El problema de la izquierda pura con el tiempo


El problema de la izquierda pura con el tiempo
Paco Berral

Existe una izquierda que tiene una relación muy peculiar con el tiempo a la que llamaré, para abreviar, la izquierda pura. El tiempo de esa izquierda nunca es el presente, que como todo el mundo sabe es un tiempo sucio, que mancha y deteriora cualquier ideal. El suyo es el futuro, al que se pospone por sistema el cumplimiento de una utopía inmaculada, sin impurezas. Aunque, por desgracia, como el horizonte, ese futuro es siempre inalcanzable y sus "avances" hacia él nunca logran acercarlo. El futuro, para la izquierda pura, es una suerte de paraíso que nunca verá pero que lega a la posteridad para su realización, y así sucesivamente. 

Porque sobre todo, es con con el pasado con el que la izquierda pura mantiene una mejor relación. Todo ideal tiene allí su asiento y, desde ese pretérito perfecto, denuncia sistemáticamente su traición por el triste presente pluscuanimperfecto. Sea la segunda república, el anarquismo colectivista de la Guerra Civil, la revolución rusa o la revolución francesa más jacobina, todo (ese) tiempo pasado, para ella, siempre fue mejor. 

Por si alguien a estas alturas lo piensa, no pretendo hacer aquí una defensa de quienes sistemáticamente burlan sus promesas y sus compromisos con el electorado, de quienes se ciscan una y otra vez en su propio programa electoral, que se revela a la postre como una camelo para incautos y, ya en el poder, si te he visto, no me acuerdo. Se trata, ese, de un rasgo muy general de la política en las llamadas democracias liberales, y en nuestro país, en concreto, supone una de las características más destacables de los partidos del bipartidismo.

Del PP mejor ni hablar; todavía recuerdo como Rajoy prometió reducción de impuestos antes de llegar al Gobierno y luego, nada más alcanzarlo, hizo justo lo contrario, una de las mayores subidas de la historia; claro que se trataba sobre todo de los impuestos indirectos o de subidas no progresivas, con lo que logró incrementar la desigualdad de nuestro país, que escaló posiciones en un ranking en el que ya competía por los primeros puestos. No tuvo Rajoy, con su cachaza y desvergüenza habitual, ningún problema en reconocerlo luego, descojonándose - con perdón - ante un auditorio de prebostes , mientras se lo explicaba a Felipe González, otro experto en la materia (visiten, si quieren, para comprobarlo, la siguiente dirección web: cadenaser.com)

Y de ese PSOE, heredero de González, pues qué les voy a decir. Todos somos testigos de sus sistemáticos intentos por incumplir el programa con el que se presentó a las elecciones y por boicotear el pacto con Unidas Podemos en temas tan sensibles como el Salario Mínimo, el Ingreso Mínimo Vital, la mejora de las pensiones o la regulación del alquiler, por poner sólo los ejemplos más controvertidos entre la opinión pública. Eso, nos pongamos como nos pongamos, se llama filibusterismo político y es una tomadura de pelo y un engaño al electorado, a la ciudadanía toda.

Curiosamente, estas fuerzas políticas del bipartidismo, que traicionan una y otra vez sus programas electorales y los acuerdos a los que llegan con otras, tienen con el futuro una relación parecida a la izquierda pura, aunque - justo es reconocerlo - desde posiciones más torticeras. Para ellas nunca es ahora, nunca es tiempo de acometer las mejoras para la mayoría de la población, especialmente de las clases populares y trabajadoras. Hay que dejar la subida del salario mínimo para más adelante, cuando la situación mejore; hay que dejar la regulación del alquiler para cuando se demuestre fehacientemente su eficacia - que se pone en cuestión, sin prueba alguna, pero con el apoyo decidido del coro mediático correspondiente -; no es momento para la derogación de la sangrante reforma laboral, hasta que no mejore la economía... Se trata también de un aplazamiento al infinito de los cambios, pues llegado el momento, al igual que la izquierda pura, volverán a postponerlos o, si la correlación de fuerzas les es favorable, simplemente los enterrarán en un cajón y, si eso, ya otro día.

No es tal cosa a la que me refiero cuando interpelo a la que he dado en llamar izquierda pura y su desencuentro con el presente, sino a su incapacidad para aceptar las limitaciones que precisamente imponen las correlaciones de fuerza. Recordemos que UP entró en el Gobierno porque así lo votaron y aceptaron las bases, para conformar el primer gobierno con fuerzas progresistas a la izquierda del PSOE después de más de 80 años, reconociendo que se tenían sólo 35 diputados y que, con ellos, lo mejor que se podía conseguir era el programa firmado conjuntamente y también votado por las bases, programa que suponía una evidente mejora para la mayoría social de este país, aunque quedaran aún pendientes muchas cosas por acometer.

Todos hemos sido testigos de la batalla a brazo partido de UP para que el PSOE cumpla partes importantes del pacto de gobierno, como la regulación de alquileres, un PSOE reacio y siempre arrastrando los pies y mirando a su derecha. Pero los logros son innegables, en medio de una pandemia terrible, en circunstancias inéditas desde hace 100 años (hay que remontarse a la mal llamada gripe española de 1918 para encontrar algo similar): el despliegue sin precedentes de los ERTE frente a la crisis; la mejora de las prestaciones sociales a autónomos; la suspensión de los desahucios sin alternativa habitacional; las mejoras en el Ingreso Mínimo Vital (que tanto dificulta el PSOE); la mejora sustancial de la dotación en ayuda a la Dependencia; la ley de eutanasia; la mejora e igualación de los permisos de paternidad y maternidad; etc.

Y lo que más creo que hay que resaltar, de modo especial, es que Pablo Iglesias y UP nunca nos han mentido.
Siempre nos han dicho que esas no eran las iniciativas que hubieran deseado, sino las que podían arrancar en estos momentos; que estaba y está costando mucho trabajo sacar adelante las iniciativas; que los ministros socialistas son, por lo general, más receptivos a los cantos de sirenas de los grandes poderes corporativos que a las necesidades populares; que los medios de comunicación están saboteando las iniciativas al límite, como corresponde a su accionariado en manos de fondos especulativos y bancarios; que un ministro manda menos que un director de periódico o que un gran empresario como Florentino Pérez o Ana Botín. Pero sobre todo, que para avanzar es más necesaria que nunca la presión de las fuerzas del cambio, sindicatos, movimientos sociales de todo tipo (ojo, adviértase que no pide apoyo, pide presión)

Y ahí es donde se produce una fractura terrible con la izquierda pura. Hemos delegado nuestros deseos y necesidades de cambio, de mejora, en un grupo minoritario, por muy arrojado y competente que sea; hemos dejado de comparecer en el espacio público y abandonado la calle. Es posible que la pandemia tenga algo o mucho que ver con el asunto, pero me temo que se trata de algo más, de una desilusión colectiva que esa izquierda pura colabora a esparcir y que, sin quererlo - me consta -, coadyuva a que las fuerzas reaccionarias obstaculicen el cambio.

Entiendo que no debemos, que no podemos sumarnos al linchamiento de Iglesias, aunque sea desde otra perspectiva, porque eso no aporta nada, además de ser profundamente injusto. Bastante hace con no sólo aguantar, sino con tirar para adelante con decisión. Cualquiera que conozca mínimamente la política sabe que un acoso sistemático, mucho menor que el sufrido por Iglesias y su familia, hubiera destrozado a cualquier ser humano. Y ahí sigue, sin mentirnos, diciendo las cosas claras como nunca antes las había dicho un Vicepresidente o un ministro.

Así, pues, amigos y amigas de la izquierda pura, un poco de inteligencia. Y a remar y a empujar todos - sin cheques en blanco, sin apoyos incondicionales de ningún tipo -, con movilización, con presión social, propiciando la articulación de todos los movimientos sociales, antes de que la extrema derecha ocupe el vacío y se haga con las calles y con el poder y ya sea demasiado tarde.

No creo que a nadie guste que dentro de 20 o 30 años, si andamos por aquí, nos pongamos entonces a reclamar la valía de este presente inédito, de los líderes de UP que, con sus limitaciones, errores y desaciertos, se lo jugaron todo, para reivindicarlos entonces, como se venía y se viene haciendo en los últimos años justamente con Anguita. Pero ya lo decía él mismo en su propio presente, cuando las encuestas de valoración personal lo ponían en lo más alto, pero los resultados electorales luego no acompañaban: "no queredme tanto y votadme más". Por una vez, no perdamos la oportunidad, comprometámonos con nuestro presente. Aunque sea por desmentir por una vez aquello que decía Lennon: la vida es lo que pasa mientras hacemos planes de futuro. 
 

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