Guerra Civil en Gipuzkoa: memorias de una fosa

Marcelo y Juan corrieron la misma suerte en 1936: fusilados y sepultados donde nadie pudiera encontrarles. Uno hizo su última comida con sus verdugos y otro fue expedientado en el trabajo por desaparecer. Sus familias ya saben dónde llorarles
 
Guerra Civil en Gipuzkoa: memorias de una fosa
Ruben Plaza

Mientras unos dan "por cerrado el círculo" con la aparición de los restos de sus antepasados y el descubrimiento de la verdad, enterrada durante décadas; otros siguen queriendo saber más, verse cara a cara con los descendientes de los que fueron verdugos y contarles, "sin odio", pero sin tapujos, "lo que sucedió": cómo se llevaron a su tío-abuelo, cómo le dispararon e incluso se jactaban públicamente de su certero tiro.

Desde el anonimato unos y a pecho descubierto otros. NOTICIAS DE GIPUZKOA les acerca dos historias, dos familias, la de Juan Zubiarrain Zabaleta, un guarda forestal del Ayuntamiento de Donostia que desapareció de la noche a la mañana en el 27 de septiembre de 1936 y apareció bajo el suelo por sorpresa durante unas obras en la zona del Puente de Hierro en 2009. Y la de Marcelo Lasa Zeberio, un joven de Olaberria que, con 17 años, realizó su última comida junto a sus verdugos y otros dos presos en la venta de Lizarrusti, ya en ruinas, muy cerquita del hayedo en el que lo fusilaron poco después, el 25 de agosto de 1936.

Sus restos, como los de otras 27 personas que fueron identificadas en las exhumaciones llevadas a cabo por Aranzadi desde comienzos de este siglo, fueron entregados a sus familiares. Los restos de otras 83 víctimas sin identificar reposan en el Columbario de la Dignidad de Elgoibar. 18 años de excavaciones en los que se han recuperado los restos de 110 personas. He aquí las memorias de solo dos de ellos.

'Ya habían matado al más joven'

"Si algo he aprendido de todo esto", dice Joxe Angel Munduate, sobrino-nieto de Marcelo Lasa, "es que la guerra se hizo en el pueblo, de vecino a vecino. Y entre hermanos también. Franco trajo a tropas, sí, es cierto, pero la guerra se hizo aquí". A "Martzelo" lo ejecutaron dos jóvenes de la zona, "con nombres y apellidos", dice. Joxe Angel y su familia no quieren que se olvide lo que pasó: "Si lo dejamos ahora así, se va a perder esta historia".

Visitan con cierta frecuencia el lugar donde su antepasado yació durante 82 años, a 50 centímetros de profundidad, en pleno bosque, donde uno de los hijos del caserío Bengoetxe Garakoa perdió la vida a los 17 años tras el estallido de la Guerra Civil. En el alto de Lizarrusti.

Joxe Angel nos cuenta que su "hijo de 12 años ha estado presente en todo el proceso, acompañándonos también a buscar la fosa, incluso el día de la exhumación (en 2018), ha vivido todo a mi lado; si le preguntas, te quedarás sorprendido", nos cuenta el propio Joxe Angel: "Hemos decidido hacer la transmisión y les contamos todo con naturalidad a nuestros hijos y solemos ir a visitar el sitio".

"Vamos con ganas, pero qué te voy a decir, al mismo tiempo, una vez que paso de Lazkao, siento un hormigueo en el cuerpo, pensando que lo llevarían por esa misma carretera y qué le harían. Es como si lo viera", asegura. Y cuando llega al alto y ve las paredes en ruinas de la venta Isabel, las emociones se disparan: "Ahí les dieron de comer a los tres presos y a los dos asesinos, fue su última comida; y después de comer, a las cuatro y media, le llevaron al hayedo y lo fusilaron", asegura. A los otros dos los liberaron.

Marcelo Lasa no tuvo ni pizca de suerte. Lo capturaron junto a otros cinco vecinos del pueblo y un primo de uno de ellos intercedió por ellos y pidió que "soltasen a los de Olaberria". Los informes son claros y en ellos la vida se muestra azarosa. "Para cuando llegó el aviso, ya habían matado al más joven", dicen los documentos de la época: Marcelo, de 17 años.

Marcelo Lasa, en el centro de blanco, años antes de morir fusilado.

Nos cuenta quién detuvo a su tío Martzelo, fue un olaberritarra y quiénes lo mataron, eran dos jóvenes, uno de Olaberria de 24 años y otro de Ataun, quinto de la víctima. No había que ir muy lejos. Debían conocerse. La serenidad de Joxe Angel impacta. Nos cuenta que ha podido reunirse con familiares de aquellos "verdugos".

"¿Nos has preguntado cómo nos sentimos por dentro?", irrumpe en la conversación Bihotz, la esposa de Joxe Angel. "Pues mira, a nosotros lo que más nos impactó, en toda esta investigación, es saber que la gente de aquí le delató y le mató", añade.

"Estaba a 600 metros de casa"

De forma distinta lo lleva la familia de Juan Zubiarrain Zabaleta. Descendientes de tercera generación que pese a que no conocieron a su antecesor, reconocen que "siempre supimos de su desaparición, y queríamos saber por qué".

Cuentan que incluso "se le abrió un expediente en el trabajo, por no aparecer a su puesto" al día siguiente. "Ya nos temíamos que pudo ser algo así, pero siempre te queda la duda de si se fue con los makis o si zarpó hacia América. Pero estaba a 600 metros de su casa", asegura un miembro de la familia.

La aparición de los restos de su familiar les provocó una "gran pena en su día, y la tenemos aún, pero con el conocimiento de dónde ha estado y qué pasó, damos el círculo por cerrado", afirma. Círculo que cerraron, no sin antes intentar acudir a los tribunales. Tocaron incluso a las puertas de la justicia europea. Estaban cerradas. Hoy, nos cuentan su historia, pero prefieren mantenerse en el anonimato.

"Pues mira, fue muy curioso, porque estaban haciendo obras en el Puente de Hierro (2009) y aparecieron unos cuerpos (tres en la misma fosa y dos lograron ser identificados) y uno de nosotros tuvo un recuerdo y dijo: ¿no será un antepasado nuestro? Así que se pusieron en marcha y sí. Lo era.

José Zubiarrain Zabaleta había nacido en Leitza en 1894 y era vecino del barrio de Egia, en Donostia. Estaba afiliado a la CNT y fue detenido por miembros de Falange en su barrio y pasó a ser un desaparecido hasta el 1 de julio de 2009. Los botones de su camisa del uniforme, localizados en la hilera del tórax con la inscripción SS indicaba que debía ser funcionario del Ayuntamiento de Donostia. Hoy se le considera víctima del bando sublevado.


banner distribuidora