En la ofrenda de Macron y Sánchez a Azaña faltó la tricolor republicana


 
Es la primera vez que un jefe de Estado galo se suma al homenajea al exilio político español, pero en ese acto debía estar la bandera de la República.

En la ofrenda de Macron y Sánchez a Azaña faltó la tricolor republicana / Paco Álvarez:

Los presidentes Emmanuel Macron y Pedro Sánchez culminaron el pasado lunes su cumbre bilateral en la ciudad francesa de Montauban con una ofrenda floral ante la tumba del presidente Manuel Azaña, de cuya muerte en el exilio se cumplieron ochenta años hace unos meses. Tanto desde Moncloa como desde el Elíseo dejaron claro que ese tributo se hacía extensivo a todas las republicanas y republicanos españoles que tras la victoria del fascismo al sur de los Pirineos en 1939 siguieron combatiéndolo al norte y con ello contribuyeron a la liberación de Francia y de Europa en 1945.

La del lunes fue una ceremonia desangelada, casi íntima, debido a las restricciones que impone la pandemia, pero no hay que quitarle valor a ese gesto de reparación, especialmente significativo en el caso de Macron. Sánchez ya había acudido a la tumba de Azaña hace un par de años, en una visita relámpago a la ciudad del sur de Francia y en un acto en el que estuvo arropado por mucha más gente (era en esos tiempos tan lejanos, o tan cercanos, que precedieron a esta pandemia), pero es la primera vez que un jefe de Estado del país vecino rinde tributo a Azaña y al exilio político español.

A aquellos españoles que lo dieron todo por la libertad los ocultaron bajo la lona del olvido

Al nacionalismo francés de posguerra, representado en su máxima expresión por el general y estadista Charles de Gaulle, no le pareció oportuno mencionar en los anales históricos que fueron españoles de La Nueve (Novena Compañía de la Segunda División Blindada de la Francia Libre, comandada por el general Philippe Leclerc) los primeros que entraron en París, en vehículos semiorugas coronados por banderas republicanas que llevaban tatuados en el chasis los nombres de batallas libradas anteriormente por la España antifascista: Belchite, Ebro, Jarama, Guadalajara… Los españoles de La Nueve que sobrevivieron a la durísima campaña de liberación de Francia siguieron avanzando hacia Berlín, en el camino se ventilaron a una unidad de élite de las SS y participaron en la toma del Nido del Águila, el refugio de Hitler en los Alpes. También esto pasó a los anales con letra muy pequeña, ilegible, quizás porque Hollywood nunca les dedicó ni siquiera un plano de pantalla ni una línea de guión cinematográfico.

Al acabar la guerra, De Gaulle les soltó a los militares y a los miembros de la Resistencia aquella proclama pomposa : “Y ahora volved a vuestras casas”. El problema es que las casas de los exiliados y exiliadas republicanas, al sur de los Pirineos, seguían bajo la bota franquista y las potencias aliadas no estaban por la labor de que la campaña para liberar Europa del fascismo llegara hasta la latitud de Gibraltar. De modo que en las décadas siguientes a aquellos antifascistas españoles que lo dieron todo por la libertad los ocultaron bajo la lona del olvido. La escritora y periodista española Evelyn Mesquida, que fue corresponsal en París de la ya desaparecida revista Tiempo, hizo un trabajo extraordinario para recuperar la memoria del exilio político español en Francia, lo plasmó en un par de libros que recomiendo: La Nueve. Los españoles que liberaron París (Ediciones B, 2010) y Y ahora volved a vuestras casas (Ediciones B, 2020). Otra periodista española, Ritama Muñoz-Rojas, acaba de publicar Los olvidados del exilio. Cartas de los últimos refugiados españoles (Reino de Cordelia, 2021), en el que rescata la voz epistolar de republicanas y republicanos, repartidos por diferentes países, que murieron en el exilio porque no tenían recursos económicos para regresar tras la muerte del dictador Francisco Franco y nadie se acordó de tenderles una mano en la España de la venerada Transición. Y esta derrota seguramente es tan dolorosa para la causa de la libertad como las de las batallas de El Mazucu, en la Asturies de 1937, o la del Ebro, en 1938.

Con todo, bienvenido sea ese homenaje a Azaña y al republicanismo español que encarnaron esta semana Sánchez y Macron. Se llevó a cabo, además, el mismo día en el que la ministra francesa de Cultura, Roselyine Bachelot, anunció que el Estado francés devolverá un valioso cuadro del pintor austriaco Gustav Klimt, Rosal bajo los árboles, a los descendientes de Nora Stiasny, una judía austriaca coleccionista de arte obligada a vender esa pintura por un puñado de marcos alemanes poco antes de ser deportada con su madre al campo de concentración en el que ambas fueron asesinadas en 1942.

Se podría pensar que esto ocurre porque en Francia la cultura política de la ‘desnazificación’ está más enraizada que en España la cultura de la ‘desfranquización’ (que este último palabro, sucedáneo del primero, no nos haga olvidar que el régimen de Franco fue un satélite y un acólito del régimen de Hitler). Pero si algo nos ha enseñado la Historia es que no hay conquistas inamovibles y que la libertad hay que defenderla día a día y valorarla palmo a palmo. En Francia habrá elecciones presidenciales dentro de un año y la candidata ultraderechista Marine Le Pen está acortando distancias con Macron en los sondeos. Un eventual Gobierno de la neofascista Agrupación Nacional que ella representa nunca participaría en un homenaje a Manuel Azaña ni devolvería cuadros a descendientes de judíos y judías exterminadas. La candidata presidencial ultra heredó el cargo político de su papá, Jean Marie Le Pen, que llegó a ser condenado por un tribunal parisino tras hacer apología de los crímenes de guerra y por su negacionismo del Holocausto.

Dicho todo esto, chirría la ausencia de una bandera fundamental en el homenaje de Estado del pasado lunes. A Macron y a Sánchez les faltó el valor político para añadir a la rojigualda española y a la tricolor francesa, en esa única corona de flores que llevaron ambos, una segunda tricolor, la de aquella República Española que abarcaba del rojo al morado. Porque era la bandera de Azaña, y la de aquellas republicanas que arriesgaron la vida (y en muchos casos la perdieron) como integrantes de la Resistencia francesa, y la de aquellos republicanos que, siendo anarquistas, comunistas o socialistas, dejaron a un lado sus diferencias y entraron en París a tumba abierta y a tiro limpio a bordo del Belchite, el Jarama, el Guadalajara o el Ebro, presumiendo discretamente de su tricolor, olvidada y en apariencia vencida, mientras contribuían con su sudor, su sangre y su coraje al triunfo de la tricolor francesa.


Fuente → nortes.me

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