Hasta hace muy pocos días los familiares de Vicente Blas Almodóvar no tenían certeza de su mutua existencia. Unos en Rusia y otros en España, separados por la distancia y sobre todo por siete décadas trascurridas desde la ejecución de Vicente en Asturias. A mediados del pasado enero, setenta años por medio, sus descendientes y los de su hermano pasaron largos ratos comunicándose a través de plataformas telemáticas, utilizando los traductores digitales para poder entenderse: uno en ruso, otros en castellano.
En diciembre pasado a través de una buena amiga de una asociación memorialista, me llegó el correo de la investigadora Silvia Ribelles que, desde Estados Unidos, había tenido conocimiento de que Vicente Blas, durante su exilio en la URSS tras la guerra civil española, tuvo dos hijos. Los parientes en España, con los que ella estaba en contacto, al saberlo, estaban deseosos de comunicar con ellos. Remití los datos a unos amigos de la Asociación de los Niños de Rusia y también al Centro Español de Moscú; la presidenta y la secretaria de éste: María Teresa Casero y Elena Lago respectivamente, tuvieron el acierto de dirigirse a las autoridades municipales de Jimki −Moscú−en dónde se perdía la pista de la saga. Por suerte esos correos cayeron en manos de personas sensibles de la administración municipal, que se tomaron la molestia de localizar a ciudadanos con un apellido sin duda excepcionalmente raro en Rusia: “Blas”. Estos, una vez localizados, reaccionaron con sorpresa e ilusión enviando sus datos con ingente documentación acreditativa de la familiaridad: eran los bisnietos de Vicente Blas Almodóvar. Desde el Centro Español de Moscú remitieron todo aquello y sus direcciones de correo electrónico que por la misma línea de comunicación en sentido contrario llegaron a la familia española. El círculo se cerró un domingo de mediados de enero en el que finalmente se produjo el contacto directo. No es difícil imaginar la carga emocional de esas comunicaciones. He querido ser meticuloso con la descripción de la cadena porque más allá del aspecto sentimental y humano, esto ha sido posible gracias a un engarce en el que cada eslabón hubiera sido inútil sin el anterior y el posterior. Algo que pone el foco en una realidad: mucha más gente de la que se piensa está implicada en recuperar del abandono la memoria democrática y a las personas que estuvieron olvidadas… aunque nunca lo fueron por los suyos.
¿Quién era Vicente Blas Almodóvar? El mismo año de la revolución rusa, en 1917, nació en el pueblo de La Carolina. Se afilió al Partido Comunista y durante la guerra civil luchó en el “Quinto Regimiento”. Fue comisario de la 9ª brigada, 11ª división. Finalizando la guerra tuvo que salir a Francia por el Pirineo y luego consiguió llegar a la Unión Soviética. Allí estaba exiliado cuando Alemania la invadió. Formó parte de la unidad de la NKVD que tenía la misión de defender el Kremlin como última línea, en los peores momentos cuando los alemanes lo amenazaban a escasos kilómetros, y que estaba formada mayoritariamente por españoles. Después, como otros muchos compatriotas se incorporó a la guerrilla que operaba tras las líneas alemanas. Poco antes de la invasión se había casado con Anna Ivanovna. Su primer hijo: José nació durante la guerra el 21 de diciembre de 1941. Finalizada esta tuvieron otro: Víctor, el 15 de febrero de 1948. Ese mismo año, el Partido Comunista le envío a Francia y, a finales de 1949 entró en España clandestinamente para unirse al maquis en Asturias.
Unos meses después, el 7 de febrero de 1950, cayó durante una emboscada junto con sus compañeros. En esa celada murieron casi todos los miembros de la partida guerrillera de los Caxigales. El propio carismático líder: Manolo Caxigal, junto con Eloy Álvarez (El Ruso), Ángel Martínez, Ovidio González y Simón. A Vicente Blas no le identificaron, era foráneo y no le reconocieron. También por la confusión de uno de sus nombres de guerra: Manolo Castaño, como posteriormente le registraron -otro de sus alias era Juan-.
Seguro que tras cada uno de esos hombres hay una historia tremenda. Me topé con alguna de ellas investigando, no sobre Vicente, del que entonces no tenía noticias, sino sobre dos de los mencionados: Eloy Álvarez “El Ruso” y Roberto Montes.
Casimiro Álvarez y Aurelio Díaz González "Caxigal" hermano de
Manolo. La emboscada que acabo con su vida fue el 7 de febrero de 1950.
Los dos fueron niños de la guerra evacuados a la URSS. Allí estudiaron. Eloy con dieciséis años combatió en Leningrado, fue herido y evacuado de la ciudad sitiada junto con otros ciento veinte −chicas chicos− compatriotas. Quince de ellos fueron apresados por los alemanes. Tras unos meses en Berlín les enviaron a la Francia de Vichy dónde se hizo cargo de ellos una sección de falange. Se le vistió con camisa azul y les hicieron entrar desfilando a España desde Hendaya. Eloy y Roberto poco después se unieron a la guerrilla, era 1942. Casi ocho años estuvieron en el maquis, un largo recorrido temporal nada frecuente. Vicente Blas Almodóvar tuvo menos suerte, fue escaso el tiempo trascurrido desde que cruzó la frontera hasta que le mataron.
Les cercaron, acribillaron y remataron. Los que estaban aún con vida fueron ejecutados. Varios eran de la zona, a sus familiares no se les permitió enterrarlos hasta días después. Estuvieron tirados en la calle como trofeos de caza. Al menos así fue, según cuentan testigos, en el caso de Eloy. Finalmente el destino de los restos de todos ellos fue una fosa común en el cementerio del Condado, próximo al lugar donde fueron cercados. Una placa recoge algunos de sus nombres, otros ni tan siquiera eso. No sé molestaron en averiguarlos: “unos rojos”. Años después con la ayuda de vecinos, los investigadores fueron indagando.
Ahora se cierra el círculo de la memoria para este luchador antifascista. La siguiente tarea que tienen por delante es la exhumación de los restos y la verificación del ADN. Un cúmulo de emociones y persistencia contra la desmemoria. La “abuela” nunca llegó a saber qué fue de “su Vicente”, pero ahora, los suyos: rusos y españoles de apellido “Blas”, pueden compartir unas notas emocionadas como réquiem en el sosegado sentido de “descanso; permanecer tranquilo; en paz”.
Fuente → nuevatribuna.es
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