Juan Carlos de Borbón ordenó que España fuese el primer país en reconocer el régimen genocida de Videla

Juan Carlos de Borbón ordenó que España fuese el primer país en reconocer el régimen genocida de Videla

Nada más producirse el golpe de estado del 24 de marzo de 1976 en Argentina, el corrupto y fugado Juan Carlos de Borbón habría exhortado al embajador que se apresure en entregar el aval oficial a la dictadura. Distintos documentos oficiales muestran las excelentes relaciones que se establecieron entonces entre la España franquista de la transición, la monarquía y la Junta militar, responsable de miles de crímenes. 30.000 para se exactos.

Juan Carlos de Borbón junto al dictador Jorge Rafael Videla, durante la visita a la Argentina en noviembre de 1978.

Sufrimiento, terror generalizado, 30.000 argentinas y argentinos ejecutados, de forma diferente y atroz, por el terrorismo de estado que lideró Jorge Rafael Videla. Todo el horror padecido por un pueblo ha sido avalado por la naciente democracia monárquica en una España impregnada y atravezada por el totalitarismo, autoritarismo y el fascismo franquista. Y que hoy, pleno siglo XXI, continúa comandando los designios de un país genuflexo.

En un contexto de sangre, desapariciones y muertes, el embajador de España en Buenos Aires, Gregorio Marañón, batía el récord de la vergüenza: siguiendo instrucciones del Borbón, este país se convertía en el primero que reconocía oficialmente a la dictadura de Videla, que mediante un golpe de estado había desalojado del Gobierno elegido por las mayorías, a María Estela Martínez de Perón.

La pesadilla duró 7 años. Las primeras elecciones generales se celebraron en octubre de 1983 y el primer presidente democrático tras ese periodo de terrorismo de estado, Raúl Alfonsín, juró su cargo dos meses después. A lo largo de esos siete años de dictadura, más de 30.000 argentinos y argentinas fueron secuestrados, torturados y asesinados mediante diversas técnicas: lanzados vivos desde aviones, fusilados en campos de concentración o torturados hasta la muerte. También hubo bebés robados y apropiados por militares o civiles cómplices. Y hubo, además, negocios y apoyos económicos desde el exterior. España entra de lleno ese último punto.

Primero llegó el reconocimiento oficial.

«Por expreso mandato de Su Majestad el Rey, tuve la misión de ser el primer representante de un gobierno extranjero que entregada a la Junta su reconocimiento», contó algunos meses después el propio Marañón en una rueda de prensa ofrecida en Santa Rosa, capital de la provincia de La Pampa, unos 600 kilómetros al oeste de Buenos Aires.

El apoyo diplomático ofrecido por España también fue motivo de conversación durante el encuentro que en julio de 1976 mantuvo el Borbón con el embajador de la dictadura en Madrid, el militar Leandro Enrique Anaya.

«Durante mi intervención expresé mi profunda satisfacción por tener la oportunidad de representar al Gobierno argentino ante un país tan caro a nuestros afectos y que era portador, entre otras cosas, de un mensaje de reconocimiento hacia Su Majestad por haber sido España uno de los primeros Estados que reconocieran al Gobierno argentino el 24 de marzo de 1976», relataba Anaya en un documento.

Los contactos diplomáticos se intensificaron tras el golpe de estado. Según consta en distintos documentos, la embajada de Argentina en España, actuando ya al servicio de los militares, organizó encuentros con políticos, periodistas, policías y empresarios españoles durante los primeros días de la dictadura. También hubo gestos hacia la familia de Franco: el 31 de marzo, siete días después del golpe, desde la embajada enviaron flores a Carmen Franco, hija del ya fallecido dictador.

A 45 años de aquellos hechos de horror, distintos documentos señalan que los reconocimientos oficiales, los agasajos y los envíos de flores dieron paso a intensos contactos diplomáticos al más alto nivel que derivaron en acuerdos económicos y comerciales entre España y Argentina. De nada valieron las denuncias formuladas por distintos organismos de derechos humanos sobre los crímenes que se registraban ya en Argentina a manos de las bandas parapoliciales lanzadas a la calle por la dictadura.

Los negocios fueron bendecidos por Juan Carlos de Borbón, quien ya había adelantado al embajador Anaya que España estaba «en el mejor estado anímico para concretar operaciones comerciales y financieras con la República Argentina», según describió el diplomático. El monarca también le prometió que el ministro de Economía de la dictadura, que tenía previsto visitar España por esas fechas, «tendría la mejor acogida y disposición de banqueros, inversores e industriales».

Medallas y dinero

España no solo fue uno de los primeros países en reconocer al régimen de Videla, sino que también tomó la delantera a la hora de entregar condecoraciones oficiales tanto al dictador como a otros «destacados miembros» de su equipo. Ninguna de esas medallas, cuya existencia fue revelada por el medio digital español Público en 2014, ha sido revocada por las autoridades españolas.

Entre el 24 de marzo de 1976 -día en el que Jorge Rafael Videla y sus hombres perpetraron el golpe de Estado- hasta el 10 de diciembre de 1983 -fecha signada por el retorno a la democracia- el Estado español otorgó la friolera de 56 condecoraciones a integrantes de la dictadura argentina. Cuarenta y tres de ellos eran militares con diversos grados de responsabilidad en la represión, torruras y desapariciones. Del mismo modo, otros 13 civiles -en su mayoría miembros del cuerpo diplomático de Videla- recibieron distinciones con membrete español.

El dictador Videla y otros siete miembros del terrorismo de estado fueron condecorados en noviembre de 1978, poco antes de que el corrupto Borbón iniciara su polémica visita oficial a la Argentina de los vuelos de la muerte. En el caso del dictador, fue el propio rey quien le entregó en mano el Collar de la Orden de Isabel la Católica, una distinción que pone de manifiesto «aquellos comportamientos extraordinarios de carácter civil, realizados por personas españolas y extranjeras, que redunden en beneficio de la Nación o que contribuyan, de modo relevante, a favorecer las relaciones de amistad y cooperación de la Nación Española con el resto de la Comunidad Internacional».

Las relaciones entre ambos países durante aquellos años forman parte de los archivos de la Cancillería argentina y de la embajada española, donde además existe amplia documentación sobre los españoles secuestrados por la dictadura de Videla. Aquellos expedientes permiten constatar una compleja situación: mientras los diplomáticos españoles hacían gestiones protocolarias para consultar por sus compatriotas desaparecidos, desde Madrid se alentaban e impulsaban acuerdos comerciales y económicos con los verdugos.


Fuente → kaosenlared.net

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