He leído recientemente una entrevista muy interesante al historiador Francisco Espinosa por la reciente publicación de su último libro, “Por la sagrada causa nacional. Historias de un tiempo oscuro” (Ed. Crítica). Es un ensayo fruto de una investigación de décadas que analiza sesenta expedientes de fusilamientos de los franquistas entre 1937 y 1939 en la zona de Badajoz; en esta provincia la represión fue especialmente feroz, aunque, en palabras del historiador, “es una represión que representa lo ocurrido en toda la España rural ocupada” se sobreentiende que tras el golpe de Estado de 1936 y durante la guerra civil.
Y aunque parece que es un tema del pasado, del que nos cuentan que todo está visto, narrado y superado, la verdad es que asombra comprobar, si nos acercamos un poco al tema, la enorme cantidad de datos, sucesos, aberraciones, fusilamientos, vulneraciones extremas de los derechos humanos que siguen sin haberse atendido, estudiado y mucho menos reparado. Eso nos separa del resto de Europa, y de ahí deriva probablemente la ferocidad de la extrema derecha española, que nunca dejó de ser franquista, es decir, totalitaria y antidemocrática. Expone el autor que ha buceado en los archivos militares para dar voz a mucha gente que nunca pudo contar lo que les pasó. Rechaza convencido ese argumento de que “los rojos también asesinaron”, e insiste en que “hay un abismo entre ambas represiones; una es la respuesta a la otra”.
En Alemania los terribles campos de concentración se han convertido en museos de la memoria del terror nazi. La propia Angela Merkel ha visitado Auschwitz y ha rendido tributo a las víctimas del nazismo, afirmando públicamente en esa visita que se avergüenza profundamente y que “el silencio no debe ser nuestra respuesta, debemos recordar estos crímenes”. En España eso está muy lejos de ocurrir. La derecha no sólo no ha rechazado el franquismo sino que se siguen, según la evidencia, identificando con él; y montan la marimorena simplemente porque se han sacado los restos del dictador de su mausoleo, como si se estuviera cometiendo un crimen. Sin embargo, el país sigue siendo un gran cementerio de fosas anónimas y de republicanos enterrados en cunetas.
Françoise Dolto, médica pediatra e investigadora francesa, especialista en los traumas emocionales en la infancia, dijo al respecto que “lo que se calla en la primera generación la segunda lo lleva en su cuerpo”, aludiendo a lo necesario de expresar el dolor para superarlo, y a que cuando no se expresa ese dolor se hereda generación tras generación hasta ser resuelto. Sin embargo, ante los grandes traumas vividos en este país hace algunas décadas (no hace tanto tiempo), una parte de la sociedad española alega siempre que no hay que reabrir heridas, pero el país sigue siendo un gran cementerio de fosas anónimas y de republicanos enterrados en cunetas. ¿Qué país se puede crear sobre esa llaga tan inmensa sin sanar?
El hispanista Paul Preston, uno de los más grandes expertos en la historia reciente española, afirma con frecuencia en sus libros y en sus entrevistas que en la sociedad española hubo y sigue habiendo un lavado de cerebro por el que se han falsificado los orígenes de la guerra civil y de la dictadura y se ha adoctrinado a la población española, entonces y todavía ahora, en las mentiras sectarias y planificadas que llevan 70 años difundiendo los del bando ganador.
Francisco Espinosa habla en su libro de algo parecido cuando afirma que “el franquismo practicó una especie de lobotomía en la izquierda de la sociedad española, le sacó una parte que está costando mucho recomponer”. Es fácil percibir esa “lobotomía” o lavado de cerebro en la izquierda en una especie de complejo que le hace tomar una actitud pasiva y sumisa frente a las voraces embestidas de la derecha. Quizás es que, como dice el autor, el terror que se infundió entre los vencidos fue tremendo porque “los franquistas tenían un plan de exterminio clarísimo que pasaba por arrasar todo lo que oliera a República con una represión ejemplarizante”. Guardo de España unos recuerdos atroces, dijo el escritor norteamericano Georges Orwell tras su participación en la guerra española. Quizás todavía perdure en la conciencia colectiva de los españoles ese miedo, y eso podría, quizás, explicar esa actitud tan inhibida y muchas veces contradictoria, e incluso autodestructiva de la izquierda española.
A veces me han preguntado, dado mi interés por este tema, si soy nieta de un republicano represaliado. No. Al contrario, provengo de dos familias muy conservadoras, aunque sí tuve a un familiar lejano que fue uno de aquellos maestros torturados y fusilados por defender la República. Pero intento superar el adoctrinamiento recibido, que nunca fue familiar, sino educacional y social, y ser librepensadora. Leer historia objetiva me hizo entender cómo ocurrieron las cosas. Y eso ayuda a entender cómo también son las cosas ahora. Es evidente, como dice en su libro Francisco Espinosa, que España, no sólo la izquierda, sigue lobotomizada por las ideas de los franquistas y de sus cómplices, que nunca han roto con la dictadura y se niegan a asumir la cultura democrática.
Fuente → elplural.com
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