Eibar, la primera de la II República, o de cómo nació la Niña Bonita

“Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros la Primavera traía a nuestra República de la mano”, Antonio Machado

Eibar, la primera de la II República, o de cómo nació la Niña Bonita / Josu Chueca:

Era la segunda floración republicana en el Estado Español en 60 años. La primera, en 1873, había durado un año escaso, finiquitada por el golpe de Pavía, con un tejerazo exitoso en pleno congreso de los diputados en febrero de 1874. La II, cantada por Machado, el poeta, escritor y profesor andaluz, empezó, en fecha de 14 de abril de1931, su recorrido de 5 años, para ser estrangulada también manu militari con el golpe y guerra desencadenados en el verano de 1936 por los Mola, Sanjurjo, Queipo de Llano y Franco…

Las dos etapas republicanas nacieron en un ambiente de reivindicación, fiesta y respeto a todos los derechos, en primer lugar, frente a la monarquía Borbónica y a todos y cada uno de los elementos antirrepublicanos. De hecho, tanto en el fin de la primera experiencia republicana, mediante la denominada restauración de Alfonso XII, como en plena dictadura franquista, en julio de 1969, se procedió a asegurar la enésima Restauración borbónica en la persona del actual rey emérito, el ahora huído Juan Carlos de Borbón.

Pero las singladuras republicanas y, en concreto la de 1931-1939, distaron de ser ciclos de la naturaleza poetizada por Machado y tantos otros que, con coplas, versos y canciones, acompañaron al impulso democratizador que expulsó por segunda vez a la monarquía del Estado español y dinamizó durante, casi un quinquenio, las distintas alternativas a las grandes problemáticas como: la cuestión agraria, la puesta en marcha de un sistema democrático, mediante el sufragio verdaderamente universal, mujeres incluidas, respuesta democrática a las cuestiones nacionalitarias, reforma radical del Ejército, las relaciones e independencia del Estado respecto a la Iglesia católica…

Abordar este amplio programa de reformas, el propio replanteamiento de la forma de gobierno (monarquía o república) y el que todos los sectores populares entendieran que haciendo honor al nombre de Res publica, el nuevo régimen era algo donde el demos (pueblo) tenía la cracia (poder), no vinieron como la floración esperada de un ciclo natural. Bien al contrario, tuvieron sus actores, estrategias y elementos y lugares nucleares que la materializaron de forma democrática y modélica en los albores de abril de 1931.

Uno de ellos fue la villa vasca de Eibar. Población que si al comenzar el siglo no llegaba a los 7000 habitantes, había visto duplicar su población en los años 20, alcanzando en vísperas de la República los casi 13000. Este crecimiento venía derivado de su pujante dinámica industrial, a través de las fabricas armeras primero y de su reconversión en una prolija serie de industrias vinculadas a la metalurgia mayoritariamente, con interesantes procesos cooperativos (ALFA), dinamizados por los sectores más lúcidos de su movimiento obrero.

En éste, era la corriente socialista la que, casi de forma hegemónica, estructuraba, desde que se fundó, en la villa armera, la primera agrupación del PSOE en 1897, a la mayor parte de los obreros organizados, bien vía partido, Centro Obrero o sociedades obreras vinculadas o tuteladas por la UGT y, a partir de 1916, mediante una potente y central Casa del Pueblo, lindante a la casa consistorial.

Ya en 1901, los socialistas eibarreses contaron con un órgano de prensa propio, Adelante, y desde 1903 tuvieron representación municipal en el ayuntamiento (Esteban Barrutia) siendo ésta significativa desde los años 20, con un grupo de ediles que no bajó de los 10, para convertirse en hegemónico en 1931. Digno de tener en cuenta también es que la pugna municipal en estos años en Eibar no se dio como en otras poblaciones del entorno frente a carlistas, derechas conservadoras o nacionalistas, sino precisamente contra sectores republicanos, salvo precisamente, en los comicios de abril de 1931 donde fueron en coalición unos y otros.

Por todo ello, dentro del socialismo vasco, los eibarreses tuvieron un papel referencial permanente, más allá de la matriz originaria de esa corriente vinculada a Bilbao y su margen izquierda. A su rápida y continuada implantación le acompañó su prestigio como gestor municipal e industrial tras la crisis posterior a la I Guerra Mundial. En 1921, la agrupación socialista eibarresa, era la segunda tras la bilbaína con 100 militantes, por encima incluso de la de la capital donostiarra. Teniendo en cuenta la variable y proporcionalidad demográfica, sería en realidad la primera agrupación socialista del País Vasco.

Aunque ellos mismos (Toribio Echevarria, “Viaje por el País de los Recuerdos”) prefirieron definirse como socialistas moderados, “constructivos” y gradualistas, nunca fallaron a las grandes movilizaciones de 1917, diciembre de 1930 y sobre todo de octubre de 1934. Y en el año bisagra de 1930 entre la dictadura y la República, dentro del PSOE, se alinearon claramente con la posición activamente prorrepublicana.

Como es sabido, pero no convenientemente recordado, la incorporación de los socialistas a la dinámica para derrocar a la Monarquía fue tardía y no se verificó hasta los últimos meses de 1930. Ausentes como partido del Pacto de San Sebastián realizado entre organizaciones republicanas estatales y partidos catalanes (17 de agosto de 1930) solo la presencia, a título personal, de Indalecio Prieto les puso al corriente de la voluntad de cambiar el régimen mediante una acción de masas apoyada por una intervención militar en el otoño o invierno de aquel año. El definitivo apoyo e inserción del PSOE a esta dinámica no se dio hasta finales de octubre de 1930, cuando Largo Caballero, Fernando de los Ríos, Prieto… dejaron en minoría a los Besteiro, Saborit… en la dirección socialista en esta polémica.

El alineamiento de los socialistas eibarreses con la postura prorrepublicana de Indalecio Prieto, a través del dirigente Juan de los Toyos, fue total y secundaron al más radical Prieto que desde principios de 1930 había sido dentro de la dirección del partido socialista, junto a Fernando de los Rios, el más favorable a establecer alianza con los republicanos para el derrocamiento de la Monarquía, incluso recurriendo al levantamiento armado y popular. El fallido intento de diciembre (Insurrección de Jaca y Huelga general) no les hizo abandonar su alternativa de confrontación con el viejo régimen y esta se configuró en las distintas candidaturas que se materializaron a lo largo y ancho de todo el Estado, sobre todo en las capitales y poblaciones de mayor importancia. En Gipuzkoa, la Conjunción Republicano-Socialista triunfó en San Sebastian, Irun, Arrasate y en Eibar.

En ésta última, de un total de 19 concejales 18 pertenecían a la Conjunción y de ellos 10, incluido el nuevo alcalde, Alejandro Tellería, al Partido Socialista. El único edil restante era del PNV, y las fuerzas monárquicas ni llegaron a presentarse. Es evidente que el plebiscito acerca de Monarquía o República en Eibar estaba manifiestamente dilucidado antes del 12 de abril.

Los resultados que a nivel del Estado se fueron conociendo a partir de la tarde y noche de aquel día abundaron en el triunfo de las candidaturas republicano-socialistas, significativamente en la mayor parte de las capitales, y entre ellas, en Madrid, Barcelona, Bilbao…

En la Casa del Pueblo eibarresa esa misma noche empezó la fiesta. Según Toribio Echevarría, los acordes de la Marsellesa se confundían con los de la Internacional y “el bullicio era mayor que en una noche de San Juan” (las fiestas de Eibar). Al día siguiente, lunes 13, la costumbre de relajar los horarios y faenas del trabajo, desde siempre habitual en Eibar, tuvo el plus de la resaca e incertidumbre de los resultados de la víspera y de las “consecuencias inmediatas de la victoria republicana en las esferas del Gobierno, pero todo el mundo presentía y tenía la corazonada de que no tardarían en concretarse en acontecimientos políticos de importancia.” Estos acontecimientos se precipitaron en las primeras horas del 14 de abril.

La secuencia de esa jornada en Eibar fue la convocatoria, por parte de Juan de los Toyos, a las 5 de la madrugada en la Casa del Pueblo a todos los concejales. De allí pasaron a la colindante casa consistorial donde, reunido el plenario de los electos, se constituyeron como ayuntamiento y decidieron proclamar la República e izar la bandera tricolor en la balconada del ayuntamiento de la entonces aún llamada plaza Alfonso XIII. Eran las 6,30 de la mañana y, aunque no haya testimonio gráfico del momento, una pequeña multitud fue testigo de esta proclamación en la alborada. A continuación enviaron a dos delegados a Donostia para que acudieran a la Diputación para proceder a su renovación y para coordinarse con otros concejales de la provincia. Tras la proclamación, ese martes prolongaron la fiesta habitual del astelena (lunes) eibarrés y a media mañana una kalejira-manifestación recorrió las calles de Eibar acercándose hasta la vecina Ermua, villa vecina, que estaba en la normalidad de la mayor parte del Estado. Pues, durante toda la mañana no hubo, al contrario de lo que esperaban, análogas proclamaciones.

Solo a primeras horas de la tarde la noticia de que en la barcelonesa plaza de Sant Jaume desde el ayuntamiento y desde el palacio se había proclamado la República, con el órdago añadido de Francesc Maciá proclamando “la Republica Catalana com Estat integrant de la Federació Iberica” y, luego, la izada de la tricolor en el Palacio de Correos en la Cibeles madrileña, empezó a tranquilizar a los pioneros eibartarras. Esa misma tarde, al alimón de la ocupación de la Puerta del Sol y de la proclamación republicana en la capital del Estado, una concentración masiva de nuevo en la villa eibarresa procedía a quitar el nombre a la plaza de Alfonso XIII, quien poco después vía Cartagena salía al exilio. Como el testigo privilegiado de todo esto el citado Toribio Echeverría refirió: “Aquella gota de agua de Eibar contribuyó a precipitar las cosas en Madrid, como cuando el leve temblor de unas pisadas desata el alud en la montaña”. O si se prefiere, sacando del anonimato y postergación de “otras muchas ciudades” a Eibar, se pueden suscribir las palabras de Santos Juliá en su clásica interpretación del cambio de abril de 1931, cuando afirmaba:

“Si el pueblo de Madrid y naturalmente de otras muchas ciudades no hubiera interpretado, sentido y festejado el triunfo electoral de las Candidaturas Republicano Socialistas en las urnas como una victoria política sobre la monarquía, muy posiblemente la Monarquía ante la expectación de los vencedores habría podido encontrar alguna salida al indudable rechazo de que fue objeto en la convocatoria electoral”.

A casi un siglo de los hechos objeto de este recuerdo y análisis, la clarividencia de Toribio Echeverria o de Santos Juliá para analizar los factores y el contexto que contribuyeron a la materialización de la II República, queda oscurecida y anulada por la pusilanimidad de la clase política, a la hora de analizar y obrar en consecuencia contra la esencia radicalmente antidemocrática de toda monarquía y en concreto de la reinante en el Estado español por obra y gracia del dictador y de la cobardía, tanto en la Transición posfranquista como en el periodo presente, para cuestionarla desde parámetros democráticos. Hoy al contrario que ayer, el creciente desprestigio de la monarquía no se encuentra con esas dinámicas que lleven a la fiesta republicana de 1931. Y sin embargo, qué bonito debe ser bailar y cantar la Marsellesa, el Gernikako Arbola, la Internacional, Els Segadors, el Himno de Riego, en las plazas de Eibar, Madrid, Sant Jaume, mientras los Borbones dejan de ser una familia (i)rreal y la contradicción monarquía-democracia se disuelve abriendo paso a las dinámicas de la República Social de hace casi un siglo.


Fuente → vientosur.info

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