Miguel Hernández, el poeta de la revolución

Miguel Hernández, el poeta de la revolución
Paco Robles 

Miguel Hernández, el poeta que esta semana conmemoramos el 110 Aniversario de su nacimiento, no estaba "identificado con la causa nacional". Es más, consideraba que "el Movimiento no podía hacer feliz a nadie". Sólo por pensar así en 1939 fue condenado a muerte, aunque la pena le fue conmutada por 30 años de prisión. A pesar de que el poeta recordó al juez que no "había asesinado ni denunciado a nadie", no evitó pisar las prisiones del franquismo. Son datos del expediente judicial y carcelario de Miguel Hernández, que sirvieron de base al fiscal alicantino Miguel Gutiérrez para publicar un libro sobre el caso.

El expediente completo de Miguel Hernández recoge la sentencia del Consejo de Guerra nº 21001 de Madrid. En dicha sentencia consta que parecen probados los siguientes hechos:

“antecedentes izquierdistas, se incorporó voluntariamente en los primeros días del Alzamiento Nacional al 5º Regimiento de Milicias republicano, pasando más tarde al Comisariado político de la 1ª Brigada de choque e interviniendo entre otros hechos en la acción contra el santuario de Santa-María de la Cabeza. Dedicado a actividades literarias era miembro activo de la Alianza de Intelectuales antifascistas habiendo publicado numerosas poesías y crónicas, y folletos de propaganda revolucionaria y de excitación contra las personas de orden y contra el Movimiento Nacional haciéndose pasar por el “poeta de la revolución”.

De acuerdo con los datos del sumario, fue muy negativo para Miguel Hernández el manifiesto publicado el 19 de noviembre de 1936 en el diario El Sol por la Alianza de Intelectuales. En aquel texto, bajo el lema A los intelectuales antifascistas de todo el mundo, se instaba a la resistencia. "Desde Madrid", "presenciando la patológica crueldad de los fascistas.... queremos denunciar los asesinatos incalificables que lleva a cabo el enemigo". Entre otros, lo firmaban José Bergamín, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Miguel Prieto, Miguel Hernández, Rafael Alberti y Vicente Aleixandre.

Este día de conmemoración mejor que mis humildes palabras están estas de su coetáneo Pablo Neruda, que tanto le admiraba...

El recuerdo de Miguel Hernández, no puede escapárseme de las raíces del corazón.

El canto de los ruiseñores levantinos, sus torres de sonido erigidas entre las

oscuridad y los azahares, eran para él presencia obsesiva, y eran parte del material de su sangre, de su poesía terrenal y silvestre en la que se juntaban todos los excesos del color, del perfume y de la voz del Levante español, con la abundancia y la fragancia de una poderosa y masculina juventud. Su rostro era el rostro de España. Cortado por la luz, arrugado como una sementera, con algo rotundo de pan y de tierra. Sus ojos quemantes, ardiendo dentro de esa superficie quemada y endurecida al viento, eran dos rayos de fuerza y de ternura.

Los elementos mismos de la poesía los vi salir de sus palabras, pero alterados ahora por una nueva magnitud, por un resplandor salvaje, por el milagro de la sangre vieja transformada en un hijo. En mis años de poeta, y de poeta errante, puedo afirmar que la vida no me ha dado contemplar un fenómeno igual de vocación y de eléctrica sabiduría verbal.

[...]Miguel Hernández, de pastor de cabras se había transformado en verbo militante.

Con uniforme de soldado recitaba sus versos en primera línea de fuego.
 

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