Un horizonte republicano

Un horizonte republicano
Albert Portillo
“Una unidad forjada con falsos pretextos jamás será una unidad que perdure”. Enrique V de Inglaterra bajo la lente del materialismo histórico de Caterina de Valois; “Toda monarquía es ilegítima”, como conclusión republicana que excede la versión original de Shakespeare.

De forma parecida, el libro colectivo que acaban de publicar viento sur y Sylone va mucho más allá de una simple adaptación a nuestro tiempo de la tradición republicana, ciertamente gloriosa todo sea dicho, ya que, en toda traducción, como reza el dicho italiano, hay una traición. Traduttore traditore.

En este caso virtuosa porque supone una reformulación. Y no es esta una vocación menospreciable en un ciclo marcado por la crisis de Estado: tanto por la atrofia de los aparatos del Estado encargados de garantizar un cierto bienestar como por la autonomía enfurecida de los aparatos del Deep State.

Judicatura y fuerzas de seguridad expresan dentro del Estado los anhelos que Ayuso expresa desde el Madrid institucional y los pijos de extrema derecha en las calles: Atlas Shrugged o la ira de los privilegiados.

Ahora bien, la revuelta contra la atrofia de los aparatos sociales genera, en cambio, una resistencia transformadora y niveladora. Las huelgas de los MIR y las luchas del conjunto del personal sanitario expresan una noción completamente diferente de la relación que se tiene que establecer entre las instituciones y la comunidad ciudadana. Aquí yace la potencia constituyente de un pueblo si considera que el actual Estado es insostenible, ilegítimo e insoportable.

Por este motivo, ¡Abajo el rey! Repúblicas es una propuesta de horizonte, de un horizonte republicano, en plural y declinado por los pueblos. La existencia de claras mayorías republicanas en las naciones del Galeuzca (acrónimo de Galicia, Euskadi y Catalunya) y el auge de un sentimiento popular republicano en el conjunto de España abonan una hipótesis de este calado. A pesar de todo, incluso si existieran mayorías incontestables, y contrastables, en el conjunto de España, no quedaría resuelta la cuestión de cómo producir las alianzas necesarias que impulsen el cambio político y social y con qué objetivos tienen que fundirse estas alianzas.

No parece casualidad, pues, que en la mayoría de los autores y autoras de este libro la política de alianzas que tiene que hacer despegar este horizonte sea un anhelo, y una preocupación, recurrente. Como dice David Fernàndez: “Tal vez no se trata de invocar los Pactos de la Moncloa, sino quizás el Pacto de San Sebastián de 1930.”1/ Pacto de San Sebastián que Jaime Pastor y Miguel Urbán plantean como “un nuevo pacto entre fuerzas políticas, sociales y ciudadanas del conjunto del Estado alrededor de un proyecto compartido.”2/.

Un pacto que si quiere imaginar nuevas legitimidades tiene que responder a una autodeterminación social de las necesidades, de los cuerpos y de las vidas, como señala Julia Cámara3/. Y es que, en este sentido, la potencia republicana y constituyente de Chile es un espejo morado en tanto que promesa, y proyecto, para acabar con todas las formas del patriarcado.

También, el mal llamado problema nacional es un “campo estructurador de una política de ruptura republicana”4/ pero, como apuntan Sònia Farré y Xaquín Pastoriza, difícilmente podrá materializarse en su conjunto en un frente amplio republicano si no hay un empuje popular que fuerce la unidad estratégica; más allá de querer un Estado republicano, se trata de tener un proyecto de Estado.

Estos son algunos de los elementos para una puesta a punto de un programa político republicano para el siglo XXI, como requiere Pablo Elorduy, respecto al status quo del bloque de poder monárquico, que incluye de una forma más central que periférica al mismo PSOE.

La constitución formal de la Monarquía y la constitución material del Estado

En la última editorial de El Salto se establecía una dicotomía entre la tarea de análisis crítica y la propuesta de una alternativa: “Pensar en una nueva República no requiere partir de la crítica a los reyes corruptos de la dinastía Borbón, sino imaginar una nueva forma de vida en común más justa, con el poder y la riqueza descentralizados.”

Pero estas dos tareas lejos de ser incompatibles están perfectamente relacionadas entre sí. La crítica de la constitución formal y material del Estado es un ejercicio de economía política para saber en qué consiste la oligarquización de las instituciones. Y, por tanto, cómo queremos que sean las futuras instituciones democráticas. De la misma manera que en el análisis de las principales formas de acumulación por desposesión podemos sacarle la contrapartida socialista.

Por eso, la crítica del profesor de derecho Joaquín Urías a la constitución formal monárquica muestra unos poderes del Estado cuyo despotismo es plenamente protegido. Cabe tener en mente que “los poderes estatales son democráticos en la medida que es posible exigirles responsabilidades cotidianas”5/.

De hecho, este era uno de los principales objetivos de las luchas populares antifeudales: poner fin a las tutelas patriarcales que impregnaban el ámbito civil, el doméstico y el político.

Y que desde los levellers ingleses a los republicanos franceses se pretendía imponiendo formas de control al poder monárquico o, incluso, reemplazándolo por un poder democrático, la República.

Una lucha similar a la que describe Antoni Domènech en El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista (Akal, 2019 [2004]) que asumía la necesidad de combatir esta lógica familiar tan típica del antiguo régimen en el nuevo mundo industrial.

He aquí la lucha por regular la esfera de la producción industrial, constitucionalizando las obligaciones de los nuevos siervos fabriles y obligando a los patrones de los nuevos feudos a someterse al control parlamentario de tipo sindical.

En este aspecto, el principal defecto de la Constitución de 1978 resulta de su carácter de carta otorgada al asumir el texto que el rey es un poder anterior a la propia Constitución. En el mismo artículo 56 de la Constitución se establece esta idea de la soberanía al atribuir al rey un poder moral válido para intervenciones en situaciones de excepción. Caso del discurso del rey del 3 de octubre de 2017. “Es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional”.

El artículo 56 funciona como ideológica “fisura por la que se cuela en el texto constitucional la constitución material del país”6/. Es decir, la existente correlación de fuerzas del país.

Por otra parte, el blindaje jurídico del rey, que hace imposible cualquier investigación por corrupción, convierte todo intento de rendimiento de cuentas en un choque frontal: “si hay actos que exigen la depuración de responsabilidades y ésta es imposible, surge un conflicto de difícil solución entre el sistema democrático y la monarquía.”7/. Armadura constitucional que no vale para Juan Carlos ahora que la Fiscalía Anticorrupción investiga sus tarjetas Black, pero, en cambio, sirve para archivar la investigación de los 65 millones cobrados de la monarquía saudí antes de abdicar.

Este artículo ha sido invocado a lo largo de este verano para vetar desde la mesa del Congreso la investigación de la corrupción monárquica, la huida del rey emérito por fraude fiscal y la exigencia de transparencia y rendimiento de cuentas. Desconstitucionalización de la monarquía y desparlamentarización del régimen. Llueve sobre mojado cuando en la misma gestión de la crisis pandémica el PSOE pretende rendir cuentas al Congreso sólo cada dos meses durante el nuevo estado de alarma.

Y mientras los partidos monárquicos defienden a capa y a espada al rey, el Gobierno del PSOE declara la suspensión de los desahucios; en lo que va de año se producen 162 al día, según denuncia la PAH. Sólo en Barcelona 443 familias, incluyendo 463 menores, han sido desahuciadas entre el 14 de septiembre y el 23 de octubre, mientras el Gobierno progresista de Pedro Sánchez hacía acto de fe negacionista de los desahucios. A la vez, los Presupuestos Generales del Estado refuerzan la protección de la industria militar y persisten en una política fiscal que recauda principalmente de los impuestos indirectos mientras las grandes fortunas y el fraude fiscal quedan a buen recaudo.

Una de estas grandes fortunas, evidentemente, es la del rey de la que se sospecha que, fruto de la corrupción, podría albergar un volumen de 1.790 millones. Fortuna originada en los 100 millones de préstamo sin intereses que la monarquía saudí otorgó a Juan Carlos en 1977.

Pero es que, alrededor de la monarquía, hay toda una red de casos de corrupción que, desde el caso Gürtel a la operación Lezo, salpica a más de 3.000 investigados por una cifra de 40.000 millones de euros. Para los sentenciados por corrupción sí que hay indultos, 226 concretamente.

Junto a la corrupción, el fraude fiscal que revelaron los Papeles de Panamá enreda no sólo a la monarquía, sino también a los narradores de la Transición, Cuéntame cómo evadir, de hecho, al conjunto del sistema de trincheras culturales y políticas que protegen al Estado, con un coste de 80.000 millones de euros evadidos en Suiza y 24.000 millones en Andorra.

Además, la monarquía no ha sido ajena a la preeminencia de un complejo industrial militar que ha convertido España en la séptima economía exportadora de armas mientras la industria civil es desmantelada sin miramientos. La reciente investigación llevada a cabo por el Centre Delàs d’Estudis per la Pau muestra que entre 2010 y 2019 las exportaciones militares han aumentado un 295 % 8/. En este aspecto, el rey ha tenido un fuerte protagonismo en el ciclo exportador de armas haciendo de ministro de economía, de industria y de exteriores en Colombia, Guinea Ecuatorial o en Turquía.

Esta tarea gubernamental del rey la ha sufrido el Sáhara, víctima de un pacto entre reyes, el rey Hassan II de Marruecos y el mismo Juan Carlos, el resultado del cual fue pactar la ocupación militar del Sáhara. ¿La consecuencia? La Marcha Verde orquestada por Hassan II; cuando el 6 de noviembre de 1975 350.000 civiles, entre los cuales 25.000 soldados marroquíes ocuparon el Sáhara. Como explica Miguel Urbán:

“La ocupación del Sáhara se convirtió en un acontecimiento histórico indispensable para entender el devenir posterior de la consolidación de las monarquías tanto la marroquí como la española. Ligando así estas dos casas reales de manera íntima” 9/.

Si en la primera restauración Cuba, Puerto Rico y Filipinas fueron las víctimas del colonialismo imperial de la Corona, y después de 1898 Marruecos, en la segunda restauración el Sáhara y los países de América Latina han sido quienes han sufrido el asedio por parte de los bancos y les empresas conquistadoras españolas.

Pero si no hay verdad, justicia y reparación en España para las víctimas del franquismo 10/, y sus 114.000 desaparecidos, menos aún para las victimas indígeno-originarias de la Corona imperial. El año pasado el presidente republicano mexicano Andrés Manuel López Obrador exigió el reconocimiento de los agravios. También entonces el PSOE se enrocó en defender la hispanidad imperial. Imperiofobia y leyenda negra, de Elvira Roca Barea, se convertía en el superventas entre el alto funcionariado del Estado y el conjunto de la oligarquía.

De Villalar a Montoro: el centralismo, la joya de la Corona

Decía Marx en sus textos sobre la España revolucionaria que la monarquía se había construido a base de disolver “los dos pilares de la libertad española: las Cortes y los Ayuntamientos” 11/. El Estado moderno monárquico es el fruto de una larga batalla contra los fueros municipales y forales de Castilla, Euskal Herria y los antiguos reinos de la Corona de Aragón. La guerra revolucionaria de 1808, la Primera República, sobre todo, pero también la Segunda República, serían los intentos de reconstrucción moderna de las antiguas libertades y los derechos nacionales, forales y municipales.

La Transición, pese a todo, no sería capaz de contener completamente los nuevos intentos de democratización del Estado; la fuerza de los movimientos sociales, el empuje andaluz por la autonomía, la fuerza de la Asamblea de Catalunya o la movilización popular vasca serían algunos de los ejemplos que forzaron al Estado a abrirse. Aunque a raíz del golpe de Estado del 23-F las fuerzas armadas y el rey llegaran a un Pacto del capó que invirtiera las tímidas tendencias federalizantes hacia una recentralización elitista prolongada 12/.

Así, el blindaje inicial del Estado unitario que por el artículo 145 prohíbe la federación de las Comunidades Autónomas y establece como competencia exclusiva del Estado la convocatoria de referéndums, se refuerza con la LOAPA, aprobada en 1982 para reducir la autonomía de las Comunidades Autónomas. La sentencia contraria del Tribunal Constitucional tan sólo invalidó 14 de los 38 artículos de la LOAPA, por lo que hasta los mismos Partido Socialista de Catalunya y Partido Socialista de Euskadi se opusieron frontalmente entonces.

Pero es que en el mismo debate constitucional ya quedó claro que el texto aprobado era poco más que la Constitución de un “Estado centralista regionalizado”, como explicó el diputado de Euskadiko Ezkerra Francisco Letamendia:

“Se ha dicho en esta sala que esta Constitución supone el fin del Estado centralista, y esto es falso. Un Estado sólo deja de ser centralista cuando pasa a ser federal -o confederal-, y el Estado que contempla la Constitución en su título VIII, sobre organización territorial y en las disposiciones adicionales, no es un Estado federal, sino un Estado centralista regionalizado”13/.

Hasta Jordi Solé Tura reconocería el carácter centralista de la Constitución formal del Estado defendiendo por ello en Autonomies, federalisme i autodeterminació (Laia, 1987) el avance hacia Estatutos de segunda generación en tanto que reformas federalizantes que modificarán la constitución material de un Estado cuya constitución formal nada había modificado, sino todo lo contrario.

El bloqueo de los intentos de reforma federalizante, el Plan Ibarretxe (Propuesta de Estatuto Político de la Comunidad de Euskadi) y el Estatuto de Miravet elaborado por el Tripartito, es lo que obliga al federalismo a vehicularse a un cambio de régimen en la medida que toda transformación interna al régimen es condenada al ostracismo. La hipótesis de Solé Tura es clausurada con un cierre más hermético del Estado, dicho en palabras de Jordi Cuixart:

“si el país mayoritariamente hubiera visto respetado y mejorado el autogobierno con un encaje realmente federal, así como su lengua y culturas respetadas, probablemente el catalanismo no habría mutado hasta el soberanismo vigente” 14/.

En el transcurso de la crisis de 2008 este cierre se reforzó con la Ley Montoro y la reforma del artículo 135 para centralizar los recursos financieros y los superávits municipales para pagar la deuda pública. El centralismo es una lógica extractiva que no tiene piedad ni de administraciones locales, ni territoriales, ni nacionales.

El ejemplo chileno, como destacan Joan Tardà o Julia Cámara, es una brizna alentadora en este sentido porque anima los sentidos republicanos, feministas y constituyentes. Cómo dice el gran republicano de Cornellà hay “condiciones objetivamente favorables” para abrir paso a las repúblicas de nuestra Iberia” 15/. Las revueltas sociales y feministas de 2019 en Chile inauguran un proceso constituyente que, por primera vez, verá una redacción paritaria de una ponencia constitucional. Y es que el feminismo chileno ha sido la primera trinchera democrática frente al terrorismo de Estado postpinochetista 16/.

En definitiva, hace falta tomar el pulso al desarrollo de todos los nuevos soberanismos como propuestas democráticas decididas a transformar un Estado asfixiante, la dinámica centralista del cual constituye “el auténtico separatismo por la visión uniformizante, supremacista y clasista que posee” 17/.

¿Hacia un bloque popular por los derechos y las libertades?

Para terminar, querría destacar una de las virtudes de ¡Abajo el rey! Repúblicas que constituye el hecho de contar con una coralidad de voces representativa de las voluntades transformadoras. Si bien para avanzar hacia este horizonte hará falta ampliar diálogos, perspectivas y movilizaciones, invitando a las diferentes sensibilidades progresistas madrileñas a sumarse en un frente de este tipo contra el diluvio monárquico en curso. Y, más importante aún, será necesario conjugarse con los movimientos, y los sindicatos, por el derecho a la vivienda y a la sanidad pública.

Porque no sólo se trata de construir un movimiento popular para las consultas por la República sino también de construir un proyecto de Estado popular. Esto es lo que hicieron los republicanos confederales de la Primera República con su obrerismo y la tríada reivindicativa contra los impuestos indirectos, contra la mili y por el sufragio universal.

O en el caso de los republicanos de izquierdas que vincularon la alianza de San Sebastián a la autodeterminación de Catalunya, la reforma agraria y la mejora de las condiciones laborales de los y las trabajadoras.

La confederación de los distintos “archipiélagos de resistencias” 18/, que nombran Jaime Pastor y Miguel Urbán, también deberá asumir retos como la conquista de la amnistía para descriminalizar el derecho a la autodeterminación y la apertura de una vía hacia una Ley de Claridad que la haga posible. Porque el gobierno de los pobres libres serán en forma de repúblicas o no será.

Pero una victoria de este tipo sólo podrá ser compartida, popular y plebeya. Dicho en plata, en los términos de Jordi Cuixart: “El derecho a votar por la autodeterminación en Catalunya y en los pueblos del Estado se gana también en la calle, como también en la calle se gana el derecho de los españoles a votar su modelo de Estado” 19/.

Sólo de este modo será posible responder a la pregunta de “¿en qué tipo de país vivimos?” respondiendo con orgullo colectivo que “en la república que queremos, el país que necesitamos y la justicia social que merecemos” 20/. Y la amnistía de los y las presas políticas, la reforma urbana de los alquileres, la renta básica y la refundación de la sanidad, pudieran muy bien ser los andamios de un espíritu del 45 republicano que detenga la deriva absolutista del régimen al plantear su más radical transformación posible, es decir, la más necesaria.

7/11/2020

Albert Portillo es miembro de Debats pel demà y colaborador de varios medios, como Catarsi y viento sur

1/ Fernández, David, “Retrospectivas de un hundimiento: de bribones, comisiones y borbones” en Jaime Pastor y Miguel Urbán (eds.), ¡Abajo el rey! Repúblicas, Sylone y viento sur, Barcelona, 2020, p. 37.

2/ Urbán, Miguel y Pastor, Jaime, “Prólogo” en Jaime Pastor y Miguel Urbán (eds.), op. cit., pp. 15-16.

3/ Cámara, Julia, “Qué puede aportar el feminismo al debate republicano” en Jaime Pastor y Miguel Urbán (eds.), op. cit., p. 88.

4/ Farré, Sònia y Pastoriza, Xaquín, “Cuestión nacional y república(s)” en Jaime Pastor y Miguel Urbán (eds.), op. cit., pp. 115 i 121.

5/ Urías, Joaquín, “El rey, la constitución y la alargada sombra del régimen” en Jaime Pastor y Miguel Urbán (eds.), op. cit., pp. 17.

6/ Urías, op. cit., pp. 21.

7/ Urías, op. cit., pp. 27.

8/ Font, Tica; Melero, Eduardo y Vega, Edgard, “Oriente Medio y Asia, mercados lucrativos para las armas españolas. Análisis del comercio de armes 2018 y 2019”, Informe 44, Centre Delàs d’Estudis per la Pau, publicado 18 de junio de 2020, disponible aquí:centredelas.org

9/ Urbán, Miguel, “El Sáhara, moneda de cambio para la restauración borbónica” en Jaime Pastor y Miguel Urbán (eds.), op. cit., pp. 45.

10/ Ver en Maqueda, Paqui, “Monarquía y memoria histórica: dos cuestiones de Estado” en Jaime Pastor y Miguel Urbán (eds.), op. cit., pp. 55-60.

11/ Marx, Karl, “La España revolucionaria” en Karl Marx i Friedrich Engels, La revolución española, Akal, Madrid, pp. 9.

12/ Se puede ver en detalle en el capítulo de Pastor, Jaime, “El 23-F, Juan Carlos I y su golpe de timón a estribor” en Jaime Pastor y Miguel Urbán (eds.), op. cit., pp. 48.

13/ Letamendia, Francisco, “Intervención general ante la Comisión Constitucional” en Francisco Letamendia, Denuncia en el Parlamento -Ortzi-, Txertoa, San Sebastián, 1978, pp. 111.

14/ Cuixart, Jordi, “Transformar la impotencia en poder colectivo” en Jaime Pastor y Miguel Urbán (eds.), op. cit., pp. 134.

14/ Fernández, op. cit., pp. 38.

15/ Tardà, Joan, “Una mirada catalana para una alternativa republicana” en Jaime Pastor y Miguel Urbán (eds.), op. cit., pp. 113.

16/ Fernández, David, “Retrospectivas de un hundimiento: de bribones, comisiones y borbones” en Jaime Pastor y Miguel Urbán (eds.), op. cit., p. 37.

17/ Fernández, David, “Retrospectivas de un hundimiento: de bribones, comisiones y borbones” en Jaime Pastor y Miguel Urbán (eds.), op. cit., p. 37.

18/ Pastor, Jaime y Urbán, Jaime, “Del momento republicano a los procesos constituyentes” en Jaime Pastor y Miguel Urbán (eds.), op. cit., p. 140.

19/ Cuixart, Jordi, “Transformar la impotencia en poder colectivo” en Jaime Pastor y Miguel Urbán (eds.), op. cit., p. 134

20/ Fernández, op. cit., p. 38.

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Fuente → vientosur.info

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