Cavarás tu propia fosa

Cavarás tu propia fosa
Francisco González Tejera

Restos humanos exhumados por las familias de los asesinados de la fosa común del pinar de Fuencaliente, isla de La Palma. 26-07-06.

«Hay gente asesinada por toda la geografía insular enterrada en lugares que no imaginamos, no son solo los puntos del horror tan conocidos, hay otros espacios donde asesinaron y desaparecieron las fuerzas de Falange: pinares, pozos, simas, incluso en la misma ciudad de Las Palmas GC en los Arenales entre Ciudad Jardín y las Alcaravaneras».

Pedro Ramírez Suárez

«(…) La tierra de los pinares es blanda, desde que das las primeras paladas con el pico se va abriendo todo ese mundo de raíces, humedad y misterio, por eso no era extraño que a los que sacaban de las casas las Brigadas del Amanecer no llegaran al Castillo Militar de San Francisco, a Capitanía General en Triana o a las comisarías de la calle Luis Antúnez o del Gabinete Literario, más de una vez tomaban la decisión de parar el camión en cualquier carretera de tierra y bajar a los detenidos, luego adentrarse en el bosque, darles el material y que ellos mismos cavaran su propia fosa común. Era terrible saber que aquel trabajo obligado era para enterrar tus propios restos, por eso si ralentizabas tu labor te daban con las culatas de los máuser en la espalda o la cabeza hasta que recuperabas el ritmo, entonces los fascistas volvían a sentarse y a pasarse la botella de ron de caña que bebían a pecho, luego las risas, que si aquel rojo era maricón, que si había que follarse a la mujer o a las hijas después de enterrarlo. Este era el relato diario de los que llegaban de cometer los asesinatos, venían como cubas, tambaleándose para seguir bebiendo en el bar Alemán frente al parque San Telmo, pedían una tapa de caballas fritas o unas papas rebosadas, entre botella y botella, sus risas, sus himnos, el Cara al Sol, los vivas a la Unidad de España, a la Santa Cruzada, nos enterábamos de su hazañas esa noche o madrugada, de cuantos hombres habían matado, de como los arrodillaban ante el agujero del horror y les iban disparando uno tras otro en la nuca…»

Testimonio de Sebastián «Chano» Acosta Medina, trabajador de la hostelería en varios bares de Las Palmas en los años del genocidio.

Entrevista realizada por Francisco González Tejera, el 30 de julio de 1998, en la Casa Amarilla, Paseo de San José, Las Palmas GC.


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