
El film Vaca mugiendo entre ruinas, de Ramón Lluís Bande, documenta la incidencias del fugaz gobierno autónomo en los dos meses previos a la caída del Frente Norte en poder de las tropas sublevadas.
Quienes tengan un cierto conocimiento de la obra del fotógrafo
gijonés Constantino Suárez, así como de la del pintor de Nicanor
Piñole (1878-1978) -a quien tuve el gusto de conocer-, no se extrañarán
al comprobar que el material gráfico documental utilizado por el
realizador asturiano Ramón Lluís Bande para su película, Vaca mugiendo entre ruinas,
pertenezca al valioso legado de uno y otro. El propio título del film
obedece a una ilustración simbólica y turbadora de Piñole, que data de
1937, y tanto el profuso legado del fotógrafo como algunos cuadros e
ilustraciones del pintor son sumamente valiosos para asomarse a los
quince meses de la Guerra de España en Asturias, de los que Bande
eligió los dos últimos, correspondientes al breve periodo del gobierno
autónomo del Consejo Soberano de Asturias y León, desde las 24 horas
del 24 de agosto de 1937
La película se estrenó recientemente en la última edición del Festival Internacional de Cine de Gijón y viene a ser una continuación de la historia social de Asturias, iniciada por Bande con Canciones para una revolución. En palabras de su director, fue su interés personal en conocer esa historia, “ocultada por casi todos y manipulada por unos pocos”, lo que le movió a realizar este trabajo, al que dedicó mucho tiempo de documentación con vistas a lograr “un dispositivo cinematográfico que me permitiera compartir la historia con el espectador a través del trabajo creativo, con una colección de evidencias que por falta de contexto no tenían el poder del archivo, pero que interrelacionadas nos revelan esa historia obturada”. Bande se refiere a tal objetivo no solo como un espacio de homenaje, sino también de reivindicación en presente: “¿Qué pasa cuando esta historia, contada de esta manera, entra en contacto con el presente? Es lo que toca descubrir ahora”. Tal es el significado de la última secuencia de la película.
El
film se abre con otra secuencia dilatada de la Sierra del Cuera, cerca
de la localidad de Llanes, en donde tuvo lugar durante quince días de
septiembre de 1937 (del día 5 al 20) la última gran batalla de
resistencia del ejército republicano frente a los militares sublevados.
La cámara capta el profundo silencio ambiental de las montañas bajo
cendales de niebla, como si estuviéramos a punto de asistir a una
crónica medio sumida en la borrina que cubre y descubre la cima de Peña
Blanca, donde más reñida fue la lucha. “Quería empezar la película ahí,
adaptando cinematográficamente un texto literario de Juan Antonio
Cabezas publicado en “Avance” [diario socialista dirigido por Javier
Bueno Bueno, fusilado por la dictadura en Madrid, en 1939] y en el que
de una manera muy poética explicaba como la climatología ayudaba a la
resistencia republicana: si las nubes bajaban y cubrían la montaña la
Legión Cóndor no podía atacar y sin la aviación alemana era un día
ganado a la guerra… “Hasta las nubes son antifascistas en esta Asturias
nuestra”, se leía en la prensa republicana. En cierta manera, para mí,
en ese prólogo está contenida –en el plano emocional– toda la película
y todo su simbólico valor de lucha antifascista”.
A
continuación Bande nos introduce en materia con la celebración de
consejo de unidad entre las fuerzas de izquierda, el pacto entre el
Partido Socialista y el Partido Comunista y dos manifestaciones
convocadas en la región en apoyo del gobierno del Frente Popular (14 de
marzo de 1937) y en conmemoración del sexto aniversario de la
proclamación de la segunda República (13 de abril de 1937). Los nombres y
semblantes de los miembros del Consejo Soberano, presidido por el
socialista Belarmino Tomás, acompañan acto seguido al decreto de su
constitución para hacer frente al avance de los militares sublevados.
Desde ese 24 de agosto, los discursos del presidente, los telegramas e
informes del Consejo al Gobierno de la República no dejarán de insistir
en la necesidad de “buscar alguna solución a la hecatombe que se
cierne sobre la región”, con más de cien mil refugiados de las
provincias del norte sumados a la penuria que se vive en Asturias, donde
a la falta de municiones y de artillería se unen las necesidades de
intendencia y la baja moral en la tropa. Tomás advierte que ante ese
desolador panorama puede producirse el desmoronamiento.
Aun
así, el 23 de septiembre se celebrará en el teatro Dindurra de Gijón
un homenaje a los soldados republicanos, con pancartas en las que se
puede leer “Venceremos porque somos los mejores” y se preconiza la
unidad entre la vanguardia y la retaguardia. Belarmino Tomás habló
desde la tribuna defendiendo la independencia del país frente al
enemigo extranjero, en alusión a la ayuda a las tropas golpistas por
parte del nazi-fascismo. Por esos mismos días tiene lugar la dramática
evacuación desde el puerto de El Musel de más de mil niños huérfanos o
hijos de los combatientes republicanos, ante la inminencia de que con
la derrota sufrida en El Mazucu Gijon el avance de las tropas facciosas
no tendrá ya mayor resistencia.
En sucesivos
telegramas, que Bande ilustra con las turbadoras imágenes de los
cuadros de Piñole en las que aparece la población civil recluida en los
refugios antiaéreos, Belarmino Tomás alude a las deserciones que se
dan en el ejército y vuelve a solicitar la ayuda del gobierno central
ante la carencia de víveres y municiones. La soledad de Asturias frente
a los militares sublevados conmueve porque está inevitablemente
condenada a una segunda y atroz represión, tal como ocurriera tres años
antes cuando fue sofocada la rebelión minera de octubre de 1934,
también en octubre. “Se ha llegado al límite. No queda qué hacer.
Asturias está bloqueada por aire, mar y tierra”, según el líder
socialista.
El 20 de octubre se reunió con
carácter extraordinario el Consejo Soberano, con la asistencia del
coronel jefe del estado mayor Adolfo Posada. Mañana sería demasiado
tarde para abandonar la ciudad, se sostiene, y también se calcula el
número de personas que pueden utilizar las embarcaciones disponibles.
Doce consejeros frente a sólo tres entienden que se debe liberar a los
presos comprometidos con el golpe militar, pues ante todo debe primar
internacionalmente el buen nombre de la República.
Será al día siguiente cuando se culmine la evacuación en los muelles de los dos puertos gijoneses, utilizando todo tipo de embarcaciones, no pocas de las cuales serán interceptadas por la los buques de guerra facciosos mar adentro. El propio fotógrafo Celestino Suárez aporta su versión personal de aquella jornada: “El pueblo, como en la bajamar, se retira abandonándolo todo, en masa, camino del puerto, su salvación. Solo llevaba lo imprescindible. Aquella bajamar no miraba, ni se despedía. Todos cabizbajos caminaba, solo pensaban en salvarse. Ya no había mandos a los que obedecer. Todo se disuelve”.
Los últimos minutos de los noventa de metraje del film de Bande discurren dando luz a dos documentos sumamente valiosos. El primero que escuchamos en sobrevoz o voz superpuesta pertenece a una película de propaganda fascista italiana –según nos comenta Ramón-, producida por el Instituto Luce, principal órgano de propagada del partido mussoliniano. Ya en la época de su estreno (1937), la locución no profesional -en español, pero con fuerte acento extranjero- creó gran desconcierto entre los espectadores. Esa crónica ofrece, por supuesto, una versión apocalíptica de la ciudad de Gijón destruida por los “dinamiteros revolucionarios”, cuando en realidad es que fue bombardeada por la aviación facciosa, destruyendo entre otros objetivos -unos días antes de la ocupación- los depósitos de Campsa y el teatro Dindura, en donde se habían celebrado tantos mítines y actos políticos. Bande conjuga esa descripción falaz de la locución femenina con dibujos de la familia de Piñole escuchando la radio, trazados por el artista con el dramatismo propio de las circunstancias. “A partir de ese momento de la historia, el pueblo silenciado estaba condenado a la mentira, la represión y el silencio”, apunta el director asturiano.
Con
una secuencia vespertina otoñal en vivo de la gijonesa Plaza del
Parchís -del Generalísimo durante la dictadura- concluye la película,
después de haber visto el lugar ocupado por las bien cebadas tropas
facciosas. La cámara capta una vista general dirigida a la llamada Casa
Blanca, sede del Consejo Soberano, mientras escuchamos el texto de su
último informe al Gobierno de la nación. En el mismo se hace valer el
sacrificio del ejército asturiano, que se defendió solo y como pudo
hasta el agotamiento y con graves carencias de material de guerra. Fue
el único condenado al sacrificio -se nos dice-, del que solo se ha
podido salvar el 10 por ciento de los soldados, perdiendo la república
los mejores cuadros que desde los primeros momentos lucharon contra la
insurrección facciosa, después de haber ayudado a las demás provincias
del norte.
Un tema muy popular, Caballo al verde, interpretado por una de las grandes voces de la tonada asturiana, Diamantina Rodríguez (este año cumplió cien años de edad), pone emotivo final al film con los créditos. La canción -comenta Bande- tiene una clara connotación política, puesto que el miliciano Alfredo Piloñeta García, que participó en la revolución de 1934, pidió cantarla ante el pelotón de fusilamiento el 17 de noviembre de 1938. Parece como si la intensidad de esa voz rompiera los tules de niebla que se cernían al comienzo de la película sobre la Peña Blanca.
Fuente → elsaltodiario.com
No hay comentarios
Publicar un comentario