La mujer en la Segunda República Española

El Franquismo duro casi cuarenta años. El dictador murió, pero el maridaje de la Iglesia Católica con la corona y la oligarquía del régimen franquista, aún penden sobre nuestras cabezas como Espada de Damocles. 

La mujer en la Segunda República Española
Teresa Galeote

¡República, República siempre! Me parece la forma de gobierno
más conforme con la evolución natural de los pueblos”

Clara Campoamor

Antecedentes

El corto reinando de Amadeo de Saboya (1871/73), y la posterior dimisión del rey italiano desembocó en la proclamación de la Primera República, (1873-74). Con solo 11 meses de recorrido, no logró asentarse en una España desgarrada por guerras dinásticas.

El golpe de estado del general Martínez Campos, en Sagunto, puso fin a la Primera República y restauró la monarquía, en 1875. El reinado de Alfonso XIII de Borbón prosiguió de forma convulsa hasta la llegada de la Segunda República, no sin antes caminar por la dictadura del General, Miguel Primo de Rivera (1923), con el beneplácito del rey. Dicha dictadura otorgó a la Iglesia Católica, la gestión de educación, hospitales, asilos, cárceles, cementerios y demás asuntos sociales.

Precursoras republicanas feministas y laicistas:

Los cambios se preparan y las mujeres bien lo sabían, ya que habían sufrido la represión con mayor escarnio que los hombres. Teresa Claramut, Ángeles López de Ayala, Amalia Domingo Soler, formaron la Sociedad Autónoma de Mujeres, en 1892, Carmen de Burgos, Belén de Sárraga, entre otras, prosiguieron la tarea de sus antecesoras. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, denunciaron la opresión que para las mujeres suponía la práctica religiosa. Fueron capaces de crear un discurso propio republicano y laico en un momento en que el acceso de las mujeres a la educación era muy difícil. Estas mujeres se enfrentaron con valentía al poder político y religioso.

“Ser femenina, como quieren las ilusas, es estar sometida solo a los imperativos sexuales, sin aspirar más que a ser nodriza y gobernante. Ser feminista es ser mujer respetada, consciente, con personalidad, con responsabilidad, con derechos, que no se oponen al amor, al hogar y a la maternidad”: del ensayo, La mujer moderna y sus derechos, de Carmen de Burgos.

La ley Ferry de la República Francesa (1881-1882) establecía una educación Pública y Laica y muchas de sus congregaciones religiosas se asentaron en España, con el beneplácito de la restauración borbónica y la dictadura de Primo de Rivera. La Segunda República quiso reparar dicha anomalía estableciendo leyes que posibilitasen la educación aconfesional gestionada por el Estado.

El artículo 26 de la Constitución de la Segunda República fue fundamental, negando cualquier industria, comercio y enseñanza a las congregaciones religiosas. De ahí la frase de don Manuel Azaña, “España ha dejado de ser católica”.

 

Clara Campoamor impulsó la Unión Republicana Femenina para promover campañas a favor del sufragio femenino y demás derechos de las mujeres. El 1 de octubre de 1931, tras un gran debate entre Clara Campoamor y Victoria Kent, se aprobó la ley que permitía votar a las mujeres, con 161 a favor y 121 en contra.

El 11 de marzo de 1932 se promulgó la Ley del Divorcio en España, aprobada en las Cortes con 260 votos a favor y 23 en contra. La ley ponía punto y final al Código Civil de 1889, la cual establecía la separación, pero no se podía contraer nuevo matrimonio; solo la muerte podía disolver el vínculo matrimonial.

Con la Guerra Civil en marcha, se promulgó la Ley del Aborto, por iniciativa de la ministra de Sanidad y Asuntos Social, Federica Montseny. A pesar del entorno bélico la ley llegó a ser aplicada en Catalunya, pues así lo dispuso el gobierno de la Generalitat.

Fueron leyes que no sólo ponían a España en igualdad de condiciones a sus homólogos europeos, sino que se convertía en referencia por lo avanzado de la legislación.

En 1933 nace el Comité de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, impulsado por el Partido Comunista de España, coincidiendo con la llegada de Hitler al poder, en Alemania. La promotora fue Dolores Ibárruri, con la colaboración de numerosas mujeres de izquierdas. De carácter internacionalista, el Comité desempeñó una importante labor de ayuda a las familias mineras tras el fracaso de la revolución de Asturias en octubre de 1934. Al ser declarado ilegal cambió el nombre a Organización Pro Infancia Obrera, y en 1936 adoptó el nombre de Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA). Dicha asociación desarrolló una labor muy intensa durante la guerra, tanto en el frente como en las tareas de auxilio a la infancia.

Una larga lucha hacia la abolición de la prostitución:

“La prostitución es para la mujer el más horrible de todos los males”, afirmó Concepción Arenal en La Mujer del Porvenir. En 1918, Margarita Nelken publicó, La condición social de la mujer en España, de la que reproduzco un fragmento: “España es quizás, hoy día, el único país en donde no se hace nada por impedir que las prostitutas lleguen a su triste condición y en donde al mismo tiempo se quiera corregir la prostitución con castigos, que no otra cosa es la reclusión forzada en un convento”. En su discurso dejaba claro que era un problema de Estado. “Dios sabe todavía hasta cuando la prostitución española seguirá siendo una vergüenza, no para las prostitutas, sino para todo el país socialmente culpable y responsable”.

La Segunda República Abolió la prostitución: Queda suprimida la reglamentación de la prostitución, el ejercicio de la cual no se reconoce en España a partir de este Decreto como medio lícito de vida”. Este fue el artículo del decreto del 23 de junio de 1935. La República Española fue la que se declaró, por decreto, abolicionista.

La necesidad de la Tercera República:

Actualmente, la banalización del mal y el relativismo han facilitado el fortalecimiento de políticas reaccionarias. Es por ello necesario que mujeres y hombres, atravesados por los ideales de justicia y dignidad caminemos por la senda que transitó la Segunda República. De ella debemos recuperar la promoción y desarrollo que tuvo la Escuela Pública y Laica. La Segunda República quiso poner coto a una Iglesia muy crecida por las monarquías y por la Dictadura de Miguel Primo de Rivera, donde la cruz y la corona habían paseado sus privilegios sin pudor alguno. De ahí la frase de Azaña: “España ha dejado de ser Católica”.

La ética de la Segunda República debe volver a España, a la Mater Dolorosa, como la denomina el historiador Álvarez Junco.

El Franquismo duro casi cuarenta años. El dictador murió, pero el maridaje de la Iglesia Católica con la corona y la oligarquía del régimen franquista, aún penden sobre nuestras cabezas como Espada de Damocles.

Los Acuerdos con la Santa Sede, de 1979, que los sucesivos gobiernos han mantenido con el Imperio Vaticano, permiten que la religión esté todavía en la Escuela Pública. Es por ello necesario contemplar la Tercera República con el referente social, político y ético de la Segunda, donde se plasme una República Federal Laica y Feminista:

- Federal frente la derechas recalcitrantes y los nacionalismos excluyente.

- Laica, donde la separación Iglesia y Estado sea una realidad, derogando el Concordato con la Santa Sede; un Estado que no reconoce los Derechos humanos.

- Feminista, donde la igualdad entre hombres y mujeres no solo sea una retórica, sino una realidad plasmada en las leyes y en la práctica cotidiana.


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