El trumpismo que gobierna Madrid es el heredero del fascismo de los años 30
 
 
En los años treinta, Madrid se convirtió en un símbolo de la resistencia antifascista frente a las fuerzas militares que le estaban sitiando.


El trumpismo que gobierna Madrid es el heredero del fascismo de los años 30 / Vicenç Navarro :

La historia nunca se repite, pero hay distintos momentos de nuestra historia que, por muy diferentes que sean las circunstancias que los rodean, tienen bastantes elementos en común. Uno de esos momentos de parecidos históricos es el que ocurrió en Madrid en los años treinta, durante la II República, y lo que está pasando ahora en esa ciudad a raíz de las elecciones autonómicas. En ambos momentos, tan lejanos en el tiempo (separados por casi un siglo), las clases dominantes del país (ahora sus herederos) han promovido ideologías que, aun siendo distintas, tienen muchos puntos en común.

La ideología de las clases dominantes de los años treinta (ampliamente extendida en varios países de la Europa Occidental) era el fascismo, una ideología totalizante que en su versión española defendía la monarquía borbónica, centrada en la capital del reino, Madrid, con una visión jacobina del Estado español, que consideraba ilegítimas a las fuerzas políticas (hordas, se las llamaba) basadas en el movimiento obrero (socialistas y comunistas) que amenazaban con alterar su control sobre la sociedad, considerando que les pertenecía por derecho divino o histórico. Su objetivo principal era el de mantener por todos los medios, incluyendo los autoritarios y antidemocráticos, el poder institucional que les garantizaría su dominio político, económico y mediático del país. En los años treinta, Madrid se convirtió en un símbolo de la resistencia antifascista frente a las fuerzas militares que le estaban sitiando. Nunca antes había habido una solidaridad mayor entre las fuerzas democráticas a lo largo del territorio español en defensa de Madrid, sitiada por el fascismo. El entonces president de la Generalitat, Lluís Companys (fusilado más tarde por las tropas fascistas), acuñó entonces su famosa frase “Madrileños: ¡Catalunya os ama!”.

El trumpismo es la versión del siglo XXI del fascismo

Actualmente, la ideología de las clases dominantes en Madrid (que son las herederas de las clases dominantes de aquel entonces) es el trumpismo. Tales clases tienen como sus instrumentos políticos a dos partidos políticos (PP y Vox, una escisión del PP) que fueron fundados por personajes de la dictadura establecida por un golpe militar en el que fue determinante el apoyo de las tropas enviadas por Hitler y Mussolini, imponiendo una de las dictaduras más sangrientas que hayan existido en la Europa Occidental en el siglo XX (por cada asesinato político que cometió el régimen fascista de Mussolini, el liderado por Franco cometió más de 10.000, según el mayor experto en fascismo europeo, el profesor Malefakis, de la Universidad de Columbia, en Nueva York, EEUU). La ideología que estos partidos apoyan ahora -el trumpismo- tiene muchas características semejantes al fascismo español de sus antecesores, desde su nacionalismo clasista, racista, xenófobo y machista extremos, a su autoritarismo, considerando ilegítimo (tanto Vox como PP así lo han indicado) al gobierno democrático de coalición de izquierdas, al cual desean expulsar de las instituciones.

Dos ideologías -el fascismo y el trumpismo- con muchos puntos comunes

Hay más semejanzas entre estas dos ideologías que las aquí expuestas (para expansión de este punto, ver mi artículo El trumpismo y sus consecuencias para Madrid y para España. Pero también hay diferencias, según el contexto político en el que se reproducen. Ambas son ideologías sumamente regresivas y reaccionarias en defensa permanente de los intereses de las clases dominantes. Pero de la misma manera que el fascismo nacional-católico españolista fue muy distinto al fascismo italiano, y ambos distintos al nazismo, el hecho es que todos ellos compartieron características comunes. Lo mismo ocurre ahora con el trumpismo. La versión españolista es distinta a la italiana, y esta a la francesa y a la alemana; pero todas ellas son instrumentos promovidos por las clases dominantes de estos países que quieren eliminar cualquier elemento contestatario a su dominio, Y muy en particular el comunismo y el socialismo, además del feminismo y el ecologismo. Es más, su adhesión a la teoría meritocrática como justificación de su dominio (que también comparte con el neoliberalismo) añade un componente de clase, de raza y/o étnico-cultural, que intenta justificar su supuesta superioridad y dominio a través de un autoritarismo y una cultura profundamente antidemocrática que les permite acusar de ilegítima la mera presencia del adversario en las instituciones, exigiendo su eliminación. La última noticia del trumpismo en EEUU es que el Estado de Florida (gobernado por el trumpista Ron DeSantis) ha hecho una propuesta que pide a los estudiantes que denuncien a los profesores de los centros académicos públicos que sean socialistas o comunistas, definiendo como tales a todos los que se oponen al trumpismo.

El hecho de que no se perciba al trumpismo y al fascismo como semejantes, se debe al desconocimiento de lo que es el trumpismo y al olvido y desmemoria histórica en España

Ahora bien, estas diferencias no deberían ocultar sus grandes semejanzas. Soy consciente de que muchos lectores, leyendo estas líneas, creerán que quizás se exagera en la descripción del trumpismo español (al cual se le reduce como un mero populismo) como una ideología semejante al fascismo. Pero me temo que esta lectura puede que sea resultado de un desconocimiento de la historia de España, así como de las grandes similitudes que el trumpismo tiene con el fascismo español, del cual se tiene un conocimiento muy limitado y tergiversado, resultado del olvido histórico fruto de una transición inmodélica de la dictadura a la democracia. Y es en ese punto donde los herederos del fascismo (Vox y la rama Ayuso del PP) se encuentran en una situación de gran ventaja sobre los antifascistas en España.

Los herederos del golpe militar del 1939 dominaron el proceso de transición de la dictadura a la democracia que consolidó el olvido histórico

La falta de recuperación de la memoria histórica en España (que es la corrección de nuestra tergiversada historia) explica el desconocimiento de lo que fue el fascismo y las consecuencias que tuvo para España, así como su continuación posterior en muchos aparatos del Estado y su influencia en la cultura de las derechas españolas (que siempre han estado en el extremo del ideario derechista europeo). Y que ello ocurriera se debe, en parte, a la complicidad de las izquierdas gobernantes en España, que no corrigieron, hasta hace muy poco, la enorme tergiversación de la historia de España. De ahí que se desconozca lo que fue, lo que significó y lo que se reproduce en la cultura dominante de las derechas en España. Ni que decir tiene que las derechas quieren evitar la corrección de este desconocimiento, y cuentan para ello con la colaboración de grandes medios de información. Este desconocimiento de nuestro pasado ha permitido que Vox se presente como algo nuevo, desvinculándolo de su pasado.

El coste de no corregir la tergiversada historia

Este desconocimiento ha tenido un coste enorme para las fuerzas democráticas, pues no se percibe a Vox y la corriente Ayuso dentro del PP como los sucesores de aquel fascismo, ya que para la mayoría de la juventud este pasado está tan deformado y es tan ignorado que Vox incluso parece gozar de una credibilidad para algunos sectores de la población, no solo de las clases pudientes (fue el partido más votado en tres secciones censales de los dos distritos más pudientes de Barcelona en las últimas elecciones al Parlament de Catalunya: Sarrià-Sant Gervasi y Les Corts) sino también de los barrios más deprimidos y pobres de tal ciudad (fue la segunda fuerza más votada en la zona norte de Nou Barris de Barcelona) que se sienten atraídos por su mensaje de protesta de “que se vayan todos”, detrás del cual deberían añadir “para que continúen mandando los de siempre”. En realidad, Vox surge cuando la hegemonía de las derechas se siente amenazada por la aparición en el panorama político de fuerzas -con amplia base popular- a la izquierda del PSOE que quieren corregir esta enorme concentración de poder económico y político en el país.

Las políticas públicas propuestas por “los superpatriotas” dañan enormemente a las clases populares

Las políticas públicas dañan enormemente a las clases populares. Ahora bien, su programa económico, y muy en particular el de Vox (de nuevo, con gran simpatía por parte del grupo más radical del PP, liderado por la Sra. Ayuso) incluye predeciblemente medidas de gran apoyo a las clases dominantes y de gran hostilidad a la clase trabajadora. Lean su programa económico y lo verán. Tales medidas incluyen: 1) una bajada de los impuestos de patrimonio y de sucesiones a los propietarios de capital y a las clases más pudientes, beneficiando predominantemente a las élites; 2) una reducción del gasto público y de los servicios públicos; 3) una privatización de los servicios públicos y, muy en especial, de la sanidad y la educación; 4) una desregulación de los mercados laborales (con una pérdida de poder adquisitivo para la clase trabajadora), y de los mercados comerciales, anulando medidas de protección del trabajador y del consumidor); 5) políticas de apoyo al mundo empresarial para que tenga plena libertad (sin limitación ni regulación en sus contratos); 6) promoción de las condiciones de competitividad a fin de permitir la máxima flexibilidad; 7) reducción de las pensiones cuyos costes se consideran inasumibles; 8) cómputo de toda la vida laboral del trabajador a fin de calcular su pensión pública (lo cual reduciría dramáticamente las pensiones); 9) sustitución de las pensiones públicas por privadas, con desgravaciones para estimular las pensiones privadas; 10) reducción de las cotizaciones sociales a la seguridad social de los trabajadores y de los empresarios; 11) sustitución de los servicios ofrecidos por el Estado, facilitando que sean las familias las que lleven a cabo las funciones de atención a sus integrantes, terminando así la dependencia de la población al Estado, pues “considera al estado como el camino más corto hacia la tiranía; 12) reducción de la escuela pública, repartiendo cheques escolares que favorezcan la libre elección del centro escolar; 13) reducción de los impuestos a la electricidad, el agua y el gas; 14) reducción de los impuestos de sociedades a un máximo del 12,5% (propuesta que es más trumpista que Trump, pues la reducción del impuesto de sociedades que aprobó en EEUU lo situó en un 21%. Vox la reduce casi el doble); y 15) bajada de impuestos a inversiones extranjeras para que estas aumenten.

Es difícil ser más favorable a las élites pudientes y dominantes y más hostil a las clases populares del país. Se dirá que estas medidas son distintas a las que llevó a cabo el fascismo. Y aun cuando ello es cierto, hay que tener en cuenta que el objetivo era el mismo en ambos movimientos políticos: favorecer a las clases pudientes a costa de las clases populares. Cómo lo intenten hacer varía según el contexto en el que se aplican, que es muy distinto ahora al existente en los años treinta del siglo pasado.

Las consecuencias negativas de la aplicación de tales políticas para las clases populares de Madrid y de toda España

El programa económico de Vox es incluso más extremo que la versión estadounidense del trumpismo, y que, de aplicarse, dañaría enormemente a las clases populares, incluyendo a las de la ciudad de Madrid, el Madrid popular. Es sorprendente lo poco que este programa se ha debatido en los medios, lo cual ha favorecido su aceptación como una opinión política más, facilitada además por la estrategia de tal partido -también característica del PP y, muy en particular, de Ayuso- de enfatizar los temas identitarios como “la patria” y “la nación”, entre otros, a fin de ocultar su clara orientación de apoyo al poder de las clases dominantes.

La imagen del “madrileñismo castizo” que Ayuso presenta en su campaña intenta utilizar el hartazgo de la población madrileña frente a la pandemia y su deseo de volver a la normalidad, como escudo para ignorar su enorme incompetencia y el gran daño que ha causado a las clases populares, tal y como el trumpismo ha hecho en EEUU. En este último país, el desastre causado por el trumpismo desencadenó una protesta generalizada que ha dado paso a un nuevo gobierno -el gobierno Biden- que prioriza el control de la pandemia, haciendo así posible la gran recuperación económica que ya está teniendo lugar, llevando a cabo propuestas opuestas a las realizadas por la administración Trump.

En España, la victoria de Ayuso y Vox en Madrid, significaría una gran victoria para las fuerzas trumpistas españolas herederas de las fascistas, retrasando todavía más el control de la pandemia y la recuperación económica del país. La evidencia de ello es abrumadora. La derrota del Madrid progresista y democrático (como ocurrió en los años treinta del siglo XX) sería sumamente negativa para las fuerzas democráticas del país, como fue también la derrota del Madrid republicano popular por las fuerzas fascistas en el conflicto militar de los años treinta.

Una última observación: respuesta a El País, ¿quién está intoxicando la democracia española?

En un reciente editorial de El País del 25 de abril, este rotativo denuncia el comportamiento tóxico de Vox, que está obstaculizando el desarrollo democrático de España, subrayando que la enorme crispación existente en el país, a la que Vox contribuye en gran medida, contrasta con la cultura democrática civilizada que se presenta en los países vecinos como Alemania, Italia, Francia y Portugal (países todos ellos que sufrieron regímenes dictatoriales de ultraderecha semejantes al español). Es sorprendente que este editorial describa tal realidad sin intentar explicar el porqué de esta situación, que es fácil de ver y de entender. En todos estos países, el establecimiento de un régimen democrático supuso una ruptura con el régimen dictatorial anterior que sustituyó. Las fuerzas democráticas ganaron y las fuerzas fascistas fueron derrotadas militarmente en todos ellos, lo cual permitió un amplio y profundo cambio de sus Estados. No fue así en España. En contra de lo que El País ha promovido siempre, la Transición en España no fue una ruptura con el régimen político anterior, sino una “modificación” importante, pero sin ser rotura. En realidad, el Estado, incluyendo la mayor parte del establishment político del régimen y su funcionariado continuaron, manteniendo las ultraderechas (ahora presentadas como las derechas) su gran influencia sobre el Estado y, muy en particular, sobre sus aparatos, como la seguridad, las fuerzas armadas y la judicatura, cuya ideología es muy cercana a la del régimen que les precedió. Y sin ánimo de menospreciar los avances que tales cambios significaron para el Estado español, el hecho es que la gran influencia que los herederos de los vencedores de la Guerra Civil siguieron teniendo explica el carácter inmodélico de la Transición, perpetuando su enorme poder e influencia y negando la premisa central de la tesis de ejemplaridad de la Transición, que afirmaba que el resultado del proceso había sido una democracia homologable a la de los países europeos de su entorno. La enorme hostilidad y toxicidad de la vida política española, claramente expresada por las derechas, es prueba de la falsedad de tal premisa. La vida política de España nunca ha sido homologable a la de los países citados, y ello es resultado de la derrota de la ultraderecha en aquellos países y su pervivencia y excesivo poder en el nuestro.

Las izquierdas a la izquierda del PSOE siempre han sido tratadas por las derechas como sujetos a eliminar. La toxicidad es característica en las derechas (que en el panorama europeo serían consideradas ultraderechas) españolas. El grado de hostilidad hacia Pablo Iglesias y su familia (sin que haya habido una crítica extensa entre los medios, con una petición de intervención legal) es un síntoma, entre miles, de esa toxicidad. En realidad, la hostilidad de la gran mayoría de medios hacia Pablo Iglesias, hacia Podemos y ahora hacia Unidas Podemos, ha sido el campo abonado para alcanzar tal nivel de violencia verbal (prólogo de la posible violencia material).

Pero hay otros miles de ejemplos de las enormes insuficiencias de la democracia española, resultado del excesivo poder -autoritario y antidemocrático- que ejercen las derechas sobre el Estado español. Un resultado de ello es que España es uno de los países con mayores desigualdades por clase social en la Europa Occidental, estando desde siempre polarizado y dividido entre unas clases pudientes, minoritarias pero muy poderosas, por un lado, y las clases populares, por el otro. Miren los datos y lo verán. Ha sido así durante todo el período democrático; y ello se debe precisamente al enorme y excesivo poder de las derechas (ultraderechas en Europa) sobre el Estado.

¿Quién está polarizando a España?

De ahí que es un signo de incoherencia (o mera hipocresía) que en la misma editorial en la que se denuncia a Vox por su actitud tóxica, El País critica a Unidas Podemos y a su dirigente, Pablo Iglesias, por polarizar el país debido a sus propuestas y su discurso. Cualquier analista objetivo puede ver que las políticas propuestas por tal formación política tienen como objetivo reducir las desigualdades y la polarización del país, no incrementarlas. La denuncia de su existencia es condición necesaria para poder dar visibilidad mediática a tal problema estructural en el país, a fin de poder resolverlo. ¿Dónde está la toxicidad en Unidas Podemos? Entiendo que aquellos que representan a los sectores pudientes -muy poderosos en los medios de información- se sientan interpelados. En realidad, una constante en el comportamiento de las derechas españolas centradas en la capital del Reino ha sido su enorme hostilidad cuando ven el enemigo, UP, nada menos que en el gobierno español. No fue Vox, sino el PP, el que utilizó el término “ilegítimo y criminal” para referirse a este gobierno, por incluir a UP. Y esta hostilidad ha ocurrido desde el inicio de la democracia con todas las fuerzas o personalidades de izquierdas a la izquierda del PSOE. El grado de toxicidad de la vida política en España depende del nivel de peligro que las derechas sientan de ver sus privilegios amenazados, alcanzando su máxima expresión ahora cuando por primera vez ven al enemigo en el gobierno. El que la toxicidad haya alcanzado este extremo se debe a que, por primera vez, hay un gobierno de coalición de izquierdas que incluye un espacio político que quiere terminar con la excesiva influencia que la derecha heredera del régimen anterior ejerce sobre el Estado. Las clases populares de Madrid y del país se juegan mucho en las elecciones del 4 de mayo.


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