Rojos, Rojos y Rojas
La escritora Marta Sanz. Foto: Carola Melguizo

Rojos, Rojos y Rojas
Javier Morales
 

De Pablo Iglesias a Marta Sanz. Del ‘hermano pequeño’ del Gobierno a ‘pequeñas mujeres rojas’. De los exiliados por la Guerra Civil a las fosas de víctimas del franquismo. Hoy va la cosa de ‘rojos’. Y bienvenida sea tal cosa.

La entrevista de Gonzo en Salvados a Pablo Iglesias ha dado mucho que hablar esta semana. Parecía que Iglesias había ido al plató no como vicepresidente del Gobierno, sino como representante de una asociación estudiantil de la Facultad de Ciencias Políticas, donde impartía clases. Ante las preguntas del periodista sobre la gestión del Gobierno en algunas cuestiones, como el precio de la luz, y lo que eso suponía de promesas incumplidas, Iglesias se escudaba reiteradamente en la minoría que su grupo tiene en el Ejecutivo. La culpa es del hermano mayor, venía a decir, que no les hace caso. Por eso montan pataletas de vez en cuando, para hacerse escuchar.

Iglesias quiso enseñarle a Gonzo, y de paso al resto de espectadores (entre los que me encontraba), las verdades de perogrullo que había ido aprendiendo desde que estaba en el Gobierno. Una de ellas era que se reciben muchas presiones, de todos lados, pero especialmente del poder económico, que es quien manda realmente en este país. Ni siquiera hace falta ser marxista para saber que el rumbo del mundo lo rigen los poderes financieros y económicos, y que los políticos, no solo los españoles, son subalternos de los fondos de inversión y los bancos.

Sin embargo, el momento de la entrevista que más ampollas ha levantado (sobre todo entre las asociaciones de la memoria histórica) fue cuando comparó la huida de Puigdemont de España con los exiliados de la Guerra Civil. Aunque al día siguiente algunas de sus compañeras de partido trataron de matizar sus palabras, el propio Iglesias se reafirmó en lo que había dicho. Puede que hasta Machado se haya levantado de su tumba en Colliure.

Como al vicepresidente le encanta recomendar series, al hilo de los poderes económicos y su influencia en los Gobiernos, le voy a recomendar un libro sobre el cambio climático, un aspecto crucial para el presente y el futuro de España y de la Humanidad, Perdiendo la Tierra (Capitán Swing), de Nathaniel Rich. El autor nos cuenta que casi todo lo que sabemos hoy sobre el cambio climático lo conocíamos ya en 1979. Y que detrás de las décadas perdidas de lucha contra el calentamiento global –a pesar del empeño en contra de activistas, científicos, ecologistas y algunos políticos– están los intereses de la industria de los combustibles fósiles, con sus ramificaciones en el mundo financiero, el sector energético… Las mismas que ahora que el petróleo ha dejado de ser tan rentable como antes se están colocando la pegatina verde. Como si el capitalismo, con su afán depredador, pudiera ser verde. Capitalismo verde es un oxímoron.

Y ya que mencionó a los exiliados, le voy a recomendar una novela, pequeñas mujeres rojas (Anagrama), de Marta Sanz. Publicada hace ahora casi un año (como muchos títulos ha padecido los efectos de la pandemia casi desde el comienzo), creo que este libro, aun siendo Sanz una autora muy consolidada, no ha tenido el reconocimiento que se merece, quizás porque es una obra que se sale de lo convencional, arriesgada, que se mueve en el mestizaje de géneros.

Marta Sanz cuenta la historia de Paula, mujer renga y atractiva que llega al pequeño pueblo de Azufrón para localizar unas fosas de víctimas de la Guerra Civil. Para ello traba relación con la familia de Jesús Beato, el patriarca que ha dominado el pueblo durante décadas. La autora mezcla con suma habilidad varios registros y voces narrativas, saltos en el tiempo, en una historia con aire noir y una atmósfera expresionista en la que, como en Pedro Páramo o Mientras agonizo, los muertos hablan. Y hablan para recordarnos que los cimientos de la España actual se asientan sobre los huesos de los represaliados por el Franquismo, ese régimen que hoy reivindica algún partido y tiene una gran representación parlamentaria.

“Solo los muertos ya no pueden decir nada, o a lo mejor sí que pueden tal como aseguran los parapsicólogos, los médicos forenses, los practicantes de la religión católica, los santeros y Graham Green”, escribe Luz, suegra del detective Arturo Zarco (pequeñas mujeres rojas cierra una trilogía en torno a este detective). Y un poco más adelante: “Yo que estoy segura de que con el lenguaje se ejerce la violencia, de que siempre escribimos contra otro”.

Palabras que me han recordado las de otro autor grandísimo, Miguel Torga, cuando decía que toda escritura es comprometida; elegir y escribir una palabra ya nos compromete, como hacerlo con la siguiente y la siguiente. Marta Sanz se compromete y toma partido y eso me encanta. Escribir como búsqueda, narrar para iluminar el pasado y el presente, darle un nombre a las cosas. “Nombrar es una intuición a la que más tarde se le encuentra un fundamento”, escribe Paula a Luz en una de sus cartas.

Azufrón (variación de azufre, infierno) se convierte en pequeñas mujeres rojas en un lugar simbólico de nuestra historia presente. La novela es también un libro de viajes. Al pasado, al presente, al rencor solidificado. A la memoria y al arte de narrar. Viajamos a través de un lenguaje y una prosa a veces exuberante y excesiva, incluso barroca. Marta Sanz nos da las claves de su propia poética a partir de la narración de Luz, que funciona en este sentido como un alter ego: “Concluyo que no podemos permitirnos el lujo de la elipsis: el lujo minimalista, el silencio como forma extrema e inversa al Barroco, la elegancia innata de clase que se emula en las tiendas nórdicas de mobiliario al alcance de una sociedad socialdemócrata que no es el mismo pueblo que esnifa pegamento o compra su ropa en un mercadillo”.

Creo que pequeñas mujeres rojas no solo es una de las mejores novelas de Marta Sanz, sino de las más ambiciosas y logradas (ambas cosas han de ir de la mano) de las que se han publicado (y que yo he leído) en español en los últimos años. Un soplo de aire fresco contra la novela literaria más comercial y previsible, un historia necesaria que alguien tenía que contar y que lo ha hecho con maestría y brillantez una auténtica piel roja.


Fuente → elasombrario.com

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