La capacidad destructiva que tenía entonces el fascismo es una amenaza cierta y palpable hoy

El escritor y periodista publica 'Mexique', en el que recuerda la figura de Sofía Blasco y homenajea a exiliados y periodistas de la II República

Fernando Olmeda: «La capacidad destructiva que tenía entonces el fascismo es una amenaza cierta y palpable hoy» / Samuel Regueira:

Tras la Guerra Civil, más de veinte mil republicanos abandonaron tierras españolas en un exilio forzoso con ánimo de encontrar un futuro y una vida mejor en un país ajeno. El Winnipeg de Chile o el Sinaia y el Ipanema de México fueron algunos de los barcos en los que viajaron los fieles al régimen democrático destituido por un golpe de estado franquista.

En un tercer navío mexicano, el Mexique, viajaba ‘Libertad Castilla’, llamada Sofía Blasco, una periodista comprometida con la causa republicana que, pese a su origen de alta cuna, sufrió el mismo destino que muchos de sus compatriotas más humildes, debido a su adhesión a la II República Española.

El escritor y periodista Fernando Olmeda (‘Contraseñas íntimas’) profundiza en la vida de esta mujer olvidada por la historia en su novela Mexique (Fundación Pablo Iglesias, 2020), donde conforma un relato autobiográfico narrado en primera persona en el que se cimientan los ideales políticos y morales de Blasco a través del ejercicio de la profesión y la creación artística de obras de teatro. Dicha historia se alterna, además, con la crónica misma de la propia periodista surcando las aguas desde el Mexique, donde da voz a las vidas e historias de los diferentes exiliados a bordo de esta travesía de quince días, de la que se ocupa un libro que concluye el 1 de abril, día en el que la protagonista cumpliría 58 años.

¿Cómo se integra ‘Mexique’ en su trayectoria literaria previa?

Hay una inquietud común en el espíritu de muchos historiadores y gente que escribe sobre nuestro pasado desde el ámbito académico o periodístico en torno a la idea de recuperar la historia no contada. Este sentido memorialista ya se podía encontrar en El látigo y la pluma hace casi veinte años, o en Gerda Taro, fotógrafa de guerra. La novedad que introduce Mexique es desde un punto de vista cualitativo en cuanto a su estilo, ya que utiliza tres vértices narrativos: la ficción, la crónica periodística y la narración autobiográfica.

Existe toda una corriente literaria que arranca con un prólogo en el que un personaje ficticio se topa con un manuscrito o unas memorias de un personaje real antes de empezar con la trama propiamente dicha. ¿Por qué ese paréntesis, esa necesidad de distanciarse?

Una narración como esta se cuenta en tercera o en primera persona, y para mí no tenía especial interés transmitir que todo esto formara parte de la inventiva del escritor Fernando Olmeda. Esa clase de prólogos son una herramienta estilística y narrativa fácil para que el lector entre en un mundo con el envoltorio de la ficción, aunque tenga la apoyatura en personas y hechos reales, narrado en primera persona. Para mí era fundamental hacer el ejercicio de ponerme en la piel de Sofía Blasco, intentar reproducir su visión de la vida y su estilo literario, y que fuera ella quien contase su biografía y su espíritu.

¿Qué fue lo más complejo de este proceso?

El libro se escribió a lo largo de un año, durante la pandemia. La verificación periodística de cada personaje, con su vida y su familia, fue complicada; ya que me obligué a duplicar esfuerzos para no quedarme únicamente con un único ángulo, con una sola mirada. Otro desafío importante que se me planteó pasaba por encontrar el equilibrio narrativo entre la crónica de Sofía Blasco durante los días a bordo del barco con la narración de su propia vida; engarzar ambos relatos para que tuvieran fluidez y sentido, sin saltos abruptos.

¿Cómo dialoga la experiencia de los exiliados del Mexique con la actualidad?

Hay un espíritu homologable en este impulso vital que se dio a los republicanos españoles huidos que, pese a sus diferencias entre ellos, compartían la nostalgia de la patria perdida, una esperanza de vida mejor y una unidad en la lucha antifascista. Existe una cuestión interesante para mí en estas experiencias de quienes huyen de la muerte, de la miseria, de un juicio sumarísimo o de todo cuanto supuso la victoria franquista, y que busca conectar la vida con la realidad actual: hoy seguimos viendo migrantes por razones económicas, políticas y laborales, y también gente que busca asilo o refugio lejos de su patria, del lugar donde nació. Hay otra cuestión: la capacidad destructiva que tenía entonces el fascismo es una amenaza cierta y palpable hoy, indiscutible en este momento: ya produce sus efectos en países europeos, ha tenido su versión en Estados Unidos y en España está a la espera, haciendo su juego y desarrollando sus políticas y su forma de manipular la realidad.

Hablemos de esa narración autobiográfica. ¿Quién es, o quién fue, Sofía Blasco?

Es una voz desconocida que merece ser rescatada, y vive una metamorfosis reseñable: es hija de una burguesía acomodada de ideología monárquica conservadora, pero que cuando llega 1931 se incorpora al aire fresco que trae la República. Es polifacética, ha sido actriz y autora de obras de teatro, escribe al calor de los movimientos de igualdad, es periodista, miliciana y propagandista, da conferencias por Europa y termina viviendo, como tantas otras personas, el exilio mexicano.

Estos capítulos descansan mucho sobre la conformación de ideales políticos y morales muy concretos que van en sintonía con la creación a través de la palabra escrita, de ejercer el periodismo o de estrenar obras culturales y artísticas en el teatro…

Ella fue una mujer que supo irse acomodando a los nuevos tiempos, no creo que tuviera un compromiso político excesivo ni fue militante afiliada, pero demuestra simpatía por los valores de la República; los admira, los comparte y los fomenta. Para mí tiene mucha importancia que no sea una anarquista y una militante desde la cuna, sino que experimenta une evolución desde que se codea con la aristocracia española en su juventud hasta que se define como “republicana, antifascista y católica”.

Hay un peso significativo en la novela en el diálogo entre dos religiosos a bordo del Mexique: Manuel Cardona Íñigo, alias fray Salvador de Híjar, y Luis López-Doriga, diputado en las Cortes. Vienen a arrojar luz sobre sacerdotes exiliados y plantan cara al relato de la derecha que ha monopolizado bajo las consignas ‘iglesias quemadas, monjas violadas, curas asesinados…’

Tienen mucho que ver con el desencanto que anunciaron varios religiosos sobre cómo podía la Iglesia, en nombre de Dios, adherirse a una cause bélica y permitir la muerte de personas. Esa posición impactó a muchos sacerdotes. En el caso de López-Doriga, que por su implicación en el Congreso de los Diputados terminará suspendido a divinis y excomulgado, mientras que Cardona asiste al horror explosivo en el convento donde está, ve la complicidad de su superior con los asesinatos de la guerra y comprende que él no puede formar parte de esta historia.

Mexique también destila cariño a la profesión periodística…

He querido rendir homenaje también a mi profesión. A bordo del barco había trece periodistas declarados, sin contar otras personas del mundo de la edición de medio como linotipistas y cajistas. Muchos de ellos defendieron la legalidad republicana desde sus medios, jugándose la vida y, a menudo, perdiéndola, como Javier Bueno.


Fuente → lamarea.com

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