El rey mendigo

El rey mendigo
Isidoro Valcarce

Un sueño recurrente interrumpía cada noche el descanso del rey Felipe VI. La reina Leticia le recomendó que buscara ayuda psicológica, como si se tratara de una vulgar persona.

– Hábleme de su sueño.

– Se repite cada noche desde hace meses. Soy un mendigo que malvive con su anciano padre en la entrada de una iglesia. Incluso en las peores noches de temporal, las puertas permanecen cerradas para los pobres. De momento nos permiten vivir en los soportales con unas mantas y las pocas pertenencias que guardamos en unas bolsas.

– El reino que heredarán los pobres se refiere al más allá, no se habló nada del más acá, musitó el psicólogo.

Sobrevivimos gracias a voluntarios que nos facilitan atenciones y ropa de abrigo en los días de más frío, y acudimos a un comedor social donde nos proporcionan comida caliente gratis a diario. También lo gestionan religiosos, pero debe tratarse de otra confesión distinta. Como mi padre tiene muchos problemas de movilidad suelo llevarle yo su comida en un envase de plástico, pero, de camino a la iglesia, no puedo evitar comerme parte de su ración.

– Debe tratarse de una tradición familiar, pensó el terapeuta.

Cuando llega la policía para pedirnos los papeles me despierto sobresaltado y ya no vuelvo a conciliar el sueño.

– Ya veo, hábleme de su padre

– Mi padre fue elegido como su sucesor por el Generalísimo Francisco Fran…

– No, no, interrumpió. Eso lo conozco. Quiero que me hable de la relación con su padre.

El rey le habló de su padre y de su obsesión por el dinero. Habían vivido en el exilio gracias a un dinero que su abuelo había mantenido oculto en paraísos fiscales. Miembros de su estirpe ya se vieron obligados a huir de España en el pasado, y su padre estaba decidido a amasar una gran fortuna para que a nadie de la familia le faltara nunca nada que se pueda comprar con dinero. Con este fin, desarrolló una intensa actividad como comisionista de grandes empresas españolas en su expansión internacional. Viajaba de un lugar a otro con su máquina de contar billetes.

También le habló de sus múltiples amantes, las cacerías y las orgías organizadas por dictadores con quienes mantuvo excelentes relaciones de amistad y negocios.

Disfrutó del reconocimiento y el cariño de muchos de sus súbditos hasta que parte de sus manejos se hicieron públicos. Como a todos los que disfrutan de gran fama y prestigio, le había llegado la hora de sufrir el desprecio y el desafecto de quienes antes le habían aclamado.

Se vio obligado a abdicar, y aunque el actual rey se había beneficiado hasta entonces de esas actividades ilícitas, ahora que eran públicas, suponían un gran inconveniente para su reinado, por lo que tuvo que repudiar a su padre y desterrarlo en el extranjero.
Le preocupaba mucho el creciente desapego que sentía por gran parte de la población. Cada vez más críticos no entienden que soy Rey de España por la gracia de Dios y de la historia, perteneciente a un linaje de…

-No es necesario que continúe, dijo el terapeuta. Usted se ha creído su personaje. Verá, el problema no es que usted sea un rey que sueña con ser un mendigo, el problema es que usted es un mendigo que sueña con ser un rey. Su padre mendigaba dinero y usted mendiga reconocimiento.


Fuente → elfaradio.com

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