presente desde la memoria de lo que ha ocurrido y de lo que está ocurriendo. El discurso profético tiene la virtud de crear a su propio pueblo. El discurso profético invita a su pueblo a iniciar una travesía, una marcha. Y aquí quiero ser muy claro: no le dice ¡votadme!, no, no. Le dice: vamos a iniciar un camino, el camino de la liberación. Pero lo empezamos ya. No le promete el reino de los cielos, le promete la lucha y la dignidad de la lucha. Eso significa que se dirige a su pueblo para decirle la verdad, guste o no guste. Y si queréis entender ya lo que significa el discurso profético, leed el Manifiesto Comunista de Carlos Marx y Federico Engels: es el ejemplo perfecto del discurso profético.”

Paco Fernández Buey, en su libro Utopías e ilusiones naturales, dedica un capítulo a introducir el tema del profetismo, el otro cabo que lleva a la noción moderna de utopía. En él describe minuciosamente el desdoblamiento profético-político del discurso de Giacomo Savonarola, quien se convertiría en el profeta del republicanismo en la Florencia de finales del siglo XV. La comparación del valor concedido al discurso profético por Savonarola y Julio Anguita puede aportar sugerencias de sumo interés.

El programa de acción de Julio Anguita para los próximos tiempos

El programa de acción de Julio Anguita para los próximos tiempos ha quedado plasmado en sus dos últimas contribuciones, presentadas en ambos casos de modo colectivo: una en agosto de 2019 con el nombre de La Disyuntiva, y la otra el Manifiesto El hoy y el mañana: razones para nuestro compromiso, lanzado el pasado 3 de mayo por los primeros firmantes y suscrito en pocas semanas por varios miles de personas.

La propuesta de La disyuntiva parte de un diagnóstico de la situación crítica por la que atraviesa hoy la humanidad en su conjunto, identificando sus causas y analizando el punto en que nos encontramos, con el fin de trabajar en la elaboración de una propuesta concreta a desplegarse en varios planos:

  • Compartir con personas y colectivos interesados análisis y diagnósticos sobre los diversos aspectos de la crisis civilizatoria, sus causas y sus conexiones.
  • Promover una reflexión sobre los pilares constituyentes de una alternativa civilizatoria frente al colapso del modelo capitalista dominante y sus consecuencias ecológicas, sociales y culturales.
  • Abrir una nueva perspectiva teórica, política y programática con un propósito claro: que sea capaz de concretarse y presentarse de modo que pueda convertirse en sentido común, es decir, en una creencia generalizada para una mayoría de la población alternativa a la hoy dominante.
  • Facilitar los espacios de encuentro para abordar estas tareas tanto en una dimensión inicial de debate y elaboración como en la de su posterior presentación y difusión públicas.

Se trata por tanto de pensar estratégicamente, a partir de las cuestiones más relevantes a largo plazo y hacerlo no sólo en modo programático, sino también en términos de grandes fines morales, pero con la vista puesta en su traducción a propuestas concretas implementables a corto plazo. Y, al mismo tiempo, abordar la reflexión sobre los sujetos históricos capaces de impulsar la propuesta, tanto en su dimensión social como política. Pues la definición de nuevos paradigmas que actualicen el horizonte emancipatorio y el establecimiento de los caminos para realizarlo deben avanzar en paralelo a la constitución del sujeto histórico de la transformación. Dicho de otro modo, se trata de sustentar teóricamente una praxis política a la altura de los retos planteados por la actual crisis de civilización y hacerlo de manera simultánea al impulso de una actividad concebida y practicada con los movimientos y desde los movimientos. Este enfoque es el que puede ir produciendo, conformando y articulando el sujeto político y social de la transformación, el nuevo bloque histórico capaz de protagonizarla.

Por su parte, la intención del Manifiesto El hoy y el mañana: razones para nuestro compromiso, es la de hacer frente a las dramáticas consecuencias ocasionadas por la grave pandemia del coronavirus en nuestro país. Ante el tamaño sin precedentes de la recesión económica en la que ya estamos inmersos resulta necesario y urgente dilucidar las alternativas planteadas con la conciencia clara de que las decisiones de hoy marcarán no solo los próximos meses sino “el mañana en el que van a vivir nuestros hijos, nuestros nietos y las generaciones venideras”, como expresa el Manifiesto cuya lectura completa está a disposición de los lectores de este número de El Viejo Topo.

El reto que Julio Anguita y el Colectivo Prometeo, impulsores del texto, han planteado al conjunto de la ciudadanía y en particular a las fuerzas sociales, políticas y culturales que comparten la preocupación por la situación en que nos encontramos y el contenido del llamamiento es el de desplegar en lo inmediato un conjunto de iniciativas movilizadoras capaces de concitar el respaldo de una amplia mayoría social. Quizás nunca como ahora ha aparecido con tanta claridad ante los ojos de millones de ciudadanos la importancia de la defensa de lo público en ámbitos como la sanidad y el cuidado de los mayores, tanto desde el punto de vista de las prestaciones, de los servicios sanitarios y de las residencias como del de las condiciones laborales y retributivas de los trabajadores de dichos sectores. Lo mismo podemos decir de la educación y sus profesionales y de otros servicios esenciales. Y también de la urgencia de proteger a quienes están en riesgo de perder su empleo o lo perdieron ya antes o durante la pandemia y carecen de los mínimos recursos no ya para vivir con dignidad sino simplemente para sobrevivir.

Por eso hoy más que nunca es preciso organizar y articular sin dilación la defensa y el fortalecimiento de lo público en todas sus dimensiones, y la protección de los bienes comunes y de todos los servicios esenciales para la comunidad. Para ello habrá que propiciar asambleas en los barrios y las empresas, impulsar campañas concretas con distintas formas de movilización a partir de la definición de objetivos precisos que conecten con las necesidades y demandas más sentidas y garantizar una información veraz a los ciudadanos que abran espacios de participación en procesos tales como los de la elaboración de los presupuestos generales del Estado, municipales y autonómicos.

Hay que tener presente que, de no actuar con firmeza y prontitud, quienes han sufrido la derrota de sus valores en este contexto están ya trabajando para recomponer una salida favorable a sus intereses y desplegarían entonces, con mayor impunidad y sin un contrapeso enfrente, todo su potencial desestabilizador contra los trabajadores y contra el actual gobierno de coalición mediante la presión de los poderes económicos y mediáticos y de otras instituciones y aparatos del Estado, cloacas incluidas, para imponer una vez más lo sustancial de la receta del virus neoliberal. Esto es lo que está ocurriendo ya en el corazón de la Unión Europea, donde grandes grupos de presión financieros, tecnológicos, aeronáuticos…están invirtiendo muchos millones de euros para conseguir oleadas de desregulaciones y otras prebendas tomando la pandemia como excusa para forzarlas. Este asunto, así como la lucha por exigir la transferencia de fondos europeos que no aumenten la deuda de los países es otra de las cuestiones que requeriría una amplia movilización popular, cuya potencia aumentaría si se desencadenara al unísono con los ciudadanos de Francia y de los demás países de la periferia de la U. E.

Julio Anguita se ha ganado el respeto y el reconocimiento póstumo al que se hizo merecedor con creces por su destacado lugar en los combates de nuestro tiempo. Ese es el camino que eligió siempre y al que se entregó en cuerpo y alma. Honrar su memoria, mantener vivo su ejemplo y asumir y difundir su legado será el compromiso de quienes compartimos con él luchas, proyectos, sueños y esperanzas.

Texto publicado en el dossier de homenaje a Julio Anguita en el nº 390-391 de la revista El Viejo Topo, julio-agosto de 2020.

¡Seguimos, Julio! Vídeo completo del Homenaje a Julio Anguita, noviembre 2020.


Fuente →   elviejotopo.com

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