Cuatro días de febrero (I) - La Desbandá
 
Manuel de Irujo, ministro sin cartera en el gobierno de la República, fue decisivo en la evacuación y subsistencia de los refugiados malagueños de la Desbandá

Cuatro días de febrero (I) - La Desbandá
Enrique Benítez
 
En 1981, el pequeño Museu Arxiu de Santa María de Mataró recibe una misteriosa donación anónima. Narcís Pagès, director de la capilla de música de Santa María durante muchos años, entrega una carpeta con documentos originales de las gestiones hechas por Manuel de Irujo –ministro sin cartera en el Gobierno de la República, militante del Partido Nacionalista Vasco- para la evacuación de los refugiados malagueños de la Desbandá. Según las anotaciones hechas a mano, esta carpeta se habría conservado en una pequeña masía llamada Can Potxet, en el pueblo de Mosqueroles, en la falda del Montseny. 
 

El historiador Agustí Barrera i Puigví publicó en 1986 el único estudio realizado hasta la fecha con la documentación de la carpeta: «L’evacuació de Málaga en els documents del Museu Arxiu de Santa María de Mataró» (Sessio Estudis Mataronins, nº 3, 1986, pp. 107-133). Gracias a la gentileza de don Nicolau Guanyabens, archivero actual, la carpeta ha sido digitalizada y ha permitido la elaboración de este trabajo, que describe la intensa actividad de Manuel de Irujo entre el 13 y el 16 de febrero de 1937, comisionado por el Gobierno para la evacuación de la población refugiada en Almería.

Almería: una situación insostenible

Los estudios sobre la Desbandá han demostrado que durante el domingo 7 de febrero de 1937, decenas de miles de personas, aterrorizadas por las violentas amenazas de Queipo de Llano en la radio, huyen de Málaga en dirección a Almería, única vía posible de escape. La propia Málaga se había convertido en una ciudad refugio de quienes huían del avance franquista, que se producía por tres frentes: por la costa, por el interior desde Antequera, y por el noroeste desde Granada. En febrero de 1937 la población civil ya tenía noticia de los fusilamientos sin juicio y de la represión masiva practicada por las tropas de Franco en su avance: en los pueblos de Huelva y Sevilla, en Badajoz, en Toledo. Las amenazas dantescas de Queipo de Llano tenían un sólido fundamento basado en la experiencia de quienes habían llegado a Málaga huyendo de otros municipios ya caídos. No fue, por tanto, un ataque de pánico colectivo irracional: quienes decidieron marchar andando hacia Almería, con sus familias, con sus niños pequeños, tenían verdadero miedo a las consecuencias de permanecer en la ciudad. La represión desatada después del 8 de febrero de 1937, y que duraría varios años, les ha dado la razón.

Una columna gigantesca se pone en marcha, compuesta por malagueños pero no sólo por malagueños de la capital: hay también familias de Ronda, Antequera o Marbella, de la campiña cordobesa, de Granada, de pueblos sevillanos. Recorre a duras penas el trayecto hasta Almería, a pie, cruzando ríos y vaguadas. Por el camino sufren los bombardeos navales y aéreos de las fuerzas sublevadas. Los acorazados franquistas y los aviones italianos se ceban en una población indefensa, en la que hay milicianos, sí, pero integrada en su inmensa mayoría por familias completas.

La llegada a Almería será escalonada. El frente se detiene en Motril gracias a la movilización de una de las Brigadas Internacionales. La primera ayuda es la de la ambulancia del doctor Norman Bethune, movilizado por el Socorro Rojo, junto a Tina Modotti y Matilde Landa, que se instalan en Almería. Aunque hay refugiados que se detienen en Adra, en Roquetas de Mar y otros municipios de la costa, llega a Almería, una ciudad de 55.000 habitantes, una enorme marea humana maltrecha y hambrienta, que bien puede duplicar la población de la ciudad. El 12 de febrero por la tarde, como han señalado Eusebio Rodríguez y Juan Francisco Colomina, «cuando las calles de la ciudad y el pequeño puerto de Almería estaban repletas de refugiados (…) fueron masivamente bombardeados por aviones alemanes e italianos» («La Desbandá de Málaga en la provincia de Almería». Ed. Círculo Rojo, p. 137). La situación era completamente insostenible.

Manuel de Irujo.

Manuel de Irujo, comisionado por el Gobierno

Irujo, doctor en Derecho por la Universidad de Salamanca, católico, se había incorporado al gobierno de Largo Caballero de manera simbólica, como muestra de apoyo del PNV a la causa de la República. Ejercía de ministro sin cartera. En todo momento intentó recuperar el funcionamiento de la justicia según los cánones democráticos, utilizando sus influencias para proteger a personas amenazadas y, sobre todo, intentar detener los fusilamientos de sacerdotes y religiosos en la retaguardia republicana. Esa tarea y las complicidades derivadas de ella resultaron cruciales para el éxito de su misión.

El Consejo de Ministros de la República se reúne de manera extraordinaria y urgente la mañana del 13 de febrero para abordar el problema de los refugiados en Almería. Ya se habían dado casos de acogida de refugiados en el otoño de 1936, cuando el empuje franquista llevó a Madrid a miles de personas procedentes de la provincia de Toledo. Pero ni Almería era Madrid ni la población refugiada había alcanzado ese volumen terrible en otras ofensivas anteriores. Se decide nombrar a Manuel de Irujo, que de inmediato cursa un telegrama al gobernador civil de Almería, Gabriel Morón, cuyo primer párrafo dice así: «Consejo Ministros reunido hoy acordó encargarme presidir comisión Ministerial especialmente encargada atención refugiados Málaga evacuación y distribución adecuada stop». Desde el 13 hasta el 16 de febrero, Manuel de Irujo utilizará toda su energía para lograr, de manera directa y eficaz, la evacuación de los refugiados procedentes de Málaga por distintas provincias de la retaguardia republicana, garantizando su subsistencia y resolviendo en muy pocos días la complicada situación existente.

La respuesta del gobierno de la República

Irujo tiene muy claro desde el primer momento lo que debe hacer. Está en Valencia, capital republicana desde noviembre de 1936, cuando la ofensiva franquista amenaza con tomar Madrid. Su prioridad es doble: por un lado debe distribuir a los refugiados que permanecen en Almería por las provincias de la retaguardia, sobre todo las costeras, aunque también enviará refugiados a Alcázar de Cervantes (actual Alcázar de San Juan) y Albacete. Pero además debe hacer llegar víveres y atención sanitaria para garantizar la subsistencia de miles de personas desplazadas, en Almería y en las provincias de acogida.

La maquinaria se pone en marcha. La carpeta custodiada en el Museo Arxiu de Santa María de Mataró permite reconstruir, telegrama a telegrama, la imparable decisión de Irujo y de todas las instituciones del gobierno republicano para ayudar a los refugiados de la Desbandá. El mismo 13 de febrero, ya se ha dicho, contacta con el gobernador civil de Almería, Gabriel Morón, para informarle de su nombramiento y transmitirle tranquilidad. Se libran 150.000 pesetas para atender los primeros gastos. Envía sendos telegramas al presidente de la Generalitat de Cataluña, Lluís Companys, y al presidente del Gobierno vasco, solicitando su ayuda y colaboración. A Companys le escribe un telegrama muy sentido: «me dirijo a V. E. como Presidente de Cataluña rogándole el máximo esfuerzo en favor de aquellos desventurados cuyo hondo sentido republicano y repulsión al régimen fascista al que Málaga ha sido entregada les ha impelido abandonar sus hogares en cruenta odisea». Su gobierno colaborará con empeño en la tarea.

Hay que movilizar medios de transporte, hay que conseguir comida, hay que trazar rutas de evacuación, garantizar los suministros. La actividad es febril y eficaz. Irujo llama por teléfono y envía telegramas sin descanso a las autoridades de la retaguardia republicana. El éxito de su misión se basa en la colaboración de todos, pero sobre todo en su capacidad de trabajo y en la energía que despliega. Contacta con los gobernadores civiles de las provincias implicadas. Redacta telegramas para los comités provinciales de refugiados, que constituyen piezas clave en la difícil tarea de acoger en sus respectivas provincias a los evacuados procedentes de Almería. Actúa, insiste, espera noticias, mueve sus hilos. Telegrama a telegrama, llamada a llamada (conferencia telefónica en términos de la época), la alimentación de los refugiados y su evacuación se pone en pie. La misma República que no pudo enviar refuerzos militares a Málaga, realiza un descomunal esfuerzo sin precedentes para atender a sus refugiados, a los que procura alimento y una nueva ubicación lejos del frente y de las ciudades sometidas a bombardeos.

Un día decisivo: el 14 de febrero

El mismo día de su nombramiento, Irujo envía 17 telegramas y 17 circulares. Su objetivo es sacar cuanto antes de Almería, en dirección a las provincias del litoral, a la mayor parte de la población que ha llegado procedente de Málaga. Contacta sobre todo con los gobernadores civiles y los delegados del Comité Nacional de Refugiados, pero también con los responsables de transportes, ferroviarios y otros ministros, como Negrín, para conseguir combustible, o José Giral.

El día 14 salen ya veintinueve camiones con víveres desde Alcázar de Cervantes en dirección a Almería. Desde Valencia y Murcia salen también convoyes con alimentos. Gracias al control de la línea ferroviaria que una Almería con Murcia y Alicante, a través de Guadix y Baza, se movilizan asimismo trenes con provisiones que llegan a la ciudad y parten de ella cargados con refugiados. La actividad es frenética, difícil de imaginar: telegramas y contactos a tres bandas permiten que el mismo día 14 el ministro de Comunicaciones y Marina Mercante, Bernardo Giner de los Ríos, ponga a disposición de la operación de evacuación el vapor Ciudad de Barcelona y varios buques más.

Los telegramas enviados y recibidos permiten identificar a los más destacados cómplices de Irujo en la tarea de procurar una evacuación digna a los refugiados. Por ejemplo, Modesto Moyron, del que una sencilla ficha en la Fundación Pablo Iglesias informa que fue presidente del Comité Nacional de Refugiados entre noviembre de 1936 y febrero de 1937. Otro de ellos será Hermógenes Cenamor, delegado en Alicante del Comité Nacional de Refugiados, que se volcará con la misión; fallecería de ántrax en la prisión de Almería en agosto de 1939, tras ser capturado y encarcelado por las tropas franquistas. También será muy importante en estos días de febrero un tal Rumayor, que no es otro que Ramón López-Rumayor Lombera, farmacéutico y empresario, simpatizante socialista, que organizaría las colonias infantiles de Valencia y ejercería de eficaz enlace de Manuel de Irujo con otras autoridades en Valencia, y con la implicada embajada británica. Nombres olvidados que en aquellos días dramáticos hicieron su trabajo con eficacia y profesionalidad.


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