
Mi libro Desalmadas y maleantes. Memoria de género en Argentina y España (1936-2018)
(Universidad de Málaga, 2020), incide en dos polémicas de total
actualidad: la memoria y el género entendido como diversidad
afectivo-sexual. Premiado con el accésit del Victoria Kent revisa el
franquismo y los procesos de memoria en España en antítesis con la
última dictadura militar argentina y su tratamiento memorialístico.
Hablar del franquismo en términos de memoria es sinónimo de polémica
ideológica que estaremos viendo en el Congreso de los Diputados con el
Anteproyecto de Ley de Memoria Democrática. Una ideología que choca
frontalmente con unos estándares de derechos humanos. Efectivamente, lo
que parece ser ideología, es decir el "conjunto de ideas fundamentales
que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de
un movimiento cultural, religioso o político, etc." (diccionario de la
Real Academia Española de la Lengua), se desactiva frente a la
obligación del cumplimiento de los estándares internacionales de
derechos humanos.
Los que están en contra de esta ley y de los movimientos memorialistas en España, incumplen, en base a su ideología, los derechos humanos. Los descartan como derechos fundamentales en nuestro país. Pero no es que estén en contra de la memoria, están en contra de la recuperación de la memoria democrática que pone en serio juicio a esa otra memoria buenista, negacionista del periodo dictatorial que llega hasta nuestros días en forma de franquismo sociológico, político, cultural y jurídico. Es decir, al oponerse a la memoria democrática se ponen al lado de la memoria fascista. Curiosamente, estos partidos de la derecha ideológica, han surgido precisamente del franquismo, de su ideología fascista y de su adaptación orgánica durante la Transición.
Los que proponen y favorecen esta ley, herederos ideológicos de la II República y, por tanto, del periodo derrocado ilegítima e ilegalmente por un golpe de estado, llevan intentando recuperar esta memoria de manera desigual y parcial. Esta izquierda parlamentaria tiene todos los fundamentos éticos que emanan de las obligaciones internacionales, pero han aplicado desigualmente las herramientas disponibles, es decir los estándares mencionados en forma de justicia, verdad, reparación y no repetición. Hasta el momento, lo más conseguido ha estado vinculado a la reparación de carácter económico y simbólico, pero debemos fortalecer la no repetición que va por mal camino desde el negacionismo de determinados hechos, y determinado discurso apologético del franquismo.
Sin duda, lo que queda pendiente es una justicia y verdad que afronten de una vez los déficits en derechos humanos y democracia que viene arrastrando España. Recientemente hemos tenido noticias positivas en este sentido: la fiscal general del Estado, Dolores Delgado, ha dejado sin efecto una orden del Ministerio Público del año 2016 para que en el marco de la querella argentina por crímenes del franquismo se dejase de investigar bajo el principio de justicia universal. O las declaraciones del Secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez sobre el juzgamiento de los crímenes franquistas siguiendo las recomendaciones de la ONU y admitiendo que la Ley de Amnistía de 1977 (artículo 1c) no incluía delitos como la tortura.
Hasta este momento los argumentos políticos y jurídicos eran justamente los contrarios, lo que demuestra que más que impedimentos en el entorno de la ley, hay una cuestión de voluntad por parte del Estado a la hora de aplicar la justicia en base al principio pro personae, es decir, las personas primero y en el centro, para reparar la dignidad dañada. Digamos que la interpretación de la justicia ha sido aportar argumentos jurídicos e históricos contrarios al mencionado principio y apoyados en el mantenimiento de una memoria dictatorial contraria a los hechos y a la democracia.
Como mencionaba también estamos ante un nuevo Anteproyecto de Ley de Memoria Democrática que avanza sobre las exhumaciones, la lucha contra la apología y asociacionismo franquista, la investigación fiscal y científica, la nulidad de sentencias franquistas y el reconocimiento específico de algunas víctimas, como aquellas perseguidas por su orientación sexual e identidad de género. También privilegia la investigación sobre la memoria democrática de las mujeres, como acción concreta de género, aunque se reconoce el carácter transversal en toda la ley en forma de reconocimiento y reparación. Sin duda esta propuesta no es tan avanzada como otras que no prosperaron, pero supone un avance respecto a la anterior Ley 52/2007 de Memoria Histórica. Lo que parece omitir de nuevo la ley es a las víctimas del franquismo por su orientación sexual e identidad de género, que se queda en un mero reconocimiento.
El feminismo jurídico y las movilizaciones internacionales por los derechos de las mujeres y la diversidad afectivo-sexual han producido aportes que han ido generando cambios. De no mencionar a estas víctimas, a reconocerlas, ya es algo. Estas nuevas visiones critican la invisibilización de las mujeres y de las personas que no participan de la sexualidad normativa en el proyecto de derechos humanos y de ciudadanía.
Se puede decir que se obvia la especial violencia sufrida por la
diversidad afectivo-sexual durante el franquismo. El régimen se cebó en
la discriminación y criminalización de la diversidad afectivo-sexual,
desplegando un sistema jurídico represor y una serie de violencias para
disciplinar e imponer un modelo de sociedad basado en el terror. Como se
ve en el libro citado al inicio, hubo nada menos que dos leyes
persecutorias contra las personas LGTBIQ+, junto con el delito de
escándalo público y todo un aparato carcelario, campos de concentración y
sanatorios.
Superados el régimen y durante procesos de memoria democrática y justicia transicional, la LGTBIQfobia sigue con distinta intensidad, quedando las sexualidades no normativas deficientemente reparadas y en impunidad, como hemos visto en el último anteproyecto de ley. Si ha habido una violencia diferencial por razones diversidad afectivo-sexual, se espera una reparación proporcional. Pero nos encontramos un tratamiento incompleto o nulo en el plano jurídico y político que confinan a estas víctimas a seguir siendo consideradas como ciudadanía de segundo nivel, desde el punto de vista memorialístico.
En el libro se propone ir más allá del reconocimiento de estas víctimas y supervivientes y apostar por una redistribución y una representación reflejadas en un presupuesto y en medidas concretas y transversales que se deberían contemplar en la ley y en su reglamentación. Esto es importante por la tendencia histórica a invisibilizar al colectivo LGTBIQ+. En base a los estándares internacionales, se destaca lo siguiente:
Derecho a la verdad: obligación de revelar a las víctimas y la sociedad
todo lo que pueda saberse con certeza sobre las circunstancias del
crimen, incluyendo la identidad de los perpetradores e instigadores y el
paradero de víctimas desaparecidas. Implica el reconocimiento de las
víctimas y de lo hechos que sufrieron. Crear una Comisión de Verdad
paritaria, con diversidad cultural, intergeneracional, participada por
personas LGTBIQ+, con una metodología feminista y con la participación
de organizaciones LGTBIQ+ que aporten testimonios. En este sentido es
necesario habilitar un habeas data que genere un acceso un universal a
los archivos, y la inclusión y creación de un archivo de la diversidad
afectivo-sexual, en el marco del estatal de memoria histórica.
Derecho a la justicia: en relación con el deber del Estado de investigar, perseguir y castigar. Creación de una línea de investigación específica dentro de la fiscalía sobre los crímenes y la represión hacia la diversidad afectivo-sexual. También, el desarrollo de una querella específica sobre la represión de las personas LGTBIQ+ durante el franquismo.
Derecho a la reparación: el Estado está obligado a ofrecer a las víctimas o sus familiares algún tipo de compensación económica, restitución de propiedades, memoriales públicos, arte y memoria, conmemoraciones o material educativo con carácter inmediato. Esta dimensión pasa por la restitución económica, indemnización y pensiones vitalicias o complementos a las pensiones de personas ex-presas por su orientación sexual e identidad de género y sus familiares, que no sólo no pudieron cotizar durante su periodo presidiario sino que tuvieron una difícil reinserción social y laboral. Ya hubo un paquete de compensaciones económicas, como única compensación que ha habido hacia el colectivo LGTBIQ+, pero muy limitado en el tiempo y con escasa publicidad. También la promoción de una cultura artística y audiovisual de la memoria diversa que, frente a la desaparición de cuerpo apueste por un habeas imago: memoriales y lugares de memoria específicos y contemplar este tipo de represión en las subvenciones públicas que emanen de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática. y, por supuesto, incentivando investigaciones académicas sobre los crímenes y la represión hacia la diversidad afectivo-sexual.
Garantías de no repetición: el Estado debe prevenir ante las víctimas y
la sociedad la reaparición de los crímenes del pasado. Integrar en la
organización del Estado institutos públicos con planes y presupuesto
específicos que, alineados con un plan estatal en derechos humanos,
luchen contra las violencias y discriminación hacia las personas LGTBIQ+
en base a la memoria. Incluir programas de educación específicos que
eliminen la "virilización", misoginia, homofobia y transfobia internas.
Reformas legales que eliminen leyes y condenas relativas a la diversidad
afectivo-sexual, así como la promoción de nuevas leyes que penen la
homofobia y transfobia. Formación a las fuerzas de seguridad y defensa.
Finalmente, hay que mencionar el entorno educativo y cultural,
fundamental para que, en el medio y largo plazo, mediante currículos
académicos adecuados y el fomento cultural, las personas LGTBIQ+ se
integren plenamente en una sociedad. El Estado que un día les consideró
prescindibles ahora debe incluirles como valor democrático.
Ahora más que nunca, el cuestionamiento, simplificación y merma democráticos demuestran que es necesaria la memoria democrática, no como algo anacrónico que vive en el pasado, sino como una inyección de vitalidad para el presente. Y, en todo ello, se deben visibilizar a las personas LGTBIQ+. En España, aquellos que niegan la memoria democrática sosteniendo la memoria dictatorial, aquellos que niegan todos los estándares de memoria democrática, y aquellos que niegan la diversidad afectivo-sexual, siguen faltando a los derechos humanos.
Fuente → blogs.publico.es
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