No sé si a alguien más le pasará ahí fuera, pero últimamente todos mis pensamientos sobre la actualidad que nos rodea terminan acusando a un mismo enemigo causante de casi todos nuestros males: el capitalismo. A veces flaqueo y dudo sobre la veracidad de este razonamiento. Los medios de comunicación dicen que me equivoco. Mi móvil dice que me equivoco. Muchos de mis amigos dicen que me equivoco. Y sin embargo, cada vez que una injusticia pone en ebullición mi sistema sanguíneo, yo siempre termino encontrando un mismo culpable tras tirar del hilo...
Imperius Neoliberalis
Al igual que en su momento el Imperio Romano ofreció muchas cosas positivas a los pueblos invadidos a golpe de gladius, es bien cierto que el imperialismo neoliberal nos ha ofrecido también una época de esplendor en muchos campos, al menos para algunos. Ahora bien, todas esas comodidades disfrutadas, esas décadas de Sodoma y Gomorra liberal, tenían un precio. Y muy alto.
No hace falta siquiera referirse al futuro y a la suicida irresponsabilidad que supone el intentar crecer indefinidamente para la sostenibilidad del planeta. Desde los comienzos de este imperialismo neoliberal a cuyo fin estamos asistiendo en directo, los esclavos encargados de sostener la pirámide de la estafa capitalista sufrieron lo inimaginable. Hablo de los nadie, los hijos de nadie, los dueños de nada, esos a los que se les arrebató hasta el último aliento para poder construir este gran imperio.
Como ejemplo evidente tenemos a esos niños rata que han salido en manada a defender que sus YouTubers favoritos se vayan a Andorra para no pagar impuestos en España. Personalmente, tanta tirria me producen estos personajes como el tito Amancio, Rafa Nadal o cualquier otro patriota de bandera en la pulsera e impuestos tras la frontera. Sin embargo, resulta cuando menos curioso que esta nueva generación que comienza a habitar el mundo defienda con tanto ímpetu la evasión de impuestos.
No existen muchas dudas ya: ellos son la primera generación en mucho tiempo que vivirá peor que sus padres. Probablemente no tengan trabajo, y si lo tienen, la estadística nos dice que será un trabajo de mierda (la estadística no lo dice exactamente así, pero bueno). Además del complicado mercado laboral, la educación y la sanidad viven momentos críticos, y la crisis económica que se avecina no parece que vaya a permitir mejorarla. De todos modos, el planeta tampoco aguantará mucho más a este ritmo. Pero ni la educación, ni la sanidad, ni el trabajo, ni siquiera el futuro del planeta son prioridades para las lobotomizadas víctimas del secuestro neoliberal. Lo que a ellos le importa de verdad es que haya libertad para que sus referentes puedan guardar su dinero en un chalet en Andorra. Ellos, que no podrán comprarse un zulo ni en sueños. Aunque lo de comprar es para loosers, ellos siempre podrán apuntarse al coliving...
La pobreza mola
Esto es lo que le espera a la generación que ahora debería empezar a emanciparse pero no tiene recursos para ello, los millennials y centennials: pobreza cool. Hace años ya que vemos como intentan meternos en vena esta idea. Tenemos por ejemplo el freeganismo, la moda que convierte el recoger comida de los contenedores en una opción no solo para los indigentes o los antisistema, sino también para los mileuristas. Trabajar y tener que buscar en la basura para comer ya no es incompatible, e incluso puede que te dé algunos likes.
En la misma línea tenemos el nesting, que básicamente es quedarte en casa para no gastar los euros que no tienes, pero revestido con un bonito barniz neoliberal. Ojo al reportaje de El País que comenzó la tendencia en España: "No salir de casa en todo el fin de semana rebaja la ansiedad e ilumina la mente: atrincherarse entre las cuatro paredes de su morada ya no es de muermos, sino la última tendencia de moda: el nesting". Lo bueno para los pioneros del nesting es que el 2020 los pilló bien entrenados.
¿Y qué me decís de la "moda" de no tener lavadora? Que es una moda solo para la nueva clase media que no puede permitirse ni tener una lavadora, pero una moda al fin y al cabo, y como tal hay que respetarla. Así titulaba El Periódico hace un año sobre la maravillosa tendencia de no poder lavar tu ropa en casa: "España se apunta al 'boom' de hacer la colada fuera de casa".
También observamos esta tendencia de hacer cool la pobreza, como no, en la moda. En el siguiente reportaje de la revista GQ lo denominan PobRicos (me encanta!), y la frase final resume muy bien la idea. Ojo al leerlo no os explote la cabeza:
"Quizá haya que buscar en el grunge de los 90 el arranque de esta tendencia, cuando las finanzas y el progresismo elitista de Clinton comenzaron su orgía global sobre los escombros del Este socialista. Entonces, el dirty chic, con sus franelas y sus ropas andrajosas, apareció como emblema de las clases creativas emergentes. Hoy el estilo pobre sea quizá una forma de ofensiva ostentación de ricos : dioses jugando a ser vagabundos. O, en la forma de la sobriedad de los CEO de las exitosas empresas tecnológicas, un tipo de pudor protestante con que se recubre el dinero. Las tornas han cambiado. Se agranda la brecha entre arriba y abajo. La exhibición de status puede que sea ahora la (lujosa) negación del lujo. Vestir bien es de pobres. Ir de chándal sólo está al alcance de los ricos".
La revista Glamour nos ofrece otro maravilloso ejemplo de esta nueva tendencia de normalizar la precariedad e incluso positivizarla. Se trata de un reportaje de moda en el que las modelos visten carísimas prendas de Prada o Gucci, mientras realizan repartos con mochilas de Glovo. Puede parecer algo anecdótico, pero no lo es. El capitalismo necesita readaptarse continuamente y mantener a sus súbditos sumisos y consumiendo, pase lo que pase. Así que si el trabajo de repartidor de Glovo (y similares) es una mierda pinchada en un palo, pues le damos brillo al palo y le ponemos una guirnalda del todo a cien a la mierda, y todos contentos. Lo de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores es cosa de gente aburrida y fea, próxima a esa doctrina que es como el nazismo pero en ruso, y que mató a 100.000 trillones de personas.
¿ Que un temporal de nieve azota la ciudad y no podemos quitar la nieve porque los quitanieves fueron privatizados y no está en su contrato quitar nieve en un temporal? No pasa nada, apelamos al espíritu ciudadano y que cada uno se saque su nieve del portal como buen madrileño. Y ya de paso le pido 1000 millones al Gobierno central, porque yo lo valgo ¿Que los pobres niños pobres de la ciudad pasan hambre? no pasa nada, le compro unas pizzas a mi amigo de TelePizza y todos contentos ¿ Que la sanidad que llevamos años recortando no da a basto en una pandemia? tranquilos, mis amigos te construyen un hospital en tiempo récord, y te lo limpian y mantienen seguro, aunque no haya personal suficiente y tenga que amenazar y llevarme de otros centros a las enfermeras. Y si así no llega, lo que falte lo derivo a la privada que aunque me salga mucho más caro todo queda en casa. Si cuela, cuela. Y el problema es que cuela.
Como coló la gran estafa española del siglo XXI, cuando tras la "crisis" económica de 2008, provocada directamente por la gula sin fin del sector financiero y su descarada especulación, el Gobierno decidió "rescatar" a los culpables con dinero público, como si fuesen las víctimas del propio sistema que durante décadas les permitió lucrarse hasta lo absurdo. Pues bien, ese rescate a la mafia bancaria le costó en plena crisis a los españoles más de 65.000 millones de euros según el propio Banco de España, de los cuales el 78% (50.940 millones) no se recuperará jamás, lo que implica que cada ciudadano del estado pagará 1085€ de su bolsillo. Y sí, muchos españoles defienden esta forma de actuar, haciendo suya esa famosa frase que nos dejó para la posteridad uno de los artífices de esta gran estafa, Rodrigo Rato, quien ante la comisión de investigación de esta crisis bancaria en el Congreso de los Diputados se atrevió a asegurar lo siguiente sin descojonarse:
La estafa piramiliberal
Todas estas decisiones y forma de actuar tienen una finalidad clara y evidente: desmantelar todo lo que suene a público y profundizar en las tesis neoliberales. El resultado es un servicio menos eficiente y más caro, pero con mayor beneficio para las empresas privadas. Si posees una de esas empresas, entiendo que te beneficie este modelo y lo defiendas (no me voy a meter en la ética o moral de esta práctica para que nadie se sienta insultado). Sin embargo, si eres un ciudadano de a pie, con un sueldo normal y corriente, defender este modelo te convierte en un auténtico imbécil. Y sigo sin querer insultar a nadie, que conste. Utilizo "imbécil" como el adjetivo calificativo que mejor creo que define a los trabajadores que defienden su propia explotación y sufrimiento para beneficio de otros, sin ánimo de ofender a nadie.
Creo que es evidente y algo que todo el mundo comprende que el sistema neoliberal es piramidal (exacto, como las estafas). En la cima se encuentran los grandes magnates, empresarios de multinacionales, banqueros y similar calaña. Debajo estarían los políticos que legislan a su favor, los periodistas que moldean la realidad para ellos, las fuerzas de seguridad que los defienden, y en general, todos aquellos profesionales útiles al mantenimiento de la pirámide, y que se benefician de ser los primeros bajo los pies del amo. Y ya debajo estarían todos los demás trabajadores que mantienen el sistema gracias a su esfuerzo y sacrificio. A principios del siglo pasado ya lo tenían bastante claro, como muestra esta "Pirámide del capitalismo" publicada por primera vez en 1911 en la revista Industrial Worker:
Los datos no engañan: el 1% más rico tiene tanto patrimonio como todo el resto del mundo junto. Y sin duda la pandemia le ha sentado muy bien al neoliberalismo. Por si esa brutal desigualdad no fuese suficiente, ese 1% en la cúspide de la pirámide ha visto crecer su fortuna de modo muy considerable en el último año, mientras el resto del planeta veía empeorar sus condiciones de todos los modos imaginables. Según la revista Forbes, desde el 18 de marzo en Estados Unidos Mark Zuckerberg aumentó su patrimonio en un 46,2%, Jeff Bezos, un 30,6% y Elon Musk, un 48%.
La situación en el estado español es parecida: Amancio Ortega es 8.651 millones menos pobre, Rafael del Pino (Ferrovial) crece un 40%, Florentino Pérez (ACS - Real Madrid) un 41,6%, y Miguel Fluxà (Iberostar) un 50%. Y sí, el neoliberalismo son estas personas, tan lúcidas en la acaparación de riquezas en lo económico como desalmadas y egoístas en lo humano. No creo que nadie tenga dudas tampoco de que la meta última de este sistema piramidal es aumentar las ganancias y perpetuarse, desechando cualquier otra consideración ética, jurídica, ecológica, social, política o estética.
Pandemia neoliberal
Mientras hoy en día la consigna es clara en la cúspide de la pirámide, en la base la imagen es berlanguiana: unos niegan la existencia del virus, otros culpan a los inmigrantes de sus problemas, los otros se pegan para decidir si los trans son trans o no son tan trans, los pobres de Burgos se insultan por Twitter con los pobres de Granollers por ver cual de sus trapos de colores es más bonito...
En esto consiste el engañabobos de hacer parecer cool la pobreza, y muchos otros trucos procedentes de la chistera neoliberal: mantener a los trabajadores cobrando el mínimo posible, con los mínimos derechos posibles y lo más divididos y entretenidos posible, mientras el empresario obtiene la mayor plusvalía posible. Un saqueo en toda regla. Parece sencillo, pero llevarlo a cabo requiere un tremendo sacrificio e inventiva. A buen seguro con la mitad de ese esfuerzo se erradicaría el hambre del mundo. Pero claro, ¿a qué precio? ¿sacrificarías tú la mansión de verano en las Caimán o el megayate por salvar a cuatro muertos de hambre que no pegan palo al agua? ¿No, verdad? Pues eso. Que es muy fácil hablar de igualdad y justicia cuando no tienes un patrimonio billonario que mantener...
Esto nos lleva irremediablemente a la lucha de clases, un concepto raído y mohoso propio de barbudos de otras épocas, pero que es lo único que asusta un poco a esos desalmados que prefieren quedárselo todo mientras el mundo agoniza. Porque no nos equivoquemos, la lucha real no es entre españoles y vascos, o entre defensores y detractores de la teoría Queer, o entre "izquierda" y "derecha". La lucha real aquí es entre el 1% y sus soldados, y el resto de la población.
Fuente → eulixe.com
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