Cómo la democracia puede acabar mal
 
Cómo la democracia puede acabar mal
Gontran Patrick Dutoya

Siempre existe la tendencia humana de ver los hechos y acontecimientos como parte de ciclos, seguramente debido a que la naturaleza nos ha hecho interiorizar sus ciclos, que nos permite situarnos en una continuidad del espacio-tiempo.

La política no es ajena a dichos enfoques y habrá un sinfín de teorías políticas centradas en los ciclos. Pero de entre ellas resulta particularmente interesante la Anaciclosis, conocida por la obra del historiador helénico Polibio (siglo II a. C). El término puede sonar a enfermedad o trastorno y es que efectivamente, centra su atención en la degeneración de los diferentes arquetipos de regímenes políticos expuestos entre otros por Platón.

diagrama sobre el Anaciclósis: https://es.wikipedia.org/wiki/Anaciclosis

Así, el ciclo sigue este patrón:

  1. Monarquía: Gobierno encabezado por una persona o una dinastía.
  2. Tiranía (degeneración de la monarquía)
  3. Aristocracia: Gobierno encabezado por personas que sobresalen por sus cualidades.
  4. Oligarquía (degeneración de la Aristocracia)
  5. Democracia: Gobierno encabezado por los ciudadanos.
  6. Oclocracia (degeneración de la Democracia).

Según esta teoría, hay un ciclo que se origina con la Monarquía y acaba con la Oclocracia en la que se cierra el círculo y se vuelve a empezar. Los sistemas de Monarquía, Aristocracia y Democracia se entienden pues como funcionales en su esencia, y en general ya son bastante conocidos. Pero lo que nos interesa aquí son las degeneraciones que producen.

La Tiranía: Se entiende que una sola persona ostenta todo el poder de forma ilegítima. Lo hace por la fuerza y no hay ninguna limitación a su poder por ley o por alguna constitución. (conviene aclarar que en la antigua grecia, el término no tenía una connotación tan peyorativa como puede tener hoy). Como degeneración de la Monarquía, podemos imaginar algún general que provoca un golpe de estado o usurpación que elimine al monarca. Nada demasiado alejado de los dictadores totalitarios de nuestra historia contemporánea.

La Oligarquía: cuando el poder aristocrático se perpetúa de forma hereditaria se pueden perder las cualidades que en teoría deben acompañar a una aristocracia. En la visión ideal griega, esta sigue un proceso meritocrático basado en cualidades esenciales para el gobierno. Al pasarlo de forma hereditaria acaba resultando en un gobierno de unos pocos que no tienen dichas cualidades y por lo tanto, puede resultar en gobiernos desastrosos.

Oclocracia: La fase que nos parece más interesante y en la que nos centraremos. La traducción sería “poder de la turba”. Polibio centró el aspecto degenerativo de la democracia en la demagogia: “Cuando la democracia, a su vez, se mancha de ilegalidad y violencias, con el pasar del tiempo, se constituye la oclocracia”. El autor considera este sistema como el peor de los sistemas políticos, y el último estado de degeneración del poder pudiendo resultar en un “no poder” o anarquía caótica.

Rousseau, en su Contrato Social, define de forma similar la oclocracia. Identifica el origen de esta degeneración en la sustitución de la “voluntad general” por la “voluntad particular”, es decir, fomentando el interés de un grupo y no el interés de la población general.

Como suele ocurrir en la mayoría de las degeneraciones que hemos visto, suelen producirse en momentos de crisis, inestabilidad, o simplemente de un lento proceso de descomposición.

Ilustres pensadores de todas las épocas han identificado un peligro permanente para las democracias: los oclócratas. Son personalidades que ejercen el poder para hacer degenerar la democracia en oclocracia con el objetivo de mantener su posición de poder o conquistarla, haciéndolo pasar por legítimo con el apoyo del sector más ignorante de la sociedad, en el que vuelcan todos sus esfuerzos de manipulación y propaganda.

No hace falta remontarse mucho para encontrar ejemplos concretos de este modus operandi. El asalto al capitolio en EUA el 6 de enero de 2021 es un perfecto ejemplo; Joe Biden ganó las elecciones y el entonces presidente Donalt Trump no dudó en lanzar acusaciones de fraude y demás, que acabó con miles de personas tomando el capitolio.

Todo ello también nos resulta muy cercano al Populismo, y en general, al rumbo que están tomando nuestras democracias representativas. Pero, ¿es fruto del azar? O se está aplanando el terreno para la irrupción de una oclocracia y algo que pueda venir a continuación, que ponga fin a nuestras etapas democráticas.

hace una actualización de la teoría del Anaciclosis. Añade antes de la Monarquía la “jefatura” que corresponde a una idea más bien tribal, y luego substituye la oclocracia por dos fases: Plutocracia y Demagocrácia.

diagrama actualizado del Anaciclosis por: https://anacyclosis.org/

La Plutocracia surge cuando poco a poco las clases más adineradas van concentrando el poder en sus manos. Esto ocurre en una democracia cuando las élites económicas empiezan a controlar los diferentes órganos de la democracia: parlamentos, congresos, tribunales pero también y sobre todo, medios de comunicación y difusión de opiniones.

Aquí conviene apuntar un actor que no solemos tener en cuenta pero que es un requisito sine qua non de una democracia: la clase media. Por este preciso motivo las democracias son tan raras en nuestra historia. Porque pocas veces una clase media ha podido emerger, aunque cuando lo han hecho de algún modo, aunque tímidamente, siempre han acompañado las sociedades de progreso científico, cultural y artístico, como es el caso del renacimiento italiano. En efecto, la clase media ofrece una masa importante de personas, con un cierto nivel cultural y económico, que mantienen el equilibrio entre las clases altas y las clases más desfavorecidas. Estas clases medias son las que tienen la capacidad de mantener una democracia en pie.

Los hermanos Tiberio y Graco, tribunos de la república romana entre 133 y 121 a. C, fueron conscientes del peligro que conllevaba concentrar el poder en pocas manos. Promovieron reformas agrarias cuyo objetivo era ceder tierras públicas controladas por los aristócratas a pobres y veteranos. El objetivo era una mejor redistribución de las riquezas, y tuvieron algunos éxitos antes de ser asesinados por los Optimates (una facción plutócrata). Podemos pensar que en el supuesto caso que se hubiera mantenido una clase media estable, quizás hubiera perdurado algo más la República Romana posponiendo o evitado el nacimiento del imperio. El mismo Polibio pudo ser testigo de estos acontecimientos, poco antes de su muerte.

De vuelta a nuestros tiempos vemos como la clase media occidental, lejos de haberse recuperado del golpe letal de La Gran Recesión de 2008, se va debilitando con cada crisis (Ya veremos el balance que nos dejará el Covid-19…). Y nos damos cuenta que cada golpe que recibe la clase media supone un enriquecimiento de las clases más adineradas, absorbiendo aún más poder.

En estas circunstancias ya conviene llamar nuestro sistema por lo que es: una Plutocracia emergente. No sólo por la concentración de poder económico en pocas manos, sino también del político y el mediático. Vemos cenas donde altos cargos políticos, empresarios y magnates de los medios de comunicación comparten mesa y esto nos indica claramente que estamos viviendo en una plutocracia: cuando la clase media es pulverizada y las clases altas ascienden de forma estratosférica.

Pero el ciclo sigue su curso. La estratificación social se expande y la dependencia al sistema de los más vulnerables va en aumento y es el sustrato perfecto para los populistas y los demagogos. Allí, la población y especialmente los más afectados por la plutocracia buscarán líderes que les prometen un futuro mejor. Se designan unos enemigos (curiosamente no suelen ser los plutócratas), se fomenta el odio y la discordia, así como el descontento y la crítica hacia el sistema. Entonces entramos en la fase de caos organizado, la sublevación y los líderes que emanan de ello consiguen hacerse con el poder. Hitler podría ser un triste ejemplo de ello.

Situarnos en este ciclo nos da una perspectiva y nos permite ser conscientes de dónde venimos y a dónde vamos. El auge de la extrema derecha y los populismos nos indica que nos situamos entre una plutocracia emergente y una demagocracia.

Cuando una monarquía deriva en tiranía o una aristocracia en oligarquía, los ciudadanos pueden tener la conciencia tranquila en la medida de lo posible pues son relativamente ajenos a la degeneración. Pero cuando una democracia degenera hay un sentimiento de culpa y arrepentimiento que puede traumar a toda una sociedad. ¿Qué habrán sentido muchos alemanes al perder la segunda guerra mundial, descubriendo las atrocidades del Holocausto, los millones de vidas segadas por una guerra cuya mecha fue encendida por su Führer? Difícil saberlo, pero el caso es que se les hizo responsables de haber llevado a Hitler al poder, obviando muchas veces lo humillante que fue el Tratado de Versalles, la pobreza en la que se sumió a Alemania tras la primera guerra mundial, y cómo fueron manipulados por plutócratas y demagogos. Claro está que tienen cierta responsabilidad democrática por haber votado a Hitler, pero ¿no habrán sido condicionados por oscuros intereses o por un trágico destino de la historia?

La historia se repite, y a veces nuestras falsas democracias parecen ser sólo el pretexto para hacernos responsables de las decisiones que nos hacen tomar, a menudo manipulados y presionados.


Fuente → ibernexus.com

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