Miguel Sánchez-Ostiz
Pero qué podre de país, de administración de Justicia, de instituciones, de régimen político que urge desmontar, qué mugre de medios de comunicación, de portavoces y de portacoces, de borbones en ejercicio, qué asco por Dios, qué mentalidad más ruin y miserable, clasista-cuartelera-conventual, es la que alienta actos de trascendencia social, qué cantidad de caspa adornando pecheras en unión de punticos o lunarcillos de blanco Colombia o de blanco Bolivia, pasados por esa Galicia marinera que se ha llevado las bofetadas de todas las borrascas del invierno.
Dolores Delgado, flamante fiscal general del Estado, se reúne a escondidas con lo peor que anda suelto por España, Eduardo Inda y sus compinches, heraldo o emisario de Villarejo, el policía corrupto hasta las cachas, al que no sé con qué objeto acaban de sacar de la cárcel, que es donde mejor estaba. Como esto es la Escopeta Nacional de nunca acabar, salió del maco con un bozal rojigualdo y un ojo de pirata del Caribe o de por ahí, que es por donde el servidor jubilado del Estado debe tener escondidos los muchos dineros conseguidos mientras cobraba la nómina de comisario de Policía. Una vez en la calle, el juez del caso Tándem ha ordenado el embargo de 53 propiedades del ex policía multimillonario navegando en un pirautxo de desvergüenza por las cloacas del Estado. Multimillonario sí, porque el juez establece en su auto que el Villarejo recibió 23,5 millones de euros procedentes de pagos de empresas como el BBVA, pero eso ahora no cuenta. El baile de millones que ha corrido por las cloacas de la sociedad española quita el resuello. En un país en el que, sin que nadie en la práctica se alarme, crece la pobreza como una imparable marea, esos millones producto de la indecencia suenan a crimen, y si no lo es, debería serlo.
Eso sí, vaya por delante la carnavalada de la ya muy degradada rojigualda y el babero (por el tamaño) en el ojo, que sea o no muy grotesco no remite a carnavales, como el de Cádiz, porque en estos cualquier chirigota vitriólica lo hubiese crucificado, a él, al Inda, a la Delgado, al Florentino, al Garzón y a todos los personajes de esa corte de los milagros en la que se mueve esta gente que parece de otro planeta, pero es del nuestro. Los marcianos somos los muchos que no pertenecemos a ese baile de guapetones, camorristas y logreros que viven de mangarla.
La fiscal general del estado debe dar cumplidas explicaciones del contenido de sus reuniones con gente que está algo más que bajo sospecha judicial y policial, al borde del delito, asistida por abogados de precio, poder e influencia. No pueden ser los amos de la barraca y no pueden fungir de serlo y de estar por encima de todas las leyes y normas que nos atañen a la mayoría.
Y una amargura final: a estos ricachones con mando en plaza o cuerpo de presidio, todo lo que digas y lo que en tus tabernas de los cuatro gatos alborotes, cuando ven sus estadillos bancarios se les parte el culo de la risa.
Fuente → noticiasdenavarra.com
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