Una “democracia plena” necesita urnas y demócratas

Los momentos más creativos de la democracia rara vez ocurrieron en las sedes de los parlamentos. Ocurrieron en las calles. 

Una “democracia plena” necesita urnas y demócratas
Cándido Marquesán Millán

La derecha política y mediática nuestra una gran habilidad. Es muy lista, es ella quien diseña la agenda política. Se habla de lo que ella quiere. Y la actuación de la izquierda es siempre reactiva.

Poco ha un político tuvo la osadía de decir “En España no disfrutamos de una democracia plena”. ¡Dios mío! ¡Qué escándalo! ¡Esto es un ataque a la democracia, además de toda una muestra de antipatriotismo! Es surrealista. Vamos a ver, ¿dónde está esa democracia plena? Numerosos politólogos, sociólogos e historiadores vienen diciendo que la democracia es un ideal a conseguir, una utopía, en definitiva, siempre mejorable, nunca es plena. Cito a algunos de ellos: John Keane, Pierre Rossanvallon, Norberto Bobbio, Boaventura de Sousa Santos, Raffaele Simoni, etc. Rousseau en El Contrato Social manifestó “Si existiera un pueblo de dioses se gobernaría democráticamente”. Evidentemente los seres humanos no somos perfectos como los dioses. Y por lo que yo observo tampoco los españoles. Llama la atención que los ataques a este dirigente político han venido indiscriminadamente desde todos los frentes políticos, de derecha a izquierda. Los de algunos dirigentes del PSOE, del que yo soy militante, no han sido menos duros que los de la derecha. Un ejemplo, García-Page. Pero dejemos a los García-Page, Leguina, González, Guerra, en paz.

Quiero referirme a una encuesta del programa del «Hormiguero», que, por cierto, no es un programa precisamente podemita. Ni tampoco Motos ni el invitado Alsina de Onda Cero. Según tal encuesta más del 70% de los españoles consideran que en España» NO HAY UNA DEMOCRACIA PLENA». OJO, más del 70%. Exactamente el 71,4%. Lo que significa que todos estos políticos y muchos de los periodistas-tertulianos, que han atacado a un político por tener la osadía de decir que en España no hay una democracia plena, no están en plena sintonía con el sentir de más del 70% de sus compatriotas. Deberían pensárselo un poco. Y lo grave es que la gran mayoría de los españoles critican a un político por decir precisamente lo que ellos mismos piensan -más del 70%-. ¿Cómo es posible una democracia plena en una dictadura social-comunista-bolivariana-populista-judaico-masónica? Un dato sobre nuestra democracia plena. En las elecciones generales de 28-A de 2019, sólo el 6,1% de los españoles en el extranjero pudieron sortear todas las trabas y ejercer su derecho a voto desde el exterior. De los 2.099.336 españoles que estaban registrados en el Censo Electoral de Residentes Ausentes (CERA) fueron aprobadas un total de 182.545 solicitudes de voto y pudieron votar 129.271 personas, es decir consiguió votar el 70,8% de los electores cuyas solicitudes fueron admitidas. Vergonzoso. Consecuencia de la Ley Electoral vigente. Ayer el 23 de febrero se aprobó por unanimidad la toma en consideración de la Proposición de Ley, de los Grupos Parlamentarios Socialista y Confederal de Unidas Podemos-En Comú Podem-Galicia en Común, Orgánica de reforma de la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General, para la regulación del ejercicio del voto por los españoles que viven en el extranjero. ¿Puede calificarse una democracia plena cuando el 94% de los españoles en el extranjero no han votado? Y no lo han hecho en su gran mayoría por innumerables obstáculos administrativos. Miremos el artículo de la Constitución 9. 2 “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”. ¡Vaya manera de facilitar la participación política! Por supuesto. Aclaro. Por si alguno tenía alguna duda. Yo pienso que tenemos en España una “democracia plena”. No plena, todavía más en grado superlativo. Nuestra democracia es el paradigma de la ejemplaridad, debido a una Transición modélica por lo que la hemos exportado urbi et orbi. Después de la creación del mundo, el segundo acontecimiento más importante en la historia de la humanidad ha sido nuestra Transición.

Hace unos días, el mismo político tuvo la osadía -otra más- de decir que existe una gran concentración mediática, lo que supone un gran poder a la hora de diseñar la agenda política. ¡Qué escándalo! ¡Está tratando de acabar con la libertad de expresión! Vamos a ver. La realidad (la verdad) es la que es. “La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”. Madrid es el epicentro hegemónico de las comunicaciones en España y, por lo tanto, el principal centro emisor de mensajes. Dos grupos de televisión, Atresmedia y Mediaset, absorben el 83% del mercado publicitario de la televisión generalista, y entre ambos tienen 55,9% de la audiencia en España. Algo semejante ocurre con las radios, porque las cuatro primeras en audiencia -SER, COPE, Onda Cero y RNE- dominan el mercado de las ondas en España, excepto en Catalunya. Además diarios de papel de ámbito nacional como El Mundo, El País, ABC, La Razón, El Marca, As…

Los momentos más creativos de la democracia rara vez ocurrieron en las sedes de los parlamentos. Ocurrieron en las calles

Otro político ha tenido la osadía de escribir en su Twitter Todo mi apoyo a los jóvenes antifascistas que están pidiendo justicia y libertad de expresión en las calles. Ayer en Barcelona, hoy en la Puerta del Sol”. ¡Vaya escándalo! Esto ya supera la imaginable. ¡Está justificando la violencia! E incluso una ínclita presidenta de una comunidad autónoma en todo un ejemplo de moderación señala “que cuando hay un movimiento terrorista siempre están los apellidos de Podemos detrás”. En Twitter, Casado “Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad arriesgan su vida por defender la nuestra, la ley y la libertad. Sánchez debe cesar a los ministros que justifican la kale borroka. Y hay que recordar que la ley de partidos responsabiliza a los que alientan la violencia”. Vamos a ver. Nos estamos volviendo locos. Que me diga alguien, por favor, en ese Twitter, ¿dónde está la incitación a la violencia? Está instando a la protesta, que no tiene nada que ver con la violencia. Esta derecha mediática y política tiene una visión de la democracia muy alicorta. Mejor, no sabe qué es una democracia. Se lo voy a aclarar. Como ha escrito Luis I. Sandoval "Para Eric Hobsbawm 'las marchas callejeras son votos con los pies que equivalen a los votos que depositamos en las urnas con las manos'. Y es así, porque los que se manifiestan en la calle pacíficamente eligen una opción, protestan contra algo y proponen alternativas. La acción colectiva en la calle, como acto de multitud o de construcción de un discurso, expresa una diferencia u oposición, muestra una identidad, y se transforma de lo particular a algo más general y cuando se mantiene en el tiempo se convierte en un movimiento social”. La historia nos enseña que si en la sociedad democrática no se produjeran estas oleadas de movilización por causas justas no habría democratización, es decir, no habría la presión necesaria para hacer efectivos derechos reconocidos constitucionalmente, ni la fuerza e imaginación para crear otros nuevos. Todo esto les resulta difícil de entender a algunos. Con frecuencia, las sociedades se incomodan con los movimientos y aún los consideran peligrosos y nocivos. Solo cuando triunfan reconocen sus bondades e integran sus conquistas a la cultura e institucionalidad vigentes. Ardua tarea, a veces se necesitan siglos para alcanzar algunos derechos: jornada laboral de 8 horas, descanso dominical, sufragio universal, igualdad entre hombre mujer. En definitiva, con movilizaciones se han civilizado y avanzado las sociedades que hoy conocemos como modernas y democráticas. Los momentos más creativos de la democracia rara vez ocurrieron en las sedes de los parlamentos. Ocurrieron en las calles.

Por otra parte, una democracia plena necesita una ciudadanía demócrata. ¿Sabemos los españoles en qué consiste esencialmente la democracia? Si lo sabemos, ¿nuestras acciones están regidas por los valores democráticos? La democracia es mucho más que ir a votar cada cuatro años. Es una obviedad. Tengo la impresión que nuestras actuaciones cotidianas en la familia, la escuela, el trabajo y en la sociedad no se rigen por los valores democráticos. En ello puede que tenga algo ver que la democracia ha sido la excepción en nuestra historia. Y esta circunstancia deja huella. Como no hemos mamado sus valores, es lógico que nos resulte difícil comportarnos de acuerdo con ellos. Por ende, muchos nos hemos acostumbrado a resolver autoritariamente los problemas y conflictos, inevitables en la convivencia, por medio del ordeno y mando y el puñetazo encima en la mesa, en lugar del diálogo, el contraste de pareceres y el intercambio de opiniones. Según Manuel Rámirez, catedrático de Derecho Político de la Universidad de Zaragoza, los valores democráticos son: “La verdad política absoluta no existe, fomento de la capacidad crítica de los ciudadanos, valoración de la existencia de una sociedad pluralista, comprensión de la democracia como valor e incluso como utopía, nunca es plena, nunca es una fase terminal; personalidad democrática caracterizada por la comprensión y el diálogo, fomento de las virtudes públicas en detrimento de las privadas, asimilación del valor positivo del conflicto, estimulación de la participación y de su utilidad; y conciencia de la responsabilidad y ejercicio del control”. Ser demócrata y actuar democráticamente es complicado. No se nace demócrata. Tampoco se hace uno demócrata de una vez y para toda la vida. Ser demócrata no es algo natural y espontáneo. Tampoco lo son las sociedades. Una sociedad democrática es el resultado de un largo esfuerzo individual y colectivo. La democracia se construye cada día y debe mantenerse siempre vigilante para asegurar su buen funcionamiento. La democracia hay que cultivarla y mimarla, para hacerla cada vez mejor. Hay que socializarla en la familia, la escuela, la sociedad, la política, los medios de comunicación… Quiero referirme a los medios de comunicación.

No suelo escuchar la COPE. Esta mañana lo he hecho, en concreto el programa de Carlos Herrera, porque no podía sintonizar bien la SER. Me he quedado impresionado al escuchar al ínclito Herrera. Ha calificado a una fuerza política de "basura del moño rojo" y a otros grupos, que se ausentaron del acto de recuerdo del 23-F, de "chusma". Y otros epítetos que no merece la pena mencionar. Obviamente que se puede ejercer la libertad de expresión. Pero, todo tiene un límite. Me preocupa especialmente que, según datos de primeros de diciembre de 2020, el programa de Herrera tiene una audiencia de 2.432.000 millones de españoles, que si lo escuchan es porque les agrada esta línea editorial. Llama la atención que la COPE según Wikipedia es propiedad de la sociedad Radio Popular S.A., cuyos accionistas son la Conferencia Episcopal Española (51,5%), las diócesis (21%) y órdenes religiosas como jesuitas y dominicos. ¡Vaya siembra de valores evangélicos!

Es imprescindible otra manera de hacer periodismo. No se puede emponzoñar la convivencia democrática con semejantes mensajes. Por eso, me parece muy oportuno el mensaje de Fernando de los Ríos, como señaló Virgilio Zapatero en una conferencia en la Diputación de Granada, el 26 de noviembre 2020. En el Centenario de su elección como diputado por Granada sobre Fernando de los Ríos:

"Fernando de los Ríos en un impresionante mitin celebrado en Granada en febrero de 1936: En España lo único pendiente es la revolución del respeto -tome nota señor Herrera-; el respeto no sólo individual sino social porque constituía el mejor cimiento sobre el que construir la España civil.

¡Qué idea más luminosa y más actual para todos nosotros en esta España tan crispada, a veces tan feroz y que parece condenada de nuevo a una polarización enconada!

El respeto exige interés por los demás, curiosidad por las ideas y propuestas del otro y capacidad de diálogo en el sentido más profundo de diálogo: dialogar –decía Machado- es primero preguntar y después escuchar. Para respetar una posición o comportamiento, para respetarnos no tenemos que estar de acuerdo: basta con tener curiosidad, con comprender que la posición del otro refleja un punto de vista diferente, que puede tener sus razones atendibles y que esta diferencia nos ofrece la oportunidad de aprender escuchando y así avanzando en la construcción de esa utopía que es la España civil".


Fuente → nuevatribuna.es

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