Celebración oficial del 23F. La larga lucha por la ruptura democrática

Celebración oficial del 23F. La larga lucha por la ruptura democrática

Celebración oficial del 23F

La larga lucha por la ruptura democrática

Se acaba de celebrar con todos los honores políticos e institucionales las consecuencias políticas del golpe del 23F. Un acto que ha dividido a los representantes de los partidos, donde Felipe VI ha venido a reclamar para su padre, fugado a los Emiratos, la “firmeza y autoridad” en defensa de la Constitución y el triunfo de la democracia. Dos conceptos en sí mismos contradictorios con los que juega una y otra vez la casta política corrupta para mantenerse en el poder.

La democracia depende de la independencia efectiva de los partidos políticos y sindicatos respecto al Estado. El 23F realizó la tarea contraria, es decir, un golpe institucional para la integración económica y política de los sindicatos y partidos políticos al Estado, pasando los partidos y sindicatos mayoritarios a la defensa completa de la razón de Estado a cualquier precio, convirtiéndose con ello en apéndices del Estado. El secuestro permanente de las expresiones democráticas y de la voluntad popular responde a la aplicación del grito de los golpistas: “¡Quieto todo el mundo!”.

Los partidos se han dividido en tres bloques. De una parte, el bloque oficial del régimen -que ha celebrado el “fracaso del golpe” con total cinismo-, compuesto por el montón de partidos de la derecha y el PSOE que, con ello, traiciona una vez más a sus votantes con posicionamientos contrarios a los intereses democráticos más elementales. Es el bloque monárquico que constituye la mayoría en la cámara.

En segundo lugar, la mayoría de los partidos que se reclaman del derecho de los pueblos a decidir, y que con su votos permitieron la formación del gobierno Sánchez, encabezados por ERC, Bildu, BNG y la CUP…, que han boicoteado el acto oficial. Realizaron una rueda de prensa en la que dieron lectura a una declaración “por la ruptura democrática” con el régimen del 78, y denunciaron que, cuarenta años después del golpe, se sigue ocultando la verdad de los acontecimientos del golpe militar para imponer la unidad nacional contra las reivindicaciones sociales y las aspiraciones populares. Se refirieron, igualmente, a la forma en la que el Gobierno de coalición prolonga sine die la Ley de secretos oficiales para impedir que se conozca la verdad sobre el 23F; entendiendo que es una anomalía que se establezca un relato oficial de que el Rey salvó la democracia, cuando, como dijo el diputado de BNG, Néstor Rego: “Hay evidencias de la implicación de Juan Carlos en el golpe de Estado”. Este bloque se reclama de la soberanía nacional y por tanto abunda en la necesidad de impulsar procesos constituyentes por Repúblicas independientes de las diferentes nacionalidades, para lo que apuntan a la necesaria ruptura democrática con el régimen de la monarquía.

El tercer bloque lo constituye la minoría gubernamental de los cuatro ministros que representan a Unidas Podemos en la coalición, que asisten al acto oficial sin aplaudir la intervención del Rey, y mantienen una larga y tensa discusión con la mayoría del gobierno sobre múltiples cuestiones parciales, y que, sin embargo, muestran unidad con las decisiones de la Unión Europea que someten a España al capitalismo internacional.

Al día siguiente de la celebración de las consecuencias del golpe, los partidos soberanistas y republicanos reclamaron en Cortes la necesidad de que se retire la inviolabilidad al Rey. Iniciativa democrática a la que volvieron a oponerse los dirigentes del PSOE, cuando entre los diputados republicanos se ve la necesidad de una Comisión por la Verdad sobre el golpe del 23F que pueda analizar la documentación que el Ministerio de Margarita Robles mantiene secuestrada, e impedir la prolongación de la ley de secretos oficiales. En particular, el PNV, a través de su portavoz, Aitor Esteban, expresó su incomodidad ante el hecho de que se puedan conmemorar sucesos que, a su juicio, siguen “envueltos en la bruma informática” y en “bastante propaganda”; reclamando la desclasificación de todos los documentos oficiales relacionados con el golpe del 23F, que fracasó en lo militar, pero impuso la unidad nacional en torno al rey y su constitución otorgada, permitiendo cuarenta años de corrupción política e institucional.

El sistema político de la monarquía, defendido por intereses de poder por los dirigentes del PSOE en primera línea, representa la impunidad sobre el pasado y la negación de futuro digno y democrático. El silencio cómplice, la ocultación y la manipulación para enriquecerse de forma ilegal caracteriza a la casta política pro-régimen. Curiosamente, el Pacto de Estado PSOE-PP, negociado tras las elecciones catalanas para desbloquear el nombramiento de altos organismos como RTVE, Defensor del Pueblo y CGPJ, se ha cerrado en el momento de la celebración del golpe del 23F.

La lucha entre reforma y ruptura con el régimen se resolvió en los años 70 con la anticipación de las iniciativas de reforma del régimen en el terreno electoral, asociando a los principales partidos de la oposición a sus planes, como fue la vinculación, tanto del PSOE como del PCE, a los planes de reforma franquista. Esa es la clave histórica de la transición española, que ha permitido todo un ciclo político de cuarenta años de prolongación de privilegios para los franquistas y sus banqueros, para la Iglesia y el Ejército… Todo ello fue posible por los acuerdos de consenso izquierda-derecha y por la consiguiente desmovilización social a la que dieron lugar los Pactos de la Moncloa y la misma Constitución monárquica.

Durante estas cuatro décadas, la izquierda vinculada a la reforma del régimen ha perdido posiciones y legitimidad en todas partes por sus políticas constantes de colaboración con la derecha y la burguesía, sin que los sectores alternativos hayan dado pasos decisivos en el reagrupamiento de la izquierda. Y ello tiene que ver con la situación internacional y la ausencia de un referente político socialista internacional.

La ruptura -como eje central- con el régimen de la monarquía, a través de la lucha política y social, sigue siendo la respuesta más válida, pero no se puede confiar en que esa ruptura pueda ser realizada por los dirigentes que se han vinculado de por vida a su defensa. Lo cual exige una nueva recomposición política de la izquierda, una izquierda independiente del régimen.

La expresión “ruptura democrática” fue el principal de los lemas unitarios que en su día adoptó la oposición al régimen franquista en lo años sesenta, y preserva todo su valor en condiciones políticas diferentes, como es el hecho de que el gobierno está en manos de la izquierda oficial. Recobrar el valor y contenidos de la ruptura democrática, como han realizado los partidos soberanistas ante la celebración oficial del 40 aniversario del golpe del 23F, adquiere pleno sentido democrático, social y político. Ruptura con el régimen monárquico y ruptura con las políticas del gobierno de coalición, que sostienen el régimen, son demandas que responden a la progresión de la crisis política de nuestros días, avanzando en el reagrupamiento político y sindical independiente.

La unidad a nivel estatal de la lucha de trabajadores y pueblos por su emancipación es la tarea que solo pueden realizar expresiones no sometidas al Estado.


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