La memoria histórica siempre ha sido una asignatura pendiente a la que no se le ha dado la importancia que merece.
Una noche de 1988, en Monóvar, un pueblo de Alicante, una excavadora se llevó todos los huesos de una fosa común. La fosa común estaba llena de represaliados del franquismo, que murieron por pertenecer a un sindicato de trabajadores, por tener una ideología diferente a la del régimen de Franco o simplemente por defender la libertad.
Este pueblo, Monóvar, es conocido porque su plaza de toros se convirtió en un campo de concentración, donde clasificaban a las personas detenidas para enviarles a diversas prisiones. Posteriormente, a algunas de ellas les enviaron al paredón, delante del cementerio de Monóvar. Allí fueron fusiladas. Un técnico del Ayuntamiento de Monóvar se llevó los huesos de la fosa común en 1988 y los arrojó al vertedero. Más adelante se construyó encima una carretera, por lo que los restos de estos represaliados son irrecuperables.
En 2020, desde Valencia, la Conselleria de Transparència, Participació, Cooperació i Qualitat Democràtica concedió una subvención al Ayuntamiento de Monóvar para que exhumara esta fosa. Los familiares de los represaliados llevaban años buscando esta fosa común y cómo conseguir los medios económicos para hacerlo, ya que los pasos burocráticos a seguir son complejos y se necesita bastante dinero.
Paquita, de 92 años, llevaba décadas esperando este momento. Fusilaron a su padre, Pedro Íñiguez Valiente, cuando ella tenía 6 años y simplemente por pertenecer a un sindicato de trabajadores. Su familia fue abocada a la pobreza y Paquita tuvo que ponerse a trabajar desde muy pequeña, igual que el resto de su familia, para salir adelante.
Día tras día, Paquita y sus hijas siguieron los procesos de excavación de la fosa, viendo cómo se hacía un agujero, se hacía otro agujero, se hacía otro y allí no encontraban nada. Ella tenía la esperanza de que su padre fuese, por fin, al nicho familiar, con su madre. Sus hijas tenían la esperanza de que su abuelo fuese al nicho donde está su abuela y de que su madre cumpliera ese deseo por el que llevaban años luchando: recuperar al padre que le arrebataron; recuperar a su padre, al que asesinaron.
Tras varias catas hechas por los arqueólogos, el técnico hizo acto de presencia en el cementerio civil de Monóvar y, nervioso, dijo que con la pala de una retroexcavadora se había llevado la fosa común hacía 32 años y que los huesos estaban en la basura; que ahora sí que eran irrecuperables porque de esto hacía muchos años.
Esta es una historia como tantas otras de lo que ha ocurrido a lo largo del tiempo en España con las fosas comunes de represaliado del franquismo. No se ha tenido un interés generalizado en localizar las fosas, en recuperar los restos de los represaliados ni en hacer un estudio. Si sumamos esto a la incompetencia de muchos gobiernos, tanto autonómicos como regionales o incluso locales, se ha ido perdiendo paulatinamente la posibilidad de recuperar a los represaliados por el franquismo y de que, así, sus familias cierren una etapa; de que cierren una herida que lleva demasiados años abierta.
Cuando un presidente del gobierno dice que el presupuesto de memoria histórica es “cero”, y los representantes políticos de su partido tildan de “buscahuesos”, “huelefosas” y otros comentarios despreciativos de índole similar, se deduce que el interés que se tiene en recuperar estas fosas y de reparar a las familias es ninguno.
El padre de Paquita lo era todo para ella y es uno más entre decenas de miles de represaliados. Cuando una hija pierde a un padre asesinado por sus ideales es inmoral decirle que se va a llevar a cabo una desmemoria, que “es mejor olvidarlo” y que lo deje en la fosa. Se le tiene que facilitar los medios para que recupere a su familiar y se tienen que invertir los medios necesarios para que la sociedad conozca por qué murió tanta gente como él, para evitar la amnesia colectiva que algunos pretenden.
No es lícito un olvido social de hechos que marcaron y perjudicaron la vida de tantas y tantas personas. Se llevaron a cabo juicios sumarísimos sin ninguna garantía constitucional; amañados, con acusaciones infundadas y crímenes falseados. Se asesinó o fusiló sistemáticamente a miles de personas por sus ideales, por su adhesión a sindicatos, sin haber cometido delito alguno de sangre. Estos juicios sumarísimos carecían de garantía jurídica alguna, por lo que es de justicia que sus sentencias, todavía en vigor, deben anularse. Un país democrático no debe permitir que se produzca una amnesia colectiva ni que se profane a los represaliados o se menosprecie a sus familiares. Es necesario que declaren nulas todas estas sentencias, que se lleve a cabo un estudio con su correspondiente mapa de fosas y que se empiece a exhumar. Y es indispensable que la hija, el nieto o cualquier miembro de cada familia recupere el cuerpo de su ser amado y lo entierre donde considere oportuno.
No podemos negar lo que pasó. El negacionismo es una de las peores actitudes que puede tener lugar en una democracia o en un país que pretende ser democrático. Mediante el negacionismo se están negando derechos, negando heridas, negando la miseria que miles y miles de familias pasaron y se están negando sus relatos.
La memoria histórica sirve para hacer justicia, para conseguir reparación y para cerrar heridas; sirve para recuperar los restos de la persona represaliada, para que a los exiliados se les dé el reconocimiento que merecen. Debemos tener presente que vivimos en un país donde no se condena el franquismo, donde la exaltación de 40 años de dictadura de nuestra historia reciente sigue vigente. Seguimos teniendo a uno de los grandes poetas de la historia en una cuneta.
No es preferible una desmemoria porque sencillamente no se puede olvidar lo que pasó: se tiene que investigar, se tiene que estudiar y se tiene que dar a conocer. La memoria histórica sirve para que miles de testimonios de mujeres y hombres, hijos e hijas de represaliados, que cada vez quedan menos porque les estamos perdiendo, nos cuenten cómo les arrebataron a su familiar, las miserias que pasaron o cómo tuvieron que ponerse a trabajar desde niños; sirve para tener constancia de que a muchas madres las violaron, las raparon y las pasearon tras hacerles tomar aceite de ricino.
Es fundamental conocer el hecho de que se cogió a niñas de 12 a 14 años y se las violó delante de sus padres; que después de forzarlas se les pegaba un tiro delante de sus padres, acto seguido se disparaba a su madre y por último se mataba a su padre. Es importante saber que a muchas otras niñas se les metía en burdeles. Es necesario conocer todas las violaciones de derechos, todas las vulneraciones de derechos que tuvieron lugar en España durante la dictadura franquista.
El caso de Monóvar se va a dar más veces porque no se presta atención a la memoria histórica; porque la memoria histórica sigue siendo una asignatura pendiente en España; y hay que luchar por darla a conocer porque está en manos de la sociedad aprender de ello para que todo esto no vuelva a ocurrir.
Fuente → elcomun.es
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