125 Concentración Verdad, Justicia y Reparación
Nuestros marzos siempre son de homenaje y en memoria de las mujeres antifascistas, republicanas, revolucionarias, feministas y libres. Mujeres llenas de ideas que eclosionaron en redes de emancipación y de reivindicación de derechos y sueños de derechos, que como colectivo históricamente oprimido tenían por el hecho de ser mujeres.
Recordemos que el periodo republicano situó en el mapa a la mujer como sujeto político con capacidad de decisión con la conquista del derecho de voto y la posibilidad de ser cargo electo. La República le dio la oportunidad de ser autosuficiente, trabajando también en nuevos ámbitos sin necesidad del permiso de ningún hombre y sin que este pudiera quitarle su sueldo. Puso la igualdad entre hombres y mujeres sobre el papel, recogiendo este concepto en la constitución republicana. La ley del divorcio aprobada por la República, abrió una ventana de libertad que aunque no la liberaba de la carga social, le ofrecía amparo legal. El Decreto sobre el aborto de la Generalitat de Catalunya dio a la mujer el poder de decidir sobre su propio cuerpo y de elegir su maternidad. Un periodo en el que la mujer dejó de estar controlada por la Iglesia, que perdió sus privilegios en educación y sanidad, amparadas por un estado laico.
Recordemos también que los golpistas pisotearon todo lo que las mujeres habían conquistado durante la República y que fueron doblemente represaliadas, ya que ellas quedaron en una prisión dentro de la gran prisión del nacionalcatolicismo. Las mujeres perdieron sus derechos y les fueron impuestos unos deberes castradores, perdieron la libertad por la que habían luchado en el frente y en la retaguardia de una guerra que las había hecho protagonistas, como ejes vertebradores de una sociedad en lucha contra el fascismo. Mujeres condenadas a ser víctimas y mártires en una posguerra de la que fueron pilares para sostener a aquellas vencidas que quedaron cautivas del odio y la represión de los asesinos franquistas. Trabajadoras, sacrificadas, humilladas, condenadas a sobrevivir en el ámbito doméstico o fuera de este haciendo trabajos considerados propios de mujeres, siempre expuestas al poder del hombre. Mujeres que tenían que parir criaturas marcadas con el estigma rojo, que tenían que renunciar a su sexualidad porque el placer era solo para los hombres y dentro del matrimonio. Mujeres sometidas ante la ley y ante el padre, el hermano o el cónyuge. Mujeres excluidas de la educación, encargadas de las curas en su entorno y el cuidado de enfermos y personas mayores. Mujeres diana de abusos de todo tipo, dentro y fuera de casa, como si fueran objetos que cualquiera pudiese romper, sin derecho a poseer nada ni a decidir nada, invisibles en el escaparate social siempre las más guapas, las más limpias, las más sumisas. Castigadas por el mero hecho de ser mujeres y portadoras del pecado original, debiendo someterse dentro y fuera del confesonario, teniendo que sonreir ante el puño del marido maltratador. Aguantar siempre y nunca resistirse. Mujeres en prisiones y hospitales, denigradas por monjas que les robaban a sus hijas para educarlas en el miedo a dios y el odio a sus madres antifascistas o para hacer negocio con la desesperación de las mujeres que sufrían la más dolorosa de las pérdidas.
Y esas mujeres atrapadas entre la miseria, las lágrimas y el sable del dictador, dieron a luz la esperanza de hijas rebeldes con hambre de libertad, que lucharon contra el franquismo en las fábricas, en las calles, en las universidades, en la clandestinidad, para derrocar al fascismo que las oprimía. Mujeres que querían hacer pública su valía y que dinamitaban el papel que el régimen y sus instrumentos de control como la Sección Femenina, dirigida por la inefable Pilar Primo de Rivera, hija de dictador y hermana del padre del fascismo español, utilizaban para someterlas minando su autoestima y que, en caso de liberarse, supondrían todo un peligro para la estructura machista en la que se sustentaba el franquismo. Después de la muerte del dictador en su cama, de falsas reconciliaciones a la fuerza, de una constitución monárquica que llevaba de serie un franquismo que iba de la ley a la ley del embudo. Después de una transición que nos condujo a una monarquía y unos gobiernos corruptos a todos los niveles, del terrorismo de estado a las leyes mordaza, de una libertad superficial a un hedor a incienso y a armario falangista, de una oligarquía a los hijos de la oligarquía que con una mano maneja el poder y con la otra nos quita nuestro dinero. Después de todo esto, nos encontramos ante el resurgir de un fascismo marca españa, desacomplejado y dañino, que en nombre de la libertad de unos cuantos para pisotear todas las conquistas sociales quiere ponernos las viejas cadenas que nos han oprimido secularmente. Un fascismo de piel de toro que tiene en el feminismo un enemigo a batir. Su dictocracia, llena de testosterona, no es posible sin el sometimiento de la mujer, ya que nuestra lucha es punta de lanza de la lucha contra la opresión al pueblo y a los pueblos.
Y aquí estamos las mujeres, luchando aún hoy por nuestros derechos. A primera vista podría parecer que queda poco por reivindicar, pero en realidad somos las herederas de las mujeres de la república y caminamos con paso firme hacia la plena igualdad de derechos y libertades. Aún queda mucho por conquistar. Aún continuamos cautivas de la telaraña que el franquismo tejió con tanta efectividad y que estos meses de pandemia y crisis han hecho bien evidente. Las tareas que el régimen adjudicó a las mujeres para hacerlas ejemplares, las seguimos desarrollando sin recibir nada a cambio. Aún hoy, existen diferencias ante la ley, en casa y en la calle. Aún tenemos miedo de ser agredidas de mil formas, vulnerables y desprotegidas. Seguimos oyendo todos los días un lenguaje sexista e insultante y todos los meses recibimos un salario inferior al de nuestros compañeros. Continuamos sometidas a la presión continua de ser las más guapas y además las más listas, las más capacitadas, las más solventes y las más cualificadas si queremos competir en el mercado capitalista y machista. Aún hay oficios considerados de hombres y oficios considerados de mujeres y justamente estos están relacionados con los cuidados y las tareas domésticas y tristemente, y pese a su importancia social, acaban siendo los más menospreciados y los peor remunerados. No tenemos las mismas oportunidades ni la misma libertad y el billete más caro para el viaje de la vida es siempre el de las mujeres.
Por ello, cada marzo queremos dar las gracias a tantas mujeres antifascistas anónimas que lucharon por todas nosotras, mujeres muchas veces pioneras, que en unas condiciones terribles y en un entorno hostil y violento se enfrentaron al machismo universal y asfixiante. Y qué mejor homenaje que coger su testigo y hacernos dignas de su firmeza y su valor, de su sacrificio y su sufrimiento, de sus vidas y sus muertes. Cuidemos las semillas que plantaron y se convertirán en un jardín de violetas, alfombra por la que caminarán nuestras hijas con el puño alzado para no ser nunca más las parias de la tierra.
Fuente → loquesomos.org
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