Si queréis la República, la clave es el PSOE (pero tenedlo claro)

"¿Por qué el PSOE da la cara por el Rey que después se deja querer por los militares retirados? Es la cultura de la Transición. (...) Si alguien quiere derribar la monarquía, su objetivo no debe ser el Rey, sino el PSOE", escribe el autor.

Si queréis la República, la clave es el PSOE (pero tenedlo claro) / Jorge Dioni:

Como casi todo el mundo, tengo una carpeta en el ordenador llamada Ideas. No guardo cosas raras. Cuando se van cumpliendo años, todo lo que depende de uno tiene que estar en su sitio porque el resto del mundo deja de estarlo. Supongo que, por eso, la gente se hacía conservadora con la edad. Es probable que ahora se vuelva chalada porque utiliza la carpeta de Ideas para almacenar las cosas raras y, después, no sabe distinguirlas. La verdadera hegemonía no es convencer al personal de estupideces y delirios, sino de hacerles creer que son importantes porque, en realidad, se les han ocurrido a ellos.

Uno de los documentos de la carpeta Ideas se titula Artículo 57 o El varón a la mujer. Es una historia sobre el proceso de ese apartado de la Constitución. Recordemos: “La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos”. Antes de seguir, quiero precisar que se trata de una historia de ficción.

Tengo unas mil y pico palabras que mezclan apuntes sobre la trama, personajes o el enfoque. Los siete autores de la Constitución aparecen con pseudónimo, lo mismo que González, Fraga o Carrillo. Francisco Pitillo, escribí. No tuve un día brillante. La historia comenzaba cuando el secretario de la Casa del Rey insinúa a uno de los padres de la Constitución la necesidad de recuperar la ley sálica. Sin nombrarla, claro, lo mismo que los motivos que la hacen necesaria. Todo el mundo habla con sobreentendidos. La trama debía recorrer todas las negociaciones políticas y periodísticas hasta la aprobación del texto, incluida la posibilidad de convocar una consulta sobre el modelo de Estado, ofrecida por el presidente en un órdago que los partidos de izquierda deciden no aceptar. Quizá esa sea la parte menos especulativa.

Supongo que esos días fueron intensos, pero no había tanto margen de maniobra. En mayo de 1978, ya se había celebrado la ceremonia de proclamación del príncipe de Asturias y, en enero de 1977, Juan Carlos I ya lo había reconocido como heredero en un Real Decreto. Vuelve a ser tentadora la idea de una conspiración antielenista. Esas decisiones se enmarcaban en la Ley de Sucesión en la jefatura del Estado de 1947, en la que, para ejercer el cargo como rey o regente, se requería ser varón, español y católico. Los tiempos previos a la dictadura progre.

Cabe pensar que el propio rey era consciente del ritmo histórico español (dos borbones/una república) y quería esquivar al destino. Hay otra historia ahí; con menos personajes, pero estupenda. Sin embargo, también cabe preguntarse por qué se incluyó ese “el varón a la mujer” en el texto de 1978 cuando el pescado estaba vendido en favor de Felipe. ¿Había temor a que alguien pudiera ser manipulado?, ¿reclamaciones intempestivas?, ¿herederos secretos? La serie sobre la Corona casi se escribiría sola.

Las dudas de por qué no se ha eliminado están claras: requiere una mayoría de dos tercios, la disolución de las cámaras, otra mayoría de dos tercios y, por último, un referéndum que se acabaría convirtiendo en una consulta sobre el modelo de Estado o sobre el cabreo del personal. Imaginemos un 20% de participación o un 60% de voto nulo. Como siempre, nadie lo va a hacer hasta que sea inevitable o innecesario, que suelen ser conceptos sinónimos en política. La novena temporada de Zarzuela podría llamarse El tercer hijo y centrarse en el debate que tuvo que producirse sobre si se iba a por la parejita.

Quizá la ausencia de este tipo de historias está dentro de la sobreprotección que recibe la monarquía, entendida como los diversos grupos de personas que la forman. La idea de separar las personas de la institución es imposible no solo porque se trate de una institución personal, sino porque esta no existe. Solo hay gente que ocupa cargos y hace cosas. Así, la defensa de la institución se hace a través de trincheras con escudos humanos, rezando para que el fuego no llegue hasta el círculo central. La fe es fundamental, como en todas las cosas que no existen.

¿Por qué no ha habido una ley sobre la Corona?

La institucionalidad requiere unas normas, transparencia y, claro, ausencia de discrecionalidad. Leyendo las noticias sobre cuentas opacas y operaciones oscuras es fácil entender por qué no ha habido una ley sobre la Corona. Podría haber sido una molestia. De nuevo, cabe pensar que el propio rey era consciente del ritmo histórico español (dos borbones/una república) y quería aprovechar su ventana de oportunidad para ser más previsor de lo que lo fue su abuelo, Alfonso XIII.

Nadie debería estar más interesado en permitir el control parlamentario o desarrollar una Ley de la Corona que la propia gente que ocupa ahora mismo la institución. Si fuera asesor de la Casa del Rey, cosa que no está en mi carpeta de Ideas, recomendaría hacerla ahora mismo porque apenas quedan protagonistas de esa primera idea situada en la Transición, el momento del consenso, las decisiones de Estado, los sacrificios colectivos y personales o los sapos tragados sin Almax. De las formaciones políticas que estuvieron en esos momentos, solo sobreviven el PSOE y el PNV y el primero sabe bien lo que es tragarse sapos por una decisión de Estado. ¿Por qué el PSOE da la cara por el Rey que después se deja querer por los militares retirados? Es la cultura de la Transición (© Guillem Martínez).

Las otras patas de ese momento histórico, UCD, AP y CiU ya no existen y el PCE conserva el nombre, pero es otra cosa. Aznar decidió que no podía lograr el poder al frente de un partido de Estado y, tras la refundación, construyó un frentismo que ha acabado por romper la propia organización. El catalanismo tampoco ha sobrevivido a la aceleración del Procés y, cuando pierda el poder, se romperá aún más. Son dos espacios políticos que ya no se sienten concernidos por el 78. Si alguien quiere derribar la monarquía, su objetivo no debe ser el Rey, sino el PSOE. Si ese espacio político se refunda y deja de sentirse vinculado a la cultura de la Transición, el debate se abrirá.

Hasta ese momento, la República es una idea con poco espacio porque no basta con las equivocaciones ajenas. Aunque los borbones nunca defraudan en cuanto a aventuras financieras y sexuales, es probable que se haya tocado techo con el rey emérito y se entre en un período de calma que solo se romperá si el Rey se decide a liderar una ocurrencia política, como las que menudeaban durante la primavera del pasado año.

O, por ejemplo, si los protectores de la monarquía llegan al poder y la usan –aún más– de garrote, como la bandera. En política, no hay nada más peligroso que la gente que tiene mucho entusiasmo por ayudar. De hecho, los defensores de la monarquía son su principal enemigo porque convierten una institución con vocación de consenso, casi ceremonial, en una de esas ruedas de molino con las que los ortodoxos españoles quieren hacer comulgar a los heterodoxos cada cierto tiempo. Todo lo que se hace sólido corre el peligro de romperse, aunque pueda servir para ser arrojado o desnivelar una balanza. Por ejemplo, el 3 de octubre de 2017. Cabe apuntar que esos protectores no son monárquicos porque tal cosa es residual en España. Si el Rey no les resulta útil, lo desecharán. No están concernidos. No son cultura de la Transición (© GM).

Pero los errores no bastarán. En política, es necesario empujar para que las cosas se caigan porque la inercia es una fuerza intensa. Un desastre es capaz de resistir si no tiene una alternativa porque no hay nada que provoque más rechazo que el vacío. La monarquía puede concretar su futuro en una imagen con cierta potencia, la heredera, mientras que la República carece de elementos similares que enfrentar. Sostener que tendrá unas determinadas características es un ejercicio de voluntad que puede ser tan sugestivo como voluntarista. Incluso, contraproducente. Caída la monarquía, Orbán también puede ser un modelo.

En los últimos años, se ha escrito en diversas ocasiones que “algo está despertando”, sin tener en cuenta que el sujeto es más importante que el verbo. La República, como tantas cosas, no se puede hacer en los ritmos de Internet. Necesita el tiempo de las catedrales.


Fuente → lamarea.com 

banner distribuidora