La familia es la familia, de Borbón a Borbón

El significado de los silencios de Felipe VI comienza a marcar la identidad de su reinado una vez que sus palabras apenas cubren lugares comunes y sus hechos evidencian la protección a su antecesor bajo el manto de la Constitución

La familia es la familia, de Borbón a Borbón
Natalio Blanco

Esta vez no ha apelado a la ley como hizo su padre hace casi una década cuando subrayó una obviedad, la de que todos somos iguales ante ella, que el paso de los años ha demostrado sencillamente que no es cierta. Ha preferido hablar de ética, algo más etéreo y menos fiscalizable, por si el peso de los hechos cae a plomo sobre las siempre entrañables palabras navideñas de los buenos propósitos del monarca y el compromiso de lo afirmado se disipan como aquellas distópicas lágrimas sobre la lluvia.

En el discurso más importante de su mandato como jefe del Estado desde su entronización en 2014, Felipe VI ha vuelto a dejar escapar una oportunidad de oro para conectar sin ambages con el pueblo español. Y eso que en la crisis de la pandemia no hay nada que reprocharle al demostrar compromiso, empatía y cercanía con los ciudadanos. Pero definitivamente ha preferido optar por anteponer la familia a sus obligaciones éticas contra cualquier tipo de abusos con la legalidad vigente. Porque aunque pueda parecer que deja a su suerte a su antecesor bajo el manto protector de la Constitución y la inviolabilidad que se le concede a su figura, en realidad está dejando entrever que la familia es la familia y que un Borbón no puede dejar así como así a otro Borbón porque va en ello la viabilidad y existencia de la propia sucesión dinástica avalada por la Carta Magna que todos los españoles rubricaron en 1978.

Un Borbón no puede dejar así como así a otro Borbón porque va en ello la viabilidad y existencia de la propia sucesión dinástica avalada por la Carta Magna

En un mensaje de algo menos de 1.700 palabras y unos 12 minutos de duración, apenas ha dedicado un párrafo y 40 segundos, 87 palabras para ser exactos, para referirse al tema que toda la ciudadanía española estaba esperando: los presuntos tejemanejes del actual rey emérito, su padre. Y además habrá que interpretar su posición en este espinoso asunto mucho más por lo no dicho, ni siquiera veladamente, al respecto que por sus escuetas palabras referidas a unos “principios morales y éticos” que a todos los ciudadanos se les presupone de entrada.

El significado de los clamorosos mutis de Felipe VI en asuntos clave para el Estado español comienza a marcar la identidad de este reinado una vez que sus palabras apenas cubren lugares comunes y sus hechos respecto a las andanzas legales de su progenitor evidencian la protección a su antecesor bajo el manto de la Constitución, que mantiene la inviolabilidad de la figura del rey. El punto 3 del artículo 56 así nos lo recuerda: “La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”.

El jefe del Estado tiene en la propia Constitución a la que apela continuamente su propia piedra de toque, una vez que más que probablemente las investigaciones judiciales sobre las presuntas corruptelas de su padre queden en nada más pronto que tarde y también que la mayoría del Congreso de los Diputados rechaza una y otra vez cualquier tipo de investigación al respecto. Pero, sin duda alguna, este lamentable episodio protagonizado por el rey emérito habrá manchado ya para siempre esos “principios morales y éticos” que el actual monarca ha enarbolado en su mensaje navideño más trascendental para deslindar su gestión de la que mantuvo en el trono y posteriormente como rey emérito su progenitor y predecesor. De Borbón a Borbón, la familia es la familia.


Fuente → diario16.com

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