El lamentable olvido de la obra de Pérez Galdós en la televisión pública

No se entiende que en el año en que se cumple el centenario de su muerte, no haya habido una sola producción en la programación de TVE basada en alguno de sus novelas u obras teatrales.

El lamentable olvido de la obra de Pérez Galdós en la televisión pública / Félix Población:

Uno de nuestros mayores escritores después de Cervantes, Benito Pérez Galdós, no mereció por parte del Gobierno de la nación -de los más llamados a conmemorar el centenario de su muerte- la atención que en cualquier otro país se le hubiera dispensado a un autor de esa talla literaria y con una actividad tan prolífica. Ahí queda la imagen de la multitudinaria asistencia  (30.000 personas) con la que se le despidió el día de su entierro en Madrid, el 5 de enero de 1920, meses después que se inaugurara la estatua que lo representa en el parque del Retiro.

No creo que valga justificar esa falta de atención del Gobierno en la singular y grave situación a la que nos ha llevado la crisis sanitaria que vive el país desde hace ocho meses. Muchos tenemos en la memoria series en la televisión pública, basadas en obras del escritor canario, que podrían haber llevado a esa casa a producir y programar otras nuevas en el transcurso de este año y que deberían haber sido proyectadas, producidas y rodadas previamente, teniendo en cuenta la inmediatez del centenario de su fallecimiento.

En lugar de eso, el Instituto Cervantes medio improvisó una especie de gala en el Teatro Real hace dos semanas, en colaboración con la Presidencia del Gobierno, bajo el epígrafe un tanto retórico Galdós, un patriotismo cívico, cuya transmisión a través de La Dos no pasó de ser una tediosa sesión de lecturas de algunos de sus textos políticos en las voces de Ana Belén, José Coronado, Carlos Hipólito y José Manuel Seda. Como condimento se le añadieron unos cuantos fragmentos musicales al piano por parte de varios pianistas y la intervención de otros tantos cantantes. Muy poco para la significación que debería tener la obra del escritor en una televisión pública como merecido homenaje a su memoria.

No debemos olvidar en este punto que don Benito pudo haber sido -con más merecimiento que cualquier otro de nuestros autores galardonados- Premio Nobel de Literatura a propuesta de medio millar de intelectuales españoles en 1912. Si no fue así se debió a que su candidatura fue boicoteada por otro buen número de personalidades conservadoras, dado que don Benito -ocho años antes de su muerte- era entonces un activo diputado de Unión Republicana y presidente de la Conjunción Republicano-Socialista. Desde la derecha más reaccionaria del país se cursaron numerosas cartas a la Academia Sueca, solicitando que no se le concediera el premio y proponiendo a su vez la candidatura de Marcelino Menéndez Pelayo. Lo mismo hizo la Alemania nazi con Miguel de Unamuno en 1935, según demuestra Manuel Menchón en su magnífico documental Palabras para el fin del mundo.

Esto mismo ocurrió en años sucesivos, cuando otra vez tuvo la oportunidad el escritor canario de ser Nobel de Literatura, según su biógrafo Pedro Ortiz-Armengol, y tanto en 1913 como en 1915 la tendencia ideológica y anticlerical de don Benito pesó en su contra para que pudiera merecer una distinción otorgada por una institución conservadora. La academia sueca no fue indiferente al enojo de los sectores sociales más reaccionarios de nuestro país después del estreno teatral de Electra en 1901, en la que su autor criticaba acerbamente a la institución de la iglesia católica. Fue tanta la repercusión de la puesta de escena de esa obra en el teatro Español de Madrid que Galdós adquirió renombre internacional.

Ni para los muy galdosianos, entre los que me cuento, fue el espectáculo de La Dos -más radiofónico que televisivo por su formato y desarrollo- mínimamente atrayente, ni creo que haya contribuido por su falta de interés escénico y contenido a estimular entre los pocos que lo vieran o soportaran el acercamiento a la ingente e ilustrativa obra de Galdós, tan imprescindible por sus Episodios nacionales para tratar de entender la desconocida historia contemporánea de nuestro país, tan necesaria para reconocer e interpretar la de nuestros días. 

Puede que aún hubiera sido más lamentable que el Gobierno actual -uno de los más llamados a recordar al autor de La fontana de oro -si se tiene en cuenta la poca simpatía con las que el escritor contaba entre los partidos conservadores- dejara pasar este año sin un solo programa o adaptación de alguna de sus obras en TVE, pero la emisión de un evento de tan poca consistencia e interés para el respetable casi al término de 2020, denota una vez más -además de una acelerada improvisación de última hora- que nuestra televisión pública estatal está gestionada por un equipo de incompetentes e incultos, con Rosa María Mateo como administradora única a la cabeza de la corporación.

Ella y quienes forman parte del equipo directivo de esa casa, son  responsables de una de las peores programaciones que se han proyectado y emitido en las últimas décadas, en la que no faltan series auténticamente bochornosas que nos hacen añorar y hasta creer como propias de otra televisión pública las que se produjeron hace mucho años, entre las que cabe citar la basada en la novela del escritor canario Fortunata y Jacinta, con una jovencísima Ana Belén -precisamente- como actriz protagonista.

Prefiero pensar, después de tamaño olvido de la obra galdosiana en TVE, que entre los directivos de nuestra televisión pública estatal no hay descendientes de aquellos mismos sectores retrógrados que con ánimo cainita privaron a don Benito de modo reiterado de la mayor distinción literaria del planeta, que sí se le otorgó en 1904 a un dramaturgo tan inane como José Echegaray.


Fuente → elsaltodiario.com

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