La república. Un tema -ya no tanto- tabú en España a causa del franquismo sociológico tan presente en la sociedad. Lo es porque la última república que existió, la Segunda, aumentó tanto los derechos de las mayorías -menos durante el gobierno de la CEDA-, que afectó los privilegios de los poderes fácticos. Y la iglesia, los terratenientes, los grandes banqueros y empresarios no querían dar una mínima parte de sus patrimonios a los trabajadores.
Tras la dictadura, llegó su continuación disfrazada de democracia, a la que llamaron “La Transición” y la apodaron como “modélica“. La jerarquía social configurada por el franquismo quedó intacta. Como no se permitía que hubiera un dictador, el fascista Francisco Franco determinó que en la democracia inevitable habría un recuerdo de esos años oscuros: la jefatura del Estado no se sometería a votación, y su titular sería quién él eligió (Juan Carlos I) y su descendencia. Más de 40 años después la voluntad del dictador sigue intacta. Felipe VI es hoy el Jefe del Estado.
Evidentemente hoy se ve de manera muy diferente. A finales de los años 70 el PCE capituló para ser legal, el miedo a que regresase la dictadura de la que no se había salido del todo, una constitución con nuevos derechos y la monarquía incluida para evitar un referéndum que podría haber negado la última voluntad del dictador…
Sin embargo hoy, todo es diferente. El acuerdo social del 78 ha caducado porque la mayoría de los votantes no participó en el proceso, no han conocido la dictadura, no entienden por qué se sostiene una institución corrupta que no se somete a los cauces democráticos constitucionales.
A causa de ello, la mayoría social no solo quiere votar para decidir entre monarquía y república, sino que prefiere la república. Pese a toda la propaganda y el cierre de filas de los dos partidos del Régimen que siempre se encuentran para defender a la Casa Real y vulnerar juntos la constitución para favorecer a los que se hicieron ricos -o más aún- durante el franquismo, como en la reforma del 135 para beneficiar a las empresas del IBEX 35 mientras que el gasto social se reducía hasta el punto de dejar sin financiación la Ley de Dependencia o tener que rebajar las pensiones y precarizar el mercado de trabajo.
Una unidad de medios alternativos llevó a cabo una encuesta profesional sobre la cuestión de la monarquía, a causa del silencio del CIS -entidad del gobierno- sobre el tema desde hace años. Los resultados explicaron el motivo del Centro de Investigaciones Sociológicas para no revelar esos datos: el declive imparable de la monarquía.
La república, pese a que haya sido abandonada temporalmente por partidos políticos como Podemos, a causa de oportunismo electoral, se ha ido abriendo paso en el imaginario colectivo como la respuesta lógicamente objetiva al declive de la monarquía.
La encuesta de esos medios reveló una obviedad que, ahora sí, Unidas Podemos entendió: la república es la ruptura del Régimen del 78 que ha empezado a configurarse como eje vertebrador de sectores sociales y políticos que están separados por cuestiones territoriales o ideológicas, pero que se ubican dentro del campo progresista.
Las inercias del PSOE, anclado a la continuación de la dictadura por Felipe González, lo han llevado junto a la derecha y extrema derecha, a aparecer en el escenario como aliado de una rémora del pasado que cuenta con cada vez menos apoyo social, lo que lo condena a caer cuando la Casa Real lo haga.
El escenario social y político español avanza hacia un punto de tensión que se solucionará con la disyuntiva entre ruptura -no cambio- y continuidad. La monarquía es el representante del Régimen del 78 (La Transición lo llaman quienes lo configuraron: una mayoría franquista con el PSOE, la dirección del PCE y la tutela de EEUU), que jugará el papel de continuidad de un sistema que ha normalizado la precariedad laboral, la degradación de la democracia con una corrupción endémica, el machismo, el racismo, el fascismo… Mientras que la república aparecerá como la ruptura, la salida deseable.
Por ahora es solo una nueva idea en el imaginario colectivo, que se está identificando con la izquierda, no por acción de ésta, sino por la defensa a ultranza de la monarquía por parte del campo conservador; y también por el pasado histórico: la II República es patrimonio idealizado de la izquierda, que conecta a través del tiempo por la necesaria memoria histórica.
Esta idea, que a día de hoy suscita más apoyo que cualquier partido, incluso en los lugares en los que menos afectos tiene, no cambia su tendencia al alza, y se encuentra en un punto en el que se pueden escoger los contenidos que se aplicarán cuando se convierta en una realidad: proceso constituyente, estado laico, salud y educación gratuitas, recuperación de la soberanía nacional con la expulsión de las bases norteamericanas, nacionalización de los recursos estratégicos y servicios básicos…
Unidas Podemos ya se ha declarado abiertamente republicana, aunque no ha pasado de ahí. Las movilizaciones son necesarias, así como un programa de puntos para vertebrar la ruptura con otras organizaciones progresistas de todo el Estado, comenzando con un proceso constituyente que suponga una verdadera ruptura con la dictadura que se perpetuó en la Constitución de 1978.
Fuente → elestado.net
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