Hice el
servicio militar en el primer reemplazo después de la muerte del
dictador de 1975, siendo destinado en las Islas Canarias. El gobierno
fascista de entonces sacó una ley porque los nuevos soldados hiciéramos
la mili fuera de nuestra región militar, imagino que con la intención de
dispersarnos ante la posible rebelión democrática, tal y como sucedió
con la “Revolución de los Claveles” en Portugal.
Allí fui obligado a
votar la reforma democrática que impulsaba el régimen, que era cambiar
algo para qué nada cambiara. Los mandos militares nos vigilaban para ver
que votábamos, el “Sí” era la consigna, mientras la oposición
democrática propugnaba el boicot, puesto que no había garantías
democráticas mínimas. Y para más inri, el principal partido con el que
yo simpatizaba (PSUC/PCE) estaba ilegalizado. Incluso, aquellos mandos
nos revisaban las taquillas para requisarnos revistas de cariz
progresista como Triunfo o Interviu.
La
situación en aquella época era complicada, el régimen se hundía, pero
la oposición democrática no tenía bastante fuerza para tumbarlo, por lo
cual se llegó al pacto que dio lugar a la conocida Transición y que
desembocó en la Constitución de 1978. Y he aquí que ahora estamos
pagando el resultado de aquel pacto: El Régimen del 78.
Estamos
pagando por un pacto hacia una democracia tutelada en el que no hubo
ningún tipo de depuración, ni al Ejército, ni a la Policía, ni a la
Guardia Civil. Esto quedó patente con el intento de golpe de estado del
23F, y lo sigue quedando hoy en día con las cartas y los chats de
Whatsapp de militares en la reserva o jubilados, pidiendo el
fusilamiento de 26 millones de personas de izquierdas.
Pero se que
todavía hay más: la protección incondicional de la corona a pesar de
estar presuntamente mezclada con casos delictivos, la respuesta
excesivamente violenta por los hechos del 1 de Octubre, la posterior
condena desproporcionada a sus líderes, la entrada en el Congreso de la
extrema derecha con 52 diputados, la cual se declara abiertamente
admiradora del dictador y acusa al actual gobierno de izquierdas de
ilegítimo y “Social-Comunista”, creando así un clima guerra civilista y
golpista.
Todo ello me hace llegar a la inequívoca conclusión de que es fundamental una ruptura con el Régimen del 78, que dé paso a un nuevo
Proceso Constituyente, esta vez sí, libre del ruido de sables . Un
proceso hacia una República que reconozca el derecho a la
autodeterminación y que lleve a cabo la necesaria depuración democrática en las instituciones, fuerzas armadas y cuerpos de seguridad del estado.
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