Las consecuencias de normalizar el fascismo
 
Las consecuencias de normalizar el fascismo
Dina Bousselham

Ayer se vivió una jornada histórica en EEUU con el asalto al Capitolio mientras se decidía sobre la impugnación de los comicios donde resultó ganador Joe Biden. Se trata de la última maniobra de Donald Trump y un reducido grupo de republicanos por invalidar el resultado de las pasadas elecciones presidenciales. Conviene recordar que Biden ganó las elecciones del 3 de noviembre por más de siete millones de votos populares y un margen de 306-232 en el Colegio Electoral. Sin embargo, el actual presidente saliente Trump sigue afirmando –sin ninguna prueba– que su derrota fue resultado de un fraude generalizado. Lo que sí se ha probado es su intento por trampear los resultados en Georgia, según una conversación que se ha filtrado entre el propio Trump y el secretario de Estado de Georgia donde se pedía a este que buscara votos suficientes para anular la victoria de Trump.

Para entender lo que está pasando en EEUU es importante echar la vista atrás y analizar las consecuencias que tiene la normalización del fascismo. Y esto sirve también para explicar muchas cosas que han ido sucediendo en nuestro país en los últimos años.

1. A nadie debería sorprenderle el asalto de ayer al Capitolio por parte de seguidores fascistas de Trump, alentados por el propio Trump en su último coletazo de resistencia tras haber sido derrotado democráticamente en las urnas. Es el modus operandi del trumpismo: saltarse la legalidad, no respetar el juego democrático, crear caos cuando no consigue sus objetivos y señalar a un enemigo (la izquierda, los migrantes, la población afrodescendiente, las mujeres etc.).

2. El auge de la extrema derecha en los últimos años ha supuesto también su normalización mediática allí en EEUU pero aquí en España también. Cuando invitan a Abascal a “divertirse en ‘El Hormiguero’” o TVE entrevista reiteradamente a dirigentes de Vox, siendo altavoz de sus consignas racistas y contrarias a los derechos y principios básicos de una democracia, le estamos dando alas al fascismo. Los medios por desgracia (algunos grandes) llevan tiempo siendo cómplices de ese auge de la extrema derecha.

3. No podemos separar lo que está ocurriendo aquí con las Fuerzas Armadas, los famosos chats de militares retirados o con organizaciones como Jusapol y su discurso y acciones contrarias a la propia democracia. Normalizar las caceroladas o el acoso reiterado a los hijos de un vicepresidente y una ministra es una muestra de ello.

4. No es de extrañar que en España la principal fuerza de oposición lleve meses hablando de gobierno ilegítimo, en un momento por cierto de pandemia sanitaria sin precedentes. La misma oposición que orgullosa de sus alianzas mostraba su apoyo al golpista venezolano Guaidó, del que la propia UE se desmarcó ayer mismo, rectificando su reconocimiento como presidente interino.

5. Que llevemos muchísimo tiempo peleando por consolidar una democracia en España no creo tampoco que sorprenda a nadie. Ahora bien, el fascismo tiene aliados importantes que indirecta o directamente legitiman su poder. Hablamos del poder político y de partidos concretos (aquellos que apoyan gobiernos de extrema derecha en Madrid, Murcia o Andalucía), pero también hablamos del poder mediático o judicial. Que el régimen se defienda protegiendo al rey emérito de los supuestos casos de corrupción es otra prueba de ello.

6. Y por último, no os fieis de quienes hoy están intentando escurrir el bulto haciendo una equiparación ridícula entre el golpe de Estado cutre en EEUU y cualquier manifestación (sí, manifestación) de izquierdas como Rodea el Congreso. La equidistancia es un mecanismo que han utilizado quienes son cómplices de ese fascismo, alentando la antipolítica y asimilando la crispación “de unos y de otros”.

Que no nos tomen por idiotas.

Para ser demócrata hay que ser antifascista.


Fuente → laultimahora.es

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