Partimos en autobús, desde Sevilla hacia las cuatro y diez de la mañana, cincuenta y tres personas, después de revisar las listas de quienes tenían que ir y de ausencias de última hora. Llegamos a la capital a eso de las once de la mañana, tras un extenuante viaje sin apenas dormir.
Nos bajamos en Atocha y allí nos encontramos, justo al lado del Ministerio de Agricultura,a siete furgonetas de la Policía Nacional o «lecheras». Fuimos a despejarnos y tomar un tentempié en un bar, cruzando la calle, llamado «El Brillante». Después de varios cafés (Colacao en mi caso) observamos que aumenta el trasiego de coches de la Policía Nacional por la entrada principal del bar, y por la entrada trasera, que da a una plaza donde se sitúa el Centro de Arte Reina Sofía. Llegan un par de policías con un perro Pastor Alemán, un automóvil de la Policía Local y un par de policías secretas, que se sientan discretamente cerca de nosotros; estos últimos al notar que los reconocimos y empezamos a hablar de ellos, se marchan como han venido.
Al poco, entró en el local una chica, explicándonos que era del 15M y rogándonos que no fuéramos en dirección al Paseo del Prado, ya que había fuerte presencia policial y se realizaban cacheos y detenciones.
Con tan desalentador panorama decidimos ir en dirección contraria y hacer tiempo hasta que fueran las seis de la tarde, hora de la concentración, tanto en la Plaza de Neptuno como el Puerta del Sol.
Pasamos unas horas dando vueltas, donde nos encontramos a una concentración del Sindicato LAB protestando por unos despidos en una empresa.
Desplegamos nuestras banderas de la CNT, lo cual fue recibido por los protestantes por gritos de apoyo y saludos. Charlamos un rato con ellos y les regalamos unas imitaciones de billetes de 500 con las efigies de los Secretarios Generales de UGT y CCOO con el título de «Las bien Pagás».
Después de almorzar y yendo en dirección a la Puerta del Sol, un chico se nos acercó, identificándose como miembro de prensa del 15M, explicándonos que la Carrera de San Jerónimo está cortada, que diéramos un rodeo y que la mayoría de los autobuses que venían del Norte de Madrid para el acto de ese día (Valladolid, Salamanca, País Vasco, etc.) habían sido detenidos, cacheados y retenidos sus ocupantes.
Finalmente llegamos al Paso del Prado sobre las tres de la tarde, donde había una pequeña concentración de protesta y una creciente presencia policial, concretamente de los llamados antidisturbios. Después de haber descansado y charlar con distintas personas que poco a poco iban llegando, nos decidimos por dar una vuelta y repartir los billetes, más arriba mencionados, entre los asistentes y gente que simplemente paseaba.
En el edificio del Ministerio de Sanidad, justo en un lateral estaba una sede y una biblioteca (creo recordar) de CCOO. Nos encaminamos por allí y arrojamos los billetes por el aire. Al principio los que estaban en la puerta de la biblioteca se lo tomaron con humor y nos preguntaban que ponía en ellos, hasta que lo pudieron comprobar. Uno de los ¿sindicalistas? de Comisiones nos gritó que no teníamos «huevos» de protestar contra los empresarios, al mismo tiempo que se agarraba la entrepierna. Se produjo un momento de tensión cuando uno de los compañeros le respondió e hizo amago de encararse, pero no pasó del simple gesto.
Lo verdaderamente grave llegaría después: mientras íbamos por esa calle nos siguió una furgoneta policial, pero al ser un grupo de unas catorce personas no nos incordiaron, aún a pesar de haber lanzado los billetes frente a la sede de ese sindicato amarillo; no ocurrió lo mismo con una pareja de viandantes que estaban en una esquina al final de la calle. La furgoneta paró, les preguntó dónde iban y al contestar el hombre, una persona en torno a la cincuentena, que iban a la derecha (cerca de la Carrera de San Jerónimo), le dijeron que estaba prohibido; extrañado el hombre les preguntó el porqué.
Los policías, exaltados, le gritaron que «eso» era resistencia a la autoridad y que debía acompañarlos. Acto seguido, lo tomaron detenido y lo introdujeron en el vehículo.
Volvimos al Paseo del Prado a tiempo para ver que la afluencia de personas era constante y que se estaba formando una asamblea. A las seis nos dirigimos a la Plaza de Neptuno, donde ya había gran multitud de personas. Media hora más tarde, situándonos mi grupo y yo entre la Fuente de Neptuno y la mencionada Carrera. No cabía un alfiler y lo digo sin exagerar: la fuente estaba rodeada, había ancianos, profesores en defensa de la enseñanza pública, sanitarios, bomberos, padres con hijos pequeños y carritos, etc.
La gente se apretujaba ante el doble vallado que había en la calle donde están Las Cortes, la mitad del Paseo del Prado estaba lleno de personas que protestaban contra los recortes y una calle lateral del edificio donde está el Palace Hotel, en la Plaza Cánovas del Castillo (Fuente de Neptuno) también; por lo que dudo mucho que estuvieran, en esa zona, unas 6000 personas protestando, como han dicho los medios de comunicación y máxime cuando personas que venían de allá, nos dijeron que La Puerta del Sol estaba absolutamente llena.
En definitiva, que las dos entradas principales a Las Cortes estaban cortadas y ocupadas por gentes que estaban hartas de la situación del país. El cerco estaba hecho, aunque no nos dimos cuenta hasta más adelante (al menos yo), que nosotros estábamos completamente rodeados por la policía; por lo que niego que «sólo» hubiera 1300 efectivos de las unidades de antidisturbios.
Hacia las siete hubo un «amago» de carga policial, tanto en Neptuno, como en Sol (como nos enteramos más tarde), aunque quedó en un pequeño susto. Supongo que lo hicieron para ver si se respondía de forma violenta y calibrar la capacidad de respuesta. Nada pasó, se apeló a la calma, a no dejarnos intimidar y a no movernos del lugar.
Más tarde hubo otro intento cuando varios vehículos policiales accedieron hasta la calle de Las Cortes (creo que cinco o seis) y ahí empecé a preocuparme, porque de estar de pie en mitad de la Plaza de Cánovas del Castillo (Entre La Fuente de Neptuno y la Carrera de San Jerónimo), acabé frente a las vallas que protegían la Fuente, por la presión de la masa de personas y los empujones, y temiendo caerme (de hecho tropecé), siendo posiblemente aplastado y pisoteado, si se producía una carga real. Estaba bastante alejado de mi grupo, unos habían vuelto a la posición que teníamos en mitad de la Plaza y otros habían acabado frente al Palace Hotel.
Traté de regresar a mi antiguo emplazamiento y me encontré a una compañera que reside en Madrid, Elisa, diciéndome que había visto a un chico atándose un cojín en el brazo, esperando una más que probable acción de la policía. Me giré y vi a otro chaval poniéndose un casco de una moto en la cabeza (no era integral, no tenía visera, ni protección en la barbilla). Con semejante perspectiva nos fuimos hacia el lugar donde estaban una parte del grupo con el que había venido, frente al edificio del Palace.
Una vez en ese lugar, hablamos de lo que podría pasar cuando se produjera la intervención de la policía. Uno de los compañeros del Sindicato fue a hablar con el otro grupo que seguía en medio de la Plaza y según nos dijo, no querían moverse de allí. Al cabo de un rato, otro intento por parte de los agentes, hizo que alguna de la personas allí congregadas acabaran chocando en el muro del hotel. Después de discutirlo, decidimos marcharnos.
Por el camino, mientras buscábamos un lugar para comer y beber algo, observamos cómo seguía afluyendo gente de lo más diverso y se iba estrechando el cerco de la policía en la zona, aunque aún se podía pasar por algunas partes.
Finalmente llegamos a un bar, en la esquina de la Calle Santa María y nos dispusimos a comer. Alrededor de las nueve escuchamos jaleo fuera y como circulaban veinte «lecheras» por la Calle Jesús Fucar (las conté) con antidisturbios a pie. La gente les increpó y algunos les arrojaron objetos. Ante ese hecho, los vehículos pasaron, pero seis agentes cortaron el cruce de las Calles Santa María y Jesús Fucar.
Preguntamos a los que estaban por la zona qué ocurría y dijeron que se había producido una carga en Sol y en Neptuno, de donde habíamos venido; de ahí la afluencia de vehículos de la Policía en esa dirección.
Los «amables» agentes allí apostados no dejaban pasar a nadie, ni a los vecinos que vivían más abajo, ni a turistas que volvían a su hotel, ni a un toxicómano que iba a por su dosis de metadona en un centro situado unos metros más abajo.
Hablamos con el dueño del bar para pedirle que pusiera La Sexta, por si retransmitían los hechos que se estaban produciendo, y aunque al principio pusieron imágenes de los agentes arrasando con los manifestantes, lo cortaron y en su lugar proyectaron un partido de fútbol. A las 10 y cuarto nos dirigimos a la Estación de Atocha, ya que el autobús, como habíamos convenido, tenía que pasar a recogernos a las 23h.
Por las Calle Atocha y después de un gran rodeo vimos a multitud de grupos de antidisturbios armados con casco, escudo, porras y algunos con escopetas de pelotas de goma, que cargaban y disparaban contra todo el mundo que corría. Con calma fuimos bajando la calle, hasta encontrarnos de frente a un grupo de cuatro policías armados, que nos conminaron con rudeza, aún a pesar del «por favor» a pasar a la acera de enfrente. Así lo hicimos.
Unos metros más abajo nos encontramos a personas que corrían porque había habido una carga frente a la Estación. Al mismo tiempo escuchamos disparos y gritos por otra carga que se producía más arriba. Nos dirigimos a una calle situada a la derecha para evitar ser atrapados entre dos fuegos y cuando ya estábamos llegando al final de la plaza donde está el Reina Sofía, nos cortaron el paso cinco agentes que le reclamaron y quitaron con malas formas, las banderas, que portaba uno de mis compañeros. Uno de ellos rompió los mástiles con el pie y esperaron una reacción por nuestra parte.
Sé que fue así porque acercaron los escudos para sí y uno de ellos bajo la escopeta para disparar, aún a pesar de que, los que íbamos detrás de la persona que portaba las banderas, sólo estuviéramos a unos cuatro o cinco metros de ellos. No hicimos nada y como mi compañero antes mencionado tampoco, nos dejaron pasar.
Cruzando la calle para llegar a la Estación se produjo otra carga y hubo multitud de personas corriendo, y cruzando con los semáforos en rojo. Nos dispersamos y yo acabé con un compañero, junto con dos chicas dando vueltas por la Estación para ver si podíamos entrar, pero por lo que pudimos comprobar habían cerrado las puertas para impedir la entrada de manifestantes (aunque las abrieron más tarde) y nos refugiamos en un restaurante situado en la parte baja del edificio. Después de rogarle las dos chicas al gerente o al maître que nos dejara quedarnos, esperamos hasta que llegara el autobús de vuelta a Sevilla (llegó a las 11y media, ya que vista la situación se consideró que era más seguro que fuera más tarde, para así reunir a todo el mundo), viendo como bajaba una furgoneta a toda pastilla para detener a un grupo que estaba en la entrada del metro en Atocha.
Me dejo muchas cosas en el tintero y experiencias de las personas que iban conmigo en el autobús, pero eso ya no lo viví en primera persona.
Sólo me resta decir que NADA de lo que han dicho los medios de comunicación de este país es verdad y que si no se han producido muertos es porque Dios no lo ha querido (es una forma de hablar). Se me olvidó escribir en la crónica que hice que, detrás de las vallas que supuestamente protegían el Congreso, había policía a caballo. Afortunadamente no cargaron, porque estoy convencido que, de haberlo hecho, si habría habido muertos y no sólo el chaval con posible lesión medular (no es ninguna broma esto último; lo escuchamos la madrugada del martes 25 al miércoles 26 y yo lo leí, personalmente, cuando llegué a Sevilla en dos periódicos gratuitos que aún conservo).
Recuerdo también que, después del primer intento de carga se oyeron voces pidiéndonos que nos sentáramos en el suelo, porque de esa forma la UIP (antidisturbios) no cargaría; no lo hice, ni la mayoría de los allí congregados tampoco. Yo, porque rememoré que durante el 15M en Barcelona, los que se sentaron fueron los primeros detenidos y golpeados por la policía. El resto lo ignoro, pero sí vi las caras de duda y de no saber qué hacer en todos.
Lo que más rabia me da de todo aquello es que, en la gran mayoría de medios de comunicación españoles, se nos haya tachado de violentos, de terroristas y que pretendíamos subvertir un estado democrático.
Fuente → contrainformacion.es
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