Alerta antifascista, después de cuatro balas
 
Este país ha normalizado durante demasiado tiempo el acoso a los menores migrantes, el señalamiento a las feministas, a los sindicatos y la amenaza física contra el oponente político
 
Alerta antifascista, después de cuatro balas
Víctor Egío
 
El 2 de diciembre de 2018 Podemos llamó a la movilización antifascista tras el ascenso de Vox en las elecciones andaluzas. A un cordón sanitario de todas las fuerzas democráticas. El resultado fue una buena ración de ostias como panes, no precisamente de comunión, sino de las que hacen daño. A izquierda y a derecha. En lugar de un cordón sanitario una soga al cuello.

Horas y horas de tertulia intentaron convencernos de que Vox era una opción democrática más, de las bondades regeneradoras de un gobierno andaluz de PP y Ciudadanos apoyado por Vox, de que Pablo Iglesias solo buscaba excusas, de que la alerta antifascista solo le hacía el juego a la polarización buscada por la ultraderecha.

Si en las páginas de ABC la ultraderechista Isabel San Sebastián nos decía que "Vox no es el problema", sino "en todo caso la consecuencia del problema", Errejón apuntaba desde el otro lado del tablero que Vox era "un síntoma, pero no el mal". Algunas comparaciones y algunas coincidencias son odiosas. "No hay 400.000 andaluces fascistas" y no podemos "regañar" a los votantes. Es la traducción política de ese eslogan comercial que asegura que el cliente siempre tiene la razón.

El auge de la ultraderecha al parecer no tenía nada que ver con la alfombra roja del poder mediático (los medios que nos sacan no se tocan), ni con la supervivencia del franquismo en todos los poderes del Estado, ni con los propios fascistas. "No se puede salir culpando a otros del trabajo que no se ha hecho bien", sentenciaba Errejón. La tesis de fondo es tan mezquina como clara: los dos extremos. Si resurge el fascismo en España es por culpa de los errores de esa izquierda que se empeña en ver fantasmas del pasado y declararse antifascista. Con una izquierda más moderna y transversal, menos antifa, habría menos fascistas. Sin judíos ni comunistas tal vez no habríamos tenido ni nazis. ¡Qué disparates!

Han tenido que pasar dos años y medio para que algunos se den cuenta de lo que está pasando en este país. Alerta antifascista, ahora sí, pero solo después de una carta con cuatro balas y el regocijo impúdico de Monasterio. Después de meses de asedio a las puertas de la casa de Iglesias y hasta con un supuesto periodista imputado por acosar a sus hijos, dos bebés de 17 meses. Después de un ataque con cócteles molotov a la sede de Podemos en Cartagena. La sexta agresión en dos años. Alerta antifascista después de años normalizando los discursos del odio en todas las tertulias y en el Congreso.

Tenemos por delante días duros y una batalla incierta. Quizá la alerta llegue demasiado tarde. No está claro que podamos doblarle el brazo a Ayuso y Monasterio e impedir un gobierno en Madrid con la ultraderecha. Lo que sí está claro es que al fascismo no se le puede derrotar normalizándolo como la némesis de Podemos. Abascal y Monasterio no son la antítesis de Iglesias, sino de la democracia.

Me alegro de despertarme en un país que hoy tiene claro que no se pueden normalizar las amenazas de muerte. Me alegro porque este país ha normalizado durante demasiado tiempo el acoso a los menores migrantes, el señalamiento a las feministas, a los sindicatos y la amenaza física contra el oponente político. Hoy es una carta con 4 balas, pero ayer era un chat donde se amenazaba con fusilar a 26 millones de españoles. Tampoco lo condenaron. Las líneas rojas hace tiempo que las dejaron atrás. La diferencia es que ahora algunos hemos dicho basta, que no todo vale contra Podemos y a otros no les ha quedado más remedio que levantarse del asiento para no salir en la foto con la fascista. Ya era hora.   


Fuente → eldiario.es

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