La audacia republicana
Pere Bosch i Cuenca
El historiador Guillermo Gortázar acaba de publicar Romanones. La transición fallida a la democracia (Espasa, 2021) una sugerente biografía en la que se recorren los intentos de construir un sistema democrático en España a partir de la personalidad de Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones. Resulta especialmente interesante el relato sobre la caída de la monarquía, entre el 12 y el 14 de abril de 1931, que Romanones vivió en primera persona. El conde se nos muestra obsesionado a salvar la institución monárquica y, cuando esto se hace imposible, intenta garantizar la seguridad de Alfonso XIII. A las tres de la tarde del día 14, después de haberse reunido con el presidente del comité revolucionario, Niceto Alcalá-Zamora, Romanones propone al rey que renuncie a la corona: "Así se hará posible, en su día, el regreso a España del rey por la clamorosa llamada de todos. " El monarca, sin embargo, todavía intenta resistir algunas horas más, hasta que en una última reunión, cuando los ministros de Gobernación y de Guerra le confirman que "no hay ninguna posibilidad de resistencia", se decide a emprender el camino del exilio .
Los acontecimientos que nos cuenta Romanones eran desconocidos en todo el país, más allá de informaciones difusas en que se mezclaban deseos y rumores sin fundamento. Y, a pesar de esta incertidumbre, cuando Alfonso XIII ni siquiera había subido al vehículo que le esperaba para huir en dirección a Cartagena, Lluís Companys y Francesc Macià, el uno desde el balcón del ayuntamiento y el otro desde el de la Diputación, se decidieron a tomar la iniciativa. Explica Ferran Soldevila en una crónica preciosa de aquella jornada, que cuando se izó la bandera republicana en el balcón del ayuntamiento, en la plaza de Santiago "no había sino la gente que transitaba, bien inconsciente, por cierto, del que ocurría dentro de las casas consistoriales ". Se trataba, en palabras de Soldevila, de "un golpe de audacia". Ambos políticos tenían una trayectoria incansable de lucha contra la monarquía, con la cárcel y el exilio como castigo; y eran plenamente conscientes de que aquel 14 de abril de 1931, hace noventa años, se jugaban la libertad y quizá también la vida. Y, sin embargo, demostraron su audacia para acelerar la llegada de la República.
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