Josefina Díaz Puerto, que ya luchó en las dos revoluciones de
Cuba, la de Machado y la de Batista, dice que está dispuesta a dar su
vida en el frente de batalla.
La cosa merece citarse por lo curiosa. En las Milicias voluntarias
antifascistas se ha enrolado una muchacha negra que, según ha dicho
ella, está dispuesta a dar su vida en el frente de batalla, peleando por
la libertad y por la justicia, como lo hizo en su país.
Josefina Díaz Puerto es una muchacha simpática y alegre, como casi
todas las muchachas negras, con una constante sonrisa graciosa en su
cara. Esa sonrisa de las negras, que yo entiendo es un pretexto para
enseñar constantemente toda esa hilera de dientes blanquísimos que se
destacan enormemente de la morenísima cara. Y eso que Josefina no es una
negra así, muy negra, muy negra. Josefina pudiéramos decir que es una
morena que se ha pasado tres meses bajo el sol de una playa y se ha
tostado como si fuera un real de café. Es, pues, una mujer a la moda.
Josefina me cuenta algo de su vida azarosa y aventurera en Cuba, su tierra natal.
—Siempre me han gustado mucho las aventuras y el peligro. De
pequeña, cuando mi madre me contaba cuentos de miedo, al empezar la
noche no sentía el menor espanto ni inquietud. Soñaba, después, que era
la heroína de aquellos cuentos y vencía siempre en todos ellos. Por eso
me reía mucho cuando mi madre me quería asustar para dormirme. Jamás he
tenido miedo al «coco».
—Claro; siendo de La Habana...
—Chistecitos malos, no, mi amigo. Esto os más serio que la boca de
un fusil. Y a propósito de fusil; todavía tengo que desengrasar y poner
al corriente el fusil que me han entregado. Voy ahorita...
—Bueno; pero esa historia familiar...
—¿Qué quiere que le diga? ¡Ah, si! Es verdad. Tengo que seguir lo
que le estaba disiendo. Me ha gustado siempre el peligro. Apenas tenía
yo mis dies y seis añitos, cuando ya tomé parte en lo de Machado. ¡Vaya
zafarrancho! Aquello fué una revolusión tremenda. Por ná de ná tiraban
angelitos al sielo, ¿sabe usté?
—Sí; estoy enterado de algo de ello.
—Y después, en la de Batista, también tomé parte activa en la revolusión.
—¿Pero disparaba?
—¡Clarol Yo actué en todas partes. En la calle, peleando junto a
los hombres; en los hospitales, curando y atendiendo a los heridos que
llegaban del frente. Por eso, cuando me sorprendió aquí, en Valencia, el
movimiento actual, me apresté a enrolarme en las Milicias voluntarias.
Me gusta mucho España, y juzgo que la lucha por su libertad es
justísima. Quisiera que me mandaran al frente, para luchar allí. Mi
mayor ilusión hubiera sido el ir con la expedición que ha marchado a
luchar con el rebeldes de Mallorca.
Y por los grandes ojos de Josefina se asoma la tristeza. Pero como
ella es muy alegre, comprende que eso de la tristeza no lo va bien, y
rápidamente transforma el gesto. Y otra vez vuelve a su cara su sonrisa
característica y graciosa.
Vicente Vidal Corella
Crónica, 16 de agosto de 1936
Fuente → buscameenelciclodelavida.com
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