

No se entiende que en el año en que se cumple el centenario de su muerte, no haya habido una sola producción en la programación de TVE basada en alguno de sus novelas u obras teatrales.
El lamentable olvido de la obra de Pérez Galdós en la televisión pública / Félix Población:
No
creo que valga justificar esa falta de atención del Gobierno en la
singular y grave situación a la que nos ha llevado la crisis sanitaria
que vive el país desde hace ocho meses. Muchos tenemos en la memoria
series en la televisión pública, basadas en obras del escritor canario,
que podrían haber llevado a esa casa a producir y programar otras
nuevas en el transcurso de este año y que deberían haber sido
proyectadas, producidas y rodadas previamente, teniendo en cuenta la
inmediatez del centenario de su fallecimiento.
En
lugar de eso, el Instituto Cervantes medio improvisó una especie de
gala en el Teatro Real hace dos semanas, en colaboración con la
Presidencia del Gobierno, bajo el epígrafe un tanto retórico Galdós, un patriotismo cívico, cuya
transmisión a través de La Dos no pasó de ser una tediosa sesión de
lecturas de algunos de sus textos políticos en las voces de Ana Belén,
José Coronado, Carlos Hipólito y José Manuel Seda. Como condimento se
le añadieron unos cuantos fragmentos musicales al piano por parte de
varios pianistas y la intervención de otros tantos cantantes. Muy poco
para la significación que debería tener la obra del escritor en una
televisión pública como merecido homenaje a su memoria.
No
debemos olvidar en este punto que don Benito pudo haber sido -con más
merecimiento que cualquier otro de nuestros autores galardonados-
Premio Nobel de Literatura a propuesta de medio millar de intelectuales
españoles en 1912. Si no fue así se debió a que su candidatura fue
boicoteada por otro buen número de personalidades conservadoras, dado
que don Benito -ocho años antes de su muerte- era entonces un activo
diputado de Unión Republicana y presidente de la Conjunción
Republicano-Socialista. Desde la derecha más reaccionaria del país se
cursaron numerosas cartas a la Academia Sueca, solicitando que no se le
concediera el premio y proponiendo a su vez la candidatura de
Marcelino Menéndez Pelayo. Lo mismo hizo la Alemania nazi con Miguel de
Unamuno en 1935, según demuestra Manuel Menchón en su magnífico
documental Palabras para el fin del mundo.
Esto
mismo ocurrió en años sucesivos, cuando otra vez tuvo la oportunidad el
escritor canario de ser Nobel de Literatura, según su biógrafo Pedro
Ortiz-Armengol, y tanto en 1913 como en 1915 la tendencia ideológica y
anticlerical de don Benito pesó en su contra para que pudiera merecer
una distinción otorgada por una institución conservadora. La academia
sueca no fue indiferente al enojo de los sectores sociales más
reaccionarios de nuestro país después del estreno teatral de Electra
en 1901, en la que su autor criticaba acerbamente a la institución de la
iglesia católica. Fue tanta la repercusión de la puesta de escena de
esa obra en el teatro Español de Madrid que Galdós adquirió renombre
internacional.
Ni para los muy galdosianos, entre
los que me cuento, fue el espectáculo de La Dos -más radiofónico que
televisivo por su formato y desarrollo- mínimamente atrayente, ni creo
que haya contribuido por su falta de interés escénico y contenido a
estimular entre los pocos que lo vieran o soportaran el acercamiento a
la ingente e ilustrativa obra de Galdós, tan imprescindible por
sus Episodios nacionales para tratar de entender la desconocida
historia contemporánea de nuestro país, tan necesaria para reconocer e
interpretar la de nuestros días.
Puede que aún
hubiera sido más lamentable que el Gobierno actual -uno de los más
llamados a recordar al autor de La fontana de oro -si se tiene en cuenta
la poca simpatía con las que el escritor contaba entre los partidos
conservadores- dejara pasar este año sin un solo programa o adaptación
de alguna de sus obras en TVE, pero la emisión de un evento de tan poca
consistencia e interés para el respetable casi al término de 2020,
denota una vez más -además de una acelerada improvisación de última
hora- que nuestra televisión pública estatal está gestionada por un
equipo de incompetentes e incultos, con Rosa María Mateo como
administradora única a la cabeza de la corporación.
Ella y quienes forman parte del equipo directivo de esa casa, son responsables de una de las peores programaciones que se han proyectado y emitido en las últimas décadas, en la que no faltan series auténticamente bochornosas que nos hacen añorar y hasta creer como propias de otra televisión pública las que se produjeron hace mucho años, entre las que cabe citar la basada en la novela del escritor canario Fortunata y Jacinta, con una jovencísima Ana Belén -precisamente- como actriz protagonista.
Prefiero pensar, después de tamaño olvido de la obra galdosiana en TVE, que entre los directivos de nuestra televisión pública estatal no hay descendientes de aquellos mismos sectores retrógrados que con ánimo cainita privaron a don Benito de modo reiterado de la mayor distinción literaria del planeta, que sí se le otorgó en 1904 a un dramaturgo tan inane como José Echegaray.
Fuente → elsaltodiario.com
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