“La actividad bélica tiene también momentos de mansedumbre; no a todas horas está el fusil en erupción. Se suceden jornadas entre pausas de reposo y violencia. Los ratos de tranquilidad los aprovechan los combatientes para capacitarse. Una de estas interrupciones tranquilas, paz en la guerra, las utilizamos para acercarnos a los parapetos […]
—Tarea difícil la de buscar un rincón de sombra a mediodía y en el campo.
—Nunca falta una rama de chopo, indulgente con nuestro afán aprender –nos argumenta un joven combatiente.
—¿Estáis contentos?
—Ahora comprendemos la vida y el sentido de nuestra lucha”.
Así recoge el periodista Juan Fer en su crónica su visita para conocer de primera mano ‘La labor de las Milicias de la Cultura en los frentes de guerra’ (Blanco y Negro, Madrid, 15 de agosto de 1938). Resulta emocionante ver el empeño y el entusiasmo de los soldados republicanos por aprender a leer y a escribir aprovechando el descanso que dejan las ráfagas de ametralladora. No es una excepción, junto a este joven iletrado, 105.000 más conseguirán salir del analfabetismo con la ayuda de una pequeña publicación ilustrada, modesta y manoseada, pero poderosa: la Cartilla escolar antifascista.
Al esfuerzo alfabetizador de la Segunda República —las Misiones Pedagógicas en las zonas rurales, los Institutos Obreros para trabajadores de 15 a 35 años…— se suma, en el mes de octubre de 1937, durante la capitalidad valenciana de la República, el arranque de las llamadas Milicias de la Cultura, impulsadas por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes.
Con el ministro Jesús Hernández a la cabeza —responsable del aparato de propaganda del Partido Comunista de España y director del diario Mundo Obrero— y un equipo formado por Wenceslao Roces —catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Salamanca—, César García Lombardía —Director General de Primera Enseñanza— y Josep Renau —cartelista, muralista y Director General de Bellas Artes—, esta gran campaña estatal de alfabetización fue la responsable de la distribución en el frente de todo tipo de material de lectura: libros, mapas, cuadernos de ejercicios, tela encerada para la confección de pizarras… Materiales que son repartidos entre los soldados para democratizar la educación y hacerla accesible a todos y de entre los que destacará, por su eficacia y su alcance, la Cartilla escolar antifascista.
Editada en un primer momento en abril de 1937 con un tiraje de 25.000 ejemplares y con una segunda edición corregida y ampliada a los seis meses con 100.000 ejemplares más, esta cartilla proponía un método de lectoescritura sencillo y rápido —fácil de comprender y de enseñar a otros— a través de la descomposición silábica de las palabras. “Cada ejercicio comienza con una frase, que luego se analiza y descompone en sus sílabas y letras. Estos elementos se utilizan después para formar nuevas palabras y frases. El instructor puede añadir a los ejemplos que ponemos todos los demás que se le ocurran”, se explica en las instrucciones iniciales.
Con los textos del inspector de primera enseñanza Fernando Sáinz y el periodista Eusebio Cimorra, y los fotomontajes de Mauricio Amster —uno de los grandes renovadores del diseño editorial en la España de la primera mitad del siglo XX— basados en las fotografías de José Val del Omar y José Calandín, el resultado de este trabajo coral es un imponente artefacto gráfico con el que alfabetizar a los soldados y, al mismo tiempo, levantar la moral de las tropas inculcándoles el ideario, las consignas políticas y el espíritu épico de la República en su lucha contra el fascismo. “Hemos procurado que todas las frases consignadas tengan un contenido a tono con la lucha heroica que está sosteniendo el pueblo español contra los traidores a España, aliados a los invasores extranjeros”.
Así, los ejercicios proponen frases cargadas de contenido ideológico como “Re-pú-bli-ca de-mo-crá-ti-ca”, “No se-re-mos nun-ca es-cla-vos” o “La mujer se emancipa luchando y trabajando junto al hombre”, ilustradas con contundentes fotomontajes de estilo propagandístico y repletos de elementos muy reconocibles para los milicianos: referencias a la Unión Soviética, a los sindicatos, al valor de los combatientes, a los campesinos que trabajan la tierra (“una buena cosecha vale una gran batalla”), a personajes como Manuel Azaña, Lenin o a las Brigadas internacionales como símbolo de la solidaridad internacional con el pueblo español. Un de ellos, con especial significado fallero, al presentar a un soldado que levanta el fusil para golpear en la cara a Hitler y Mussolini, cuyas caricaturas fueron tomadas de los ninots de una de las cuatro fallas antifascistas de 1937, recreadas en el estupendo documental Fallas 37. El arte en guerra, de Óscar Martín (2012).
90 años después de la proclamación de la República, la reedición de esta pequeña joya por Libros del Zorro Rojo —gracias al trabajo de la editora independiente Piu Martínez, recuperadora también de La anarquía explicada a los niños— viene completada y ampliada por el magnífico epílogo del artista y comisario Pedro G. Romero, en el que contextualiza históricamente la elaboración de la cartilla y sus responsables al tiempo que esboza diferentes ramificaciones que amplían la información y el debate: desde las contradicciones y las trabas de una República que quiso cambiar en muy poco tiempo todo un país “sin que pareciera una revolución” hasta las críticas a su “paternalismo pedagógico”; del destino de algunos de sus protagonistas una vez acabada la guerra, a la declamación poética silábica o a la doble condición “política y policial” de las prácticas artísticas instruyentes…
Una cuidada edición que supone un nuevo esfuerzo de la editorial catalana-mexicana-argentina por mantener viva la memoria de aquellos hombres y mujeres que pensaron otras maneras de hacer y de vivir, apostando por la cultura como una poderosa herramienta crítica, revolucionaria y emancipadora. Una con la que contribuir a la derrota del fascismo también “con los libros y con la pluma”, y que resuena como una alarma en estos tiempos en los que el discurso del odio renueva sus votos en las calles y en las instituciones.
“Soldados del pueblo:
Ya sabéis leer; ya sabéis escribir. Un nuevo mundo se abre ante vuestros ojos y ante vuestra conciencia.” (Carta de felicitación de Jesús Hernández, “Ministro de Instrucción Pública y camarada vuestro”, a los alumnos de las Milicias de la Cultura).
Ficha técnica:
Título: Cartilla escolar antifascista (Ministerio de Instrucción Pública, 1937)
Texto: Fernando Sáinz y Eusebio Cimorra
Diseño: Mauricio Amster
Fotografía: José Val del Omar y José Calandín
Edita: Libros del Zorro Rojo
ISBN: 978-84-122705-5-6
Encuadernación: Rústica
Formato: 170 x 240 mm
Nº de páginas: 96
PVP: 18,90€
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