Las Fuerzas Armadas y la extrema derecha española

Las Fuerzas Armadas y la extrema derecha española
Adrián Juste

La noticia de militares veteranos o retirados intercambiando mensajes en un grupo de Whatsapp donde se expresaba el deseo de fusilar a 26 millones de personas y se expresaban ínfulas de golpe de Estado ha reavivado un viejo y antiguo debate sobre si la ideología ultraderechista es mayoritaria en las Fuerzas Armadas o es únicamente un prejuicio alimentado por el ruido de cuatro nostálgicos e intereses políticos determinados.

Además, este suceso ha coincidido en el tiempo con una misiva enviada por 73 mandos retirados del ejército al rey de España, Felipe VI, asegurando que el Gobierno actual, formado por un pacto de coalición entre PSOE y Unidas Podemos, amenaza la unidad y la estabilidad del país.

Concretamente, la mitad de los componentes vivos de la XXIII promoción de la XXIII promoción de la Academia General Militar, incluyendo varios mandos antiguos del CNI, los servicios secretos del Estado.

Se han llegado a enviar hasta cuatro manifiestos diferentes, el último firmado por 271 militares retirados que trataban de alertar al monarca de que se debe “revertir la peligrosa deriva de nuestra Patria ante un Gobierno que ha cedido a comunistas, golpistas y proetarras”.

Un exparticipante del chat de Whatsapp con el que tuvo la oportunidad de hablar la Cadena Ser, el teniente coronel del Ejército del Aire retirado José Ignacio Domínguez, afirmó que “no son monárquicos ni constitucionalistas, son franquistas y defienden la dictadura y no solo la pasada, sino la futura. Ellos aspiran a que haya una dictadura”.

Un asunto de enorme gravedad, teniendo en cuenta que, según este mando retirado, ha habido y hay un movimiento” para dar un pronunciamiento militar y que, de hecho, intentaron convencer al resto de promociones del Ejército del Aire y a alguna del Ejército de Tierra.

Por supuesto, que la Casa Real no se haya pronunciado no ha hecho sino más que empeorar la situación.

En realidad, prejuicios o no aparte, la Historia de España (y de muchos otros países) va ligada a la implicación de las Fuerzas Armadas en cuestiones políticas, por lo que conviene hacer un breve repaso de la misma.

Los pronunciamientos militares en España

Sobre el papel de las Fuerzas Armadas en la política se ha escrito mucho. Por resumirlo, el ejército empieza a destacar como un poder de facto e incluso implicado activamente en los gobiernos durante el siglo XIX, coincidiendo con el fin de la ocupación de las tropas francesas de tras la Guerra de la Independencia con la Francia de Napoleón Bonaparte (1808 – 1814) y las Guerras Carlistas, una serie de conflictos internos sobre la legitimidad de la línea dinástica de Fernando VII (1814 – 1833) y de Isabel II (1833 – 1904).

En general, los procesos de independencia de los países suelen ensalzar el ejército, como se puede ver en América Latina al relacionarlo directamente con la soberanía. Con las guerras civiles y otro tipo de conflictos internos, lo que suele suceder es que el ejército se politiza hacia un bando concreto, al menos en parte. Así, mientras en América Latina han existido gobiernos militares de ideologías diversas (o gobiernos con exmilitares), esto no ha sucedido en España.

El siglo XIX fue una época de grandes cambios tanto en España como en el resto de Europa y América: el Antiguo Régimen donde las monarquías absolutas y el Derecho Divino justificaban una sociedad muy estratificada, caía en favor del modelo de democracia liberal que ha dado lugar a los gobiernos de hoy en día.

Ante una burguesía más bien débil, todavía incipiente, las Fuerzas Armadas fueron aliados de los principales partidos políticos, normalmente en un sistema bipartidista (liberal y conservador), hasta el punto en que llegaron a liderarlos en muchas ocasiones.

El primer pronunciamiento de este estilo que tiene éxito fue el del teniente coronel Rafael de Riego. Riego, quien dirigía las tropas hacia América para sofocar los intentos de independencia de los territorios españoles, en 1820. Fernando VII, quien dirigía España mediante una monarquía absoluta, no tuvo más remedio que acatar la Constitución redactada por las Cortes de Cádiz de 1822 y someterse a la autoridad del parlamento.

Se darían más pronunciamientos, incluyendo de corte absolutista. Tanto progresistas, como liberales, como moderados, utilizaron a las Fuerzas Armadas para ganar rédito político y poder electoral hasta el punto en el que generales como Baldomero Espartero (héroe de las Guerras Carlistas) o Ramón María Narváez, llegaron a gobernar.

Alfonso XIII y Primo de Rivera. Autor: Desconocido, 1930. Fuente: German Federal Archives.

La mezcla entre la vida militar y la civil en la política llegó a ser tan homogénea que hubo varios intentos de tratar de hacer una separación efectiva. En 1874, el conservador Antonio Cánovas del Castillo trató de desligarse del pronunciamiento de Arsenio Martínez Campos y que culminó con el fin de la I República y el inicio de la Restauración de la monarquía parlamentaria de la Casa de Borbón.

Este fue el último pronunciamiento que triunfó, si bien hubieron algunos más que fracasaron. Cuando parecía que las Fuerzas Armadas dejaban de ser utilizadas con fines políticos, en 1898 la Guerra hispano-estadounidense supuso una derrota de España perdía sus últimos territorios coloniales, lo que supuso el fin del Imperio Español. Estos hechos fueron vividos de forma muy amarga.

Esto se sumó a otros conflictos propios de la España de la época, como la falta de efectividad de los partidos políticos, un ineficaz sistema parlamentario, la polarización y crispación social y otras pérdidas territoriales que influyeron notablemente en la vuelta de la implicación de los militares en la vida política.

La politización de las Fuerzas Armadas en España fue paralela también a la de la Guardia Civil, con la diferencia de que esta última fue utilizada a partes iguales como fuerza policial represora y como apoyo militar, especialmente durante la Segunda Guerra Carlista y la Guerra de África

La dictadura de Miguel Primo de Rivera

En 1923, el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado y se hizo con el poder con el beneplácito de Alfonso XIII, el bisabuelo del actual rey de España.

Héroe de guerra, noble y miembro del Centro de Acción Nobiliaria, una organización política de carácter conservador que buscaba coordinar acciones contra las ideas progresistas y de izquierda en general, impuso una dictadura autoritaria y represiva hasta 1930.

Si bien dijo que únicamente estaría tres meses para así arreglar los problemas de España, pronto creó su propio partido político, la Unión Patriótica, donde intentó (sin demasiado éxito) aglutinar a todos los sectores ultraconservadores, católicos y monárquicos. Reprimió con dureza a sindicatos y organizaciones socialistas, anarquistas y comunistas y suspendió la Constitución, incluyendo los derechos y libertades básicas.

Retrato del político Antonio Cánovas del Castillo. Autor: Ricardo de Madrazo, 1896. Fuente: Wikimedia Commons.

Tanto Primo de Rivera como Alfonso XIII pusieron fin al principio canovista de evitar las injerencias militares en política, lo que fue un absoluto desastre a pesar de los éxitos económicos y militares de los primeros años de la dictadura.

En 1930, el dictador dimitió presa de una gran pérdida de popularidad y se convocaron unas elecciones en 1931 que dieron la victoria a las formaciones de ideología republicana en las ciudades más grandes. Como consecuencia, Alfonso XIII decidió exiliarse y se proclamó la II República.

La dictadura de Francisco Franco

Los años 20 y 30 fueron los años del auge del fascismo y el nazismo, el antecedente más inmediato de la extrema derecha más o menos tal y como existe hoy en día (si bien hay que recordar que la primera encarnación de la extrema derecha se conoce como los ultrarrealistas. En aquellas décadas, estas corrientes ideológicas trataron de apoyarse en la represión, en la violencia y en el uso de la fuerza, lo que les hizo simpatizar con el ejército, la vida militar y las habilidades marciales. Además de por un evidente interés.

Tanto en el caso de España, como en el de Alemania, como en el de Italia, sectores del ejército padecían un enorme complejo al haber perdido diferentes conflictos militares. En el caso de España, la pérdida de las colonias y la Guerra de Marruecos; en el caso de Alemania e Italia, la Primera Guerra Mundial. De hecho, las milicias del NSDAP (el partido nazi), las S.A., se nutrieron de las Freikorps, un grupo paramilitar ultraderechista conformado por veteranos de guerra sin trabajo tras la Gran Guerra.

Sin embargo, a España se le añadía el largo historial de pronunciamientos militares y, con ello, la reducida división entre la cuestión militar y la cuestión política y/o civil, una división que la II República no fue capaz de apaciguar. En 1932, ya hubo el primer intento por tomar el poder por parte de las Fuerzas Armadas, la llamada Sanjurjada debido a que fue el capitán José Sanjurjo (también diputado) quien se alzó contra el gobierno, pero fracasó.

Quien sí tuvo éxito fue el general Francisco Franco. En el golpe de Estado ideado por el general Emilio Mola en 1936, España se dividió en dos y estalló la Guerra Civil entre los bandos republicano y sublevado.

Fotografía del general Franco con capote de invierno. Autor: Desconocido, 1930. Fuente: Biblioteca Virtual de Defensa.

En realidad, ambos bandos estaban más o menos igualados en cuanto a efectivos (116.501 quedaron en la zona republicana y 140.604 en la zona rebelde, aunque durante la guerra llegarían a ser ambos de casi 500.000). Incluso la Guardia Civil se dividió en prácticamente la mitad (unos 16.400 para el bando leal a la república y 15.800 del lado sublevado). Es decir, que las Fuerzas Armadas se dividieron entre traicionar su juramento o seguir el alzamiento miliar.

Sin embargo, existen tres reflexiones importantes aquí que conviene revisar. La primera, que el ejército que se sublevó era el más experimentado y el que contaba con mayores recursos, es decir, los más veteranos; la segunda, que la mayoría de los 18.000 oficiales que había en España en julio de 1936 aplaudieron el golpe, tal y como señala el historiador Francisco Alía Miranda, además de unidades enteras como La Legión; y, la segunda, que es ya todo un fracaso que un sector de las Fuerzas Armadas, incluso aunque sea minoritario, decida traicionar el régimen constitucional y apoyar la imposición de un gobierno de manera totalitaria, represiva y cruel.

Es más, Franco, quien finalmente se convertiría en líder de la rebelión, tuvo éxito en unificar todas las tendencias ultraderechistas de la época en una sola: a los carlistas de la Comunión Tradicionalista (monárquicos absolutistas), a los ultracatólicos y a los nacionalsindicalistas de la Falange Española, creando el que más tarde sería el único partido legal de la dictadura: la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS), de clara inspiración fascista.

Durante los casi 40 años que duró la dictadura de Franco (1939 – 1975), la cúpula del régimen se encargó de depurar las Fuerzas Armadas, incluyendo a la Guardia Civil, moldeándola a su imagen y semejanza. Hasta prácticamente los años 60, el gobierno estuvo formado por militares.

Tal y como describe el historiador en su libro Enrique Moradiellos La España de Franco (1939-1975). Política y sociedad. (2000), la autoridad de Franco en el gobierno de España emanaba directamente de las Fuerzas Armadas, nombrado bajo la etiqueta de “Generalísimo de las fuerzas nacionales de tierra, mar y aire” y “jefe del Gobierno del Estado español” al que se le otorgaban “todos los poderes del Nuevo Estado”. De esa manera, Franco personificaba la autoridad del Ejército, “símbolo efectivo de la unidad nacional”, como se afirmaba en uno de los decretos que promulgó.

Bandera de la Falange Española de las JONS. Autor: Oren neu dag, 18/11/2017. Fuente: Wikimedia Commons.

Como líder de lo que se llamó Alzamiento Nacional, más tarde Movimiento Nacional, el Caudillo de España y los propios historiadores coinciden en que la legitimidad de su poder se sustentaba en tres pilares: el partido único (la Falange), el Ejército y la Iglesia. El propio Franco lo reconoció en privado: “los gobiernos deben tener una representación de las fuerzas que han contribuido a la victoria”.

De hecho, el estado de guerra se mantuvo hasta 1948. Franco utilizó esta legislación para legitimar la represión, tanto de los prisioneros políticos de las zonas ocupadas, como de los prisioneros de guerra republicanos. En los territorios que iban ocupando los franquistas se establecía inmediatamente la Auditoria de Guerra correspondiente para la celebración de tribunales militares con nulas garantías procesales. Mientras tanto, la Falange y la Guardia Civil se dedicaban a recoger información, detener “sospechosos” y usar la violencia desmedida. Es a decir, a mantener el nuevo orden en las urbes ocupadas.

Franco, a lo largo de su gobierno, sufrió varios intentos de derrocamiento, especialmente por el conflicto entre los sectores que lo apoyaban (monárquicos, católicos, falangistas…) y también por el descrédito internacional tras la caída de la Alemania nazi y la Italia fascista tras la Segunda Guerra Mundial (1945), cosa que no evitó que España fuera un refugio para distintos fascistas derrotados.

Historiadores como Gabriel Cardona coinciden en que Franco pudo mantener esta legitimidad en buena medida gracias al apoyo del Ejército, que es descrito como un nido de corrupción y enchufismo, sobredimensionado y utilizado como fuerza policial y represora. Así, las Fuerzas Armadas invadieron todos los aspectos culturales y sociales y se dedicaron a impartir justicia, especialmente durante los primeros años tras la Guerra Civil. En 1970, contaba con 289.000 efectivos y suponía el 17% del total de los Presupuestos del Estado.

Tras la muerte del dictador en 1975, se abrió un periodo de transformación de las Fuerzas Armadas y de la organización del Estado para transformarlo en un país moderno a similitud de las democracias liberales europeas.

La Transición Española y las décadas de los 80 y 90.

Al inicio de los años 80, conflictos políticos y sociales sacudían el país. Junto al terrorismo de ETA, la resistencia de amplios sectores de las Fuerzas Armadas (el llamado sector inmovilista o “el búnker”) para aceptar los cambios complicaba la consolidación y la estabilidad de la nueva monarquía parlamentaria y constitucional.

En 1978 se desarticuló una intenta golpista, la llamada Operación Galaxia, en la que había participado el Teniente Coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, el Capitán de la Policía Armada Ricardo Sáenz de Ynestrillas y otros mandos militares. Uno de los motivos fue la legalización en 1977 del Partido Comunista de España (PCE) y que había provocado las quejas del el Consejo Superior del Ejército.

En medio de este tenso clima generalizado, el gobierno del presidente Adolfo Suárez y su partido Unión de Centro Democrático (UCD), vieron caer su popularidad a un ritmo alarmante, lo que le llevó a dimitir. Las amenazas de golpe de estado desde sectores derechistas y ultraderechistas era tal que en su discurso final televisado aseguró que no quería que la democracia en España fuera un paréntesis en su Historia.

Para sustituirle fue elegido Leopoldo Calvo-Sotelo, cuya investidura se celebraría el 19 de febrero de 1981. Al no conseguir mayoría suficiente en la primera vuelta, tenía que celebrar una segunda, cuya fecha se fijó el 23 de febrero de 1981.

Durante la votación en el Congreso, Antonio Tejero asaltó el edificio con 200 guardias civiles. A esta fase del golpe de estado se le llamó Operación Duque de Ahumada, en honor al fundador de la Guardia Civil. Sin embargo, solamente la Región Militar de Valencia al mando de Jaime Milans del Bosch se sublevó. Finalmente, tras una discusión entre Tejero y el General Alfonso Armada y la negativa del rey Juan Carlos I en secundar el golpe, éste fue desarticulado.

Antonio Tejero da un golpe de Estado, 23/02/1981. Autor: Manuel P. Barriopedro.
Fuente: El País (CC BY-SA 4.0).

Muchos de los sucesos que rodean al golpe de estado siguen siendo una incógnita. Existen diversas hipótesis sobre quiénes fueron realmente las personas responsables de su organización. En total, 17 altos mandos de la Guardia Civil y 12 de las Fuerzas Armadas fueron condenados con penas que iban desde la suspensión de empleo y sueldo hasta los 30 años de cárcel.

La relación de estas personas condenadas con sectores derechistas y ultraderechistas (Armada había pedido públicamente el voto para Alianza Popular, germen del actual Partido Popular y Tejero llegó a presentarse a las elecciones por un partido de extrema derecha), que Armada fuera un hombre de confianza del rey y que ninguno de los principales condenados cumpliera sus penas (en 1996 salió de la cárcel Tejero, el último en permanecer en prisión, mientras que Armada recibió un indulto en 1988) son algunos de los motivos por los cuales algunos historiadores sostienen que las conexiones con las élites económicas y políticas franquistas se encontraban intactas, e incluso que el monarca podía haber estado implicado.

De las 9 regiones y las 2 capitanías militares en las que se divide España, si bien únicamente una se sublevó, otras 5 podían haberse sumado al golpe de Estado (la II, la IV, la V, la VIII y la Capitanía de Baleares), y al menos la Capitanía de Canarias mostró serias dudas. Al menos así lo relata Guillermo Quintana Lacaci, capitán de la Región Militar I y de la Capitanía de Madrid, de los primeros en declarar lealtad a la Constitución y al Rey.

En aquel momento, todas las Capitanías estaban lideradas por militares que participaron en el bando sublevado de la Guerra Civil e incluso algunos capitanes, como Luis Polanco Mejorada (VI Región Militar, Capitanía General de Burgos) o Ángel Campano López (VII Región Militar, Capitanía General de Valladolid) habían firmado escritos a favor de una “solución militar” para frenar los problemas de España.

Por otro lado, atendiendo al relato oficial de los hechos, fue el Rey Juan Carlos I quien, apelando a su cargo de Capitán General de todos las Fuerzas Armadas de España, desautorizó el golpe de Estado en una retransmisión en la que apareció con uniforme militar.

De hecho, no hay que olvidar que, a día de hoy, el cargo de Capitán General de todas las Fuerzas Armadas va unido al de la Jefatura del Estado y a la Casa Real y que, por lo tanto, son dos cuestiones íntimamente unidas y hereditarias.

Las Fuezas Armadas en la actualidad

Las Fuerzas Armadas de España cargan sobre sus espaldas más de 150 años de Historia donde asumieron un papel relevante en la vida política del país a base de pronunciamientos, golpes de Estado y maniobras más bien poco democráticas.

Por otro lado, es cierto que se han hecho esfuerzos desde los sucesivos gobiernos de convertir el ejército de España en uno moderno y equiparable al resto de países de Europa, lo que se ha visto reflejado, por ejemplo, en el fin del servicio militar obligatorio en 1995, convirtiendo así las Fuerzas Armadas en un ejército profesional. Además, la la Ley Orgánica de Derechos y Deberes de las Fuerzas Armadas prohíbe explícitamente la asociación y las manifestaciones políticas, e incluso la sindicación, entre otras normas.

Sin embargo, pese a estas limitaciones, suelen encontrar formas de hacerlo. Existen, de hecho, varias asociaciones de militares. Las más conocidas son la ATME (Asociación de Tropa y Marinería Española), la AUME (Asociación Unificada de Militares Españoles), Asfaspro (Asociación Profesional de Suboficiales de las Fuerzas Armadas) y la UMT (Unión de Militares de Tropa). Y, todas ellas, han convocado manifestaciones y acciones de protesta.

En 2006, el Teniente General del Ejército de Tierra José Mena redactó un manifiesto con cientos de adhesiones de miembros de las Fuerzas Armadas pidiendo que se actuara por la fuerza contra el recién aprobado Estatut de Autonomía de Catalunya. Afortunadamente, y a pesar de que fue defendido por el Partido Popular, recibió un arresto de 8 días y el gobierno de Jose Luis Rodríguez Zapatero lo pasó en poco tiempo a la reserva.

“Si esos límites fuesen sobrepasados, lo cual en estos momentos afortunadamente parece impensable, sería de aplicación el artículo octavo de la Constitución: las fuerzas armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejercito del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad, y el ordenamiento constitucional” – José Mena, ex Teniente General del Ejército de Tierra de España en 2006.

Otro dato que podría revelar la politización de las Fuerzas Armadas hacia la ultraderecha es que, entre militares, Vox es primera fuerza política en voto. Según un análisis censal del entorno de 9 cuarteles de las elecciones generales del 28 de abril de 2019, solo en 1 ganaron las fuerzas de izquierdas, mientras que en 5 ganó Vox. Además, en en la suma de todas, PP, Ciudadanos y Vox obtendrían más del 60% de los votos. Y esto teniendo en cuenta que el 20 de noviembre Vox duplicó sus resultados.

Más datos indican que la conexión entre la extrema derecha y el ejército se confirmó en al registrarse el doble o más de votos a Vox en los municipios que albergan bases o acuartelamientos que los obtenidos por ese partido en el resto de esas circunscripciones electorales, mostrando que una mayoría de militares había votado a la extrema derecha. En ocasiones, el porcentaje de voto a Vox en el entorno de esos cuarteles cuadruplicó el total provincial, como en el Poblado Naval de la Base de Rota (Cádiz) o en El Goloso y El Pardo (Madrid).

Vinculaciones de Vox y la extrema derecha con las Fuerzas Armadas

Javier Ortega-Smith, secretario general de Vox, luciendo una boina verde. Autor: Antonio Rodríguez Jiménez, 31/05/2018. Fuente: Boinas verdes. Demostrando en publico lo que se vale

Y es que Vox, para armar sus listas electorales, incorporó a miembros de las Fuerzas Armadas, algunos abiertamente franquistas. Por ejemplo, el general de brigada de Infantería de Marina retirado Agustin Rosety Fernández de Castro encabezó por Cádiz la lista de Vox al Congreso en las elecciones generales. Asimismo, el teniente general de Ejército del Aire Manuel Mestre Barea fue cabeza de lista por Alicante de la formación, mientras que al General de Brigada de Infantería retirado Alberto Asarta Cuevas. A esta lista hay que añadir al general en la reserva Antonio Budiño Carballo como ‘número uno’ por Pontevedra. Cabe recordar que el candidato a la Alcaldía de Palma de Mallorca propuesto por el partido es el general del Ejército de Tierra retirado Fulgencio Coll, jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra (JEME) entre los años 2008 y 2012, durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

De ellos, Alberto ­Asarta y Agustín Rosety han entrado en la vida política envueltos en la polémica por haber firmado un manifiesto a favor de Franco junto a otros 180 militares.

Tal es la vinculación de Vox con el mundo militar que dos de la docena de diputados que entraron en el Parlamento andaluz en las elecciones autonómicas de 2018 representando a la formación ultraderechista fueron militares en el pasado: Luz Belinda Rodríguez perteneció al Ejército del Aire y Benito Morillo Alejo a la Guardia Civil.

Incluso Javier Ortega-Smith, Secretario General de Vox, fue militar durante cuatro años en grupos de Operaciones Especiales. Mencionando también a pesos pesados del partido, el exasesor del que fuera presidente de España con el PP José María Aznar, Rafael Bardají, fue fundador en 1987 del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES) y director hasta 1996, asesor de los exministros de Defensa Eduardo Serra (de 1996 a 2000) y Federico Trillo (de 2000 a 2002), subdirector del Real Instituto Elcano de 2002 a 2004, director de política internacional de la Fundación FAES de Aznar y declarado sionista (impulsor en 2010 de Friends of Israel Initiative). Es, además, el principal enlace de Vox con la ultraderecha estadounidense.

La situación es tan evidente que hasta los propios militares han alertado de ello. La AUME ha enviado una carta al Ministerio de Defensa esta semana alertando de que Vox intenta infiltrarse ideológicamente entre las tropas.

En este momento se está produciendo un nuevo fenómeno que viene a apuntalar la acción reaccionaria y la incursión ideológica en el seno de las Fuerzas Armadas. Se impulsa la creación de asociaciones profesionales desde fuerzas políticas (de ambos extremos ideológicos) y esto es algo que aumenta nuestra preocupación. De un tiempo a esta parte hemos sido testigos de actos públicos de determinado partido político mostrando una connivencia con militares y hasta con determinadas unidades (y no estamos hablando de ámbitos privados de las personas pues esos actos se realizan dentro de los cuarteles y con el personal vistiendo el uniforme) – Carta de la AUME al Ministerio de Defensa.

Asimismo, sectores militares más progresistas han denunciado que los grupos de Facebook y de Telegram con postulados ideológicos abiertamente de ultraderecha se están llenando de miembros de las Fuerzas Armadas, lo que en parte explica lo sucedido con el famoso grupo de Whatsapp mencionadl al principio del artículo. Además, critican lo poco que se investiga que a estas personas apenas se les investigue o sancione por mostrar posturas contrarias a la Constitución y al Estado de Derecho.

Por otro lado, la Asociación de Militares Españoles (AME) defendió a los militares que ficharon por Vox, así como a los 200 altos cargos retirados que firmaron el manifiesto ensalzando la figura castrense de Franco, aduciendo que “pueden hacer lo que quieran tras retirarse” y que cuando están en activo son “neutrales” y “muy respetuosos con la legislación”.

Si bien desde el Ministerio de Defensa niegan que existan grupos ultraderechistas en el seno del ejército español, Luis Gonzalo Segura, teniente que fue expulsado del ejército por sus críticas a la corrupción, publicó en febrero de 2020 el libro El ejército de Vox, una obra en que denuncia, de forma detallada y sistemática, que el ejército español tiene un marcado sesgo ultraderechista. En el libro se recoge un largo listado de más de 50 actuaciones que se podrían considerar de extrema derecha por parte de las Fuerzas Armadas: desde proclamas de altos mandos hasta amenazas hacia fuerzas de izquierda o soberanistas.

Además, Luis Gonzalo Segura aprovecha para criticar a los medios de comunicación que, en connivencia con las élites económicas y políticas, oculta, blanquean o no mencionan estos hechos, junto a una sociedad y a una izquierda que se desentiende del problema o, al menos, no lo atiende lo suficiente, al contrario de lo sucedido en Alemania, donde es un tema que se está tomando muy en serio.

Existen algunos casos ya preocupantes en el que militares o exmilitares han sido descubiertos con arsenales de armas en sus casas y/o con vinculaciones con grupos neofascistas y violentos. Uno de los casos más conocidos fue en el que una grabación mostraba a un hombre diparando contra una imagen del Vicepresidente Segundo del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias. Otro de los casos fue el del neonazi Joachim Fiebelkorn.

Todavía se podrían relatar más casos de manifestaciones ultraderechistas por parte de las Fuerzas Armadas. Juan Chicharro, presidente de la Fundación Francisco Franco, es de hecho un exgeneral que sirvió como ayudante de campo de Juan Carlos I. Pero quizá uno de los más conocidos es el del coronel ‘Rudolf’: el coronel Rodolfo Sanz Sánchez vendió una pistola en el año 2015 al jefe de La Falange, Manuel Andrino, y tenía en su casa unos 24 kilos de explosivos y 12.500 cartuchos. Este coronel formaba parte a su vez de una red criminal en la que se integraba un subteniente del Ejército de Tierra, Francisco Carreras, que estuvo 25 años traficando ilegalmente con armas, las cuales vendía a empresarios y policías.

Manuel Andrino, fue detenido por el asalto a la Centro Cultural Blanquerna de 2013, en la que también participó Íñigo Pérez de Herrasti, cuñado Íñigo Méndez de Vigo y Pedro Morenés Eulate, ambos ministros durante el Gobierno de Aznar.

Una de las últimas manifestaciones se dio a raíz de la difusión de un vídeo de tropas españolas cantando el himno de la División Azul, unidades de voluntarios (aunque en muchos casos hubo gente obligada y presionada) a combatir del lado de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

Los guiños de Vox a las Fuerzas Armadas

Además de incorporar a militares a las listas electorales, Vox ha tendido la mano a las Fuerzas Armadas, no solo recogiendo sus principales reivindicaciones, como la equiparación salarial entre las fuerzas y cuerpos de seguridad, pedir mayores recursos económicos para las tropas de Ceuta y Melilla o evitar la retirada de militares mayores de 45 años, sino también ha pedido en varias ocasiones la intervención de las Fuerzas Armadas para resolver problemas del país.

En marzo de 2020, pidió conformar un “gobierno de emergencia nacional” que sustituyera al gobierno actual en el cual el ejército se ocupara de gestionar los principales servicios públicos de España para poder hacer frente a la crisis del coronavirus.

En noviembre de 2020, la formación ultraderechista pidió que buques de guerra rodearan las Islas Canarias para poner fin a la llegada de personas inmigrantes, hecho que además fue respondido muy contundentemente con una negativa por parte de mandos de las Fuerzas Armadas.

A raíz de la difusión de los mensajes del grupo de chat donde militares y mandos retirados del ejército hablaban de “fusilar a 26 millones de españoles”, así como de los cuatro manifiestos firmados por militares enviados al Rey donde asumían un discurso extremista, desde Vox llegaron a afirmar que “por supuesto que son nuestra gente”, evitando en todo momento condenar los hechos. Se ha demostrado también que existe relación entre quienes escribieron estas misivas al monarca y los mensajes filtrados del chat. 


Por otro lado, Javier Ortega-Smith, como exsoldado, ha tratado de ofrecer imágenes de vinculación con las Fuerzas Armadas. El ejemplo se puede encontrar en la visita que hizo a a la base de la Brigada Paracaidista en Murcia durante su participación en un curso de Defensa Nacional impartido por el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN).

Asimismo, la figura de Ortega-Smith ha sido empleada por Vox para capitalizar el descontento y las reivindicaciones de la Guardia Civil, las Fuerzas Armadas y el resto de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, apareciendo de forma reiterada en las manifestaciones y protestas organizadas desde estos sectores.

Conclusiones: ¿prejuicio o realidad?

Al tenor de los datos y los hechos expuestos, parece que el peso de los antecedentes históricos, especialmente los casi 40 años de dictadura franquista, todavía pesan con magnitud sobre las Fuerzas Armadas, haciendo que sean más vulnerables a la creciente polarización ideológica y crispación política alentadas por la extrema derecha aprovechando diferentes conflictos políticos y sociales y la crisis sanitaria.

Esta vulnerabilidad viene dada no solo por una cultura adquirida de permitir, de algún modo (o tolerar), que las Fuerzas Armadas manifiesten de forma tan clara tendencias ideológicas ultraderechistas, sino porque parte de la cúpula y de los mandos militares, descendientes de familias beneficiadas por el franquismo y en buena medida relacionadas con puestos de poder, forman parte de esa amplia red, esa élite económica y política, que evita en cierto modo que los medios de comunicación o que incluso partidos autodenominados de izquierda critiquen con contundencia estas cuestiones o bien investiguen o tomen las medidas oportunas.

A esto también se añade que, al ya no ser el servicio militar obligatorio, las Fuerzas Armadas funcionan con cierto hermetismo, ajena al devenir social de forma bidireccional, por lo que la gente no se preocupa tanto y, por otro lado, la laxitud en estas cuestiones puede funcionar lejos del ojo vigilante de la sociedad.

Si bien sería erróneo afirmar que todo el ejército esté escorado a la derecha o a la ultraderecha, el porcentaje de apoyo a estas ideas es considerablemente mayor que en otros sectores de la sociedad. Y que, cuando se da este apoyo, sus manifestaciones son más claras, evidentes y peligrosas. A menudo, un porcentaje suficientemente importante, aunque no sea mayoritario, especialmente si hay mandos militares implicados, podría bastar para que peligrase la imparcialidad de las Fuerzas Armadas y, con ello, el sistema democrático.

Sería importante, por lo tanto, que se pusieran medidas para evitar el crecimiento de la ultraderecha en el Ejército, unas medidas que pasan por una mayor implicación por parte de los gobiernos y los medios de comunicación pero, sobre todo, por parte de toda esa parte de las Fuerzas Armadas que hace que la institución destaque por su respeto al Estado de Derecho y a las libertades básicas, haciendo honor a su juramento y a su compromiso para con la osicedad española y no hacia intereses que atentan contra los derchos fundamentales.


Fuente →  aldescubierto.org

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