
España se enfrenta al recuerdo de las Brigadas Internacionales en un cementerio de Madrid / Alberto García Palomo:
Una
placa en el camposanto de Fuencarral, donde se homenajeaba a más de 400
voluntarios extranjeros que murieron en la Guerra Civil, provoca una
discordia nacional sobre la memoria histórica. La Asociación de Amigos
reivindica con un homenaje su papel en la contienda.
Vinieron
de diferentes países con una misión clara: luchar contra el fascismo.
Para muchos, después de la victoria del III Reich en Alemania, la
consecuente persecución de judíos o el ruido de tambores que marcaba un
conflicto a gran escala, la Guerra Civil española era un prólogo. El
primer episodio de lo que luego se alargaría hasta 1945 y dejaría un
mundo dividido en bloques. En las trincheras de Aragón, Cataluña o
Madrid se internaron unos 35.000 extranjeros que, voluntariamente, se alistaron en las filas republicanas para hacer frente al ejército sublevado.
Un quinto de los participantes foráneos cayeron en el combate. Perdieron la vida antes de que sus camaradas
sucumbieran al Golpe de Estado de 1936 y tuvieran un desenlace
parecido: la muerte, el exilio o la represión durante 40 años. En todo
ese tiempo no hubo ningún agradecimiento ni recuerdo oficial. Después,
ya en democracia, se hizo de forma tímida. Mientras en el resto de países europeos levantaban altares para quienes ayudaron a terminar con el nazismo
fueran de donde fueran, en España se conmemoró su actuación con algunas
placas o señales repartidas en distintos puntos de la península.
En Madrid, por ejemplo, se les dedica un jardín o algunos monumentos que en los últimos meses han sido pintados con esvásticas o insultos. La polémica más reciente es la del cementerio de Fuencarral, al noroeste de la capital. En este camposanto situado entre el monte de El Pardo y el distrito con el mismo nombre se renovó hace 32 años, un 20 de marzo de 1989, una placa en honor a los brigadistas. Cuatro días antes de esta efeméride, sin embargo, Vox registró una proposición en la Junta Municipal en la que pedía retirar tanto "el monumento escultórico dedicado a la Memoria de los Voluntarios Soviéticos" como "todas las placas en memoria de Brigadistas Internacionales de diferentes nacionalidades".
La retiró in extremis, poco después de presentarla, al comprobar que no tendría respaldo. Aun así, abrió de nuevo la herida del pasado. Volvió a poner en el candelero el asunto de la memoria histórica, aludiendo a un apartado de la ley y al acuerdo para retirar las calles de Indalecio Prieto y Largo Caballero.
Y sembrando dudas sobre el futuro de estos homenajes a los voluntarios
que se alistaron para defender la causa de la II República. "Dicen que
ofenden a las víctimas, pero lo que ofende es que no haya restos de los
asesinados en un bando", protesta Almudena Cros, presidenta de la
Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales (AABI), después de
convocar un acto el 24 de abril en este espacio para mostrar su apoyo.
"Intentar
quitar la placa es gordísimo, es volverles a escupir en la tumba. Esta
gente vino para luchar contra el fascismo de todos los lugares del
mundo", esgrime en conversación con Sputnik. Cros, además, alega que la
placa y el monumento a soldados soviéticos no son ni siquiera un culto porque los cuerpos de los fallecidos no reposan debajo.
"Fue una profanación de tumbas", se queja, refiriéndose al inicio de
todo este memorial. Según la historiadora, en 1936, cuando comenzó la
Guerra Civil y llegaron los brigadistas, se produjeron muchas bajas en
las batallas de la Comunidad de Madrid.
Hasta
este rincón de la capital se trasladaron los cuerpos de 424
extranjeros. Y se les indicó con una placa en francés. Pero, al entrar
en Madrid, se eliminaron todas las menciones. "En 1941 se sacan los
restos por la fuerza y se llevan al monte, a fosas comunes", explica
Cros, que conserva un listado con los soldados enterrados allí. Procedían de Bulgaria, Polonia, Alemania, Dinamarca o Estados Unidos, sin contar con los ingleses, italianos, franceses o soviéticos que empezaron a secundar la resistencia desde el principio.
"Todo esto lo sabemos por tradición oral. Sabemos que los cuerpos estuvieron en el cementerio, porque hay fotos, y creemos que están enterrados en un radio de no más de dos kilómetros, sobre El Pardo", incide la directora, enseñando un documento donde se puede ver que muchos están mecanografiados como "desconocido" y otros como "español".
"De los 35.000 que vinieron, muchos tenían nacionalidad española. Y no
solo hay que destacar lo que hicieron por el país, sino lo que tuvieron
que pasar después. Algunos fueron represaliados a la vuelta o tuvieron
que seguir luchando en la Segunda Guerra Mundial", cuenta.
Cros lamenta que esta parte de la historia no se haya difundido demasiado.
"Los únicos honores que tienen los brigadistas vienen por parte
internacional, de las embajadas", expone, exhibiendo un vídeo de cómo se
recibió en Reino Unido a estos voluntarios. "Además, los homenajes son
reiteradamente atacados", añade. "En este cementerio, pequeño y
apartado, ya se pintaron símbolos nazis contra el monumento
a los soldados soviéticos y ahora los de Vox quieren quitarles las
placas", exclama, mientras indica la permisividad que hay si se trata
del otro bando: "Siguen teniendo una placa a los caídos del Cuartel de
la Montaña en pleno Templo de Debod, un homenaje a los que lucharon por
un golpe de estado fascista".
Giles Tremlett, periodista inglés residente en España y autor del libro The International Brigades: Fascism, Freedom & Spanish Civil War (Las
brigadas internacionales: fascismo, libertad y Guerra Civil española),
coincide con Cros y arguye que "parece conflictivo" hablar de estos
combatientes. "En realidad, fue un grupo de voluntarios que querían luchar por la República.
En el estallido los envía el Komintern, pero luego se ponen a
disposición de la República, siguen sus órdenes", detalla a Sputnik. El
perfil variaba. "Había de todo. Muchos eran jóvenes y luego tuvieron
problemas a la hora de volver a sus países", comenta.
Se les catalogó, indica Tremlett, de "antifascistas prematuros". "Buena
parte participó después en la Segunda Guerra Mundial. Primero llegaron franceses, polacos, italianos o alemanes. Luego los americanos o británicos.
Y tuvieron mucha importancia los del este", aclara, justificando que en
un contingente tan amplio había todo tipo de personalidades.
"Y en España es curioso: según con quien hables, o eran unos estalinistas peligrosos o unos libertadores", ríe el escritor, que prefiere mantener los vestigios del pasado: "Quiero que se expliquen, no que se quiten", sentencia, aludiendo al cementerio de Fuencarral y otros panteones.
Este es especialmente interesante por su trayectoria. A lo que ocurrió
durante la guerra y la dictadura, se le suma una serie de lances
posteriores. En 1989 se inauguró el citado monumento a los voluntarios
soviéticos. Fue diseñado por el escultor V. Rukavishnikov y el
arquitecto M. Voskresenski y "representa a los soldados rusos que atraviesan el arco de triunfo roto y literalmente se hunden en el mapa de España.
La figura femenina que aparece detrás de ellos es la de la Madre Rusia,
que despide a sus hijos", tal y como describen en la entrada del blog
La Esquina Roja, que envían desde la AABI. En Moscú hay uno similar "en
memoria de los Españoles que combatieron por la libertad en Europa entre
1941 y 1945".
Aparte, está la placa a las Brigadas Internacionales y los mensajes
adyacentes en distintos idiomas. Se contrapone con una efigie del yugo y
las flechas falangistas, en el mismo recinto. Un espacio que el
Ayuntamiento planteó reformar en 2017. Este proyecto preocupó al
georradarista Luis Avial Bell, explorador de fosas de la Guerra Civil.
Sospechaba que cerca del cementerio podrían permanecer aún los huesos de los brigadistas,
así como de un grupo de falangistas que habrían sido fusilados por
milicianos republicanos al inicio del conflicto. "Habría que
certificarlo", declaraba en un artículo de eldiario.es. Luis Avial Bell
veía este lugar como "un microcosmos de la Guerra Civil".
"En la entrada hay enterramientos de derechistas asesinados y lo más
interesante está al final del muro. Ahí había una zona específica para
las tumbas de los brigadistas que obviamente fueron destrozadas cuando
llegaron los nacionales. Los sacaron y tengo la teoría de que los
echaron cerca del cementerio", argumentaba, apoyándose en que los
franquistas "los metieron en camiones y los tiraron rambla abajo".
"Considero que es de justicia recuperarlos. Yo no soy de izquierdas pero
he trabajado en más de 100 fosas de la guerra. Esta gente vino a
defender la República, vinieron a morir por España", advertía, igual que
Almudena Cros: "No solo lanzaron los cuerpos por el monte sino que
ahora quieren quitarles la placa. Hay un fascismo sociológico que no se cuestiona, pero existe".
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